Estamos probablemente ante una pieza inacabada. Es obvio que los dos performers son unos intérpretes espléndidos con una excelente formación en el mundo de la danza y la obra tiene unos cimientos donde asentarse y crecer de forma paulatina. Estos cimientos constan de una apuesta estética, un tema general y algunos hallazgos muy acertados, como los cantos rodados o los movimientos espasmódicos. En particular, la frase coreográfica de María tirada en el suelo resulta hipnótica.
Sin embargo la pieza adolece de dos males. El primero es una cierta confusión en el lenguaje, ya que asisitimos a secuencias donde los mecanismos escénicos no están bien definidos y donde las acciones no siempre guardan una relación clara entre sí. El segundo problema estriba no en una falta de claridad, sino en un exceso de la misma. Si el tema de la obra es la muerte, no hay nada en absoluto que se desvíe aquí de esta dirección. Todo es trascendencia, dolor, dramatismo, tumbas, flores fúnebres, pistolas, disparos, cicatrices y maquillaje sombrío.
En muchos ámbitos, el interés surge de la tensión entre elementos diferentes. Ricardo III puede ser objeto de compasión a pesar de su crueldad. O bien he aquí un vídeo con Fabio Macnamara. El personaje que interpreta resulta interesante por momentos porque es un cruce entre locaza y colgado. Si sólo hiciese de locaza sería mucho menos sugestivo.