Hay semanas donde no puedo escribir un texto sobre todo lo que voy a ver y ésta sin duda ha sido una de ellas. Así que hago un breve repaso, más como diario personal que como crítica exhaustiva. Empezamos el viernes de la semana pasada con «Este que cuerpo que me ocupa», una colaboración de Joao Fiadeiro con Paula Caspao dentro del ciclo «Duplo sentido» de La Porta. Se trata de una performance que se enmarca dentro de la danza contemporánea que no pretende entrar en lo meramente espectacular, sino ahondar en una línea de pensamiento asociada al movimiento. Llego a la sala sin conocimientos previos sobre el trabajo de Joao y su contexto y veo bastante poco que me interese a lo largo de la representación. Algún fragmento de texto sobre el pasado de los elementos que nos rodean, la ambivalencia interpretativa de ciertas situaciones y unos efectos de luz atractivos. Pero la mayor parte de la pieza parece bastante hueca. Después leo los textos que se distribuyeron en la entrada y tampoco hallo en ellos ninguna clave reveladora. Se trata de argumentaciones bien construidas pero con puntos muy discutibles y que, de todas formas, para mí no justifican el conjunto de la performance. A lo largo de la semana recojo bastante información sobre Joao Fiadeiro. Parece que los bailarines de su workshop sobre el método CRT están muy satisfechos y todo el mundo menciona su previo «I am here» como una pieza muy bella. Un colaborador suyo me explica que Joao está en un proceso y que esta obra es una etapa más del camino. Cada artista sigue su propia investigación y quizás éste era un paso imprescindible dentro de una ruta determinada, pero la performance en si no me seduce en absoluto. Sin embargo, la actuación suscita en mí ciertas preguntas de difícil respuesta. ¿Es posible que la dificultad, la lentitud y el vacío se esgriman a veces como un valor en ciertas performances sólo porque se oponen al ritmo trepidante de nuestra espectacularizada sociedad? ¿Hasta qué punto la danza es un buen método para la exploración filosófica? Teniendo en cuenta la diversidad de aproximaciones posibles a la danza (poética, estética, conceptual, narrativa, emocional…) y el abultado número de producciones europeas que sólo exploran el movimiento dentro de un discurso intelectual, ¿es posible que estemos cayendo en el modo de pensar binario que denuncia Derrida y que valora la razón por encima de todo denigrando lo demás?
Al día siguiente asisto a «Poetas de la anarquía», un recital de polipoesía que organiza Xavi Sabater. La incómoda sala del centro cívico está llena a rebosar y, aunque los poetas tienen estilos muy dispares, los textos que leen suelen ser de muy buena calidad. No obstante, a veces la lectura de los poemas deja mucho que desear. Escribir buenos poemas no tiene nada que ver con escenificar bien un texto y por este motivo los recitales de poesía suelen ser bastante frustrantes. Por otro lado también me incomoda el empecinamiento en restringir la poesía a la palabra…
El lunes asisto a dos piezas dentro del Festival Fastart. El Festival Fastart es una iniciativa de alumnos del Institut del Teatre que quiere explorar otros formatos, otros espacios y otras formas de presentación menos convencionales. Me alegro de que algo se mueva dentro del gran dinosaurio. Los organizadores del festival han querido evitar posibles retrasos, así que hay un larguísimo descanso entre las actuaciones y eso te disuade de hacer el recorrido completo. Sé que es una edición cero de un festival con poquísimos medios y no hay reproche posible, pero animaría a los chicos de Fastart a que asistiesen al Inn motion y al MAPA y que charlasen con sus organizadores para aprovechar su experiencia en eventos de estructura similar. De las dos piezas que veo una (8’16, de Kontackt) es una propuesta de movimiento muy respetable y bastante original. La otra («La resta és silenci») es una pieza de texto que evidencia que Fastart tiene un arduo y necesario camino por delante para suplir de alguna forma todo lo que no se enseña en el IT.
En el festival TNT de Terrassa vemos algunas piezas de videodanza interesantes. Por ejemplo, la histórica «Atsudenon» de Montse Llabrés, según Jean-Marc Adolphe la primera obra de videodanza de Cataluña, grabada en un descampado de Mallorca en 1983. Numerosas escenas no han envejecido en absoluto y conservan intacto su interés. Por otro lado resulta un documento histórico muy valioso. También vemos un vídeo de Meg Stuart en Skite en 1992 donde numerosos intérpretes corren en círculo e intentan llevar a cabo una acción al mismo tiempo (desvestirse, comer de un pastel en un plato, etc.). La dificultad para realizar la tarea y el ritmo que se establece a medida que los personajes aparecen y desaparecen en la parte visible del círculo, así como las variaciones y relaciones que surgen entre ellos hacen que el vídeo sea gramaticalmente complejo y muy cómico.
Dentro de las presentaciones Sweet and Tender destaca «Buckets» de Tim Darbyshire, una pieza corta de movimiento con cubos de fregar de colores. A pesar de la sencillez y los escasos medios, era una obra bastante elaborada.
Luego asistimos a la representación de «La edad de oro», de Israel Galván, ante un público entregado de antemano. No sé cuántas veces oí como la gente repetía que le habían entregado un premio nacional. No soy un forofo del baile flamenco ni sé mucho al respecto, pero la actuación resultó ciertamente atractiva. Además de lo hipnótico que resulta de por si el taconeo flamenco, Galván controlaba muy bien los tiempos y desarrollaba un lenguaje propio donde la pausa tenía tanta importancia como el baile. Los movimientos complejos y arrebatadores se combinaban con otros pequeños y sencillos que hacían crecer aún más el conjunto. Tanto el guitarrista como el cantaor eran también sensacionales. Un gustazo.
Finalmente ayer domingo vi en La Caldera «Das coisas nascem coisas» de Claudia Dias. Se trata de pieza bastante sencilla que trabaja con un ritmo constante de baja intensidad. El ritmo pausado que se mantiene a lo largo de un periodo de tiempo largo es una apuesta escénica segura, a pesar de que al principio la experiencia suele generar rechazo en públicos poco habituados. Bob Wilson sería un claro ejemplo de este fenómeno.
En esta pieza se contrasta la acción con la palabra. Los intérpretes crean una serie de estructuras con cajas de cartón y a continuación ofrecen una interpretación oral de sus acciones. El interés que surge de esta confrontación varía de foco. Éste puede estribar en la extraña relación entre significado y significante (el lenguaje y la realidad que representa), en la calidad intepretativa (hasta qué punto lo que se explica coincide con nuestra lectura de lo que se ha visto), o bien en la inferencia (lo que se explica desencadena un proceso mental que te hace deducir algo que no se explica directamente). Para mí este tercer aspecto siempre es el más interesante porque requiere más actividad por parte del espectador.
Aparte de este mecanismo central, también había toques de humor y elementos políticos que proporcionaban más consistencia a la pieza. Además, claro está, del componente coreográfico del movimiento que se genera con las cajas y los volúmenes que éstas crean en escena.
Pingback: “El final de este estado de las cosas redux”, Israel Galván, Mercat de les flors, 26/2/2009 at Quim Pujol: crítico con peluca
UNA INVITACIÓN CORDIAL
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