Los perros me escriben para decirme que les interesa que les cuente qué está pasando en Praga. A mí me cuesta comprender lo de lo global y no me queda claro qué interés puede tener para mí lo que ocurra en el otro lado del mundo. Llamadme estrecho de miras. Pensad lo que queráis. Pero bueno, démosle una oportunidad al efecto mariposa.
El caso es que estos días está teniendo lugar el Festival Akcent que organiza el teatro Archa de Praga. El teatro Archa es donde viene Vandekeybus, Campo, Etchells, para que os hagáis una idea. No es un teatro Nacional, aunque sí subvencionado (como todos), es más grande que cualquier sala alternativa española (de hecho tiene dos salas) y las entradas para el festival cuestan doce euros, ocho euros para los estudiantes y dos euros para mí que tenía un código descuento (todo esto por el empeño en la lectura económica de las salas que están haciendo los Perros) por haber actuado en una pieza de Pavel Zustiak dos semanas antes (Pavel Zustiak, eslovaco que lo semipeta en Nueva York y que viene mucho por aquí y que me estuvo preguntando por Paz Rojo, con la que estudió en Holanda, todo, como veis, queda en casa, efecto mariposa 1 – yo 0).
El Festival Akcent en inglés se llama así International Festival of Theatre with Outreach, siendo una aproximación en castellano como un Festival Internacional de Teatro Comprometido, o de Fin Social, o tú ya me entiendes. Si mi checo no me falla (ojo: es probable que me falle) este año está centrado en la ‘memoria’, tema muy español por otro lado (así puesto suena todo muy rancio, pero estamos en el Norte, por favor). Aquí les dejo un tráiler del festival para que abran boca:
En fin, que como dice Pablo Caruana, vamos a cronicar:
LIVING DANCE STUDIO OF BEIJING. Listening to Third Grandmother’s stories.
El LDS, seguro que vosotros lo conocíais, yo, pobre ignorante, no, es una de las compañías punteras de danza y teatro contemporáneo de China. “Third Grandmother” para el que no controle viene a ser ‘tía abuela’. A la muerte de su padre, Wen Hui, directora y coreógrafa de LDS, quiso conocer más sobre sus raíces, pues su padre se había negado siempre a hablar de ella, así, entra en contacto con su tía abuela. De las conversaciones con ella surge un documental que más tarde fue adaptado a esta performance en los que se escuchan las historias de la infancia de la tía abuela, que es la historia de una niña en la República China casada a los once años, historias personales, pero también es la historia de la mujer de familia terrateniente en el comienzo de la República Popular China, con todas la vejaciones y humillaciones que suponía ser terrateniente en aquella época. Historias desgarradoras contadas con ternura y humor, contadas por alguien que vivió aquello pero que es tan mayor, tan pasada de vueltas ya, que se ríe y nos hace reír.
Conocemos a la tía abuela a través de los vídeos. En escena Wen Hui, su madre de 77 años y una joven bailarina de 24. Cuatro generaciones en escena, tres presentes físicamente y la cuarta en el vídeo (también físicamente se podría decir). La escenografía sábanas y más sábanas (las sábanas que no se dignaron a dejarles a la familia para poder arropar a sus hijos, entendemos luego) que sirven de pantalla para los vídeos de la tía abuela y que sirven como velos que se van retirando a la historia, por los que transitan las tres bailarinas arrastrándolos con ellas, despacio, sin prisa, que van modificando el espacio junto al vídeo al irse retirando, abriendo, cerrando (quizá, este juego con el espacio, vídeo y sábanas, es de los más poderosos y efectivos que jamás he visto).
Uno de los grandes triunfos es el espacio que dejan, no hay nada saturado, breves diálogos acompañan a los vídeos, donde no sólo está la tía abuela pero también su casa, también está Wen Hui con ella, pasando las horas. Breves diálogos con la madre donde nos confiesa que no se habría casado con su marido si hubiese sabido que pertenecía a una familia de terratenientes. Breves diálogos entre silencios, entre pausas, entre sutiles bailes llenos de intensidad a medio camino entre el butoh y la danza contemporánea. Presencias cargando con todo el peso de las raíces y la historia, con todo su dolor sin recrearse en el dolor.
Como siempre las palabras fracasan en contar la experiencia, pese a la sencillez o precisamente por la sencillez de la propuesta, las palabras no llegan al amor ni al dolor (ni los muchos más sentimientos) que ocurren en una obra de teatro como esta. No sé si esta gente ha estado en España, si no, alguien debería pensar en traerlos. Voy a ver más cosas, así que escribiré más.
Perro Checo