Los textos son largos ¡porque son muy buenos!
Es muy loco percibir que algunas cosas son recurrentes, que la gente se familiariza con la condición del otro. Obviamente no somos tan distintos, nos rigen estilos muy próximos política, económica y culturalmente hablando. Aunque de cualquier modo es muy elegante reconocer estas cosas.
Hablaré con Luciana (una artista de aquí) que tiene un trabajo fotográfico de los caminitos de deseo de Brasilia. Le pediré fotos y te las paso por e-mail. Pero prepárate, porque por la amplitud de la ciudad, con sus grandes monumentos que parecen más campos de golf que otra cosa, los “caminitos” se podrían confundir con un Richard Long. Entiendo lo que dices de que las cosas en la ciudad están ya hechas, montadas. Pero pueden ser cualquier cosa. Muchas veces, la mayoría en realidad, las situaciones surgen de una intención funcional y no artística. Igual que lo del inodoro, la lata de sopa, las botellas de Coca-cola. Entiendo que tapar una intervención visual pueda ser también una opción estética, que busque mantener una pared en un tono homogéneo de color. No creo que sea forzoso reconocer el resultado de tapar grafiftis como artístico, ni su relación con las pinturas de Tapies. Lo que no creo es que el autor sea quien construyó estructuralmente, sino quien articuló conceptualmente recolocándola en una situación poética. El autor en mi opinión, es quien coge algo de una dimensión ordinaria y la coloca en una dimensión artística. Bien sea por un encuadre fotográfico, o por un desdoblamiento teórico.
En cuanto a la oficialización de las manifestaciones marginales, estoy todavía algo inseguro. Creo que podemos aprovechar los recursos oficiales para viabilizar otras historias. Pero no sé si querría que algunas acciones marginales que practico fueran oficialmente reconocidas. No busco eso. No quiero que un museo, una galería o cualquier cosa valide una práctica marginal. Todavía creo que eso vacía el contenido real de las cosas. No se si el arte naif, étnico y espontáneo de las calles necesita una boutique, una galería o un centro de cultural. En realidad no creo que eso haga ningún bien.
Ese arte es inevitable y no necesita ni títulos, ni nada. Solo ocurre. Algunas veces creo que es mejor dejar a la institución para quien la quiera. Pero es bueno pensar en la posibilidad de permearla, de conseguir separar las cosas y tener una actuación en ambas esferas: en lo que está dentro y en lo que está afuera. Pero eso también es muy complicado. Tal vez, uno de los dos lados contamina al otros y nos podemos convertir en gente mediocre en ambos espacios.
En cuanto a los vídeos que te envié, creo que puedo haberte confundido…
De hecho, lo que se muestra en ellos no es un producto para hacer dinero o algo por el estilo. Mucho menos cosas hechas por la élite para embrutecer a las masas. No son resultados de un proceso industrial. Son sin embargo, dos fenómenos de gran popularidad, que se generaron sin un mercado financiero detrás. Y tienen una diferencia muy significativa: son manifestaciones de ORIGEN popular que tuvieron la suficiente fuerza como para proyectarse, manteniéndose fieles a su origen, sin ser procesadas por el “buen gusto estético” y nuestra moral cristiana.
Para que puedas tener una idea de la independencia de este asunto, ambas manifestaciones se mantienen desvinculadas de un sello discográfico o cualquier otra empresa fonográfica hasta hoy día. Hicieron su trayectoria con sus propias estrategias, construyendo un formato de sonido, distribución y de circulación propio. Viajando en autobús y vendiendo discos en sus propios conciertos. Ellos tuvieron éxito porque la gente (que en cierto modo también son marginales) se reconocieron en lo que ellos hacían. Ya sea en la etnia, en el gusto por su ropa, en la afirmación sensual o en el contexto cotidiano de la música que cantan. El marginal – que hoy se percibe como una mayoría – está representado por él mismo.
El funk carioca, el forró electrónico brega, el calypso, no fueron en ningún caso movimientos creados para iniciar un nuevo mercado consumidor. Son espontáneos y se crearon con formatos de producción y distribución diferentes a los oficiales. No existe una iniciativa de divulgación de eso por parte del gobierno o las empresas privadas. No tenemos directores que articulen su proyección, montando las bandas musicales con modelos y manipulando al público para tenga una necesidad de auto-afirmación como ocurrió con el punk inglés, con nuestra bossa nova, con el rap americano, o el rock de hoy que de tan comercial que es se ha transformado casi en unanimidad global de sonido.
El éxito de este tipo de música de aquí, se consiguió con sudor. No es algo nuevo- a pesar de que pueda parecérselo a la gente, a parte de la élite- sino que ya existía hace algunas buenas décadas. El volumen de visionados de los videos, el número de personas que asisten a los conciertos, pueden confundir esto que te cuento. Porque la gente tiene en la cabeza una serie de normas e imaginarios de lo que sería una banda o un artista marginal. Los premios, el volumen de ventas, el público, no son en ninguno de estos dos casos el resultado de los objetivos de un sello discográfico convencional, sino de una estrategia propia de estos músicos. Como te conté en tu anterior email “la visión, el registro del marginal ya no está construido por el punto de vista del poder, sino por el del propio marginado”. Esto es un marginal creando su propio espacio, con la forma que él tiene en realidad y no la que queremos que tenga.
Por eso cuando vemos algo que no encaja en nuestras expectativas de lo que creemos alternativo podemos acabar, equivocadamente, acomodándolas en una de las categorías de nuestro modelo establecido.
Esta transformación todavía causa mucha confusión. Pero este nuevo sistema de divulgación e incluso de oficialización como hemos comentado, sirve para que la gente alienada perciba un poco más como es en realidad. Como tu mismo afirmaste: “sabemos que somos parte de la masa”. Pero tenemos dificultades para reconocer cuáles son las formas con las que nuestra masa es modelada.
Alternativos, contestatarios, intelectuales, revolucionarios, comunistas atrasados o anarco-punkis, todos estamos formateados dentro de rígidos modelos normativos; cada uno con sus valores y sus prejuicios.
Lo duro es percibir que aquello que nuestro modelo señala como algo demasiado comercial podría estar más próximo a los valores de independencia y de libertad que señala nuestro propio modelo de conducta. Y que lo que se parece a algo contestatario y libertador, es en realidad el fruto de una producción industrial, un espectáculo de masas. Pero convertido en nuestra “masa” y atendiendo a nuestra rígida expectativa de como tendrían que ser las cosas independientes. Es entonces cuando percibimos la experticia de la industria; produce lo alternativo que le conviene al sistema. Y ahí llega la complicación; ¿quién es entonces el outsider?
Estoy seguro de que tú, sabiamente, ya dijiste tu respuesta: “No hay tal cosa como individuos serenos y responsables por un lado y alienados manipulables a placer por el otro. Todos tenemos, más o menos, ambas caras.”
Si ver a un tipo, estéticamente diferente de lo que esperamos de una manifestación marginal, aprieta en nosotros los “botones programados como alternativos”, ver a una mujer haciendo y diciendo que las chicas del funk hacen, es como apretar nuestros botones machistas. No se trata de comercializar a la mujer como un producto, sino que ellas se sitúen donde quieran. Como dice uno de los Djs del funk: “ellas incomodan por el hecho de ser feministas sin panfleto y sin modelo”. Del mismo modo, tampoco atienden nuestras expectativas feministas libertarias. Y sin embargo, lo son. Es de ellas y para ellas.
Eso es así. Conozco la frustración que la gente tiene cuando no son como los demás querían. Con nuestra visión eurocentrista, antropológicamente académica y elitista, queremos lo étnico regional y romántico. Quieren el indio desnudo y el negro de la favela tocando las latas. Quieren el francés de boina y el español de torero, y el italiano comiendo pasta en el bar de su mamá. La gente todavía intenta hacer eso, aunque no lo sean. No me gustan las interferencias en comunidades para “preservar” el lado romántico que la gente espera de ellos. Mucho menos si la iniciativa es de un gringo, algo de lo cual tenemos mucho aquí en Brasil. Está lleno de gringos y élite paulista académica decidiendo cómo el negro tiene que bailar o tocar el instrumento. Y eso creó verdaderas catástrofes como la del Pelourinho, donde solo quedan fantasmas de lo que aquello fue en el pasado. Esas interferencias, gubernamentales o no, difícilmente liberan al pueblo. En realidad quieren enyesar una cosa que por sí sola es mutante por su propia naturaleza; la tradición.
Pero todavía hay suerte de que el pueblo es más fuerte. En verdad, siempre lo fue. Siempre se las apañó para hacer circular sus propias formas. Y armados con esas situaciones actuales, nuevas herramientas, todo esto es aún más potente. Calypso, las chicas del funk y muchas otras manifestaciones populares e independientes por el mundo harán un gran servicio: serán lo que son, y no lo que nosotros, los de la élite brasileña y global queremos que ellos sean.
Discúlpame por este tono mas panfletario y afectado. Me ocurre que como brasileño y batería, estas cosas me tocan mucho.
Creo que esta puede ser la última de las cartas. Muchas gracias Félix por compartir conmigo tan generosamente tu visión. Crecí mucho y creo que podríamos dar continuidad a estas conversaciones, independientemente de este evento.
Abrazos, João.