Ilustración del «Cours de linguistique générale» de F. de Saussure
En estas prácticas Juan Domínguez nos abrió las puertas a su reciente investigación sobre el lenguaje. Debido a que se trata de un proceso abierto e inconcluso, no se pretendía llegar a ningún punto en concreto, sino que se propusieron una serie de ejercicios que suscitan cuestiones diversas.
¿Qué pasa si miramos un objeto e intamos ocultar su nombre en nuestro interior? ¿Qué ocurre si nombramos un objeto con el nombre de otro objeto distinto? ¿Qué sucede si nos inventamos nombres nuevos para las cosas que nos rodean? Y si los nombres que inventamos están compuestos de sonidos complejos que difieren de la fonética habitual de nuestra lengua, ¿qué efecto tiene? Rizando el rizo, ¿qué pasa si modulamos estos sonidos con variables como velocidad y ritmo?
Y si aplicamos el lenguaje al movimiento, ¿cómo son las descripciones que surgen? Si describimos algo que luego no ocurre, ¿qué impresión nos queda? Si jugamos con los tiempos verbales en la descripción, el futuro genera expectativas, mientras que el presente pone de relieve el contraste entre lenguaje y realidad. ¿El pasado evoca quizás la inevitabilidad del factor interpretativo?
¿Qué ocurre cuando entra en juego el lenguaje corporal? Si expresamos emociones, ¿cuántos grados diferentes hay para cada emoción? ¿Qué ocurre con nuestro cuerpo si expresamos dos emociones que dificilmente se darían a la vez en la vida real (p. ej. miedo/alegría)? Y si empleamos estas unidades de sentido para comunicarnos en grupo, ¿qué significa el galimatías que surge de todo esto? ¿Dónde está el límite entre lo que significa y lo que no significa? Si todo significa, ¿cómo nombrar todo aquello que no tenemos claramente codificado de antemano en nuestra mente? ¿Deberíamos inventar una palabra nueva para cada gesto? Mediante ejercicios complejos, ¿se puede retrasar indefinidamente la compresión sin que el observador pierda el interés?
En este LP’09 donde a menudo el lenguaje abría una brecha entre la realidad y nuestra imaginación, queda patente una vez más hasta qué punto el idioma es una herramienta frágil para lidiar con la complejidad de nuestra forma de estar en el mundo.