Joane de Voadora. Fotografía: Carlos Teles.
La situación del teatro en Galicia es…
1) Muy buena
2) Buena
3) Mala
4) Muy mala
5) Ninguna de las anteriores
La respuesta correcta, como no podría ser de otro modo, es la número 6) “Depende”.
Sólo si entendemos situación desde una perspectiva situacionista la respuesta puede ser la 1) “Muy buena”.
Los últimos años (y no concreto si 5 ó 50) han servido para crear una suerte de performance kafkiana de espacios, redes, instituciones y propósitos de revolución en la que lo bueno, lo malo, lo muy malo y lo ninguno de los anteriores se mezcló y alternó con una intencionada falta de criterio común.
El esfuerzo de unos pioneros que hace varias décadas levantaron algo parecido a unas herramientas de apoyo y gestión industrial al teatro con, quiero creer, buena intención, ha derivado en una política cultural de la metadona que casi obliga a la inmovilidad absoluta.
Inmovilidad de acción y de opinión.
Todos en contra de que se reduzcan las ayudas.
Todos en contra de que se reduzcan las redes.
Todos en contra de que la Xunta controle el 100% de la financiación para la producción y la distribución.
Todos en contra de que se cierren teatros.
Todos, en la intimidad, opinando que sobran compañías.
Todos en contra de bajar los salarios.
Todos bajando los cachés.
Todos dispuestos a trabajar gratis, según para quien.
Todos exigiendo que vuelvan las vacas gordas.
Algunos incluso las ven. Les llaman vacas a los gatos si es necesario.
Todos, poco a poco, dejando que la situación se vaya degradando con la única opción de unas subvenciones, envidia de muchos de nuestros vecinos que ya no las tienen o nunca las tuvieron, pero en las que te indican qué producir, cuándo producirlo, cuánto dinero puedes conseguir fuera, qué porcentaje le puedes destinar a los salarios, cuándo tienes que venderlo, en dónde y a quién. Normas todas ellas creadas año tras año para evitar el engaño y la picardía de algunos de los subvencionados en convocatorias anteriores.
A tempestade de Voadora. Fotografía: Paulo Pacheco.
Ojo, que las ayudas y redes no son el problema. Faltaría más.
El problema es que todo gira en torno ellas y se oprimen otras alternativas.
Esas que nadie busca.
Parece imperar el síndrome de Estocolmo.
Y si pensamos a largo plazo ya se puede oir el tic-tac.
Este modelo industrial no solo está caduco sino que demostró tener poco o nada de modelo industrial.
Un año sin ayudas = un año sin creación escénica.
Menos redes = creaciones que nadie ve.
Y uno tiene la ligera sospecha de que si de un plumazo desapareciera todo el teatro galego, todo, las compañías y los autores, apenas pasaría nada.
Salvo alguna excepción (puede que una o dos) socialmente somos muy, pero que muy, prescindibles.
La metadona hizo su efecto.
En nuestra esquina, calladitos, sin molestar a nadie.
Como complemento a ésto cada cierto tiempo surgen macroproducciones megapublicitadas que pasan como Atila y dejan tras de sí una cierta sensación de vacío en las relaciones entre el teatro y el resto de la actividad humana.
Como el enorme agujero que luce en el centro de la Cidade da Cultura de Galicia, que debía albergar un Auditorio faraónico donde ahora luce una hermosa nada que hasta le da algo de sentido al resto del complejo.
Y ni rastro de la nueva ley de mecenazgo.
Y ni rastro de lo que hasta hace pocos años gestionaban las cajas de ahorro lucrándose sin ánimo de lucro (por lo visto lo que cuenta es el ánimo).
Y ni rastro de muchas buenas iniciativas ciudadanas fagocitadas por políticos ineptos desde los ayuntamientos: Festivales de danza, de circo, de teatro en la calle…
Cuando el teatro es necesario, no hay nada más necesario; Peter Brook.
Las valientes alternativas a este modelo, consideradas como outsiders, resulta que ahora son lo único que mantiene una estructura mínimamente sana.
Existen.
Y comen.
Puede que poco, pero comen.
Ellos están marcando una de las salidas del laberinto y varias son las salas, compañías, gestores, etc. que toman buen ejemplo.
Si no quieres ser prescindible hazte imprescindible. Puede que lo consigas. Lo único seguro es que nadie lo va a hacer por ti.
El resultado tardará en verse.
Y exige una dieta detritófaga.
Son solo palabras… a menos que sean verdad; David Mamet
Mientras, la naturaleza impera y el relevo es una realidad.
Una ola de cabezotas que se empeñan en crear para la escena (y también en comer) se desenvuelven mejor que los anteriores en la precariedad y la crisis porque apenas conocieron otro modelo.
Cabe tener en cuenta que en Galicia es imprescindible tener 40 años y 20 de experiencia para ser considerado joven promesa.
Los que ya los tenemos, para empezar, nos llevamos bien. Y existe una camaradería que supera por mucho a la divergencia de opiniones.
Ésto, que podría ser trivial, se me antoja como el principal rasgo diferenciador entre el modelo que hubo y el que habrá.
Que el tiempo no me contradiga.
Hasta ahora, y aún colea, hicieras lo que hicieras alguien iba a entender que estabas yendo en contra de sus intereses.
El minifundismo aprieta.
Pero no ahoga.
Porque ya no puede.
No hay tiempo. Es tiempo perdido; Jim Henson
En este sentido la postura de nuestra compañía fue siempre la misma: escapar hacia adelante. Mirar hacia donde te devuelvan la mirada. Disparar en abanico y a discreción y ver que siempre algo cae. Trabajar para dentro y para fuera. Con las instituciones y con los espacios alternativos. Con lo establecido y con lo que está por establecerse. Sumar Galicia a Portugal, al resto de España y a todo lo que se ponga por el camino.
Hacer lo que queramos siempre.
Lo único cierto es que el proyecto artístico manda.
Primero decidir qué hacer y luego ver cómo hacerlo. En ese orden.
Project Llull de Voadora. Fotografía: Jose Cruzio.
Y a día de hoy, con 8 espectáculos producidos en los últimos 3 años, nos vimos envalentonados para echar un órdago a la grande. Una nueva declaración de principios. Es lo que nos apetece. Y si nos damos un planchazo que se oiga desde bien lejos. Sin complejos. En cuanto podamos volveremos a subir al trampolín.
Nuestra situación como creadores en el teatro gallego es la misma que en el teatro portugués o en el teatro español.
Cada vez conocemos a más gente.
A alguna le gusta lo que hacemos y nos ayudan.
Poco más.
No nos interesan los discursos teóricos.
No nos interesa hacer política.
Nos interesa crear y producir espectáculos.
En ellos nuestra teoría y nuestra política para quien quiera verlas.
No tenemos derecho a hablar de nadie en concreto porque no pertenecemos a ninguna asociación, ni grupo, ni nada. Tampoco es algo buscado, simplemente no estamos. Los lazos que nos unen a nuestros compañeros, que los hay y muy fuertes, son puramente sentimentales y nos gusta que así sea. Cuando empezamos sabíamos que ésto era una carrera de fondo. Sin embargo en algún punto del trayecto descubrimos que no es una carrera: es un paseo. La carrera hay que ganarla solo. El paseo se hace mejor acompañado.
Nuestra filosofía de producción es contaminarnos, trabajar siempre que se pueda con reciclajes, reutilizaciones, préstamos, cesiones, intercambios y todas las fórmulas que permita la creación que lleves a cabo.
Además de ser posible, que no es poca cualidad, es mucho más razonable, más ecológico, enriquece enormemente la creación y establece vínculos bilaterales de colaboración para futuros proyectos. Y es la única fórmula que permite invertir todo el dinero en los salarios de la gente con la que quieras trabajar. A veces no llega a uno. Otras veces sí. En fin, hay que insistir.
“El futuro de las artes escénicas pasa por dignificar la profesión de los que las hacemos.”
Este enunciado, repetido desde hace milenios, nunca ha dejado de estar vigente.
Da que pensar, ¿no?
Y hoy se corre el riesgo de establecer unos precedentes peligrosos.
La necesidad lo permite.
Aunque exija grandes esfuerzos, en arte, la ética siempre es una buena inversión.
La experiencia así nos lo confirma.
Sabemos que le tenemos que agradecer mucho a mucha gente que trabajó para que la “situación” esté como está ahora, para que exista una “situación”.
A todos ellos muchas gracias.
Pero no debemos nada a nadie.
Vamos a intentar ponerlo todo patas arriba.
Devolveremos, como mucho, un legado de ejemplos de nuestros éxitos y planchazos para las jóvenes promesas gallegas.
Las de verdad.
Las que ya están trabajando hoy y preguntándose cuándo carajo se come.
Jose Díaz
VOADORA