Todavía no conocemos la programación del nuevo director del Teatro Español, pero acabo de recordar una historia que convendría no olvidar. Hay gente que estuvo al frente del Teatro Español e hizo bien su trabajo (no todo han sido calamidades). Sí, eran otros tiempos, lo sé, pero tampoco eran tan diferentes a estos. Un joven imbécil le escribió una carta; ahora, le contamos un cuento.
A Pérez de la Fuente
Érase una vez una niña que se llamaba Margarita. Nació en Molins de Rei, cerca de Barcelona, en 1888; en el seno de una familia trabajadora. A la niña Margarita le gustaba mucho el teatro y comenzó a hacer funciones en centros y ateneos obreros. Cuando la niña Margarita tenía 18 años le ofrecieron una sustitución en una obra de Émile Zola y lo hizo tan bien que la niña Margarita pudo convertirse en profesional y dedicar su vida a estas mandangas. Durante seis años fue la reina de la escena catalana. Va a América una y otra vez y también hacer teatro por allá y también se convierte en reina por allá. En 1914 aparece por Madrid, actuando en el Teatro de la Princesa (cedido por Díaz de Mendoza y María Guerrero). Desde aquel momento alterna su vida en Barcelona con su vida madrileña.
Margarita Salomé
La niña Margarita es una niña inquieta que no se conforma con los éxitos que va cosechando y no está dispuesta a repetir una y otra vez su repertorio (¡qué coñazo!). La niña Margarita se lanza a experimentar y asume riesgos que ninguna otra actriz de su tiempo se atreve a asumir (ni de su tiempo, ni casi de nuestro tiempo). Por ejemplo, con tan solo veintidós años, en 1910, estrenó en Barcelona, en el Teatro Principal, la Salomé de Óscar Wilde (¡obra prohibida en el país del autor hasta 1931!), y aquello originó un gran escándalo pues la niña Margarita, vestida con aires orientales, enseñaba el ombligo. Pero nada echaba para atrás a la niña Margarita y siguió representado obras y obras, obteniendo palos y éxitos, dejándose el pescuezo. Comenzando, gracias a su audacia y versatilidad -Ricardo Doménech dixit-, la renovación del teatro español antes incluso de que llegara la República.
En 1930 la niña Margarita se hace cargo del Teatro Español del Madrid y programa, durante las siguientes temporadas, el teatro más prestigioso de España, llevándolo a una de sus épocas más gloriosas (R.D, dixit). Contaba para tamaña empresa con la colaboración de Cipriano Rivas Cherif, en función de director de escena y asesor literario. Otro culo inquieto, clave en la historia del teatro español, que no dejó de poner en escena a las corrientes más innovadoras de la época ni cuando estuvo privado de libertad en el Penal del Dueso (llegando a representar en la cárcel Rumbo a Cardiff de O´Neill).
La niña Margarita y el niño Cipri introdujeron nuevos puntos de vista escénicos en el repertorio clásico español, pero no sólo se limitaron a hacer obra clásica de repertorio tras obra clásica repertorio (eso era lo de menos). Entre los dos rescataron obras clásicas en desuso (Fuente Ovejuna por decir una) y las dieron, mano a mano, un nuevo baño de color (en adaptaciones de Lorca o Unamuno o…) El niño Cipri conocía las experiencias europeas de vanguardia, a Max Reinhardt, por ejemplo.
No todo quedó en eso, y aquí viene lo más importante de este cuento viejo para directores nuevos, la niña Margarita no se limitó a renovar la puesta en escena de los clásicos (algo que estaría también bien revisar a día de hoy, tal vez mejor en otro teatro), sino que representó a los grandes autores españoles contemporáneos y a los autores “malditos” -hoy en día fundamentales- como Valle Inclán, e incluso Unamuno. R.D dixit que “abrió el teatro a una nueva generación destinada a hacer el mejor teatro de su tiempo, que entones estaba constituida por autores noveles, que habían tenido muy escasa presencia en la escena”.
La niña Margarita estrenó a un joven Lorca en su primera temporada al frente del Español y siguió estrenándolo… fue ella quien estrenaría por primera vez, ya en el exilio, La casa de Bernarda Alba -en Buenos Aires-, nueve años más tarde del fusilamiento de García Lorca.
Ya he dicho que se tuvo que exiliar. Sí. La derecha no perdonó a la niña Margarita su compromiso con el teatro nuevo ni con los valores republicanos. A pesar de sus éxitos al frente del Español. En junio de 1941 el Tribunal de Responsabilidades Políticas condenó a la niña Margarita “a la pérdida total de sus bienes y a la inhabilitación de toda clase de cargos, así como el extrañamiento (destierro) a perpetuidad”.
La niña Margarita, con Cipri y Lorca
El caso es que hay una pequeña anécdota de la niña Margarita al frente del Teatro Español, esa anécdota de la que hablaba al principio y que no nos conviene olvidar. Y que resume parte de su labor. Y que es algo que debería pasarles a todos los que dirigen instituciones teatrales, porque significa que están haciendo bien su trabajo, que están removiendo conciencias y cambiando la sociedad. Todas esas cosas que escriben los teatreros en sus proyectos de dirección (programas electorales) y que no siempre cumplen. Ahí va: el 1 de junio de 1931, la niña Margarita estrena en el Teatro Español la obra Fermín Galán, de un jovencísimo Rafael Alberti, y esta obra le cuesta ser abofeteada por una dama católica mientras caminaba en el Retiro. Un guantazo que es más bien un premio a toda la labor que desarrolló Margarita Xirgu al frente del Teatro Español.
Amigo Pérez de la Fuente, solamente deseo que te lleves muchos guantazos de viejas damas católicas a lo largo de esta nueva andadura.
Otro Perro Paco