Nadie dice nada y Pinter bebe Anís del Mono

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El Disco de Oro de las Voyager continúa su periplo por el espacio interestelar. La primera vez que vi La Abducción de Luis Guzmán fue en el Fringe 2013. Un escaparte en la pasarela del Manzanares que alardea de ser “el festival más arriesgado de artes escénicas”, cuando los únicos que arriesgan son los creadores al asumir que cobrarán una miseria por meses de trabajo. Todos contentos. ¿Todos contentos? Todos contentos! Sobre todo los encargados de la política cultural madrileña, porque han encontrado una fórmula más para devaluar la fuerza de trabajo de los locos que se dedican a las artes vivas, y de paso generar plusvalía simbólica al parecer que apoyan lo que algunos ya califican como un momento “único, efervescente, (…) tan importante como la movida madrileña”. Lo cual no sé por qué me recuerda a lo que le dice Maximiliano Guzmán a su hermano al inicio de la obra: “¿Sabes cómo es dejarse dar por el culo, duro, muy duro, una vez y otra, por un desconocido (…)?”. ¿Qué pasó con Sismo? ¿Qué ha pasado con Escena Contemporánea? Qué movida. Hay que joderse. Y nadie dice nada.

A finales de los setenta, la Nasa encarga a Carl Sagan que grabe un disco con los “Sonidos de la Tierra” para enviarlo en las sondas Voyager al espacio. Por si lo encuentra otra civilización y consiguen hacerse una idea de la nuestra. A Luis Guzmán le flipa Carl Sagan, el misterio y lo paranormal. En el disco puede escucharse la Cavatina de Beethoven, verse un diagrama de los órganos sexuales humanos, y leerse un saludo en Amoy que dice algo así como: “Amigos del espacio, ¿cómo están ustedes? ¿Han comido ya? Vengan a visitarnos, si tienen tiempo”. También hay imágenes de cómo lame, come y bebe nuestra especie. El Disco de Oro de las Voyager continúa su periplo por el espacio interestelar, pero en él no hay nada sobre artes escénicas. ¿Cómo se lo explicaríamos a otra civilización? ¿Con una imagen de un teatro griego? ¿Teatro del siglo XIX? ¿Teatro del XIX hecho en el siglo XX o en el XXI? ¿Performance? ¿Performance en un museo o performance en una caja negra? ¿Enviaríamos un texto de Shakespeare? ¿De Handke? ¿Y si a cualquiera de nosotros nos pidieran que explicáramos a otra civilización cómo eran las escénicas en 2014 en Madrid? ¿De qué hablaríamos? ¿Del ciclo de 10 años de la Tristura? ¿De Angélica Lidell? ¿De Albert Boadella y Arturo Fernández? ¿Alfredo Sanzol? ¿Paz Rojo? ¿De la Red de Teatros Alternativos? ¿Del CA2M? ¿Microteatro por dinero? ¿La Casa Encendida? ¿CDN? ¿Teatro Pradillo?

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La Abducción de Luis Guzmán es una marcianada. Un agente extraño en el cuerpo escénico madrileño. Y eso mola. Eso sí, hay dos posibilidades: o el cuerpo escénico se modifica para asimilara, o la expulsa. Habrá que estar atentos a la reacción. Por sus características, de las que hablaré más adelante, el espacio natural de esta obra debería ser alguna sala de los teatros públicos madrileños. Pero, por muy buen trabajo que sea, ¿cómo va a estar la primera obra de teatro de un tipo que se dedica a las audiovisuales, con actores como Emilio Tomé, en uno de esos cotos vedados? Año tras año nos lo demuestran. Y nadie dice nada. Nadie dijo nada de la despedida faraónica de Mario Gas del Teatro Español con Follies, sino que le agradecieron que se gastara menos que otras versiones del musical. Y la crítica le alabó y triunfó en los Max. ¿Cuántas obras se hubieran podido producir con el presupuesto de Follies? Producciones de esas en las que pagan ensayos, dietas, desplazamientos, y te hacen contrato de artista o torero durante las funciones. ¿Alguien sabe de qué hablo? Nadie dijo nada cuando Gerardo Vera dejó la dirección del CDN y monta con su productora Maribel y la extraña familia de Mihura. ¿No puso así de manifiesto con qué compás movía la batuta? Tampoco nadie dice nada de cambiar los estatutos de la Compañía Nacional de Teatro Clásico para que muchas obras que están en el CDN se hagan en el Teatro Pavón y se ventile un poco el imaginario contemporáneo.

Hace un par de años cambió la dirección de los teatros públicos madrileños. Poco se ha notado. Y todos seguimos callados. Nadie dijo nada cuando Natalio Grueso tuvo la revelación de programar la obra dramática completa de Vargas Llosa. Todo un visionario, además de imputado. Y nadie ha dicho nada de los reestrenos de esta temporada en el CDN. Buen sí, ochenta y pico personas firmaron una carta pidiendo explicaciones a Ernesto Caballero. Quien no ha dicho nada es él. No passa res, en este país estamos acostumbrados desde siempre a que a las instituciones públicas las rijan principios conservadores, a que los espacios con más dinero sean los más rancios, a que lo que meten dentro de ellos lo llamen CULTURA, y que lo que dejan fuera sea cultura alternativa o incluso contracultura. Mientras tanto a Rodrigo García se convierte en el director del CDN de Montpellier. Y así seguirán las cosas por los siglos de los siglos, a no ser que hagamos algo. ¿Propuestas?
http://vimeo.com/81843202

La Abducción de Luis Guzmán es una obra de texto, de personajes, de conflicto dramático y todas esas cosas del siglo XIX que han sobrevivido a las vanguardias históricas, al viraje plástico de Beckett, a las dramaturgias de la “densidad” y la “complejidad”, a la danza contemporánea, a todos los pos y repos, y, y, y… Quizás el motivo sea que las instituciones burguesas (y fascistas) también han sobrevivido al siglo XX, y todos somos más o menos burgueses (y fascistas). Y al ser burgueses (y fascistas), todavía nos creemos que nuestro mundo aséptico tiene un orden y su devenir un sentido, y por eso nos tragamos cosas como que esta crisis tiene principio y tendrá un final, o la cartelera de muchos teatros. No asumimos la complejidad y seguimos representando la “realidad” en estructuras que responden a los principios de causalidad y coherencia. El teatro burgués, gran parte de nuestro teatro para bien o para mal, se construye para vender al espectador la sensación de que la “realidad” es explicable, predecible y controlable. Así, el imperio de la verosimilitud dramática gobierna la escena desde hace demasiado tiempo. Todo lo demás es lo otro, lo obsceno, y cuando lo conoces y te lo metes, has de volver a configurar tus hábitos dramáticos, o mirar para otro lado.

El principal transmisor de la verosimilitud ha sido el texto. Por supuesto, hay y ha habido de todo. Hay textos que han reventado la tradición, generando nuevas vías escénicas. Otros, aun partiendo de estructuras verosímiles, han sabido llevarlas hasta el límite, poniendo en cuestión los principios de los partían. La dramaturgia anglosajona está llena de buenos ejemplos, pero quizás el más interesante sea el de Harold Pinter. La Abducción de Luis Guzmán es lo que hubiera escrito Pinter si en vez de whisky hubiera sido bebedor de Anís del Mono. Lo que la diferencia del teatro de texto que solemos sufrir en esta ciudad, y me lleva a pensar sobre ella.

El argumento la obra es el siguiente: Luis Guzmán es un hombre raro. En su pueblo será el tonto del pueblo, aunque su dialéctica supere la de muchos hombres cultos de ciudad. Sufre algún tipo de trastorno mental de esos por los que encerraban a la gente en psiquiátricos y ahora salen en la tele o se les incluye en las listas cerradas de los partidos políticos. Está obsesionado con el misterio, lo paranormal, el espacio exterior, Carl Sagan y su Disco de Oro, y alucina un poco creyendo que todos los días graba un programa de radio llamado La hora de Luis. Luis Guzmán es el loco que la sociedad niega y oculta para no enfrentarse con lo terrible. Hasta ahora ha vivido con su padre José Luis, quien se encargaba de su cuidado. Su padre muere, y su hermano Maximiliano vuelve de Londres a enterrarle y a decidir qué hacer con Luis. Empieza la obra. Tarde después del entierro. Hermanos contrapuestos. Max, egoísta y frío, es un ejemplo del individualismo anglicano liberal. Tres palabras que podrían ser sinónimas. Nada que ver con la familia cristiana que permanece unida en torno al brasero de la mesa camilla de la que Max procede, y de la que su mujer, Clara, no sabía nada. Max y Clara, dos nombres muy pinterianos. Primera transición. Llega Clara y flipa con Luis y con el pasado de Max. Max y Luis se enfrentan, Max y Clara se enfrentan, Luis y Clara se enfrentan. Triángulo. Segunda transición. Al día siguiente Max y Clara deciden qué hacer con Luis. Ya. En fin, esto puede leerse en cualquiera de las críticas que se han escrito sobre la obra.

Por ponerme un poco perro, creo todo fluiría más si se perdiera el respeto a las coordenadas temporales y el apego a la estructura dramática. Old Times de Pinter. Las espaciales no influyen. ¿Es Castilla? Qué más da. Podría ser cualquier pueblo. Se abstraen las características de las provincias. Mola. El personaje ausente del padre, de quien se nos dice poco, se hace presente a través del sillón y del abrigo que se pone Clara al llegar. Bien. Clara también podría ser un personaje ausente y no pasaría nada. Lo que pasa, pasa entre Luis y Max. El problema es que no podríamos disfrutar de la interpretación de Ana Alonso. Que se quede Clara, entonces, que se quede Ana Alonso. Francisco Reyes tiene mucho de eso que los entendidos llaman presencia escénica, cuya enseñanza por profesores de interpretación daría para una divertida videoplaylist o un cómic. Pero no sólo es presencia. Se luce en esos relatos que tanto recuerdan a Ashes to ashes de Pinter. Emilio Tomé ha conseguido construir un personaje con el que empatizamos desde que sale comiendo pipas. Yo, si se emitiera La hora de Luis, sería un oyente fiel. Luis Guzmán no tiene ideas, tiene trenes de ideas. Luis Guzmán no habla, vomita. Si Luis Guzmán tuviera twitter sería un fenómeno hipster. Tomé, mucho mejor que en el Fringe, logra encauzar el torrente verbal de Luis sin pasarse de revoluciones. La participación de Emilio Tomé en el montaje, a quien se le ha nombrado como “uno de los valores del teatro de vanguardia patrio”, pone en cuestión la tontería esa que nos quieren hacer creer de las familias del teatro y la danza, y anima a la promiscuidad escénica. Algún día, cuando encuentre el modo de no herir demasiadas sensibilidades, escribiré sobre la generación silenciada de creadores escénicos de Madrid, a la cual pertenecería Emilio Tomé. Gran parte de las palabras de Remón, de quien por favor esperamos más obras, han sido escritas a partir de improvisaciones en los ensayos. Un método que ahora se le atribuye a Claudio Tolcachir y su Timbre 4, pero que sólo es posible con mucho tiempo de trabajo previo. Condiciones que estaría bien que alguien empezara a hacer viables. Es decir a pagarlas para que montajes como La Abducción de Luis Guzmán no sean un sacrificio económico, y salgan de los halls de los teatros y ocupen los escenarios.

La obra tiene todas las papeletas para convertirse en un éxito. Un éxito merecido. Por méritos propios. De ser así el cuerpo escénico madrileño lo agradecerá. Significaría que su salud mejora. Y entonces sí, Todos contentos!
http://vimeo.com/65635065

Un Perro Paco

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Todo significa sin cesar y muchas veces

La semana pasada Teatro Pradillo acogió el universo creativo de Norberto Llopis Segarra. En poco tiempo hemos podido ver a Norberto en La Casa Encendida (¿Y si dejamos de ser (artistas)?), en el CA2M y ahora en Pradillo. Digresión. No pasan desapercibidas las concomitancias entre estos dos últimos espacios de creación e investigación madrileños. Cierro paréntesis. Llopis se trajo a Madrid dos perfomances, una conferencia y cuatro vídeos para el fin de semana. De lunes a miércoles compartió por la tarde cuestiones y acercamientos que ocupan su trabajo en una práctica artística. Todo bajo el nombre de “El espacio es un objeto”.

Llopis es valenciano, se formó en Danza y Coreografía en el Institut del Teatre, y después en el reconocido Máster en Artes Performativas DasArts, en Ámsterdam, ciudad donde vive y trabaja. Los que cruzamos poco los Pirineos, a eventos como el del viernes en Pradillo solemos ir un poco acojonados por si no estaremos preparados para asimilar los códigos. Por si nos sonará a chino u holandés. El propio Norberto dijo entre obra y obra que suelen acusar a su trabajo de poco comprensible. No estoy de acuerdo. Creo que si bien las artes vivas ponen en cuestión más que otras disciplinas la “comprensibilidad” de una obra, más aún cuando su núcleo no es la palabra, los que estuvimos en Pradillo pudimos entender nítidamente lo que se nos mostró en la escena y en la pantalla. Tampoco estoy de acuerdo con aquello que dijo Norberto de que no nos esforzáramos en buscar relaciones entre las tres piezas. Que no las había. Sin duda, éste es un vicio del que los espectadores de escénicas no podemos quitarnos. Además, cuando me dicen que no haga algo, primero se me dibuja media sonrisa en la boca, y acto seguido lo hago. Quisiera o no conseguir eso Norberto, los que nos pusimos a buscar asociaciones entre las piezas seguro que las encontramos, entre otras razones, porque como dijo el bueno de Barthes: “Todo significa sin cesar y muchas veces”.

Tendency. Al entrar en la sala, Norberto nos espera de pie con una larga cuerda enrollada en el brazo. Está cerca del público, nos mira. Entre él y el público hay una silla. Empieza a mover la cuerda de un lado a otro con distintos ritmos. La cuerda acaba golpeando a la silla. Poco a poco se aleja mientras alarga la cuerda y sigue golpeando la silla. Una y otra vez. Oímos el zumbar de la cuerda y su golpear en la silla. La silla funciona como un mediador entre nosotros y la escena delimitada por un cuadrado blanco hasta que nos convertimos en objeto. El riesgo de que se le pueda escapar la cuerda nos hace pensar en nuestro cuerpo como otro objeto golpeable. El cuerpo de Norberto se prolonga con la cuerda y golpea en la silla. “…dado un cuerpo A podemos formar nuevos cuerpo haciendo que los cuerpo B, C ,… se pongan en contacto con A. Decimos entonces que continuamos el cuerpo A y podemos continuar dicho cuerpo A hasta que llegue a estar en contacto con otro cuerpo cualquiera, X. Podemos llamar “espacio del cuerpo A” al conjunto de todas las continuaciones de dicho cuerpo”, dijo un tal Poincaré. Pues eso, si el cuerpo es un espacio, y el cuerpo es un objeto, el espacio es un objeto, o algo así, que oye, nos viene de perlas, porque es el título de la semana de Norberto en Pradillo.

Después de esta acción Llopis se pone a bailar, sobre lo que no puedo decir mucho porque poco sé de danza. Me interesó más cuando coge dos sillas, las sujeta estando cada una ellas apoyadas en una pata, nos mira y las deja caer. Un juego sobre las expectativas. Sabes que lo va a hacer, y esperas que lo haga. Expectativas satisfechas. Ay qué gusto. Y todavía me interesó más cuando choca una silla con otra, porque son el mismo objeto y no son el mismo objeto. Y más todavía cuando hace no sé cuántos fouettés en tournant con una silla en la mano. Porque fouet significa látigo y me recuerda a la cuerda golpeando a la silla, y porque me pone cachondo el riesgo de que se le pueda escapar la silla. Lo único que no me gustó fue escuchar el Claro de luna de Beethoven. Lo siento, me pasa lo mismo que con La Chica de Ipanema. No puedo más.

Por último Norberto se queda en gayumbos y corre con distintos objetos. Un pie de micro, una borriqueta, y un par de maderas. Una carrera de relevos por el espacio escénico en donde parece que el testigo es el cuerpo de Norberto y quien se lo releva son los objetos. Yeah. En la misma frase aparecen las palabras objeto, espacio y cuerpo. Estas casualidades son las que hacen pensar que la pieza tiene una buena dramaturgia. Quiero decir que es coherente, consistente y que las ideas se activan en escena de forma que Norberto seguramente consigue lo que quería. Guste más o guste menos.

Cosita. Descanso de diez minutos, pitillo y otra vez para dentro. Ahora cuelga una pantalla en escena. Vamos a ver unos videos. Norberto los presenta. El primero se llama Cosita. Grabado en 2006 en Holanda, es una joyita. Cosita es un juego en el que vemos cómo David Michael DiGregorio y Pere Faura proponen a cinco artistas que bailen cosita, o algo así. Al parecer les han dado unas reglas de antemano que deben respetar. Inevitablemente despierta la risa. Mecanismo clásico. Cuando el público sabemos más que a quien estamos viendo, nos hace gracia. Cosita nos muestra a dos personas que en una pequeña sala de ensayo dan indicaciones verbales en un lenguaje críptico, propio del arte contemporáneo más ensimismado o de la alta cocina. Por supuesto, ninguno de los artistas sabe bailar cosita. Cosita es ininteligible. Lo que consigue poner en evidencia mucha de la tontería que hay hoy en día en el arte, y que todos en algún momento nos hemos creído. Así, en el fondo, de quien nos estamos riendo es de nosotros mismos. Decir que en el vídeo hay un suceso llamativo. Una de las bailarinas consigue dinamitar el juego, ya que impotente pregunta a David y Pere que qué es para ellos Cosita. Bravo por esas personas contestonas e incrédulas. También se me ha quedado grabado el gesto de Guillem Mont de Palol al acercar la mano al piano buscando entender qué es cosita. Daría para una trilogía, y me sirve como excusa para pedir encarecidamente a Jorge Dutor y a Guillem que traigan Los micrófonos a Madrid.

Rita. El segundo vídeo forma parte de “un diálogo en continuo que quiere crear espacios para compartir actividades extracurriculares entre los miembros de Cabra”. El diálogo “funciona como un juego de relevos: durante dos meses los miembros de Cabra trabajan sobre algo con la idea de proponérselo a otra persona, y este dispondrá de otros dos meses antes de pasárselo a otra persona y así sucesivamente”. Lo que pudimos ver era una obra de Jaime Llopis. Sencilla y certera. Eso que siempre gusta pero que por desgracia no abunda en esta época barroca. Una mesa, un plátano, un martillo, una pelota de plástico y un cuerpo de mujer. ¿Las reglas? La gravedad y la materialidad de cada objeto. Nada más y nada menos. Con estas dos premisas la mujer juega a explotar todas las posibilidades imaginables que le brindan su cuerpo y cada uno de los objetos. Aquí las expectativas funcionan a la inversa que en Tendency, es decir, el público se sorprende de cada una de las acciones. Ay qué gusto. Pero al igual que en Tendency, el cuerpo de la mujer vuelve a convertirse en un objeto, y podemos contemplar otra vez cómo se crea aquel “espacio del cuerpo A”. No me quiero repetir, pero acabo de escribir en una misma frase las palabras cuerpo, objeto y espacio. Cuando la mujer se acerca a cámara y mueve las orejas en un primerísimo primer plano es un momentazo. A lo mejor ése gesto es cosita.

Y para terminar, como decía al principio, no pasan desapercibidas las concomitancias entre el CA2M y Teatro Pradillo. Pablo Caruana en su artículo de los jueves en El País vuelve a hablar sobre el ligoteo entre las artes escénicas y otras disciplinas. Un claro ejemplo de ello es que desde el renacimiento de Pradillo, muchos creadores han estado programados en estos dos espacios: el propio Norberto Llopis, Cristina Blanco, María Folguera, Juan Domínguez, Los Torreznos, Ziad Chakaroun… Lo que significa sin cesar y muchas veces que los dos centros comparten sensibilidades, actitudes, público… A veces cuando vuelvo de Móstoles en el cercanías sueño con la posibilidad de que Pradillo y el CA2M se hagan más fuertes el uno al otro. Que jueguen al tú me das y yo te doy. Luego el segurata me despierta, y mientras dice que quite los pies del asiento, recuerdo que estoy en Madrid y que no es fácil y que lo que quieren es hacernos débiles. Pero también pienso que algo gordo está pasando y que ahora es el momento para no distinguir sueño y realidad. Ahora.

P.D.: El miércoles asistí a una conferencia de Alfred Brendel en la sala de cámara del Auditorio Nacional titulada “¿La música clásica tiene que ser completamente seria?”. El siguiente post será una videoplaylist sobre el sentido del humor en la música clásica. Para que no piensen que sólo nos interesan las cosas “modernas”. O qué hostias, que piensen lo que quieran. Como dice Rubén Ramos, “la ventaja de tener un blog y ponerse a jugar a periodistas es que nadie te lo puede impedir ni nadie te dice lo que puedes o no puedes hacer”. Para abrir bocas.

Un Perro Paco

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Apuntes sucios. Teatro Pradillo. 03/10/2013

 

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En esta apertura de temporada, el Teatro Pradillo invita a creadores a que durante este fin de semana nos muestren apuntes, bosquejos, bocetos de nuevos trabajos, ideas a vuelapluma, escrituras escénicas apresuradas, urgentes, atropelladas, imperfectas. Nos gusta acercarnos a ver estos trabajos apuntados. Nos relaja la mirada, el juicio, la jodida exigencia que nuestros ojos y orejas peludas proyectan en la escena. Obras en proceso, joder, ya estamos con los dichosos Procesos. Relajémonos, son sólo apuntes, cuadernos de trabajo abiertos en escena. ¿Sólo?

Cuando se relajan los cuerpos, las miradas, los esfínteres, nos encontramos delante del juego, de la probatura, de la broma, de la amabilidad. Y esta primera sesión fue amable, cómplice, una celebración tranquila de estar allí, llenando la renovada grada de Pradillo. No sabemos todavía si esta amabilidad nos gusta o no. Pero, vayamos por partes.

La primera propuesta es de la, para nosotros, desconocida compañía Herman Poster. Nos propusieron cuatro movimientos. Cuatro desarrollos escénicos sustentados en cuatro ideas escénicas. Precisas, sin desarrollo, secas.

El primer movimiento fue un apunte humorístico sin desarrollo que despistó nuestra mirada y expectativas para lo que estaba por venir. Zillo, Calzoncillo. Seta, Camiseta. Bien. Vale.

El segundo movimiento introdujo un paisaje tranquilo y sonriente. Una mujer pasea con una niña muy pequeña, casi un bebé. Que sonríe y seduce a la audiencia. La madre la acompaña y le nombra un mundo. Aquí esta el escenario. Este es el público. Escritura abierta, dramaturgia del presente. El tiempo se detuvo y el devenir niño se apoderó de los espectadores. La madre se desnudaba mientras desnudaba a la niña. El juego, la complicidad, la ternura. La madre se viste de mono. Nada sorprende a la niña. Todo sorprende a la niña. Ya han jugado a esto antes. Al juego del mono. Al juego de desnudarse. Pero ahora hay mucha gente mirando. Y es divertido. Nosotros somos divertidos. Ya estamos de nuevo con la amabilidad. La escena como un espacio de curiosidad, amabilidad, descanso, sonrisa. Cuando la niña gatea y expande el espacio, una sensación de vértigo y alegría nos inunda. La madre-mono desaparece, la niña gateando hace una última pausa, deteniendo una vez más el tiempo para sonreírnos y despedirse. El espacio sigue intacto, el tiempo detenido. No sabemos cuanto tiempo hemos observado este pedazo de ternura. Pero sí hemos sido conscientes de la potencia de la escena. De lo cargado de esa escena.

Tercer movimiento. El mono entra y canta. Una canción Pop y un mono que busca su humanidad. Un mono que canta y tararea su canción. Que nos cuenta cantando. Un musical. Nos reímos sin parar y el mono construye el primer dolmen. Marca el espacio, edifica su lugar. Canta. Reímos. Y ese primer gesto. Ese primer lugar en el que sentarse y descansar. Comenzar a ser humano. Pero este mono quiere jugar. Es un mono divertido y cantarín. Triste, alegre y travieso. Destruye su creación, sin aspavientos derrumba el lugar. Y se aleja cantando. Triste y alegre a la vez. Despreocupado.

Cuarto movimiento. En el fondo de la escena hay una puerta y detrás de esa puerta hay un espejo, y reflejado en ese espejo hay un hombre que se pinta la cara de blanco a la luz de una vela. De esa penumbra Pierrot avanza al centro de la escena. Una cara blanca y la luz de una vela es todo lo que se necesita, pensamos. Luego se sustituye la vela por un ordenador, el fuego por la electricidad, el silencio por la música sacra enlatada. Vale. Bien. La gente ríe. Las lecturas demasiado obvias siempre nos incomodan. Una cara blanca y la luz de una vela es todo lo que necesitamos.

Esta Herman Poster nos sorprende con su claridad, su tranquilidad, su precisión a la hora de presentarnos sus apuntes, sus ideas. Y vemos en esa tranquilidad, confianza en su trabajo. Y nos quedamos con ganas de más. De más curiosidad. De más bocetos. De más Herman Poster.

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Después de una pausa, les toca el turno a Play Dramaturgia, colectivo jovezno que lleva un año liando a propios y extraños. Construyeron esa reflexión práctica sobre el streaming y la escena, en la que invitaron a creadores a trabajar para ese formato extraño y dinámico de las retransmisiones en directo a través de la fibra óptica. Desplazaron el “lugar” del escenario y expandieron sus posibilidades. Organizaron “conexiones” para ser visionadas de forma colectiva (un escenario en el que la pantalla se convertía en una ventana a un “otro” escenario). Escenarios de Streaming lo llamaron. Lo hicieron sin un puto duro, lo vio muy poca gente, alguna gente más habló de ello, pero sentaron las bases de un futuro hiperconectado y otaku de la escena. Después aparecieron en esa potente extrañeza de “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, en medio de la caótica sucesión de situaciones intervinieron los paneles verdes de La Casa Encendida con su “Chroma key”, un proyecto de vídeo en el que invitaban (de nuevo, “invitaban”, que liantes son estos chicos) a otros creadores a “okupar” esos cromas que llenan la imagen corporativa de La Casa Encendida. Ahora ya se han inventado otra cosa. PVC lo llaman. La idea es, de nuevo, sencilla. Con toda la potencia y el alcance de lo sencillo. Esto es, invitar a artistas “plásticos” a okupar la escena, a desarrollar su trabajo (que ellos califican o intuyen ya como “proto-escénico”). Una vez más, “Los Play” crean un contexto, un recipiente, un “frame” al que invitar a otros a okupar ese nuevo espacio abierto o por construir. Abrir. Invitar. Okupar. Construir. Palabras clave para entender el trabajo de este colectivo que, en sus palabras, “no hace obras, sino que reivindica la figura del dramaturgista”.

En este primer episodio de PVC, invitan a Sofía Montenegro a desarrollar el trabajo sobre la censura franquista. Desplazan su trabajo hacia la escena y su interés por la censura en el audiovisual, es cambiada por los textos tachados por los censores, “Al tachar no se daban cuenta de que subrayaban para nosotros”, dicen. Uno de los Play, Ruffoni, explica las ideas que han tenido y no han desarrollado, aquello que han pensado hacer y no han conseguido, los apuntes de los apuntes. Lo que no llegó a estar en sucio. Lo que se quedó por el camino. Todas las ideas que nos cuenta son mejores que lo que vamos a ver, pensamos, más tarde. En ese sentido creo que la dramaturgia fue errónea. Nos enseñó los manjares que no habían conseguido cocinar y luego llamaron a telepizza a que les “salvaran el culo”. Aún así la idea de leer esos fragmentos censurados como un juego (no olvidemos, son PLAY dramaturgia) fue interesante. Una plasmación de la idea que nos arrancó alguna sonrisa. Interpretado por Getsemaní de San Marcos y Miguel Ángel Altet, alternaban textos y palabras censuradas (era especialmente curioso la enumeración de términos prohibidos: nombres extranjeros, países, ciudades, divorcio, etc.). Sabemos que era un apunte, pero creemos que le faltó contundencia. De nuevo la amabilidad. A veces tan sabrosa, en otras ocasiones desactivadora y despotenciadora de la escena como una azafata que sonríe con el rostro paralizado en una mueca inhumana. Y en este sentido es difícil establecer una crítica al trabajo, a sus posibilidades no exploradas (¿cuál es la censura hoy en día? ¿cuál su reflejo?), se escabullen, ¿a quién nos dirigimos? ¿a Play? ¿A Sofía Montenegro? En cualquier caso, el nuevo “frame” creado no hace sino abrirnos el apetito de nuevos plásticos. Esperando que entre ellos caiga algún hueso. Que siga el juego, señores.

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El apunte, la confidencia, la ocurrencia, la proliferación y contaminación, el juego, forman parte de las últimas propuestas de Cristina Blanco. No era extraño, pues, que fuera invitada a estos “apuntes sucios”. Con ella se cerraba la noche. Cristina tiene mucho morro. Mucho. Su morro u hocico, que hemos visto asomarse en una prolongada colaboración con Cuqui Jerez, nos ha enseñado a mirar su trabajo de otra manera. Cristina presento su anterior trabajo, Ciencia-Ficción, durante su proceso de creación en presentaciones escénicas, charlas, conferencias y un blog. Y finalmente (qué coño, los procesos siempre siempre marcan cuál será el resultado final) su pieza se convirtió en una presentación deslavazada de ideas, conexiones, canciones, ocurrencias, planteamientos no desarrollados, apuntes escénicos y posibilidades por explorar. Y, como necesita un pegamento que una los pedazos, ha decidido que ese pegamento es su morro. Y así, Cristina, nos embauca como un vendedor de los tiempos de la depresión, con sus elixires mágicos, sus disparatadas ideas, su artesanía low-fi, su mezcla desprejuiciada de géneros, texturas, formatos y estrategias. En esta ocasión nos presenta los primeros pasos de su nuevo proyecto, “La hipótesis del agitador vortex”, título que no explicó. Y salió a escena con un disfraz de Flash Gordon para explicarnos sus primeras ideas. Cuando todos empezábamos a pensar que Cristina no tenía demasiado que enseñarnos, alguien del público se lo echó en cara, lo que derivó en una incómoda discusión que Cristina intento zanjar con un “pues pide que te devuelvan el dinero, yo que sé”, la trifulca creció hasta que el indignado espectador saltó al escenario y empujo a la artista. Algunos espectadores saltaron al escenario a defender a Cristina antes de descubrir que la pelea se transformaba en un combate de esgrima, floretes en mano entre la Cristina superhéroe y el espectador ofendido. Cristina venció, claro, y ese combate contra el espectador era su forma de vencernos a nosotros, espectadores, encerrados en nuestras reticencias, prejuicios y desconfianzas. Cristina es persona de escena y sabe cómo cautivarnos, arrancarnos la risa y ganarse nuestra complicidad. Con morro. Con mucho morro. Como el vendedor de crecepelo que, subido en su caravana, sabe engañarnos y hacernos creer en las posibilidades increíbles de algo que, hasta hace tan sólo un momento, parecía agua embotellada.

 TU PERRA

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¿Dejaron de ser (artistas)?

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    Lo que sigue no desea ser más que un intento de cartografiar el festival “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, acogido en el patio de La Casa Encendida del 10 al 16 de junio de 2013. Cartografiar para que todos aquellos que no pudieron o no quisieron asistir consigan situarse un poco. Mucho se escapará, por antojo de la memoria, o porque Perro Paco no posee el don de la ubicuidad. Disculpas.

  Durante todo el festival, y especialmente los primeros días, la conversación que más se escuchó fue:

X: Oye, algo está pasando, ¿no?

Y: Creo que sí.

X: ¿Y qué está pasando?

Y: No lo sé.

  Es el momento de dar al rewind, y retroceder hasta principios de año para rastrear cómo nace y se piensa “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”.

  Ya desde febrero se hizo público un blog en el que se podía seguir el proceso de trabajo del festival. Al blog, aparte de estar estupendamente confeccionado, hay que agradecerle, aun más en estos tiempos de oscurantismo, que hiciera pública y participativa información como: las bases sobre las que se sustentaba el proyecto, las líneas de investigación… pero sobre todo que expusiera los presupuestos en forma de “debate abierto y praxis sobre cómo abordar la cuestión del dinero”, y que las “(red)actas” de las reuniones que se sucedieron casi semanalmente, cuya hora y lugar también se anunciaban, estuvieran accesibles a cualquiera. Ole. Una posición encomiable. Buena y bonita.

  Antes de mudarse al patio de La Casa Encendida, los “Implicad*s” en “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, hicieron del 4 al 7 de abril una parada en Teatro Pradillo. Lo llamaron “[OCUPACIÓN/BETA]: un experimento abierto“,  “un proceso en paso intermedio. Hacer en BETA lo que las propias prácticas del proyecto están desarrollando. Procedimiento inter/auto cobaya: lo que está haciéndose se congela, se abre y se comparte; se invita a ser probado y a probarse en ello. Hablamos de un procedimiento que desea compartir su código fuente (herramientas) para que cualquiera pueda desarrollarlo, manipularlo, corregirlo y afectarlo […], abrir el código propone un escenario para potenciar y evaluar lo abrible del proyecto”.  Después de la “[OCUPACIÓN/BETA]” de Pradillo, como pudo verse en el blog, continuaron las reuniones, se supone que una vez testeados los códigos que conformarían el gran código del festival. Se acercaba la ocasión de materializar o desmaterializar tanto paréntesis, desplazamiento, plano secuencia, guateque, barricada, miguelito, crochet, (ex)citación… 

  Volvamos al patio de La Casa Encendida. Hacía tiempo que ya era público el programa del festival. Su estructura se presentaba así: por la mañana talleres, a primera hora de la tarde encuentros/conversaciones y a partir de 20 h., noches de “Plano Secuencia”. 

  Talleres. No cabe duda de que los distintos talleres impartidos por Jaron Rowan, Jara Rocha, Silvia Nanclares, Paz Rojo, PLAYdramaturgia, Ester Jordana, David Grácia, Isis Saz, Laura Bañuelos y Fernando Quesada no dejarían insatisfecho a quien se pasara aquellas calurosas mañanas de junio por el número 2 de la Ronda de Valencia.

  Encuentros/conversaciones con Peter Pál Perbart, Jordi Claramonte, Marina Garcés y Aitor Erce. El encuentro con Peter Pál Perbart, filósofo y ensayista afincado en Sao Paulo, fue el lunes 10, martes 11 y miércoles 12. En uno de los descansos, en la cafetería de La Casa Encendida, una niña preguntó a su padre: “Papá, ¿quién es el señor que está hablando”. “Un filósofo aburrido”, respondió el padre. Puede ser que en ciertos momentos, Peter Pál Perbart, con un ritmo pausado en su dicción, pudiera adormecer al auditorio. Problema que compensaba con el interés que despertaba su discurrir y el contenido de sus exposiciones. Resulta un placer encontrase con alguien capaz de traducir de forma brillante el pensamiento de Deleuze, Guattari, Foucault, Artaud, Agamben, Dostoievski, Nietzsche, etc., y asociarlo con el estado actual del afecto, el cuerpo, o las prácticas políticas. Peter Pál Perbart habló sobre el concepto de vida y el “superviviente” de Agamben (“una vida reducida a su dimensión biológica por el poder”), sobre el encuentro del cuerpo con su exterioridad, un cuerpo no adiestrado y no silenciado, “un cuerpo capaz de ser afectado”, sobre el agotamiento ampliamente entendido, metaforizado por aquellos personajes Beckett, mutilados o condenados al inmovilismo ontológico, sobre la “guerra que Artaud declaró a la biopolítica” (en aquel instante, un amigo le decía a otro: “¿Sabes que Artaud juraba que todas las noches Dios se le metía por el culo?”), también habló sobre posibilidades de nihilismo y otros muchos temas… Antes de una de las necesarias treguas o pausas, sobre la posibilidad de hacerla o no hacerla, Peter Pál Perbart se refirió al famoso n-1 de Deleuze. Ahora que gracias a él creo que lo entiendo, me parece que “¿Y si dejamos de ser (artistas)?” tiene mucho de intentar ser n-1, y así se dice en algún pliegue de su blog. Un gesto, el de construir multiplicidad, al que a la “industria” no le vendría nada mal atender.
  El encuentro con Jordi Claramonte, profesor de
Teorías Estéticas Contemporáneas y una de las personas que ha hecho posible la existencia del C.S.A. La Tabacalera de Lavapiés, fue ágil y divertido. Mezcló el western con Shakespeare, Marx, los Hoplitas, Peter Sellers… Habló sobre los “desaclopados”: desde los campesinos ingleses del siglo XVII que sufrieron la masacre capitalista de la Condesa de Shuterland, hasta el John Wayne de “Centauros del desierto”. Todos ellos fueron desposeído de su repertorio y se quedaron con unas pocas disposiciones que no valían para nada. Por supuesto, es algo más complejo. 

  Los encuentros/conversaciones constataron la consabida estrecha ligazón entre el mundo de las artes escénicas y el del pensamiento, entre la práctica y la investigación artísticas. Al margen de esta perogrullada, resultó llamativo que dichos encuentros/conversaciones fueron de los eventos con mayor afluencia de “¿Y si dejamos de (artistas)?”.

  Plano Secuencia. Bajo este formato estaban citados en el patio de La Casa Encendida una buena representación de artistas escénicos y de otras disciplinas de este y otros países. Lo primero, el formato. “Cada noche, una única secuencia continuada que publica en directo la escena, construyendo una obra en obras donde lo que entre y (nos) pase, sean maneras de percibir, de sentir, de pensar, de mirar, de escuchar, y también, maneras de representar sin representarnos, de asociar disociando, de estar en escena y simultáneamente salirnos de ella”. De primeras no queda muy claro. Vayamos a lo que “pasó” el lunes 10 de junio tras el encuentro con Peter Pál Perbart para intentar esclarecerlo. Unas cuantas personas empiezan a sacar mesas, sillas, sillones, lámparas, toboganes… de una camioneta aparcada en la puerta del recinto. Poco a poco se van sumando personas a esta acción hasta que la camioneta queda vacía. De pronto, el patio La Casa Encendida se convierte en una suerte de escena que se co-construye entre todos. Una escena que no dejó de cambiar, espacialmente y en todos los sentidos, durante la semana del festival. Ese mismo día se pudo asistir al visionado de “Obra Social” de Terrorismo de Autor, a una conferencia en la que Norberto Llopis mezcló el desodorante de bebés con Walter Benjamin y “algunas cosas más”… Asimismo, quien quiso pudo acercarse a los llamados “Dispositivos Periféricos” que se encontraban por todo el patio. Esto es el formato Plano secuencia. Las piezas por momentos interferían unas con otras, se superponían… Por otro lado, los dispositivos periféricos funcionaban como un bajo continuo al que se podía pegar la oreja. Es en esta confusa situación donde más podía escuchare aquello de: “Oye, algo está pasando, ¿no?”. Pregunta a la que era difícil responder. Si bien es verdad que durante los primeros días aquella confusión fue dominante, según avanzaba la semana, el formato “Plano Secuencia” iba transformándose en una fórmula más conocida: esa en la que se sabe que a las 20 h. va no sé quién y las 21 h. no sé quién otro. Aún así, en cierta medida se mantuvo alguno de los efectos deseados del formato propuesto, siendo uno de los más palpables el del auto-cuestionamiento de la figura clásica de espectador. Uno casi nunca sabía cómo definirse ante lo que sucedía. Un temazo. La revolución de la física relativista, en cierta medida se dio por un cambio de concepción de los sistemas de referencia. Cada uno de los que asistimos al festival, dejamos un poco de ser el tipo de espectador al que estamos tan mal acostumbrados.

  Pasemos a describir algunos de los eventos, artistas, colectivos, etc., que participaron en el “Plano secuencia” de la semana de “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”.

  Terrorismo de Autor. Usando sus palabras, este colectivo se propone “protagonizar en la actualidad un remake estético e ideológico del Mayo del 68 francés. Combinando humor, viralidad, activismo y nouvelle vague, plantean una acción revolucionaria que no sea ni violenta ni pacífica, sino creativa”. Hacen piezas audiovisuales y las hacen muy bien. Tan bien, que puede decirse que Terrorismo de Autor es uno de los acontecimientos artísticos del último año. “Ni Marx, ni menos.”

  Durante “¿Y si dejamos de ser (artistas)?” proyectaron dos vídeos. El primero, como ha podido leerse, se llama “Obra Social”. El segundo, llamado “¿Y si dejamos de ser (autores)?”,  proyectado el domingo en una especie de cine club que se montó en el patio, esclareció qué leches hacían unos tipos pegando torres de VHSs en La Casa Encendida.

“Obra Social”

“¿Y si dejamos de ser (autores)?”

  Performance Municipal. Vicente Arlandis e Hipólito Patón mostraron una de las piezas que más gustó en el festival. En la línea de Los Torreznos o la obra “¿Y por qué John Cage”? de Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol que pudimos disfrutar este año en Teatro Pradillo; “Performance Municipal” hizo descojonarse al público (esta vez sí concienciado como tal) poniendo en evidencia lo absurdo de la comunicación… bla-bla-bla. Desde Perro Paco hacemos un llamamiento popular para conseguir un single de la impresionante post-jota que se marcaron Arlandis y Patón en su Performance Municipal. Ahí queda.

  Croma Key (Your Face as an open Space for Lying). PLAYdramaturgia, colectivo de dramaturgistas creadores del proyecto Escenarios del Streaming, sigue dando guerra. Su aterrizaje esta temporada en el panorama escénico quedó descrito por Rubén Ramos en Notas que Patinan #24. Croma Key lo describen  así: “Entrar en este edificio y pensar: “Esto está lleno de cromas por todas partes”. Contárselo a amigos y preguntarles: “¿Cómo ocuparías la imagen corporativa de La Casa Encendida?”. Pedirles que te envíen un vídeo e incrustarlo en las innumerables brechas que la imagen corporativa que La Casa Encendida nos proporciona. Con todo el material haremos un comisariado de vídeos… Cada jornada un corte y una unidad temática distinta”. Pues eso hicieron, una dramaturgia en distintas unidades temáticas de vídeos de, o elegidos por, El Conde de Torrefiel, Basurama, Javier Chozas, Emilio Tomé, Elena Alonso, Terrorismo de Autor y muchos otros. El resultado, un golpe directo en la cara.

  (100) preguntas absurdas y urgentes: Coreo-grafías. Carolina Boluda y Juan Calatayud escribieron con agua en el suelo: “aquí y ahora”, rompieron un gran bloque de tiza, y con las briznas que soltó, junto con otras tizas de colores, empezaron a escribir preguntas por el patio de La Casa Encendida. Mientras el “aquí y ahora” se evaporaba, casi todo o todo el público presente se animó a usar las tizas y escribir, haciendo que la propuesta consiguiera “socializar la potencia de preguntar(nos) acerca de lo que nos importa y afecta”.

  Huelga Salvaje (sin servicios mínimos). Presentación de Paulina Chamorro compuesta por imágenes de personas quemándose a lo bonzo, y por palabras que también “ardían”. Como se suele decir, no dejó indiferente a nadie y, además, consiguió evidenciar eso que días antes había dicho Peter Pál Perbart: “sólo hay vida en los gestos extremos”.

   También se han quedado en la retina las siete imágenes del Calendario semanal para dejar de ser. De haber otra querella iconoclasta, es probable que el mundo sólo pudiera ser representado como en aquellas diapositivas. En efecto, una “invitación a callarse” y a callar el ruido constante de imágenes al que estamos sometidos. Más que en la retina, The Last Shot, también proyectado el domingo en el cine club,  se ha quedado grabado en el hipotálamo. Una pieza audiovisual compuesta de cientos de fragmentos de películas que, espectacularmente montadas, consigue crear asociaciones mentales de todo tipo. Un placer de proyección que hubiera dejado flipao al mismo Eisenstein. 

  Es momento de reunir todas las preguntas que puedan surgir sobre lo que “pasó” la semana del 10 al 16 de junio en el patio de La Casa Encendida, asumir que no es necesario responderlas, y aceptar que lo que generó “¿Y si dejamos de ser (artistas)?” es un contexto para formularlas. Un contexto al que agradecer el riesgo y la aparteura de nuevos campos de posibilidades para los formatos de exhibición escénica. Asimismo, desde Perro Paco queremos animar a Paz Rojo, a Paulina Chamorro, Fernando Quesada, Sandra Cendal, David Grácia, Laura Bañuelos, Carolina Boluda, Emilio Tomé y a todos los que participaron en el proyecto (la lista sería muy larga, y además es pública), a repetir la experiencia.

Un Perro Paco

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