#2 La cosa balenciana | La ciudad de las flores, de la luz y del amor

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Ay, Valencia… Podríamos empezar a hablar de nuestra ciudad tomando prestada la letra de una canción de John Lennon y Paul Mc Cartney titulada I want you. La letra dice así:

I want you
I want you so bad
I want you
I want you so bad
It’s driving me mad
It’s driving me mad

Y es que Valencia tiene una luz especial, un clima inmejorable, una medida casi perfecta. Nada está realmente lejos y todo queda relativamente cerca. Generalmente la gente está de bastante buen humor. Quizás por el clima o porque casi nunca hay grandes atascos… Excepto, por supuesto,  la semana de fallas (y las dos semanas anteriores, claro), en las que si uno tiene que hacer cosas por la ciudad es mejor que se arme de paciencia o que posponga esos quehaceres. Y si uno ya tuvo su dosis de fallas años anteriores o sencillamente no tiene el cuerpo para excesos (de ruido, de gente, de alcohol…), pues que aproveche esos días para huir literalmente de esta ciudad tomada por falleros, turistas y curiosos que forman una masa que se mezcla con ese olor a aceite y a pólvora que impregna la ciudad.

Valencia es desmesurada. Es una ciudad mediana con un delirio de grandeza absolutamente patológico. Valencia, o, mejor dicho sus políticos, han sentido siempre un deseo irrefrenable de meter donde no cabe y de sacar de donde no hay: un circuito de Fórmula 1 entre nuestras calles, una Copa América en nuestro puerto, una ciudad de las artes y las ciencias del omnipresente Calatrava en nuestro antiguo cauce del Turia, un centro de investigación científico con dotaciones y salas que nunca se estrenarán…

Y después… y durante, llegó la crisis, y, como en toda casa donde no hubo una buena gestión de los recursos, las consecuencias se acentúan en muchos casos y se sobredimensionan en otros como la excusa perfecta para seguir sacando de donde no hay y seguir restando dinero a muchos sectores, entre ellos, las artes escénicas.

Desde que empezamos como compañía, en el 2002 hemos visto bastantes cosas, la verdad. Quizás suene a abuelos batallitas, pero es que parece que en estos 12 años ha habido de todo. Estrenamos nuestro primer espectáculo en el Teatro de los Manantiales que dirigía Ximo Flores. Durante varios años, hasta el 2009 concretamente, tuvimos la suerte de poder disfrutar de este espacio y de los numerosos trabajos de la escena contemporánea que venían de diferentes ciudades del territorio español. Manantiales, al igual que el Espai Moma años antes, cerró sus puertas alegando falta de apoyo institucional. Y es que ser alternativo siempre fue sinónimo de precariedad. Quizás por eso se ha pervertido esta palabra, o quizás es que nunca fue la palabra idónea para definir una tendencia que se salía de lo convencional o de lo tradicional. (Afortunadamente hubo otros espacios, como la Carme Teatre, que, pese a recibir cantidades ridículas de dinero público han continuado su actividad.)

Pero eso no ha sido todo. Durante estos doce años se ha desmantelado literalmente un circuito teatral compuesto por más de 50 salas de diversos municipios de la Comunidad, hemos asistido al nacimiento y la muerte siete años después del VEO, el único festival internacional  de artes escénicas que ha tenido esta ciudad; hemos asistido al cierre y a la privatización de salas de teatro públicas y a un ERE en Culruratrts o lo que fue no hace mucho Teatres de la Generalitat Valenciana.

Hemos asistido a estas y muchísimas más atrocidades como el cierre de RTVV,  fruto de una política cultural nefasta, ignorante, incompetente y castrante. Y, sin embargo… Aquí seguimos…

Seguimos, al fin y al cabo, porque somos de aquí, porque, seguimos amando a la nostra terra, a nuestra cultura, a pesar de que algunos intenten acabar con ella. Porque, quizás lo de las flores no es tanto como dice la canción, pero la luz… Valencia tiene mucha luz. Y no nos referimos a ese tipo de luz que deslumbra, que no deja ver lo que hay detrás. Hablamos de un tipo de luz que da sentido…

Porque pese a esta voraz precariedad, el número de compañías de teatro contemporáneo en Valencia ha ido aumentando, auspiciado por festivales como Cabanyal Íntim, Russafa Escènica o Llavoreta Viva (que sobreviven por el intenso trabajo de sus organizadores, colaboradores, mecenas…) y por salas como la citada Carme Teatre, Inestable, Ultramar… y por supuesto por el trabajo creativo mal o inexistentemente retribuido de los creadores. De ahí la reciente aparición de Comité Escèniques, un colectivo de unas 50 compañías de la escena valenciana contemporánea que nos hemos unido para intercambiar experiencias, ganar visibilidad, y tener voz de cara a la administración. Porque Valencia necesita unas condiciones de trabajo, necesita referentes (con la desaparición del VEO y de salas como Manantiales, L’Altre Espai, etc… y las políticas privatizadoras de los teatros públicos, hace ya mucho tiempo que no llegan a Valencia trabajos que estimulen y retroalimenten a los creadores/as, y los pocos que llegan lo hacen con escasa difusión y en condiciones indignas), necesita salas con recursos, espacios para la creación… Las residencias son casi inexistentes. Las Naves (o lo que queda de la fundación VEO) solo prestan el espacio… Salas como Inestable buscan nuevas fórmulas para ofrecer residencias en mejores condiciones y nutren su programación con estos artistas… pero hace falta un cambio sustancial que valore el trabajo que tantas compañías están haciendo, las que acaban de nacer y las que ya hace unos cuantos o muchos años que nadan en este mar de incertidumbres…

El panorama escénico valenciano está cambiando estos últimos años. El desinterés por la cultura del que son paradigma nuestros gobernantes, la bajada de público, la falta de apoyo al valenciano, la privatización de la cultura, etc., han hecho que compañías como Pluja Teatre (con 40 años de trayectoria) cierren su actividad; industrias paralelas como el audiovisual, doblaje, etc, se han perdido de la noche a la mañana, y las compañías “consagradas” han disminuido el elenco de intérpretes. Paralelamente a este desmantelamiento (expertos como pocos en quemar lo construido) de la pequeña industria cultural valenciana, la escena “off” y de pequeño formato está creciendo. Se habla de una “argentinización” de Valencia: hay una gran oferta escénica independiente, de pequeño formato y presupuesto casi inexistente, sostenida por el esfuerzo altruista e incesante de sus integrantes. Es un momento importante: este interesante germen creativo puede ser muy potente si se cuida mínimamente, con más apoyo institucional y mejorando las condiciones económicas, las infraestructuras, y creando los mecanismos para que se renueve también creativamente la escena, o puede ser como tantas cosas por aquí, mucho ruido que acaba rápido, y acabar en una amateurización de las compañías y creadores/as, repitiendo esquemas y sin poder avanzar creativamente.

Valencia tiene mucha luz, sí, mucha energía y mucha actividad. Y vive un momento teatral que puede ser muy deprimente o muy interesante, dependiendo si se deja que el arroz se empastre o se cuidan todos los ingredientes y se deja reposar un poco antes de servirlo calentito. Porque como decimos aquí: Açò gelat no val res!

El Pont Flotant

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#2 La cosa balenciana | La ciudad ignífuga

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LEVANTE – 14/04/2014

El ayuntamiento mantiene prolongar Blasco Ibáñez en el plan del Cabanyal

(…) Los vecinos han pedido un proceso de participación ciudadana para la mejora del barrio, pero el concejal del PP ha respondido con “un no rotundo”. Además, según los dos colectivos, Grau ha anunciado que se ha presentado “una propuesta concreta de modificación del plan, manteniendo la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez y que queda a la espera de una respuesta del Ministerio de Cultura”.

Esto lo hago yo. Vamos que si lo hago. Por mis ovarios que lo hago. Y que se atrevan. Lo hago. Monto el paseo. Y punto. Lo hago y punto. Que dije que lo haría y lo hago. Y que rechisten. Que se atrevan. Lo hago. Lo monto en un pis pas. Antes de que se den cuenta está puesto. Y luego que quieran tirarlo. ¡Ja! Una vez montado, imposible. Por mis ovarios que lo hago… ¡ya!

(Adviértase que la alcaldesa habla en perfecto castellano y no en valenciano, idioma oficial de la Comunidad Valenciana.)

No creo que pueda entenderse el hecho teatral en Valencia si no es estrechamente ligado al tipo de sociedad que lo sustenta. Una sociedad conservadora, puritana, llena de chulería y cabezonería, provinciana, fanfarrona e inculta.

Y que conste que esto lo digo desde la más profunda sensación de culpabilidad por formar parte de este modelo. Lo digo desde la reflexión, desde la autocrítica por colaborar en construirlo. Lo digo antes de que nadie me salte al cuello. Esto también lo tenemos los valencianos, nos cagamos en todo pero cuando nos sentimos insultados saltamos como fieras rabiosas en defensa de “lo nostre” y somos capaces de linchar a aquel que ha mancillado “lo nostre” aunque minutos antes estuviéramos compartiendo su crítica. Y esto aunque, en realidad, “lo nuestro” nos importe bien poco (véase como muestra, entre muchas otras, el contradictorio ejemplo de unas fiestas locales habladas casi íntegramente en castellano).

En esta ciudad la gente hace colas kilométricas para entrar en la catedral y besarle el pie a un santo (o tocarle el manto a la Virgen…no sé muy bien cuál es el ritual) pero se cierran museos y centros culturales y los teatros están prácticamente vacíos salvo raras ocasiones. Estas raras ocasiones aparecen cuando el resto de profesionales nos dedicamos a llenar estas salas viendo los trabajos de otros profesionales.

En esta ciudad los espacios alternativos sucumben mientras el teatro Olympia se llena con la presencia de Bertín Osborne y Arévalo.

Ciudad de señoras con pelo-nido y señores con el pin de la Geperudeta en la solapa.

Ciudad de grandes fastos y de pequeñas iniciativas.

Ciudad en la que todo aquello que se construye nace para tener los días contados, para arder bajo un fuego no precisamente purificador.

Ciudad al límite de la implosión. Llegará un día en que tanta corrupción, tanta inmoralidad, tanto mirar hacia otro lado y, sobre todo, tanto mirar hacia el propio ombligo olvidando el ombligo del compañero, creará un movimiento energético centrípeto que nos absorberá y, hala… ¡a tomar todos por el ojete! Qué alivio. Las grandes arquitecturas absorbidas por ellas mismas hacia un gran agujero negro.

Ante este escenario social disparatado, el teatro, la cultura en general, está viviendo un fenómeno que, a pesar de todo, creo tiene algo muy positivo: una especie de… no sé muy bien cómo llamarlo… proacción. Pro-acción. Parece que todo aquel que se dedica a la cultura en esta ciudad ha entrado en un estado de “no parar de hacer” que provoca que haya muchísimas propuestas culturales continuas. Una especie de performance en bucle titulada “No nos detendrán”.

Más allá de los tejemanejes de poder inherentes a esta profesión… o a todas las profesiones… o al propio ser humano; más allá de los enfrentamientos de “quítate tú pa ponerme yo” o “voy a negociar con la administración pa ver si a mí me da más que a ti… que me lo merezco más”; más allá de los enfrentamientos entre salas y compañías, entre compañías y compañías, entre compañías e institución pública, etc., etc… parece que va construyéndose un movimiento de creación artística basado en la colaboración y en el propósito de seguir creando aunque la situación sea cada vez más adversa.

Es difícil enumerar la cantidad de compañías teatrales que existen en este momento en Valencia. Es un número increíblemente grande teniendo en cuenta que es una ciudad pequeña en la que el trato que se da a lo cultural es de continuo desprecio y desinterés.

Han surgido además iniciativas que pretenden activar esta pro-acción de la que hablo de una manera concreta y efectiva. Iniciativas que proponen la colaboración y la unión de fuerzas para tener una presencia activa ante la administración pública. Un buen ejemplo es el Comité Escèniques que se ha creado para aglutinar a las pequeñas compañías y cuyo objetivo es fomentar la colaboración artística y construir una presencia solida de estas compañías, con una estructura menor, ante el resto de estamentos y en los espacios de decisión referidos a las artes escénicas valencianas.

Existe la opinión compartida de que lo único bueno de las situaciones de crisis es que revelan lo mejor y lo peor de cada uno. En el caso de esta ciudad llueve sobre mojado, es decir, revela de manera aún más incisiva toda la mierda que llevamos acumulando durante tanto tiempo. En el caso de la profesión cultural, aun estando inmersa en el sinsentido sobre el que se asienta la ciudad, la crisis está revelando una manera de actuar solidaria, comprometida, combativa y que no cede ante el peor de los contextos.

No creo necesario hablar de la situación general de la cultura en España; de cómo el 21% de IVA está acabando con las ya maltrechas estructuras culturales; de cómo han ideado nuestra aniquilación de manera paulatina, efectiva e irreversible.

Así que ante este panorama ya desolador creo que está muy bien este movimiento teatral non stop. Aunque opino que también conlleva un riesgo que quizá los creadores y creadoras valencianos no estamos valorando. Porque nosotros somos muy de no valorar, de hacer las cosas así, arreu (seguro alguien me acusará de hablar desde los prejuicios y las generalidades… Razón tendrá).

Entrar en esta dinámica de hacer cultura de cualquier manera, en cualquier condición y, la mayoría de veces, sin cobrar o cobrando muy poco, puede llevar a una situación que termine revirtiéndose, girándose en nuestra contra, como de alguna forma ya lo está haciendo.

Estamos dándoles la razón a todos los que piensan que no servimos para nada, a todos esos dirigentes (y no dirigentes) que con este comportamiento nuestro se reafirman en su perversidad al considerar que es absurdo e infantil defender que la cultura necesita de protección.

¿Ves? Si ellos no necesitan ayudas… Se apañan solos… Total, como tampoco necesitan mucho para vivir… Se ponen, lo hacen, pasan la gorrita y ¡yastá! Y encima les queda mono… ¿Ves que no necesitan subvenciones? ¿Ves con qué poquito se apañan?

Cuidado.

Cuidado.

Cuidado.

Y ahora voy a quemar todo esto que he escrito, para que sólo queden cenizas.

Apartarse… que enciendo…

Eva Zapico

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#2 La cosa balenciana | Dónde voy cuando digo que voy al teatro

We-all-fall-dawn.-HyuroWe all fall down de Hyuro

Tras asistir a numerosas representaciones de teatro me hago la pregunta de si esos mismos espectáculos podrían haberse producido en cualquier otro momento. La respuesta oscila entre trece años arriba y trece años abajo.

Balance general de lo visto entre 2000 y 2026

También asisto a alguna reunión y charlas con gentes del “sector” y me parece que esa misma reunión y esa misma charla se podrían haber producido hace trece años y que por lo tanto dentro de trece años tendré la misma sensación así que ni por lo que se hace ni por el cómo se hace creo que algo haya cambiado o vaya a cambiar sustancialmente en este año que se nos viene… basta con echar un ojo a los estatutos de las más recientes y las más antiguas  asociaciones teatrales para poder disfrutar de la misma constelación a la que pertenecen… las maneras de constituirse, las maneras de reunirse, las maneras son las mismas, los resultados son los mismos incluso yo me atrevería a decir que los objetivos son los mismos… sólo que ahora tenemos menos entusiasmo que hace quince años… y digo menos entusiasmo no porque ahora no haya jóvenes de espíritu sino porque no hay estructuras, ni prácticas, ni modelos, ni contextos y ni mucho menos instituciones: jóvenes, renovadas y críticas en sus discursos y que además mantengan el entusiasmo. Quizá exagero y todo esto que digo no es tan absolutamente así, eso espero. Siempre hay algún oasis pero ¿los hay en Valencia?

Es cierto que este año de mega crisis se han demostrado a mi parecer dos cosas: la excesiva dependencia de las instituciones por parte de nuestros teatros y compañías; y por otro lado que ante la caída de los modelos de sustento, los profesionales de la escena han comenzado a agitarse creando eventos efímeros descoordinados unos de otros hasta el punto de resultar imposible asistir a tan frenética oferta teatral.  ¿Qué está pasando? En mi opinión lo que está pasando es que no nos queremos morir… y como ahora hay más gente con tiempo, hay menos televisión que hacer que nunca y el teatro tiene unos costes de producción tan asequibles (por lo visto)… que todos queremos hacer teatro y eso es lo que hay: mucha producción sin apenas coordinación entre sí. No digo excesiva producción digo sorprendentemente abultada.

Por otra parte señalaba el detalle de la excesiva dependencia de nuestros teatros y compañías de las instituciones y sus ayudas. Creo que no sólo ha sido así sino que lo sigue siendo. Buena muestra de ello es que las instituciones siguen siendo el interlocutor “ideal” para nuestros reclamos sectoriales, dicho de otra forma, se crean asociaciones a porrillo para defender o reclamar ante Culturarts y otras, nuestros derecho a una porción del rancio pastel que aún queda. Actores, dramaturgos, compañías independientes, asociaciones, empresas… todas quieren hacer lobby ante la administración… y la administración admirada de tanto bullicio a su alrededor sigue pensando que aunque su cresta se haya gangrenado es el único gallo del corral…. Y se cuela sin apenas esfuerzo en cualquiera de nuestros corrales.

¿Por qué con tan poco esfuerzo por su parte las instituciones se cuelan y se siguen pavoneando de esta manera? ¿Por qué dejamos que se sigan riendo en nuestra cara de artistas? ¿Por qué sus desmanes, sus corruptelas no han cesado a pesar de tanto escándalo? ¿Por qué siguen apalabrando ayudas? ¿Por qué siguen ampliando sus despachos mientras despiden gente? ¿Por qué?

Porque no les diremos nada mientras sigamos pensando que tenemos algo que ganar o algo importante que perder… por ambición y por miedo al mismo tiempo… no hay nada más y en eso se ha convertido la política que domina este lugar abominable, un lugar con el que sólo me puedo reconciliar con una nueva campaña de Campofrío.

Así que nada va a mejorar, al menos no lo va a hacer en general, las mejoras- cada vez más cochambrosas- como siempre, seguirán siendo para algunos… y los dioses seguirán siendo justos –así lo creo – y premiarán a los más trabajadores y a los más aplicados en las artes de los contactos y los furtivos encuentros en los despachos… en los que sin quererlo, sin saberlo y sin reconocerlo nos convierten en agentes dobles consiguiendo instalar en Valencia redes de altísima desconfianza que son la envidia del estado.

Voy al cine y veo en la cartelera una retahíla de películas que poco o nada tienen que ver con este tiempo que nos está tocando vivir, escucho canciones que hablan de amor y sentimientos que nunca pasarán de moda, escucho a gente decir como consejo para la escritura que uno no es lo que escribe, asisto al teatro y pienso que esa representación la podría haber visto hace trece años o lo que es lo mismo podría haberla visto dentro de trece años, que termina y no sé nada de lo que actores, dramaturgos o directores piensan o sienten del mundo, no sé ni siquiera su posición, alucino con el proceso de disolución de nuestras declaraciones en facebook y nuestras producciones artísticas, guiones y obras de teatro escritas hace dos días pero que podrían haber sido redactadas hace miles de días, alucino con esa distancia… todo parece indicar que los tiempos van por un lugar y el teatro, la música, el cine, el arte va a su bola, siguiendo sus derivas personalísimas, sus singulares investigaciones, pero creo que esta distancia también se produce (hay excepciones, claro) no por una decisión personal de seguir tu camino, no sólo se produce por el lógico hartazgo de la avalancha mediática, no sólo se produce esta distancia entre el tiempo de la actualidad y nuestras producciones porque decidimos apalancarnos en oasis atemporales, universales y más vendibles como hace el cine con mayúsculas y como hace el teatro con mayúsculas… no es sólo una decisión de seguir haciendo lo que uno cree que debe hacer a pesar de que los tiempos le señalen con absoluta rotundidad que debería estar haciendo o al menos pensando en hacer alguna otra cosa… creo que lo queramos o no, hay algo de impotencia, de miedo, de secreto tabú, de no saber cómo abordar la cuestión del ahora, de ignorancia, de esperar a que pase la tormenta, de ver en  la opción de los realismos la peor de las posibilidades, en ver en el teatro político la más rancia de las posibilidades y no saber cómo salir de este embrollo sin tematizar nuestras producciones que solo servirían así de correlato de los telediarios o como mucho funcionarían como sus artificiosos e ingeniosos antagonistas… siempre nos quedará el refugio del humor piensan algunos.

Qué hacer entonces… huérfanas de contextos nuestras representaciones pasean su negación del tiempo por los escenarios, ni arte del tiempo, ni arte del espacio, ni nada que se le parezca, nuestro fantasmal teatro sólo cuenta con relativas presencias que se niegan constantemente, hay más crispación en las casas que en los teatros así que vaya por delante un desmentido más: en el teatro no se exagera ni una mierda, a lo sumo se hacen gestos más amplios o se habla más fuerte… pero de exagerar nada… más bien nada de nada… las escénicas no son una lupa de aumentos y si lo son no entiendo qué están mirando por estas tierras.

Más allá de que nuestras películas, obras de teatro o canciones se sumen a causas y movimientos sociales de mayor calado – como hizo y hace cada año el festival Cabanyal Íntim – y que den a nuestras producciones algo de sentido y vínculo con nuestro tiempo, creo que algo debería cambiar en nuestro panorama. De entrada habría que parar un poquito y aclarar por qué hacemos lo que hacemos y por qué no hacemos otra cosa… qué cosas nos impiden hacer otra cosa… ¿o es que acaso nadie siente rabia ante más de lo mismo? Ira. Acaso la violencia no es un punto de vista válido, acaso el malestar, el sufrimiento, la injusticia, el amor radical, la necesidad de dejar de sentirte una víctima de este bastardo sistema de corruptos, acaso la ansiedad, la necesidad de huir esta vez sin dinero, acaso la sospecha de que esto es un sálvese quien pueda encubierto de falsos pase usted primero and be happy…. Acaso todo esto no es lo suficientemente fuerte como para hacer de esta energía algo que nos potencie hacia, al menos, otro paisaje social, emocional, artístico… a qué estamos temiendo, ante qué estamos dudando… ni siquiera se escuchan por la calle preguntas que no supieras esquivar desde que acabaste el instituto…

Tal vez la decepción de no poder responder estas preguntas de compromiso con el tiempo que (¿)nos está tocando(?) vivir nos lleva a energías distorsionadas, raras, en ocasiones incomprensibles, y es así como nuestros personajes dentro y fuera de los escenarios se retuercen de pura imposibilidad de alcanzar el presente y estiran los brazos, levantan las voces y hacen cosas verdaderamente extrañas, como cuando intentas alcanzar el bote de azúcar que no sabes quién ha podido colocar en el estante de arriba, y te pones de puntillas, y maldices y a pesar de todo no llegas. Pero ¿Por qué no coges una silla? ¿De qué va toda esta representación de impotencia? Todavía y con sobrados motivos nuestros personajes desconfían de su necesidad de presente y más aún de sus incomprensibles deseos de agentes dobles.

Rafa Casañ. Valencia. 2013

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Muchas, grandes y livres #2 | La cosa balenciana

Ya lo decía Manolo García en El Último de la Fila

Dónde voy cuando digo que voy al teatro

La ciudad ignífuga

La ciudad de las flores, de la luz y del amor

Valencia es bonita

En este segundo número de la sección nos centramos en la ciudad de Valencia. Sería lógico y deseable que no todo el mundo estuviera de acuerdo con lo que se dice en cada uno de los textos. Más allá de los comentarios, si alguien consigue crear un hueco en su agenda pluriempleada y le apetece sumar su punto de vista en una publicación, que nos escriba, por favor.

Queremos agradecer a los autores, quienes han decido firmar con su nombre, el haberle echado ganas y tiempo para colaborar en esta publicación. 

También, decir que nos hemos puesto en contacto con otros creadores, compañías, gestores, pensadores, etc., que por distintos motivos no han podido liarse esta vez. Esperamos que se animen para otras.

Por último, aunque sólo recordamos sus iniciales, dar las gracias a C.B., M.A.A., R.R. y P.C. por los consejos que nos han dado para esta traca.

Açò gelat no val res!

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Vamos Patricia sácame a bailar que tú lo haces fenomenal

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Fotografía de Andreas Gursky 

1.
En los supermercados está de moda lo no artificial, lo libre de aditivos, colorantes y conservantes; el cartón, el papel reciclado, el color marrón y el color verde; así, supuestamente, es la vida de verdad: inocente, de una naturalidad desbordante, con tipografía manual, como si Adán y Eva no hubiesen sido expulsados ​​jamás del Paraíso. Todos somos cándidos y todos somos buenos y todos somos angelitos condenados a una vida terrenal que no nos pertenece. Tampoco nos salgamos de madre. Todo esto se ha convertido en nuestro Frankestein, ahora autónomo y rebelde, escupiéndonos en nuestra bonita y preciosa cara.

Lo no artificial llega a resultar más artificioso que el artificio presentado como tal. No hay que hacer visible el truco: hay que no ocultarlo. Visibilizar el truco resulta igual de artificial que esconderlo. Un escenario nunca será el dormitorio de tu casa y un espectador al que no conoces, nunca será, de buenas a primeras, tu amigo íntimo. Solo hay tentativas. Fracasos. Empeños imposibles. ¡Benditas tentativas!, ¡benditos fracasos!, ¡benditos empeños imposibles! El escenario siempre es obra; lugar de construcción; arquitectura.

La magia -la convención-, arroja, en su buen uso, una verdad más profunda que lo falsamente natural. Me refiero a no buscar lo natural como fin y como medio. ¡Qué antiguo, la vida! ¡Qué ingenuidad la del artista pos-pos-posmoderno!

2.
“Hay quienes van al teatro, los más, a ver y oír lo que ven y oyen todos los días, solo que literatizado y estetizado un poco, a mirarse en el espejo de la realidad cotidiana, y por eso no voy yo allí. Los sujetos allí representados son los mismos que me están amargando y atosigando de continuo la vida.” Unamuno dixit.

3.

Hace algunas semanas pasó por Madrid Patricia Caballero. Dentro del Ciclo Intermitencias del Asombro. En La Casa Encendida. Comisariado por Ana Buitrago. Diferentes artistas afines fueron invitados para mostrar sus obras en diálogo con el trabajo de La Fuller. Necesario reivindicar a La Fuller. Inmensa. Carlos Marquerie/Compañía Lucas Cranach, Fernando QuesadaJaime Conde-Salazar, Paula Caspão, los PLAYdramaturgia, etc..

4.

Otro Perro Paco aprovecha y reivindica el cine fantástico de  Segundo de Chomón.

5.
Desde hace tiempo escucho -de gente en quien confío- buenas referencias sobre el trabajo de Patricia Caballero. Como era una buena oportunidad para verla; fui. También impartió, dentro del mismo ciclo, un “laboratorio de movimiento” llamado: El estado de la danza. Conversaciones con la luz y la gravedad. Sigamos. Soy un exagerado si digo que en el patio de La Casa Encendida había más de veinte personas. Este es otro tema del que ya se ha hablado en Perro Paco, de pasada, en otras ocasiones. Nota: convendría abordarlo más en profundidad. Un pequeño comentario al respecto podría ser: es una lástima que propuestas interesantes pasen tan desapercibidas. Hay un problema claro en las políticas culturales. Pero no vale echar constantemente balones fuera. Creadores (algunos) y gestores culturales (algunos) de vanguardia o últimas tendencias o cómosequierallamar; deberían ver qué diantres se hace mal situándose ellos mismos en el centro de la crítica. El diablo no es lo otro. El diablo empieza en nosotros. Si hay que romper paredes que sea, en primer lugar, con nuestras cabezas.

6.
Patricia Caballero nació en Cádiz en 1987. Está interesada, según nos dice la ficha, en “los procesos perceptuales y relacionales y las prácticas y estudios sobre el cuerpo” y “sus trabajos oscilan entre el documental escénico, el objeto danzante, la intervención urbana y el autorretrato fotográfico”. Todo eso dice la ficha. Y también dice que “ha desarrollado su investigación coreográfica en diferentes países, apoyada por instituciones como Iberescena, La Porta, Barcelona, RE.AL, Lisboa”. Por desgracia La Porta se nos fue: DEP. Hijosdeputa. Se puede leer su proyecto de Iberescena, Lo raro es que estemos vivos (2012), aquí, y se puede ver en el vídeo que pondré al terminar con este párrafo. Y algo sobre João Fiadeiro, padre del RE.AL, nos lo dijo Un Perro Paco al hablar de Claudia Días, acá. Obras de Patricia Caballero son, entre otras, “Simulacro de simulacros (2008), Cómo congelar fantasmas (2008), Hazañas e incidentes (2007) o 50 Hz (2006)”. Los títulos de las obras de Patricia están bastante bien. Entrevista con Patricia con motivo de SISMO, allá. SISMO también se nos fue…

7.

Chronoscopio, Patricia Caballero

La primera pieza, de las dos que veremos, es Chronoscopio. Obra de 2010. Patricia Caballero está cansada de bailar. Patricia Caballero pone a bailar a los objetos. Frente al cuerpo y su política; los objetos y su política. Dos ventiladores miran al cielo. Encima de uno de ellos pende una bombilla; sobre el otro, un micrófono. Su danza, gracias al aire que sube agitado, es hipnótica, ligera y, a la par, honda. Danzan, mientras se gradúa la intensidad de los ventiladores, con diferentes movimientos circulares. La atmósfera. Las respiraciones sofocadas del micrófono, entrecortadas, exhaustas.

De pronto aparece en escena un coche teledirigido. Sobre él una batidora haciendo el pino. Baja una gran bolsa con bolitas de corcho blanco, la turmix abre un agujero en la bolsa. El corcho cae. El coche, con alguna que otra dificultad, abandona la escena. Los ventiladores comienzan a recoger el poliespán del suelo y a menearlo por el aire. Suenan como tracas de pequeños petardos. Sus movimientos son azarosos e infinitos. Juego de luces. Lucecitas de colores. La luz rebota en el poliestireno expandido y hay miles de luciérnagas y una tormenta de nieve y fuegos artificiales y espermatozoides mirados bajo la lupa de un microscopio y galaxias y estrellas y todo lo que mi atención quiera ver. De pronto luz roja y un volcán, de pronto luz blanca, de pronto otra luz. En esto hay mucha Fuller. Bien. A mi parecer el ritmo de la pieza está logrado: tienes que tener el día para habitarlo, aunque mi acompañante pensó que el tiempo estaba estirado en exceso.

Para acabar sale Patricia a escena, retira los dos ventiladores y mueve los péndulos: péndulo bombilla, péndulo micrófono; haciendo una perpendicular. Su trayectoria dibuja una cruz en el suelo y Patricia se tumba allí. Quietecita. Palus y patibulum. Al final hay un giro. Me gustaría ver un posicionamiento frente al hombre y frente al mundo, algo amargo, que termina por redondear esto que acabamos de ver. En el final del fin Patricia agarra la bombilla y la desenrosca. Muerte. Oscuridad. Hasta aquí hemos llegado. Eso sí, el público, perplejo, no supo muy bien que eso era la conclusión de todo aquello.

8.

La segunda pieza es Aquí gloria y después paz–marzo de 2014: Veinte años cosechando destrezas físicas. Y quien dice cosechando, dice acumulando, coleccionando. Esta pieza me pareció menos interesante que la primera. Tengo que decirlo. Origen y final se complementan. Patricia Caballero tiene aura en escena, algo especial, bonito; no hay duda, pero quizá haya que dar al público (aunque sean quince almas en pena) más cosas para hacer de un trabajo algo memorable.

Patricia Caballero nos cuenta su vida. Que si quiso dejar de bailar. Que su infancia. Que su pueblo. Que el martinete que cantaba una gitana gorda. Que si trabajó escuchando esa canción una y otra vez. Y se pone a cantar y me gusta y me pone la piel tontorrona. Que si ha aprendido muchas cosas estúpidas en su vida y que las intenta olvidar para hacer hueco a las nuevas. ¿Es posible borrar la memoria de un cuerpo? Que si la Fuller ha influido en su trabajo y nos lo ilustra con algunos movimientos. Que si hablo muy bajito como si os contase un secreto al odio. Que si tengo los ojos así que veo como movido. Que si la electricidad funciona así o asá y me lo ha explicado mi novio y yo establezco un paralelismo con la escena del que no estoy muy segura y es algo lioso, pero no pasa nada porque sois mis confidentes y esto sólo son los retazos de un diario, de una vida, de mi vida. Y también que si hago algunas variaciones a partir de un cuerpo y hago así como que deformo el cuerpo y se hace algo grotesco, algo comedia del arte, esas cosas.  Y también que mando poner luces para estar constantemente fuera de foco. Y también que me acerco mucho a la primera fila para que los de la tercera fila apenas se enteren.

La bragas con las nubes estampadas de Patricia Caballero me gustan. Ahí hay un signo que me remite a la primera pieza y me gustan. Pero ahora se me hacen demasiado angelicales. Patricia necesita bailar con el público y no para el publico. Supongo que ese es uno de los secretos de las artes escénicas. Nunca bailar para uno mismo, bailar para esos otros que también son uno mismo. El yo universal. Sácame a bailar Patricia, si me quedo aquí un poco más morirá el mundo que me presentas porque estoy desconectándome de ti.

El caso es que merece la pena. O no. Ya no lo sé. Mientras escribo esto la pieza me va gustando más, quizá pasados unos días mi cabeza haya organizado algo de aquello. Mi sensación a la salida de no fue la misma. Me lo haré mirar. Eso siempre está bien.

Otro Perro Paco

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