Siempre enfatizo el carácter subjetivo de estos apuntes, pero esta vez debo subrayarlo más aún. Conseguimos butacas de pésima localización y vi la pieza encaramado en el lateral del segundo piso, en una posición tan incómoda que resulta muy posible que mi percepción se viese afectada.
La ópera de Claudio Monteverdi «Il retorno de Ulisse» en la que se basa este montaje es espléndida. La versión que se ofrecía contaba con músicos en directo, cantantes de primera línea, manipuladores de marionetas, proyección de imágenes en una pantalla y sombras chinescas.
Si en el texto anterior hablábamos de virtuosismo, aquí podemos retomar el tema. Cada uno de estos lenguajes contaba con intérpretes y creadores con un gran dominio técnico. Por un lado las animaciones e imágenes de Kentridge eran soberbias. La música y el canto resultaban deliciosos. Aunque las marionetas remitían a una idea muy tradicional de lo que supone el teatro de objetos, esto no constituía un problema y la manipulación era intachable. Las sombras que aparecían de forma ocasional estaban muy bien articuladas y eran elegantes y estilizadas.
Sin embargo, padecí una cierta saturación de estímulos. Aunque todos los elementos eran excelentes, había tantos donde centrar la atención (la música, el canto, las marionetas, las imágenes, las sombras) que a menudo la vista iba de un lado al otro intentando apreciar todo lo que se mostraba. Tuve la sensación que en escena había material para varias obras de teatro.
Por otro lado los diferentes lenguajes escénicos no siempre se complementaban ni se potenciaban los unos a los otros en virtud de una razón concreta. A menudo se trataba de una mera superposición. El lenguaje que hacía un mayor esfuerzo por interactuar con los otros elementos era el audiovisual. Las bellas imágenes de Kentridge tomaban motivos de la leyenda original de Ulises y con cierta frecuencia servían de escenario para las marionetas en movimiento. Cuando se integraban de forma funcional o alegórica, no sólo las proyecciones cobraban mayor interés sino que el conjunto de la obra crecía considerablemente.
Pero en fin, aún padezco una cierta escoliosis y repito que quizás eso incidió en mi apreciación de la obra. La ventaja de Internet es que todo el mundo puede decir su opinión, así que si alguien estuvo allí…