Una compañía histórica de la danza moderna. Una veintena de intérpretes entre músicos y bailarines, todos grandes virtuosos de la danza y de la música. Una escenografía brillante y unas proyecciones de vídeo de aúpa. La pieza fue galardonada con un premio Bessie en el 2007, el New York Times la describió como una «experiencia fascinante» y el público del Mercat (casi lleno en domingo) aplaudió entusiasmado.
Y aún así me parece fácil desmontar esta pieza donde no había estructura profunda que justificase tanto movimiento ni tantos intérpretes. ¿Alguien sabe por qué estaban allí comiéndose el espacio unos a otros sin que pudiésemos apreciar nada con claridad? ¿Y por qué bailaban tanto y siempre de forma tan espectacular? ¿Por qué este miedo al vacío y el silencio que, después de todo, constituyen el contrapunto que nos permite disfrutar del resto? ¿Por qué la simultaneidad de lenguajes a velocidad de vértigo (vídeo + danza + narración)? Bienvenidos al gran espectáculo, en el peor de los sentidos. Si esta temporada Sankai Juku demostraba como el virtuosismo podía invertirse de manera brillante en aras de un propósito, «Chapel/Chapter» prueba como el virtuosismo sin un objetivo claro es como pedalear en el vacío.
Por otro lado podríamos hablar de las referencias políticas. Estas aproximaciones superficiales donde la estrategia consiste en vestir a los intérpretes con el traje de los presos de Guantánamo me ponen los pelos de punta. Como la escena de las cruces en el «2666» de Álex Rigola. Tengo la sensación de que estas críticas a la injusticia hacen la misma función que ciertas organizaciones caritativas respecto a las desigualdades sociales. En vez de paliarlas, ayudan a mantenerlas a lo largo del tiempo, porque banalizan un tema y tranquilizan momentáneamente las conciencias. Según el programa, los trajes de Guantánamo «nos invitan a pensar más allá». No sé cómo de lejos vamos a llegar…
Un cronista de guerra que murió en Sarajevo explicaba que la sociedad necesita buenas dosis de prensa del corazón alternadas con dosis de la más sangrienta crónica negra. Nuestras necesidades narrativas oscilan entre la peli de terror y el cuento de la princesa que fue periodista. Pero nuestras necesidades narrativas están relacionadas con nuestra satisfacción personal como espectadores. No hay aquí análisis profundo ni debate sincero alrededor de un problema. Por este motivo estas referencias superficiales me parecen de un cinismo estremecedor.
que gusto volver a leerte!! besos
africa
Respecto el problema de las necesidades narrativas, es quizás un problema de la literalidad?. Cuando no se puede resolver el espacio des de lo no evidente, se consume des de la facilidad del abuso recursivo en contradicción absoluta con el lenguaje poético.
Llenar el discurso sin hacerlo llegar a cuestiones que sí son difíciles. En las desigualdades sociales, pasa exactamente lo mismo, lo importante aunque sea lo más tremendo no son los resultados sino las estructuras que las subyacen y que por tanto las sustentan…