Los conciertos tienen un alto grado de espectáculo teatral. Desde un grupo punk a cualquier soprano en el Palau de la Música, todos hacen teatro en algún sentido.
Las hermanas de Cocorosie han acentuado este carácter al fabricarse dos personajes para este concierto.
Una de las hermanas iba vestida de princesa con un salto de cama rosa y una larga cabellera. Apareció con un juguete en escena y desempeñó en casi todo momento el papel de una adolescente cursi que disfruta de la atención que se le presta. La otra hermana iba disfrazada de rastafari con unos horribles sujetadores blancos y una actitud muy viril.
Tan sólo quería señalar los momentos más interesantes dramáticamente a lo largo de la actuación. El primero fue cuando me di cuenta de que la hermana que iba de princesa tenía un diente pintado de negro que desgraciaba por completo su angelical apariencia. El segundo fue cuando, después de representar el papel de princesa cantando durante una hora con líricos agudos, se deshizo del codificador de voz y empezó a rapear con agresividad. Finalmente, la misma cantante se deshizo hacia el final de su túnica rosa, se quedó en ropa interior dorada y realizó un baile que estaba entre el sensual lap-dancing y una clase de aerobic.
«Está muy bien porque es imposible clasificarlas», me dijo una amiga. Tenía razón. Como decía un director de teatro, el interés aparece cuando dos rasgos de un mismo elemento van en direcciones contrarias. Y en efecto aquí la tensión dramática surgía de la contradiccón entre el aspecto de princesa y el diente negro o el rap agresivo, en la indefinición de su danza.
Concierto de Cocorosie, Sala Apolo 23 de noviembre
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