Vincent Dunoyer en «Deux danses d’ameublement»
Ando un poco desbordado, así que escribiré en una sola entrada mis impresiones sobre estos tres espectáculos que se desarrollaron ayer en el CCCB dentro del LP’09.
En primer lugar, debo mencionar que «Flatland» de Patricia Portela sin duda se inspira en el «Flatland» de Edwin Abbott Abbott, una novela de 1884. Había estado buscando este texto por las librerías sin éxito sin saber que se trataba de un texto tan antiguo, pero ahora que lo he descubierto he encontrado copias en Internet. Si queréis consultarlo basta con seguir este link.
Tanto la pieza de Portela como el texto de Abbott exploran la posibilidad de un mundo con sólo dos dimensiones. Aunque si Abbott se adentra más en la geometría, el hábitat natural de los seres de Portela son los libros. El planteamiento de Portela es inteligente, la propuesta está llena de efectos ingeniosos y las afirmaciones del «flatlander» protagonista tienen un punto de sorna y variadas implicaciones físicas, perceptuales y filosóficas. Hay que destacar la maravillosa escena donde se repasa la anatomía humana desde varios ángulos desde una perspectiva en dos dimensiones. Creo que nadie de los allí presentes la olvidaremos durante largo tiempo. A veces la proyección era densa y mi atención decayó en algunos momentos pero, al mismo tiempo, sería francamente difícil imaginar un trabajo de igual altura conceptual con una mayor ligereza.
Hablemos ahora de las «Deux danses d’ameublement» de Vincent Dunoyer. Ciertas personas me acusan de ser demasiado benevolente en mis análisis. Eso ocurre porque tenemos diferentes ideas de lo que es el arte y de cuál es la función del crítico. Si queréis sangre, sintonizad a Ana Rosa Quintana en televisión. Me explico: las «Deux danses d’ameublement» de Vincent Dunoyer eran dos piezas con una argumentación lógica coherente (ver mi texto previo), unas estrategias restringidas, una sensibilidad personal y un posicionamiento estético determinado. A título personal aprecio la claridad de la propuesta y su carácter minimalista. Me gustó cómo Vincent arqueaba la espalda sobre la mesa de madera con la cabeza hacia atrás. Sin embargo, también debo añadir que el discurso de Vincent se encuentra en las antípodas de mis preocupaciones artísticas en estos momentos. ¿Debería por eso denigrar el trabajo de Dunoyer y caer en el lenguaje barriobajero de algunos críticos de la prensa? En absoluto, eso sería tan sólo una forma de ensalzar mi ego, de insinuar que todo el mundo debería compartir mis intereses. El trabajo de Vincent es riguroso, aunque a mí no me interese a título personal ni me conmueva. Esto es algo que se da a menudo. Es relativamente fácil que los trabajos tengan su propia lógica y que esta lógica no resuene en mí, aunque es posible que conmuevan a otros. No entiendo porque debería tirar piedras hacia esos creadores cuando sus trabajos me parecen respetables. Con mis textos no quiero conceder premios, poner notas, otorgar becas ni seleccionar bienales. Sólo deseo entender e, incidentalmente, mostrar hasta qué punto me ha interesado. En fin, es algo que debo desarrollar mejor a nivel teórico, porque es una argumentación que no está exenta de complicaciones y matices.
«Ella entra» de Sílvia Sant fue toda una sorpresa: había visto el vídeo del work-in-progress y no me había interesado mucho. Hay aquí sin duda un pronunciado giro en la propuesta. Ahora se trata de una obra de metadanza, es decir, donde el baile se acompaña de reflexiones sobre el hecho mismo de bailar. Este trabajo constituye una obra muy abordable y libre de pretensiones donde la bailarina habita el mismo espacio que el público y a veces se comunica indirectamente con él. De nuevo, el bendito linóleo blanco del CCCB permite una mayor cercanía con el público y ayuda a potenciar este tipo de propuestas. La «naturalidad» de Silvia era totalmente créible. Estaba tranquila, estaba con nosotros y se diría que no actuaba. Sin embargo, esta forma de estar requiere mucho trabajo y mucha experiencia: un cierto tipo de virtuosismo. A nivel de la atención en directo la pieza era ágil y tenía algunos momentos cómicos. Pero más allá de esta capacidad para resultar «entretenida» (lo cual es una elección personal de ciertos creadores, no algo que se deba exigir a priori), «Ella entra» explicaba muy bien ciertos fenómenos esenciales para los intérpretes. Me refiero a la memoria del cuerpo y a la posibilidad de escapar a estos hábitos. Para mí la pieza fue una explicación diáfana de un fenómeno básico en las artes del movimiento. Es de ahí de donde proviene gran parte de su mérito. Aunque, por otro lado, yo estoy familiarizado con este mundo y tendría curiosidad por saber cómo lo leyeron los neofitos. En segundo lugar disfruté mucho con esta presencia relajada, amable y cercana. Esta informalidad y sencillez me hizo creer por momentos que estaba ante una «noche salvaje» más. Sin embargo, se trata de un trampantojo fácil de detectar. Sólo se llega a un grado tan alto de sencillez después de revisar mil y una veces el material y retener tan solo aquello que es verdaderamente importante. En «Ella entra» me pareció que había curro, mucho curro.
De nuevo invito a todo el mundo a expresar su propia opinión y rebatir, apoyar, contradecir o ampliar todo lo que afirmo con sus propios argumentos. ¡Muchas gracias!
A mí me pasa que muchas veces no sé si leerme los textos de los programas de mano que escribe el propio artista o tú mismo, Quim, o no leerlos. A veces pienso que lo que cuenta es lo que se muestra en escena y no lo que se escribe. Además, a veces el texto del programa del propio artista me estropea lo que voy a ver. Pero en el caso de Deux danses d’ameublement me alegro de haberme informado previamente de lo que iba a pasar. Si no lo hubiese hecho seguramente hubiese visto a un tipo que bailaba con un estilo trasnochado y no por eso menos respetable, pero al que no hubiese entendido por qué lo han invitado precisamente a este festival. En cambio, sabiendo de qué iba la pieza y sus referencias vi un magnífico remix que me fascinó y me dejó con ganas de descubrir algunos de sus referentes coreográficos que no conozco suficiente. Los referentes musicales sí que los tenía, aunque no conocía la pieza de Cage, y los disfruté mucho escuchando esa pieza por primera vez en ese contexto. Por cierto, no lo has dicho pero el título de la pieza de Dunoyer me parece que es otra cita. Satie es el autoproclamado inventor de la Musique d’ameublement, lo que luego ha desembocado en la música ambient, el hilo musical y cosas por el estilo. Satie pensó estas composiciones para ser interpretadas en el descanso de un concierto como música decorativa mientras la gente se tomaba algo y avisó de eso precisamente en el programa de mano. Cuando, durante el descanso, la música comenzó a sonar, el público se volvió a sentar y a escuchar en silencio respetuoso la música. Satie se cabreó bastante y comenzó a gritarles que se levantaran y que volviesen a charlar y a sus copas. Ahí lo dejo para que cada uno interprete como quiera el título del espectáculo después de conocer esta anécdota. Para mí es una prueba más de que sin conocer todas esas citas la degustación de esta pieza será diferente. Me gustaría preguntarle a Dunoyer si tiene previsto la lectura del espectáculo que puede hacer alguien que pase olímpicamente de leer el programa de mano o que no tenga la suficiente información sobre Satie, Cage, Trisha Brown, la compañía Rosas, Sócrates y Platón (cosa que supongo debe ser bastante habitual). Creo que a mucha gente del público de ayer le debió pasar eso y alguno estaba un pelín indignado. Es muy divertido todo esto, macho, y me da que pensar.
Desde el lugar de neófita que ocupo, tengo que decir que disfruté muchísimo de la pieza de Silvia. La sentí próxima a todos los que la mirábamos y observé también esa sencillez a la que haces referencia Quim y que esconde un trabajo profundo y muchas horas de reflexión. Sentí con ella todo su análisis, analicé sus movimientos repetidos, las fugas y vi el cansancio pero también disfruté de verla bailar y moverse por el espacio. Además – y no menos importante – me lo pasé muy bien. Y observé «Ella entra» como una expresión de amor al movimiento, un trabajo de concentración sobre algo esencial en su vida, una valorización de su «hábitat».
Sobre la pieza de Vincent Dunoyer, estoy de acuerdo con Quim. Respeto su trabajo, no me fascina (aunque me fascinaba hasta hace poco), pero los respeto por su claridad, su virtuosa simplicidad y su preciosa ejecución. Así y todo, he visto piezas suyas mucho más interesantes como 3 solos for Vincent Dunoyer, por ejemplo.
De hecho, la noche tenía un sabor el efecto memoria del bailarín, intérprete o como le quieras llamar (después de ver la instalación de Bea ya me creó muchas dudas el término intérprete). Vincent lleva ya unos años trabajando sobre este cuerpo del intérprete, que ha acogido muchos otros cuerpos, y observar los residuos que quedan.
Por su parte, Silvia presentaba (y no representaba) un discurso sobre memoria presente. Un discurso extremadamente interesente (a mi parecer), muy bien elaborado, fresco, contundente, accesible e ingenioso. Toda la reflexión fue fantástica, aunque empezé dudando de la propuesta, Sivlia consiguió llevarme a su desarrollo personal y la navegación fue fantástica. Gracias Silvia!!
Soy lego en el tema y, encima, cometí el error de no informarme sobre “Deux danses d’ameublement”. En ese sentido comparto las reflexiones de Rubén sobre el asunto.
Leyendo, a posteriori, los textos satélites de la obra y comentarios, lo veo todo algo más claro pero, aún asi, sigue sin gustarme lo que ví.
No conté las veces que el bailarín, intérprete, performer o quien quiera que fuese repitió su cadena de movimientos sobre la mesa (supongo que era aquello de la imagen en el espejo dentro del espejo, etc.). Desde luego, si su intención era la de irritarme lo consiguió. Sonaré como un garrulo pero, como reiteraciones pesadas, me “tocan” más los tortazos que le propina Homer a Bart Simpson.
Si que había movimientos que “movían” pero, para mi, dejaron de hacerlo por desgaste.
Tampoco creo que fuera su intención que el espectador acabara preguntándose de dónde habría sacado aquél modelo de silla (personalmente me sorprendí a mi mismo pensándolo y sé de un par más de espectadores que lo hicieron).
Como me aburría, dedique parte del tiempo a contemplar al resto del público. Debo decir que los aplausos que recibió la pieza, al finalizar, no estaban muy en concordancia con las caras que había observado. Me sonaba un poco al traje nuevo del emperador. Por mi parte, y muy a mi pesar, fué la primera vez en mi vida que no aplaudí un espectáculo.
Considero la danza, desde mi ignorancia, el medio de expresión más puro y a la vez más complejo. Creo que desde el vulgo la contemplamos como algo quasi esotérico. No sé si es su intención descolgarse ese sambenito. Lo que si tengo claro es que, en ese sentido, flaco favor le hacen obras de este tipo.
Sobre Flatland, la vaig anar a veure perquè no abunden les obres artístiques al voltant de temes matemàtics i normalment estan molt mal fetes (des del punt de vista de conceptes). A disapearing number del passat Grec va ser una excepció.
La primera sorpresa és que l’autor va refer totalment l’argument del llibre passant-lo al pla artístic. Tot i que això em va decebre una mica perquè m’esperava una altra cosa, estava fet amb tan d’encert i d’enginy que de seguida vaig perdonar l’atreviment.
Malgrat això, l’obra es va convertir aviat en una lectura i les imatges no suscitaven prou interès (en estones eren quasi somnolentes). Si hagués durat 20 minuts, perfecte. Però, donat que era una lectura amb molts jocs de llenguatge i segones intencions sobre temes no obvis, es va a arribar a fer una mica pesat. Crec que la presentació escènica es podria haver fet millor, només que el personatge que recitava hagués estat present gesticulant mínimament hagués guanyat ritme.
Al final la Dorothy em va treure de l’endormiscament per tornar-me a la realitat.