Con ocasión de esta corrida me gustaría hacer algunas consideraciones muy sencillas sobre el carácter escénico de la tauromaquia. Debo aclarar ante todo que sé muy poco de toreo, así que nadie espere las alambicadas expresiones ni los floridos términos que se suelen leer en los textos sobre este arte.
1) Dimensión simbólica
Al igual que muchos espectáculos, la corrida tiene una alta carga metafórica. Se trata aquí de una mentalidad maniquea donde se enfrenta la muerte (el toro oscuro de cuernos afilados y peligrosos) con la vida (el torero, con su traje de luces que se contrapone a la oscuridad del toro). Esta oposición entre oscuridad y luz se repite en la división de la plaza en «sol» y «sombra» y es una reiteración de la idea de lucha entre la vida y la muerte. El torero se enfrenta al toro y (casi siempre) sale victorioso y mata al animal. Así se consigue la ilusión de que se puede escapar a la muerte y el hombre se convierte en héroe y amo de su destino.En simbología el círculo se identifica a menudo con el tiempo, así que la forma circular de la plaza introduce de nuevo esta idea. La lucha contra la muerte es una lucha contra el tiempo. Por si fuera poco el ruedo está dividido en doce segmentos, lo mismo que un reloj. El ritual implica una rígida jerarquía: banderilleros, mozo de espadas, picador, presidente, alguacilillos, monosabios, mulilleros, areneros, subalternos… Estas jerarquías imbricadas en ceremonias de carácter espectacular y representativo (como la jerarquía eclesíastica en las ceremonias vaticanas, las diferentes categorías de vedettes en la revista o los personajes de la Patum de Berga) se pueden leer como una transcripción del orden del mundo. Constituyen una expresión de cómo el hombre entiende la sociedad y al mismo tiempo un esfuerzo por perpetuar este orden.
2) Focos de atención
Llamo «foco de atención» todo aquello que a lo largo de una representación despierta nuestro interés y nos mantiene en vilo. Si en una actuación el objetivo es que el público no se aburra (y no siempre tiene por qué ser así), de forma ideal los focos de atención se sucederán sin tregua hasta el final de la misma. Dentro del teatro convencional un foco de atención puede consistir en un giro dramático dentro de la narrativa o en la espectacularidad de efectos escénicos (las luces, por ejemplo). En el toreo los focos de atención son muchos y van desde la compleja escenografía (la plaza) al vestuario (trajes de luces) pasando por un ritual preciso donde ya se sabe qué va a pasar. Los tercios se suceden siempre igual, así que todo se basa en satisfacer una expectativa fijada de antemano. En este sentido se trata del placer que suscita la verificación de algo que se conoce. Un fenómeno que alcanza su máxima expresión en los niños que piden oír el mismo cuento una y otra vez y que algunos llaman «el placer del reconocimiento». El toro corriendo por la plaza ofrece un espectáculo que me parece el predecesor de la danza contemporánea que trabaja el «movimiento natural». Sin duda también hay algo coreográfico en la combinación del movimiento del toro con los subalternos y sus capotes, y por supuesto en el enfrentamiento final entre matador y toro. En este sentido, el toreo está muy ligado a la danza, ya que parte de su atractivo se basa en movimientos fijados de antemano (verónicas y otros pases), aunque con cierto grado de improvisación. Finalmente, la identificación también es un foco de atención fundamental dentro de este rito. Nos identificamos con el torero en su lucha contra la muerte y sufrimos cuando pasa el capote por su espalda y se pone en peligro. Pero también nos identificamos con el toro en algunos momentos, como muestran las quejas de la plaza si el torero no lo mata de forma limpia y alarga su sufrimiento. A lo largo de la corrida nuestra identificación puede oscilar entre el animal y el hombre en función de las situaciones que se producen. Por supuesto el punto culminante es el dominio del hombre sobre el animal, la burla de la amenaza que se cierne sobre el torero mediante movimientos elegantes y precisos. En ese momento, a través de la identificación colectiva y catártica, todos los presentes vencen a la muerte.
3) Intérpretes
En esta corrida actuaron con diferentes estilos José Tomás y El Juli. Si los dos lo hicieron «bien» según los patrones que marca el toreo, su forma de hacer no podría ser más distinta. El Juli era chulesco y se vanagloriaba de forma chusca. Su espalda arqueada y su pelvis hacia adelante implicaban tensión, arrogancia y falta de sofisticación. José Tomás mostraba una relajación muscular increíble, lo mismo que los mejores bailarines. Transmitía una serenidad extrema ante el toro y un control total de la situación, pero sin derroche de fuerza. Al revés, parecía ahorrar cualquier gesto que no fuese estrictamente necesario y no engalanaba sus pases con edulcoradas maneras ni viriles excesos. Una maravilla.
y de mi no dices nadaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!
como t pille con el estoque el unico analisis q vas a hacer es el de tu grupo sanguineooooo
ahora q lo pienso…igual no estaba yo alli porque me fui a ver un espectaculo de danza en el lliure, q resulto ser un sainete del moreno, en el q uno se preguntaba en q coño se gastaron el dinero? sin luces, ni escenografia, ni musica, ni vestuario, ni una pistolilla de plastico… no se les habra ocurrido pagar bien a los actores??? que dios nos coja confesados
Chapeau, molt interessant! Estic per apuntar-me a una escola de tauromàquia…
brillante reflexión!!!!!!!!!
estuve en esa corrida!!!!!!!!!!
mi primera corrida x cierto!!!!!!!!!!! y sentí sobremanera toda esa magía de la plaza, de colores , jerarquías y sensaciones contradictorias.
emocionada por ver a un bello toro luchando «face to face» con José Tomás!!!!
( x cierto Finito!!!! una retirada a tiempo es una victoria)