Este exposhow (tal y como lo definen sus creadores) tiene varias virtudes. Al crear un espectáculo que consiste en una visita guiada por una exposición, el carácter escénico de la función se vuelve borroso por momentos. En vez de «nosotros el público estamos aquí y allí ocurre algo que debemos mirar» aparece «estamos aquí todos juntos y estamos viviendo algo». La alternancia entre estos dos maneras de estar y de mirar a lo largo de la representación es un primer foco de interés.
El discurso de Martí Sales respecto al contexto y contenido de la exposición oscila entre correctísimos, doctos y pedagógicos comentarios y patilladas intelectualoides de primer orden. Sin embargo el conjunto guarda su verosimilitud y de esta forma se pone en evidencia hasta qué punto el discurso de los museos se construye a menudo de forma similar.
Ocurre lo mismo con las piezas que conforman la exposición. Por un lado pueden contemplarse como cutres, intrascendentes y anodinas, pero por el otro lado el correcto planteamiento que hay detrás de ellas las inviste de no poca autoridad. Mi favorita fue la irónica apropiación y personalización del maletín de Duchamp.
Este exposhow es original, inteligente y divertido. Al mismo tiempo es más ligero que una pluma y más fino que el papel de fumar. ¿Es esto algo negativo o constituye al contrario una virtud más? Que cada uno se responda como pueda esta pregunta, ya sea ante el último vídeoclip de Kylie Minogue o ante las sopas en lata de Andy Warhol. El pop es así.