Lo primero, gracias por dirigir nuestra correspondencia en video a un punto que me fascina: el cinema alemán (BRD) de los 1970 y 1980.
Vi Cobra Verde en una sesión inolvidable, programada en un ciclo de Herzog en una tarde cualquiera a los principios de los 1990 en una sala bastante chica del cineclub de la playa de mi portuaria ciudad, Santos. Antes de que empezara la proyección de la película algo raro se paso ahí: de repente me di cuenta de que me había metido a una de las sesiones sociales inclusivas del ayuntamiento de entonces, gobernado por el partido de los trabajadores (PT). La sala estaba llena de trabajadores del puerto, y como se divirtieron con la película: carcajadas, aplausos, gritos de entusiasmo por Klaus Kinski. ¡Que sesión inolvidable!.
Si, podemos intentar sacar aún más de esa secuencia fílmica que toma un sentido episódico, algo semejante a “comisarios desesperados”. Siento una resonancia e apoyo en tu respuesta, lo que podría invitarnos a continuar así con nuestro diálogo experimental. De forma saludable, hace que nos tomemos la libertad de problematizar la práctica pública de nuestra tareas profesionales, creando el ambiente propicio para un debate abierto.
Pero no siempre es posible contextualizar de manera honesta e atractiva las propuestas de nuestro trabajo. Whity, dir. Rainer Werner Faßbinder (1971) fue filmado en Almeria, localizado en una casa familiar, propiedad del protagonista de la película, que sería el futuro Museo del Cine de la ciudad.
Por ahora dejo solo una amplia pregunta entre la meditación y el trance: ¿en que medida la (auto) “exotización” de ciertos proyectos culturales hacen que se creen penosos prejuicios contra el papel del comisario por los medios y el público asistente?
La intención de seducir a las instituciones son casi siempre inciertas, ya sea porque sus directores tienen gusto por la rebeldía o por contra por la sumisión. Por eso hay en ambos lados tantas actuaciones y representaciones múltiples, para dejar la verdad a un lado y dar lugar al juego de números.