Apuntes sucios. Teatro Pradillo. 03/10/2013

 

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En esta apertura de temporada, el Teatro Pradillo invita a creadores a que durante este fin de semana nos muestren apuntes, bosquejos, bocetos de nuevos trabajos, ideas a vuelapluma, escrituras escénicas apresuradas, urgentes, atropelladas, imperfectas. Nos gusta acercarnos a ver estos trabajos apuntados. Nos relaja la mirada, el juicio, la jodida exigencia que nuestros ojos y orejas peludas proyectan en la escena. Obras en proceso, joder, ya estamos con los dichosos Procesos. Relajémonos, son sólo apuntes, cuadernos de trabajo abiertos en escena. ¿Sólo?

Cuando se relajan los cuerpos, las miradas, los esfínteres, nos encontramos delante del juego, de la probatura, de la broma, de la amabilidad. Y esta primera sesión fue amable, cómplice, una celebración tranquila de estar allí, llenando la renovada grada de Pradillo. No sabemos todavía si esta amabilidad nos gusta o no. Pero, vayamos por partes.

La primera propuesta es de la, para nosotros, desconocida compañía Herman Poster. Nos propusieron cuatro movimientos. Cuatro desarrollos escénicos sustentados en cuatro ideas escénicas. Precisas, sin desarrollo, secas.

El primer movimiento fue un apunte humorístico sin desarrollo que despistó nuestra mirada y expectativas para lo que estaba por venir. Zillo, Calzoncillo. Seta, Camiseta. Bien. Vale.

El segundo movimiento introdujo un paisaje tranquilo y sonriente. Una mujer pasea con una niña muy pequeña, casi un bebé. Que sonríe y seduce a la audiencia. La madre la acompaña y le nombra un mundo. Aquí esta el escenario. Este es el público. Escritura abierta, dramaturgia del presente. El tiempo se detuvo y el devenir niño se apoderó de los espectadores. La madre se desnudaba mientras desnudaba a la niña. El juego, la complicidad, la ternura. La madre se viste de mono. Nada sorprende a la niña. Todo sorprende a la niña. Ya han jugado a esto antes. Al juego del mono. Al juego de desnudarse. Pero ahora hay mucha gente mirando. Y es divertido. Nosotros somos divertidos. Ya estamos de nuevo con la amabilidad. La escena como un espacio de curiosidad, amabilidad, descanso, sonrisa. Cuando la niña gatea y expande el espacio, una sensación de vértigo y alegría nos inunda. La madre-mono desaparece, la niña gateando hace una última pausa, deteniendo una vez más el tiempo para sonreírnos y despedirse. El espacio sigue intacto, el tiempo detenido. No sabemos cuanto tiempo hemos observado este pedazo de ternura. Pero sí hemos sido conscientes de la potencia de la escena. De lo cargado de esa escena.

Tercer movimiento. El mono entra y canta. Una canción Pop y un mono que busca su humanidad. Un mono que canta y tararea su canción. Que nos cuenta cantando. Un musical. Nos reímos sin parar y el mono construye el primer dolmen. Marca el espacio, edifica su lugar. Canta. Reímos. Y ese primer gesto. Ese primer lugar en el que sentarse y descansar. Comenzar a ser humano. Pero este mono quiere jugar. Es un mono divertido y cantarín. Triste, alegre y travieso. Destruye su creación, sin aspavientos derrumba el lugar. Y se aleja cantando. Triste y alegre a la vez. Despreocupado.

Cuarto movimiento. En el fondo de la escena hay una puerta y detrás de esa puerta hay un espejo, y reflejado en ese espejo hay un hombre que se pinta la cara de blanco a la luz de una vela. De esa penumbra Pierrot avanza al centro de la escena. Una cara blanca y la luz de una vela es todo lo que se necesita, pensamos. Luego se sustituye la vela por un ordenador, el fuego por la electricidad, el silencio por la música sacra enlatada. Vale. Bien. La gente ríe. Las lecturas demasiado obvias siempre nos incomodan. Una cara blanca y la luz de una vela es todo lo que necesitamos.

Esta Herman Poster nos sorprende con su claridad, su tranquilidad, su precisión a la hora de presentarnos sus apuntes, sus ideas. Y vemos en esa tranquilidad, confianza en su trabajo. Y nos quedamos con ganas de más. De más curiosidad. De más bocetos. De más Herman Poster.

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Después de una pausa, les toca el turno a Play Dramaturgia, colectivo jovezno que lleva un año liando a propios y extraños. Construyeron esa reflexión práctica sobre el streaming y la escena, en la que invitaron a creadores a trabajar para ese formato extraño y dinámico de las retransmisiones en directo a través de la fibra óptica. Desplazaron el “lugar” del escenario y expandieron sus posibilidades. Organizaron “conexiones” para ser visionadas de forma colectiva (un escenario en el que la pantalla se convertía en una ventana a un “otro” escenario). Escenarios de Streaming lo llamaron. Lo hicieron sin un puto duro, lo vio muy poca gente, alguna gente más habló de ello, pero sentaron las bases de un futuro hiperconectado y otaku de la escena. Después aparecieron en esa potente extrañeza de “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, en medio de la caótica sucesión de situaciones intervinieron los paneles verdes de La Casa Encendida con su “Chroma key”, un proyecto de vídeo en el que invitaban (de nuevo, “invitaban”, que liantes son estos chicos) a otros creadores a “okupar” esos cromas que llenan la imagen corporativa de La Casa Encendida. Ahora ya se han inventado otra cosa. PVC lo llaman. La idea es, de nuevo, sencilla. Con toda la potencia y el alcance de lo sencillo. Esto es, invitar a artistas “plásticos” a okupar la escena, a desarrollar su trabajo (que ellos califican o intuyen ya como “proto-escénico”). Una vez más, “Los Play” crean un contexto, un recipiente, un “frame” al que invitar a otros a okupar ese nuevo espacio abierto o por construir. Abrir. Invitar. Okupar. Construir. Palabras clave para entender el trabajo de este colectivo que, en sus palabras, “no hace obras, sino que reivindica la figura del dramaturgista”.

En este primer episodio de PVC, invitan a Sofía Montenegro a desarrollar el trabajo sobre la censura franquista. Desplazan su trabajo hacia la escena y su interés por la censura en el audiovisual, es cambiada por los textos tachados por los censores, “Al tachar no se daban cuenta de que subrayaban para nosotros”, dicen. Uno de los Play, Ruffoni, explica las ideas que han tenido y no han desarrollado, aquello que han pensado hacer y no han conseguido, los apuntes de los apuntes. Lo que no llegó a estar en sucio. Lo que se quedó por el camino. Todas las ideas que nos cuenta son mejores que lo que vamos a ver, pensamos, más tarde. En ese sentido creo que la dramaturgia fue errónea. Nos enseñó los manjares que no habían conseguido cocinar y luego llamaron a telepizza a que les “salvaran el culo”. Aún así la idea de leer esos fragmentos censurados como un juego (no olvidemos, son PLAY dramaturgia) fue interesante. Una plasmación de la idea que nos arrancó alguna sonrisa. Interpretado por Getsemaní de San Marcos y Miguel Ángel Altet, alternaban textos y palabras censuradas (era especialmente curioso la enumeración de términos prohibidos: nombres extranjeros, países, ciudades, divorcio, etc.). Sabemos que era un apunte, pero creemos que le faltó contundencia. De nuevo la amabilidad. A veces tan sabrosa, en otras ocasiones desactivadora y despotenciadora de la escena como una azafata que sonríe con el rostro paralizado en una mueca inhumana. Y en este sentido es difícil establecer una crítica al trabajo, a sus posibilidades no exploradas (¿cuál es la censura hoy en día? ¿cuál su reflejo?), se escabullen, ¿a quién nos dirigimos? ¿a Play? ¿A Sofía Montenegro? En cualquier caso, el nuevo “frame” creado no hace sino abrirnos el apetito de nuevos plásticos. Esperando que entre ellos caiga algún hueso. Que siga el juego, señores.

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El apunte, la confidencia, la ocurrencia, la proliferación y contaminación, el juego, forman parte de las últimas propuestas de Cristina Blanco. No era extraño, pues, que fuera invitada a estos “apuntes sucios”. Con ella se cerraba la noche. Cristina tiene mucho morro. Mucho. Su morro u hocico, que hemos visto asomarse en una prolongada colaboración con Cuqui Jerez, nos ha enseñado a mirar su trabajo de otra manera. Cristina presento su anterior trabajo, Ciencia-Ficción, durante su proceso de creación en presentaciones escénicas, charlas, conferencias y un blog. Y finalmente (qué coño, los procesos siempre siempre marcan cuál será el resultado final) su pieza se convirtió en una presentación deslavazada de ideas, conexiones, canciones, ocurrencias, planteamientos no desarrollados, apuntes escénicos y posibilidades por explorar. Y, como necesita un pegamento que una los pedazos, ha decidido que ese pegamento es su morro. Y así, Cristina, nos embauca como un vendedor de los tiempos de la depresión, con sus elixires mágicos, sus disparatadas ideas, su artesanía low-fi, su mezcla desprejuiciada de géneros, texturas, formatos y estrategias. En esta ocasión nos presenta los primeros pasos de su nuevo proyecto, “La hipótesis del agitador vortex”, título que no explicó. Y salió a escena con un disfraz de Flash Gordon para explicarnos sus primeras ideas. Cuando todos empezábamos a pensar que Cristina no tenía demasiado que enseñarnos, alguien del público se lo echó en cara, lo que derivó en una incómoda discusión que Cristina intento zanjar con un “pues pide que te devuelvan el dinero, yo que sé”, la trifulca creció hasta que el indignado espectador saltó al escenario y empujo a la artista. Algunos espectadores saltaron al escenario a defender a Cristina antes de descubrir que la pelea se transformaba en un combate de esgrima, floretes en mano entre la Cristina superhéroe y el espectador ofendido. Cristina venció, claro, y ese combate contra el espectador era su forma de vencernos a nosotros, espectadores, encerrados en nuestras reticencias, prejuicios y desconfianzas. Cristina es persona de escena y sabe cómo cautivarnos, arrancarnos la risa y ganarse nuestra complicidad. Con morro. Con mucho morro. Como el vendedor de crecepelo que, subido en su caravana, sabe engañarnos y hacernos creer en las posibilidades increíbles de algo que, hasta hace tan sólo un momento, parecía agua embotellada.

 TU PERRA

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Elogio a la resistencia

  Elogio a la resistencia

 

  Las plantas de la entrada de Teatro Pradillo, utilizadas alguna vez como parte de las escenografías, han visto la pasada temporada mucho mejores piezas escénicas que la mayoría de los espectadores de Madrid. Sobre todo en comparación con aquellos espacios con presupuestos de siete cifras, gestionados por personas con los ojos grises, cuyo objetivo parece ser contaminar la mirada de todo aquel que tenga dinero para comprar una entrada. Mejor así. Todos tranquilos. No vayamos a desestabilizar el status quo de las artes escénicas en este país. Pero no todos estamos contaminados. Una de las principales razones por las que en Madrid todavía conseguimos mantener limpia (y crítica y despierta) la mirada, es el trabajo que se lleva a cabo en Teatro Pradillo. Pradillo resiste. También resisten las plantas de su entrada. En serio, si las utilizaran como parte de la escenografía en otros espacios, se marchitarían de buenas a primeras. Normal. Están bien educadas.

  Para que quede claro a lo que me refiero, la temporada pasada hemos visto pasar por Pradillo a Carlos Marquerie, Elena Córdoba, Fernando Renjifo, Los Torreznos, Juan Domínguez, L´Alakran, Motus, Emilio Tomé, El Conde de Torrefiel, Claudia Facci, Chus Domínguez, Nilo Gallego, Jorge Dutor, Guillem Mont de Palol… y muchos muchos otros. Casi nada. Pradillo también impulsó la investigación y los espacios de pensamiento. Un tal Romeo Castellucci presentó su libro editado por Continta Me Tienes, o durante una semana hicieron “Una lectura compartida de la Odisea”. Y establecieron “Correspondencias”, por ejemplo, con Citemor. Y ya paro.

  Por supuesto, no todo lo que acoge Teatro Pradillo tiene siempre la misma calidad o el mismo interés. Pero debido a la falta actual de instituciones que aviven el panorama escénico, hay que agradecer a Pradillo el riesgo que asume en sus líneas de programación. Un riesgo que permite a muchos creadores acceder a un espacio en el que trabajar honestamente, y que impide a los espectadores de Madrid ser condenados al ostracismo.

  Los espectadores se hacen. Si ofreces basura, la gente te acaba pidiendo basura. Pero si muestras que existen otras posibilidades, entonces se les despierta el apetito y la cosa se descontrola. Justo lo que algunos no quieren. Y justo lo que consigue Pradillo: incentivar el deseo de ser muchos tipos de espectador. Labor que en un país que se folla sin contemplaciones a las artes escénicas, es harto complicada. Aún con lo dicho, en Teatro Pradillo nos topamos muchas veces con ese problema de ir a ver algo y encontrarte con las mismas caras. El viejo problema de las familias. ¿Tiene solución? Puede que no. Su agenda es atractiva, se difunde… Pero algo más tendrán que hacer hasta conseguir eso de invitar a alguien a comer a casa, y que se quede para siempre.

  A veces, una buena defensa es el mejor ataque. Y una buena parte de la defensa de las artes vivas en Madrid se lleva a cabo en Teatro Pradillo. Es una de las trincheras desde la que las escénicas resisten los ataques de afuera (y de adentro) y se hacen fuertes, y es donde Un Perro Paco ladra de alegría como quien vuelve al hogar. Getsemaní de San Marcos, Carlos Marquerie, la Comunidad Pradillo y todos los que trabajan y han pasado por allí, mantienen el fuego encendido. Encendamos una vela para que Teatro Pradillo siga resistiendo, y tirémosla al fuego para avivar la llama. Bailemos.   

 

Un Perro Paco


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¿Dejaron de ser (artistas)?

miguelito

    Lo que sigue no desea ser más que un intento de cartografiar el festival “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, acogido en el patio de La Casa Encendida del 10 al 16 de junio de 2013. Cartografiar para que todos aquellos que no pudieron o no quisieron asistir consigan situarse un poco. Mucho se escapará, por antojo de la memoria, o porque Perro Paco no posee el don de la ubicuidad. Disculpas.

  Durante todo el festival, y especialmente los primeros días, la conversación que más se escuchó fue:

X: Oye, algo está pasando, ¿no?

Y: Creo que sí.

X: ¿Y qué está pasando?

Y: No lo sé.

  Es el momento de dar al rewind, y retroceder hasta principios de año para rastrear cómo nace y se piensa “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”.

  Ya desde febrero se hizo público un blog en el que se podía seguir el proceso de trabajo del festival. Al blog, aparte de estar estupendamente confeccionado, hay que agradecerle, aun más en estos tiempos de oscurantismo, que hiciera pública y participativa información como: las bases sobre las que se sustentaba el proyecto, las líneas de investigación… pero sobre todo que expusiera los presupuestos en forma de “debate abierto y praxis sobre cómo abordar la cuestión del dinero”, y que las “(red)actas” de las reuniones que se sucedieron casi semanalmente, cuya hora y lugar también se anunciaban, estuvieran accesibles a cualquiera. Ole. Una posición encomiable. Buena y bonita.

  Antes de mudarse al patio de La Casa Encendida, los “Implicad*s” en “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, hicieron del 4 al 7 de abril una parada en Teatro Pradillo. Lo llamaron “[OCUPACIÓN/BETA]: un experimento abierto“,  “un proceso en paso intermedio. Hacer en BETA lo que las propias prácticas del proyecto están desarrollando. Procedimiento inter/auto cobaya: lo que está haciéndose se congela, se abre y se comparte; se invita a ser probado y a probarse en ello. Hablamos de un procedimiento que desea compartir su código fuente (herramientas) para que cualquiera pueda desarrollarlo, manipularlo, corregirlo y afectarlo […], abrir el código propone un escenario para potenciar y evaluar lo abrible del proyecto”.  Después de la “[OCUPACIÓN/BETA]” de Pradillo, como pudo verse en el blog, continuaron las reuniones, se supone que una vez testeados los códigos que conformarían el gran código del festival. Se acercaba la ocasión de materializar o desmaterializar tanto paréntesis, desplazamiento, plano secuencia, guateque, barricada, miguelito, crochet, (ex)citación… 

  Volvamos al patio de La Casa Encendida. Hacía tiempo que ya era público el programa del festival. Su estructura se presentaba así: por la mañana talleres, a primera hora de la tarde encuentros/conversaciones y a partir de 20 h., noches de “Plano Secuencia”. 

  Talleres. No cabe duda de que los distintos talleres impartidos por Jaron Rowan, Jara Rocha, Silvia Nanclares, Paz Rojo, PLAYdramaturgia, Ester Jordana, David Grácia, Isis Saz, Laura Bañuelos y Fernando Quesada no dejarían insatisfecho a quien se pasara aquellas calurosas mañanas de junio por el número 2 de la Ronda de Valencia.

  Encuentros/conversaciones con Peter Pál Perbart, Jordi Claramonte, Marina Garcés y Aitor Erce. El encuentro con Peter Pál Perbart, filósofo y ensayista afincado en Sao Paulo, fue el lunes 10, martes 11 y miércoles 12. En uno de los descansos, en la cafetería de La Casa Encendida, una niña preguntó a su padre: “Papá, ¿quién es el señor que está hablando”. “Un filósofo aburrido”, respondió el padre. Puede ser que en ciertos momentos, Peter Pál Perbart, con un ritmo pausado en su dicción, pudiera adormecer al auditorio. Problema que compensaba con el interés que despertaba su discurrir y el contenido de sus exposiciones. Resulta un placer encontrase con alguien capaz de traducir de forma brillante el pensamiento de Deleuze, Guattari, Foucault, Artaud, Agamben, Dostoievski, Nietzsche, etc., y asociarlo con el estado actual del afecto, el cuerpo, o las prácticas políticas. Peter Pál Perbart habló sobre el concepto de vida y el “superviviente” de Agamben (“una vida reducida a su dimensión biológica por el poder”), sobre el encuentro del cuerpo con su exterioridad, un cuerpo no adiestrado y no silenciado, “un cuerpo capaz de ser afectado”, sobre el agotamiento ampliamente entendido, metaforizado por aquellos personajes Beckett, mutilados o condenados al inmovilismo ontológico, sobre la “guerra que Artaud declaró a la biopolítica” (en aquel instante, un amigo le decía a otro: “¿Sabes que Artaud juraba que todas las noches Dios se le metía por el culo?”), también habló sobre posibilidades de nihilismo y otros muchos temas… Antes de una de las necesarias treguas o pausas, sobre la posibilidad de hacerla o no hacerla, Peter Pál Perbart se refirió al famoso n-1 de Deleuze. Ahora que gracias a él creo que lo entiendo, me parece que “¿Y si dejamos de ser (artistas)?” tiene mucho de intentar ser n-1, y así se dice en algún pliegue de su blog. Un gesto, el de construir multiplicidad, al que a la “industria” no le vendría nada mal atender.
  El encuentro con Jordi Claramonte, profesor de
Teorías Estéticas Contemporáneas y una de las personas que ha hecho posible la existencia del C.S.A. La Tabacalera de Lavapiés, fue ágil y divertido. Mezcló el western con Shakespeare, Marx, los Hoplitas, Peter Sellers… Habló sobre los “desaclopados”: desde los campesinos ingleses del siglo XVII que sufrieron la masacre capitalista de la Condesa de Shuterland, hasta el John Wayne de “Centauros del desierto”. Todos ellos fueron desposeído de su repertorio y se quedaron con unas pocas disposiciones que no valían para nada. Por supuesto, es algo más complejo. 

  Los encuentros/conversaciones constataron la consabida estrecha ligazón entre el mundo de las artes escénicas y el del pensamiento, entre la práctica y la investigación artísticas. Al margen de esta perogrullada, resultó llamativo que dichos encuentros/conversaciones fueron de los eventos con mayor afluencia de “¿Y si dejamos de (artistas)?”.

  Plano Secuencia. Bajo este formato estaban citados en el patio de La Casa Encendida una buena representación de artistas escénicos y de otras disciplinas de este y otros países. Lo primero, el formato. “Cada noche, una única secuencia continuada que publica en directo la escena, construyendo una obra en obras donde lo que entre y (nos) pase, sean maneras de percibir, de sentir, de pensar, de mirar, de escuchar, y también, maneras de representar sin representarnos, de asociar disociando, de estar en escena y simultáneamente salirnos de ella”. De primeras no queda muy claro. Vayamos a lo que “pasó” el lunes 10 de junio tras el encuentro con Peter Pál Perbart para intentar esclarecerlo. Unas cuantas personas empiezan a sacar mesas, sillas, sillones, lámparas, toboganes… de una camioneta aparcada en la puerta del recinto. Poco a poco se van sumando personas a esta acción hasta que la camioneta queda vacía. De pronto, el patio La Casa Encendida se convierte en una suerte de escena que se co-construye entre todos. Una escena que no dejó de cambiar, espacialmente y en todos los sentidos, durante la semana del festival. Ese mismo día se pudo asistir al visionado de “Obra Social” de Terrorismo de Autor, a una conferencia en la que Norberto Llopis mezcló el desodorante de bebés con Walter Benjamin y “algunas cosas más”… Asimismo, quien quiso pudo acercarse a los llamados “Dispositivos Periféricos” que se encontraban por todo el patio. Esto es el formato Plano secuencia. Las piezas por momentos interferían unas con otras, se superponían… Por otro lado, los dispositivos periféricos funcionaban como un bajo continuo al que se podía pegar la oreja. Es en esta confusa situación donde más podía escuchare aquello de: “Oye, algo está pasando, ¿no?”. Pregunta a la que era difícil responder. Si bien es verdad que durante los primeros días aquella confusión fue dominante, según avanzaba la semana, el formato “Plano Secuencia” iba transformándose en una fórmula más conocida: esa en la que se sabe que a las 20 h. va no sé quién y las 21 h. no sé quién otro. Aún así, en cierta medida se mantuvo alguno de los efectos deseados del formato propuesto, siendo uno de los más palpables el del auto-cuestionamiento de la figura clásica de espectador. Uno casi nunca sabía cómo definirse ante lo que sucedía. Un temazo. La revolución de la física relativista, en cierta medida se dio por un cambio de concepción de los sistemas de referencia. Cada uno de los que asistimos al festival, dejamos un poco de ser el tipo de espectador al que estamos tan mal acostumbrados.

  Pasemos a describir algunos de los eventos, artistas, colectivos, etc., que participaron en el “Plano secuencia” de la semana de “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”.

  Terrorismo de Autor. Usando sus palabras, este colectivo se propone “protagonizar en la actualidad un remake estético e ideológico del Mayo del 68 francés. Combinando humor, viralidad, activismo y nouvelle vague, plantean una acción revolucionaria que no sea ni violenta ni pacífica, sino creativa”. Hacen piezas audiovisuales y las hacen muy bien. Tan bien, que puede decirse que Terrorismo de Autor es uno de los acontecimientos artísticos del último año. “Ni Marx, ni menos.”

  Durante “¿Y si dejamos de ser (artistas)?” proyectaron dos vídeos. El primero, como ha podido leerse, se llama “Obra Social”. El segundo, llamado “¿Y si dejamos de ser (autores)?”,  proyectado el domingo en una especie de cine club que se montó en el patio, esclareció qué leches hacían unos tipos pegando torres de VHSs en La Casa Encendida.

“Obra Social”

“¿Y si dejamos de ser (autores)?”

  Performance Municipal. Vicente Arlandis e Hipólito Patón mostraron una de las piezas que más gustó en el festival. En la línea de Los Torreznos o la obra “¿Y por qué John Cage”? de Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol que pudimos disfrutar este año en Teatro Pradillo; “Performance Municipal” hizo descojonarse al público (esta vez sí concienciado como tal) poniendo en evidencia lo absurdo de la comunicación… bla-bla-bla. Desde Perro Paco hacemos un llamamiento popular para conseguir un single de la impresionante post-jota que se marcaron Arlandis y Patón en su Performance Municipal. Ahí queda.

  Croma Key (Your Face as an open Space for Lying). PLAYdramaturgia, colectivo de dramaturgistas creadores del proyecto Escenarios del Streaming, sigue dando guerra. Su aterrizaje esta temporada en el panorama escénico quedó descrito por Rubén Ramos en Notas que Patinan #24. Croma Key lo describen  así: “Entrar en este edificio y pensar: “Esto está lleno de cromas por todas partes”. Contárselo a amigos y preguntarles: “¿Cómo ocuparías la imagen corporativa de La Casa Encendida?”. Pedirles que te envíen un vídeo e incrustarlo en las innumerables brechas que la imagen corporativa que La Casa Encendida nos proporciona. Con todo el material haremos un comisariado de vídeos… Cada jornada un corte y una unidad temática distinta”. Pues eso hicieron, una dramaturgia en distintas unidades temáticas de vídeos de, o elegidos por, El Conde de Torrefiel, Basurama, Javier Chozas, Emilio Tomé, Elena Alonso, Terrorismo de Autor y muchos otros. El resultado, un golpe directo en la cara.

  (100) preguntas absurdas y urgentes: Coreo-grafías. Carolina Boluda y Juan Calatayud escribieron con agua en el suelo: “aquí y ahora”, rompieron un gran bloque de tiza, y con las briznas que soltó, junto con otras tizas de colores, empezaron a escribir preguntas por el patio de La Casa Encendida. Mientras el “aquí y ahora” se evaporaba, casi todo o todo el público presente se animó a usar las tizas y escribir, haciendo que la propuesta consiguiera “socializar la potencia de preguntar(nos) acerca de lo que nos importa y afecta”.

  Huelga Salvaje (sin servicios mínimos). Presentación de Paulina Chamorro compuesta por imágenes de personas quemándose a lo bonzo, y por palabras que también “ardían”. Como se suele decir, no dejó indiferente a nadie y, además, consiguió evidenciar eso que días antes había dicho Peter Pál Perbart: “sólo hay vida en los gestos extremos”.

   También se han quedado en la retina las siete imágenes del Calendario semanal para dejar de ser. De haber otra querella iconoclasta, es probable que el mundo sólo pudiera ser representado como en aquellas diapositivas. En efecto, una “invitación a callarse” y a callar el ruido constante de imágenes al que estamos sometidos. Más que en la retina, The Last Shot, también proyectado el domingo en el cine club,  se ha quedado grabado en el hipotálamo. Una pieza audiovisual compuesta de cientos de fragmentos de películas que, espectacularmente montadas, consigue crear asociaciones mentales de todo tipo. Un placer de proyección que hubiera dejado flipao al mismo Eisenstein. 

  Es momento de reunir todas las preguntas que puedan surgir sobre lo que “pasó” la semana del 10 al 16 de junio en el patio de La Casa Encendida, asumir que no es necesario responderlas, y aceptar que lo que generó “¿Y si dejamos de ser (artistas)?” es un contexto para formularlas. Un contexto al que agradecer el riesgo y la aparteura de nuevos campos de posibilidades para los formatos de exhibición escénica. Asimismo, desde Perro Paco queremos animar a Paz Rojo, a Paulina Chamorro, Fernando Quesada, Sandra Cendal, David Grácia, Laura Bañuelos, Carolina Boluda, Emilio Tomé y a todos los que participaron en el proyecto (la lista sería muy larga, y además es pública), a repetir la experiencia.

Un Perro Paco

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