No he encontrado ninguna foto de «Joan de l’Ós» para ilustrar esta nota, así que cojo otra imagen reciente de Albert Vidal. Este creador tiene una formación insólita que mezcla un gran número de escuelas diferentes. Desde la técnica de bufón hasta el teatro indonesio pasando por los cantos telúricos de Mongolia, este actor es para mí el paradigma de un investigador inquieto e insaciable que nunca se cansa de aprender y probar cosas nuevas. Es decir, lo contrario de los actores que se conforman con una sola doctrina y se apoltronan en la comodidad de sus teleseries autonómicas. Por eso merece un inmenso respeto.
Quién quiera saber más sobre este heterodoxo ejemplar puede leer aquí un breve repaso de su carrera. En la biblioteca del Institut del Teatre tienen también un vídeo con fragmentos de algunas de sus obras más significativas.
En este caso Vidal toma un cuento popular catalán («Joan de l’Ós») y lo escenifica junto con tres músicos. Ocasionalmente también requiere la participación del público, lo cual le vale a la pieza el subtítulo de «rondalla interactiva».
El texto tiene toda la fuerza de los cuentos populares y está escrito en un catalán antiguo y meloso, donde disfrutamos de la riqueza y complejidad del lenguaje sin perder nada del contenido. La puesta en escena remite al registro folclórico, con trajes y música tradicionales, y es en gran medida un ejercicio de exploración arqueológica.
Pues bien, al igual que hace un par de años con «El príncep» disfrutamos aquí del cuerpo elástico de Albert Vidal, de su control extremo de la expresión facial y corporal, de su voz estentórea, de movimientos originales con toques asiáticos que le convierten a veces en un extraño demonio o en un jocoso bufón. Y el bufón nos explicó un cuento. Una propuesta sencilla, pero altamente delectable.