¨La carne de los ensayos la repartimos en bolsas y nos la comimos¨, esta es una de las frases que dice Teresa, una de las vecinas que protagoniza Corte Arganzuela, después de diseccionar un pedazo de carne en escena.
Al terminar los ensayos nos encontrábamos con una montaña de filetes crudos y sin una barbacoa en la Nave del Matadero, así que decidimos repartirlos y cocinarlos por separado.
Todos comíamos una parte del mismo animal diseccionado, alimentando el proceso, haciendo carne común, alimentando lo vivo con lo muerto, el proceso con el acontecimiento, nos tragáramos cada uno una parte del distrito, consumando una especie de comunión caníbal, que por supuesto me recuerda a los famosos asados argentinos y a nuestra cultura más que caníbal antropofágica, pero ese es otro tema.
Al cortar ese trozo de animal en el templo de la muerte, Matadero, se actualiza la presencia de los miles de cuerpos despedazados que alimentaron a la ciudad de Madrid a comienzos del SXX.
En Corte Arganzuela, el ¨corte¨ de la carne se presenta como acto metonímico, con él pasamos a formar parte de la cadena de montaje del viejo Matadero y al mismo tiempo hacemos una operación sobre el montaje de la historia ante las silenciosas naves vacías, testigos mudos de la maquinaria de la muerta hecha de sangre y dolor.
Cecilia Pérez-Pradal / Dir. Cía. Puctum