Esta colaboración de Otto Ramstad con Olive Bieringa deja muy buen sabor de boca porque tiene una cualidad muy personal. Seis intérpretes desarrollan acciones cotidianas y se mueven siguiendo multitud de ritmos y patrones diferentes. Si por lo general el comedimiento resulta indispensable para exponer un conjunto de ideas de forma clara y ordenada, a menudo esta obra funciona por saturación. Sobre el escenario se muestran muchas escenas con todos los intérpretes entregados a una actividad frenética. En consecuencia nuestra atención no se centra en un solo fenómeno, sino en un cúmulo contínuo lleno de superposiciones, cruces, planos entrecortados y perspectivas extrañas. El resultado es un caos controlado y musical donde el interés emana del ritmo constante de la propuesta.
Este ritmo se ve sostenido en gran medida por un brillante espacio sonoro con numerosos elementos de música concreta que acompañan muy bien las evoluciones de los bailarines. La pieza trata de una casa al lado del mar donde se hospeda un grupo de amigos. No surgen personajes claramente definidos ni una narrativa específica, pero se citan situaciones fáciles de reconocer para todos aquellos que hayan pasado un fin de semana con unos compañeros. Estas referencias resultan suficientemente abstractas y legibles a la vez como para suscitar una sonrisa.
El vídeo se emplea como escenografía mediante tres proyecciones diferentes y también como herramienta de interacción coreográfica. Algunos pasajes audiovisuales proponen juegos más interesantes que otros, pero en cualquier caso no hay una utilización gratuita en ningún momento y algunos fragmentos (como el del inicio al lado del mar) resultan francamente bellos. El teatro de objetos también aparece de forma ocasional en su concepción más amplia e interesante, sobre todo en la magnífica escena alrededor de la mesa de cocina.
Al salir de la obra una compañera me discutía la función de ciertos elementos. Sin duda, en una obra como ésta todo es prescindible y al mismo tiempo todo resulta indispensable, porque la materia prima de la pieza es una acumulación pantagruélica de pequeños detalles. Este edificio no tiene muros de piedra ni vigas de madera. Sus ladrillos están hechos de aire y sin embargo se sostiene con firmeza sobre el suelo. Y a mí esto me provoca una mezcla de sorpresa y admiración.
Hola Quim, como va la vida? Espero que te llegue mi mail a traves de este comentario.