Para proseguir con las analogías gastronómicas que vengo cultivando en los últimos textos, podríamos decir que esta pieza corta de Sofia Asencio es una mousse de limón. O sea, algo muy ligero, pero que es delicioso precisamente en la medida en que es ligero. O lo que viene a decir lo mismo, es totalmente pop.
La pieza se sostiene sobre varios pilares. En primer lugar presenta un mundo extraño pero coherente en sí mismo. Esto siempre es buen recurso porque nos debemos adaptar a unas nuevas normas y requiere un mínimo esfuerzo intelectual. En segundo lugar el intérprete salta de un tema al otro de forma constante y reinicia su discurso como si nos hubiésemos perdido un fragmento del mismo. Eso nos obliga a hacer otro esfuerzo adicional para reconstruir su peculiar narrativa. Hacer trabajar al espectador es algo necesario. Así se crea un foco de atención y, como público, nos gusta sentir que se nos trata como seres inteligentes.
La interpretación actoral es excelente. Después de la obra de Sergi Fäustino la semana pasada, aquí vemos otro ejemplo de dirección sobresaliente por parte de Sofía Asencio. Como los directores de teatro al uso no están por la labor, parece que los profesionales con una formación de danza han decidido tomar el relevo. Además, esta intepretación tiene un toque beckettiano que resulta muy sorprendente en un contexto tan pop. El único inconveniente es quizás un espacio escénico un pelo demasiado grande, aunque por supuesto es un espacio compartido con otras coreógrafas, así que es una cuestión difícil de resolver.
Naturalmente hay danza, ya que se trata de un ciclo coreográfico, y la pieza cumple la máxima de nuestros tiempos: «Se puede bailar, pero se requiere una razón poderosa para ello». ¿Por qué es así? No lo sé, pero es algo que se siente en los escenarios. Cuando ves obras donde se baila sin una razón precisa surge a menudo un violento rechazo. Aventuro que igual le podemos dar la vuelta a la pregunta. ¿Cómo se podía bailar antes sin una razón poderosa, sin un sólido eje vertebrador, sin una propuesta estética contundente o sin explorar una serie de mecanismos de forma exhaustiva?
La danza de Ramón Giró consiste en una serie de movimientos muy sencillos, algo así como una parodia minimalista y torpe de lo que sería un solo de danza contemporánea, con algunas pinceladas de tono pop. Sólo por un breve momento pareció que iba a realizar movimientos complejos y elaborados y, precisamente, fue sólo en ese momento donde la atención bajó por completo. Eso da pie a otra pregunta de difícil respuesta. ¿Por qué hoy en día se nos atraganta la danza virtuosa y exhibicionista cuyo activo principal es la dificultad para interpretarla?