¡El teatro ese esplendor! #1

 

Razor What Razor ?

Esta es la primera parte de una serie que se publicará a lo largo de la semana.

Aviso para navegantes: es obvio que voy a generalizar para entendernos. Pero intentaré ser claro para que vosotros, que estáis deseosos de sacar punta al lapicero, podáis ser certeros. Al generalizar la diana se agiganta, cosa que no impide que las flechas toquen o bordeen el centro.

Aunque lo ideal sería analizar una a una cada producción (todas pueden ser singulares), es obligación simplificar refiriéndome en ocasiones a los espacios donde se representan: el continente casi siempre dice algo sobre el contenido. Voy a dividir la cartelera en tres tipos de teatro -siendo consciente de lo chato que es utilizar cualquier etiqueta-. Teatro comercial, teatro académico y teatro alternativo.

Teatro comercial

El teatro comercial es aquel que se rige por la búsqueda de salud económica, puesto en manos de empresarios privados y que tiene como condición sine qua non el éxito de público. Sin el público este teatro no existe. Sin el público ningún teatro existe.

No voy a entrar aquí en el uso de una categoría tan plana y vacía como la de público burgués. No hay, salvo excepciones de teatro de calle o grandes representaciones que tienen lugar con motivo de fiestas populares, un gran público teatral proletario -hecho que sí pretendían creadores como Brecht o Augusto Boal- en ninguna de las tres categorías que voy a analizar. El público teatral proviene de una clase media/alta -para entendernos-, a pesar de que nos gustase que fuese de otra manera. La culpa la podemos intuir en primer lugar en el precio elevado de las entradas, pero también en un alejamiento y ensimismamiento por parte de los teatreros que suelen enarbolar la bandera de la cultura con gran vacío y ligereza. Gran daño ha hecho la palabra cultura a la Cultura. Les recomiendo la lectura de este artículo del año 1984 –La cultura, ese invento del gobierno– de Rafael Sánchez Ferlosio, aquí.

Por otro lado el teatro comercial es más proclive a irse de gira a provincias (irse de gira no es lo mismo que irse de festival), llevando el teatro a lugares sin programación teatral regular. Hecho curioso y que es no es baladí señalar. El teatro comercial cumple ahí una función clara extendiendo sus tentáculos por la geografía española.

Las fórmulas de programación del teatro comercial van encaminadas al común de los mortales, suelen contar con rostros conocidos que provienen del cine o televisión y, salvo excepciones, gran parte de sus obras son de corte cómico o melodramático, si se programan obras dramáticas, rara vez serán de autores españoles, serán, más bien, de franceses o ingleses. También es proclive a las adaptaciones de novelas o películas exitosas. Esto hace que -mayoritariamente- el teatro comercial pierda su poder subversivo y reflexivo pues puede en demasía la complacencia con el espectador: entretenimiento de digestión fácil. Teatro fast food.

Suele tratarse de un teatro de corte conservador en sus fórmulas y usos del lenguaje teatral; aunque grandes musicales de Broadway hayan revolucionado las estructuras dramáticas como pocos. No suele ocurrir lo mismo en nuestro país y menos en nuestros días, aunque un dramaturgo como Antonio Buero Vallejo llegó a conseguir un equilibrio que le permitió representar, ser crítico, sortear la censura y hacer una sólida obra dentro de este tipo de teatro. Era una época en la que aún no había Teatro Nacional (aunque sí un Teatro Universitario de una vitalidad encomiable) y la complejidad de la vida teatral era algo diferente a la de ahora. A día de hoy hay algunos coqueteos con este teatro de creadores que se podrían considerar dentro del teatro académico, véase Juan Mayorga. ¿Pierde su teatro fuerza crítica o la gana al llegar a más lugares/más público?

Muchas de las fórmulas del teatro comercial no son solamente propias de éste, entre los tres tipos de teatro hay un trasvase de códigos (no nos engañemos), aunque en algunos momentos puedan llevarse al extremo buscando la diferencia. El teatro comercial es principalmente un teatro de texto sea hablado o sea cantado, aunque excepciones haberlas haylas (Tricicle, para no ir muy lejos).

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El teatro comercial es arte pop. El teatro comercial es teatro fácilmente legible, de ahí que su público sea mayor a pesar de que el precio de sus entradas es el más elevado -obviando espectáculos del Teatro Real, que forma parte del teatro académico/culto- al ser uno de sus principales objetivos la viabilidad monetaria; por eso el aforo de sus espacios es multitudinario y 1200 almas pueden estar recogidas y asistiendo al mismo espectáculo a la vez. El teatro comercial es una categoría económica. El teatro comercial es ocio, cosa que puede estar mal vista si nos recubrimos con una capa de esnobismo, pero cosa que todos hacemos. Cada uno busca su ocio allá dónde le peta.

Otra cosa que es interesante señalar es que se puede hacer teatro comercial con grandes textos clásicos. El teatro comercial es más una forma de hacer que impregna la forma de ser, no viceversa.

Cosa importante: del teatro comercial se vive. Algunos viven muy bien y otros van tirando. Dejando a un lado los altibajos de esta profesión que parece una montaña rusa; un autor, director, técnico o etcétera que trabaje en el teatro comercial no necesita ir mendigando por las esquinas un puesto de sirvecopas.

Caminar por la Gran Vía madrileña un sábado a las nueve de la noche es un signo claro de la vitalidad de este teatro, pero ¿por qué la gente asiste masivamente a estos espectáculos?, ¿por qué los espectadores no asisten masivamente a otros tipos de teatro?, ¿es un problema de educación? Parece poco lógico que unas obras estén tan llenas y otras tan vacías, ¿es todo fruto de una gran campaña publicitaria?, ¿existe una conspiración mundial para hacernos más tontuelos? Aunque el público que acude a estos espectáculos luego también se va a tomar una cerveza y habla sobre los conflictos de los personajes y sus raíces sociales con la misma profundidad y la misma ligereza  que suele hacerse en otros espectáculos más al margen. ¿Es todo una fachada en la que sentirnos cómodos y reconocidos? Está claro que ni unos ni otros espectadores arreglan el mundo, simplemente lo observan desde lo que ellos consideran su atalaya de sabiduría mientras alternan con los amigos. Mirados con lupa, ¿hay grandes diferencias -por mucho que nos empeñemos en buscarlas-? Incluso algunos de los espectadores de teatro comercial tienen mucha más empatía y el bisturí más fino que otros que van al teatro con el culo pelao, a los que ya nada les atraviesa ni las transforma, pues están protegido con su escudo de cultura.

Cada cual se emociona con lo que se emociona. ¿Necesitamos ir al teatro con una carga teórica o se puede ir al teatro sin más, disfrutarlo y cuestionarnos?

Si cada sociedad tiene el teatro que se merece, ¿es necesario educar para que la sociedad no sea así? Desde casi todos los flancos a la sociedad se la bombardea con pan y circo, ¿si la sociedad se acostumbra a pan y circo, la sociedad solo pide pan y circo pues para ella no existe nada más allá?

En definitiva, ¿existirán tantas diferencias?, ¿es necesario hacer la guerra?

Aquí nos quedamos hoy. En los próximos días, si ustedes quieren, teatro académico y teatro alternativo.

 Otro Perro Paco

 

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Mirar no es suficiente

Por si alguien tiene dudas, benditas dudas, Perro Paco ladra de alegría cuando va a ver algo que le hace cosquillas, le excita o le despierta el apetito. Y es que un poco de todo eso me sucedió la semana pasada en el CA2M, allá por Móstoles city, al asistir a Image(s), mon amour, primera exposición individual de Rabih Mroué, director, autor teatral, performer, ensayista y artista visual libanés, así como a un par de conferencias paralelas a la exposición. Ojalá eventos así fueran la norma, ¿no? No lo sé, sería un placer de esos que aburren. Hay que ver de todo para no fiarse demasiado de uno mismo, y tanto si gusta como si no, pues se dice, por eso de romper espejos y hacer correr el aire. Aunque siempre habrá quien prefiera regocijarse en la palmadita traicionera en la espalda, quien se sienta a salvo con políticas oscurantistas, quien crea que esto que hacemos no sirve para nada, o que se hace a mala leche, o que no se hace por higiene y por amor. Y quizás tengan razón, y el crítico no es más que un tipo o una tipa más o menos idiota que va ver lo que sea y expresa lo que piensa, y que la crítica, como todo, en palabras de El Conde de Torrefiel, “da mucha puta risa”. O no. Ahí vamos. Aquí seguimos.

La exposición de Rabih Mroué y las conferencias de Aurora Fernández Polanco y el propio Rabih merecieron el viaje a Móstoles. Hacía mucho tiempo que una exposición no me impresionaba tanto. Poco sé de artes plásticas y visuales, y me sorprendió que durante el aftertalk de la conferencia-performance de Rabih se refirieran al comisariado de Aurora Fernández Polanco como la “dramaturgia de la exposición”. Temazo. Llama poderosamente la atención el diálogo que se establece entre materiales, contenidos, afectos, etcétera; ya que se consigue configurar un todo coherente y atractivo que nos adentra en el universo de Mroué, y que nos deja rumiando días sobre los temas y preocupaciones que atraviesan su trabajo. La guerra, la familia, la muerte, el olvido, la identidad, la revolución, la censura, el cuerpo, la violencia… casi nada. Y sobre todo, imágenes, imágenes y más imágenes. Estimulantes las obras, impecable la dramaturgia de la exposición. Recomendación: ir con tiempo. Una tarde, o dos. La frase que más se escuchaba al salir era: “Uff, tengo que volver”.

El miércoles 23 por la tarde fue la conferencia de Aurora Fernández Polanco. No había leído nada suyo, ni había asistido a ninguna conferencia antes; pero sí que había escuchado hablar mucho y muy bien de ella. Expectativas confirmadas. En este país hay un reducido grupo de docentes que dignifican la universidad, la enseñanza y el aprendizaje, lo que a veces es tan sencillo como fomentar el pensamiento crítico. Me vienen nombres como los hermanos Fernández Liria, Fernando Castro Flórez, Marina Garcés,  Carlos Taibo, José Antonio Sánchez, Jordi Claramonte y alguno más. Como me suele pasar con todos ellos, en la conferencia de Aurora Fernández Polanco las neuronas se me pusieron a mil. Qué placer. El título del post es suyo. Parecía que estábamos escuchando discurrir a alguien en voz alta, como si pensar y hablar fueran la misma acción. Después de leer el catálogo (quien no quiera comprarlo puede descargarlo en la web del CA2M) mucho de lo dicho por Aurora está en él. La parte más interesante de la conferencia me pareció precisamente aquello que no está en el catálogo. A lo mejor gracias a la frescura y al aligeramiento de notas a pie de página que tienen las intuiciones, Aurora consiguió acercar su discurso al auditorio y convertir sus dudas en nuestras dudas. Me refiero a aquello de que imágenes pixeladas como las de la guerra de Siria ponen en cuestión que ciertos acontecimientos se conviertan en imágenes, ya que son las imágenes las se convierten en acontecimiento al coincidir cuerpos y dispositivos de visibilidad. Ahí queda. Seguro que no me enteré bien y me he hecho un lío, pero sigo dándole vueltas.

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También me llamó la atención algo sobre lo que ya es hora de que tengamos una buena agarrada. El diálogo o poco diálogo entre las artes escénicas y las artes plásticas y visuales. No puede ser que alguien como Aurora Fernández Polanco hable de “teatro” como de un vecino de quien sabe poco. Las artes escénicas y las plásticas y visuales parecen como dos hermanos que separaron al nacer, que se parecen y no se parecen, y que desaprovechan la oportunidad de saber del otro para conocerse mejor. Habría que hacer una huelga de hambre o una acampada o algo de eso para exigir mayor presencia de artes escénicas en las facultades de bellas artes de este país, del mismo modo que habría que expulsar de las escuelas de arte dramático y poner un sanbenito a aquellos que quieren aislar a las escénicas porque las fiestas de su pueblo son las mejores. A riesgo de que me corran a boinazos, ¿El trabajo de Romeo Castellucci es más plástico o más escénico? ¿Y el de Schlemmer? ¿Y el de Craig? ¿Y el de Kiesler? ¿Y el de Marquerie? ¿Y alguno de los trabajos de Rabih Mroué?

El viernes 25 fue “The Pixelated Revolution”, conferencia-performance de Rabih Mroué. Como el propio Rabih indica, es más acertado llamarla una “conferencia no académica”. Lo que dijo puede leerse en el catálogo. No me detendré en ello. Reflexionó sobre “los usos de las imágenes en (y contra) las narrativas oficiales” sirias a través del estudio de “los diversos consejos e instrucciones para documentar acontecimientos mediante el uso de teléfonos móviles” y de “la relación de este acto de documentación fotográfica con la muerte”.
Con todo, agradecer al equipo del CA2M y a Aurora Fernández Polanco que hayan traído a Madrid (o a Móstoles) el trabajo de Rabih Mroué, ya que después de haber asistido a su exposición y a su conferencia no académica, se revela como un artista al que es necesario conocer.
Y por último, animar a ir a la exposición y al ciclo de conferencias que seguirán haciéndose en el CA2M paralelas a la exposición. El miércoles que viene le toca a Ziad Chakaroun, el siguiente a Carles Guerra y finalmente a Peio Aguirre, quien tiene un blog de esos que hay que visitar a menudo.

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P.D. Muchos amigos que provienen de las artes plásticas y visuales me han confesado que molaría y que además sería necesario que hubiera una especie de Perro Paco en su campo. Nadie se lo impide. Todo lo contrario. Mucha gente lo estará deseando. De momento, yo me meto donde no me llaman.

Un Perro Paco

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TEATRON.TINTA: La Historia de un país

Ambrossius Bosschaert, 1614.

A este que escribe le gusta reservarse una novela para el verano. En 2012 la elección fue El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq. En una isla me sometí a su prosa y al perverso juego autobiográfico de Míchel (a mí me gusta pronunciarlo como el futbolista).

Como no sabéis quien soy, spoiler: El autor se incluye en la novela como uno de los personajes principales, enredado en la trama hasta relatar su propio asesinato. Hay un Houellebecq autor de la novela y un Houellebecq personaje que vive (y muere) en ella. 

Algo similar sucede con el volumen que inaugura la editorial, no sólo porque el editor se edite, sino porque también se escribe, se relata y se inventa.

TEATRON.TINTA #1 reúne la primera temporada de MASTER, que escribe en su blog el Maestro Ramos, también conocido como Rubén y alma mater de TEATRON. Una serie de relatos componen el poliedro de un personaje ­­­­del que piensas: “sé que existe, y vaya tela”. Contado desde otros nombres y apellidos -especificados lugar y fecha en que son entrevistados- MASTER va apareciendo, se va armando; se construye desde el configurado espejo de los otros.

Parece que contarse en otra voz sirve para contarnos a nosotros más de cerca. Los retrovisores yanquis llevan escrito aquello de Objects in mirror are closer tan they appear. Y, a un tiempo, esa distancia inexacta sirve para dar cuenta, precisamente, de lo que pasa en ella: el contexto. MASTER retrata una generación, un enclave, un clima. Entonces el autorretrato funciona como parte por el todo. Eso es estrategia y eso es lo que mola.

Es una lectura rápida, salpicada de anécdotas y elementos ficcionales, un juego inteligente de humor soterrado. Spoiler: al final encontramos un Bonus Track: una entrevista al propio Rubén que, preocupado, también cuenta lo suyo sobre MASTER, y es como Míchel aparecido en su novela.

Al segundo párrafo se te olvida que la tipo es roja, el formato es perfecto para llevar encima (un “de bolsillo” real) y se palpa el cariño y el esmero en su fabricación. MASTER presenta además un juego formal al maquetar las fotos (las grapas rojas son conmovedoras), para que quede bien claro que eso no es un blog, que en todo caso es un blog solidificado, un fémur.

La estructura narrativa maridó perfecta con la lectura que tenía en marcha: la novela de este verano, que es Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Digo es porque aún no la he terminado. A este paso me ahorro la del año que viene.

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La forma en que se cuentan en la parte central del libro las idas y venidas de Ulises Lima y Arturo Belano es idéntica a la de MASTER. También Bolaño se cuenta desde un buen número de personajes (porque uno sólo sale en las fotos que le hacen otros), convocados en sus páginas para elaborar un tejido tupidísimo de anécdotas y reflexiones.

Una de ellas me viene al pelo para introducir el segundo título:

Iñaki Echavarne, bar Giardinetto, calle Granada del Penedés, Barcelona, julio de 1994. Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompañándose a su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad.

La obra escénica tiene, por así decirlo, la longevidad de la mosca de la fruta. Pasa rápido, sucede. Te-perdiste-una-guapa-te-la-perdiste-para-siempre-Te-jodes-haber-venido. Es lo que tiene.

Aún así lo documentamos. Para verlo luego, para pasárselo a un colega, para estudiarlo. Como al partido de fútbol o como al bicho que pasa.

En La imagen mariposa, Didi-Huberman se pregunta “¿cuál sería la mariposa conocida en su integridad sino la sometida al éter y definitivamente clavada en su panel de corcho? Está claro que esa integridad es ilusoria, puesto que le falta nada menos que la vida.” La obra es en el momento y dura lo que una mecha.

Pero:

La extracción de elementos de la obra (en este caso el texto) y su formateo es otra cosa. Aquí es donde entra la editorial como agente del bien: para otorgar un tiempo diferente al texto dramático.

El tiempo sostenido, el tiempo quesequiera, el fuck you al tempus fugit, al time flies que es traducible por el tiempo vuela, pero también por moscas de tiempo, la mosca que pasa, las del verano, la imagen mariposa. Y es que no es meterla en éter: es transformarla en un cuarto estadio que hemos convenido en llamar libro. Es: darle otro tiempo y otro cuerpo al texto. Otro cuerpo más longevo. Bodegón en inglés es still-life.

Algo que no sólo sucede, de hecho, en las escénicas.

No hace mucho visitaba Los Países, una exposición de Pedro G. Romero en Casa sin Fin, y nos preguntábamos porqué no formatear la expo en libro, algo que felizmente han hecho en coedición con Periférica. Podríamos hablar también de los artistas que toman la publicación como formato de archivo o como cuerpo alternativo a la exposición. Otro día.

A mí, que acabo de llegar a esto de las escénicas, me viene de perilla (la de un tal Sergi) que existan los Pliegos, por ejemplo. Y más lejos, son los lectores futuros quienes están en disposición de interpretar las obras, cuando quienes las vimos vayamos muriendo uno a uno, como dice Bolaño (que está muerto).

Entonces:

TEATRON.TINTA#2 recoge el texto de Pablo Gisbert para El Conde de Torrefiel que los madrileños vimos montado hace algo menos de un año en Pradillo: ESCENAS PARA UNA CONVERSACIÓN DESPUÉS DEL VISIONADO DE UNA PELÍCULA DE MICHAEL HANEKE.

Debo decir que disfruté la pieza. Y que el motivo principal, lo siento por la polla de Mallols, fue la calidad del texto. Cualitativamente es similar al de MASTER, va de la anécdota autobiográfica al paisaje generacional, cargado de un sentido del humor que despierta esa risa interna y sorda –de nuevo ese humor soterrado- que yo agradezco cada vez más. Pablo es un macarra que hila fino.

Hay una sugerencia bonita en el texto, y es la huella de haber sido trabajado con la obra, en su proceso. Por eso hay párrafos y alguna historia que se descuelgan del formato, que son texto para escena. Sin embargo, los relatos resuenan entre sí de tal manera que redondean el conjunto y se suturan esas páginas que bailan.

Paisaje generacional. Barcelona. Master, El Conde.

Teatron. Catalunya. España. Mapa y Territorio.

Pedro G. Romero:
Los países son sus paisajes.
Entonces, ¿los países son sus paisajes?
Sí, sus paisajes.
¿Los países?
Sí.
¿Los paisajes?
Sí.
Entonces, el problema no son los países, el problema son los paisajes.

En el debate sobre cómo se reparten el panorama escénico las salas, las comunidades (autónomas, emocionales, libres y escénicas), quienes crean y quienes lo programan… cabe pensar que son los paisajes y no los países lo que nos jugamos, y que sólo ahí tenemos potestad absoluta y gobierno de lo que hacemos sólo porque queremos y pensamos que es lo suyo nuestro. TEATRON es una posición respecto a las escénicas. “Ser de TEATRON” es formar parte de un país, se llame Sinapia o como sea. Y desde ahí generar los paisajes (que son siempre una construcción) que dén cuenta de lo que queremos que pase, y quien quiera que venga a verlo.

 Mapa de Sinapia. Miguel Ángel Avilés, 2001.

Este paso editorial declara de nuevo la intención de fortalecer la identidad de un territorio escénico. De hacer más gordos algunos puntos en el mapa, de desenterrar un blog o de legar teatro. “Sal de nuevo que la peña aplaude”.

Veremos si entra en sus planes acompañar a Continta Me Tienes en la apuesta por el ensayo. Si aparecen colecciones, qué discurso va hilando con los títulos, a dónde llega su distribución, si respondemos con los 4 euritos.

La chica-bodegón-a-lo-Bosschaert del cartel de lo nuevo de El Conde viene con el 2666 de Bolaño entre las manos. En Madrid les esperamos un poco antes, borrachos de ganas. Que no sólo me gustó el texto, iremos a verlo con todo el cuerpo.

Yo, por mi parte, sigo con Los detectives salvajes.

Como Arturo Belano al final no sea negro vaya chasco…

­­

P.D. Queremos a CALOR y NOVIOS en Madrid. Queremos una presentación en condiciones.

Repito: estamos impacientes.

Una Mosca

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La palabras alternativas

Las Palabras. Pablo Messiez. Sala Cuarta Pared. Festival de Otoño.

 

1378538_10151519166069159_1141700243_nTu Perra mordiendo la mano que le da de comer.

 

Al hilo del post anterior “Invisible o la apoteosis del espectador” e interviniendo la conversación múltiple de estos días en Teatrón. Estos perros somos así, como no nos conocemos ni nos llamamos por teléfono, tenemos está molesta costumbre de hablar en público. No te preocupes, no es obligatorio leernos. ¿O sí?

En tiempos de desprecio hacia la cultura (¿fue alguna vez diferente? ¿las diferencias eran esenciales o sólo de grado?), se debe apoyar a cualquier persona, colectivo o estructura que de cabida a todo aquello que no tiene lugar en la cultura oficial. No solo hay que apoyarlo, sino generarlo, animarlo, cuidarlo y protegerlo. Es más, hay propuestas que, desde su concepción y nacimiento, son conscientes de su recorrido, de sus posibilidades, de sus límites. De la lucha que supone crear una “sala alternativa”. Del cansancio y de la energía. Del desvelo. Y aquí incluyo desde la locura Pradillo a la locura Kubik. Cada uno a su manera.

Ahora, es conveniente, al hilo de la discusión organizada en Teatrón, dejar de tirarse trastos a la cabeza y tratar de dilucidar qué significa que las salas alternativas se diferencien en cuestiones de aforo y tamaño o, además, sean los espacios donde se desarrollan “otros lenguajes”. Veamos.

1/

Si las salas alternativas son una alternativa estética, un lugar donde ver crecer y multiplicarse la experimentación, las propuestas innovadoras, los lenguajes bastardos y, en definitiva, el futuro del arte escénico; si las salas alternativas proponen esto, y son agentes propositivos, no sólo en su programación, sino también en su apoyo a la gente joven, en la vinculación de los artistas a las salas, en la solicitación y obtención de recursos públicos (esto es, dinero) para dar continuidad a toda esta línea de trabajo, en la creación de redes con otros espacios, festivales, estructuras; y, además, son capaces de traducir sus modos de gestión y organización, haciéndolos coherentes con sus presupuestos (éticos y económicos, en el doble sentido); e incluso luchar y dialogar con los estamentos oficiales y burocráticos, colaborando con festivales “oficiales” y espacios “públicos”. Si todo esto se cumple (atentos: primera paradoja), entonces, estos centros y estructuras oficiales encuentran la excusa perfecta para NO programar nunca esas cosas. Encuentran la herramienta fundamental de defensa del corralito que han aplicado en los últimos quince años.

En otras palabras, ¿la existencia de La Porta implica la imposibilidad de la Sección Irregular del Mercat de les Flors? ¿La existencia de Pradillo debe implicar el paso por la guillotina de Sismo en Matadero? Si la diferencia entre los centros oficiales y las salas alternativas es una diferencia no sólo de presupuesto, objetivos, tamaños, aforos y visibilidad; sino también de orientación artística, es decir, si las salas alternativas cubren un rango de la creación (el teatro o la danza “contemporáneo”, la performance, los experimentos escénicos, las propuestas inusuales) que no está teniendo cabida en esos mismos centros oficiales, ¿qué posibilidad de crecimiento le quedan a esas compañías, esos creadores, esos nuevos lenguajes? Me respondo a mí misma (era una pregunta retórica, claro): el techo de lo innovador, el límite del propio espacio de “lo alternativo”. La cárcel austera de lo diferente.

Y existe un problema añadido, una paradoja curatorial. Veamos, los grandes ejemplos de esta escena contemporánea y radical, las compañías y autores que, en otros países, reciben apoyo, generan público, son exhibidos en los contextos adecuados, etc. son caros. Castelluci, Delbono, Liddell, Lauwers, Waltz, Fabre, Superamas, Vandekeybus, García, Charmatz, Cassiers, Lupa, Marthaler, Stuart, Bêl, Ostermeier, etc. por citar sólo a los mas conocidos, a las vacas sagradas, a los que llevan ya tiempo, sin entrar en gustos o calidades, son caros. Muy caros. No pueden programarse en estos espacios alternativos y resistentes (más allá de los milagros de asistir a la presentación del libro de Castellucci editado por Continta Me Tienes en Pradillo hace unos meses, yeah…). Tienen que ser programados en los centros oficiales (teatros que todos estos autores conocen de sobra, pues es donde muestran su trabajo en toda Europa). Tienen que ser programados en el Festival de Otoño de Madrid o en el Mercat de les Flors de Barcelona o en el Teatro Central de Sevilla, etc. Es decir, estos autores son programados ante un público que desconoce el teatro contemporáneo local, el teatro refugiado en los espacios resistentes, un teatro, en gran medida, invisible. Y esto cuando son programados, claro. Algunos cada 10 años. Otros nunca.

Esta es la segunda paradoja: si se les programa, se les programa en los centros y festivales “oficiales”, si no se les programa no existen. Pero nunca parecen vincularse a ese teatro etiquetado, a nivel local, como “alternativo”.

2/
Por otro lado, si las salas alternativas se diferencian única y exclusivamente en su presupuesto y aforo, como expone Pablo Messiez y sobre lo que ironiza Jaime Conde Salazar. Si es exactamente lo mismo que se programa en los teatros oficiales, pero con menos dinero, con menos recursos, con menos público, poseen también una ventaja. Una ventaja precisa y creemos que para nada inocente. Sus obras, tarde o temprano, podrán ocupar esos espacios oficiales. Qué coño, ¡aspiran a ello! Pues lo que hacen no será extraño a esas estructuras. Y, según esta Perra, harán bien. Si lo que hacen no es muy diferente a lo que se propone en el CDN (y habría que entrar un poco más en estas diferencias, y en los modos de producción tan diferentes en uno u otro sitio), entonces, cómo no tener la aspiración de hacer tu teatro en los lugares con mayor visibilidad y por tanto, pregnancia en la vida cultural de la ciudad.

En este sentido, y adelantándonos a las críticas sobre la bisoñez y oportunismo de muchos de estos espacios de nacimiento reciente. Y estando de acuerdo con la mediocridad que supone repetir modelos tan endebles como los del teatro oficial, Tu Perra no puede evitar observar y anticiparse a la jugada que está por venir. Habrá que empezar a hablar de un teatro alternativo “de verdad” y otro “falso”, y en este sentido, quién se vestirá con los mantos de lo auténtico me hace rascarme las orejas y repensar la fórmula Messiez, que simplemente señala hechos comprobables: menos dinero, menos espacio, menos aforo. Punto. A partir de aquí, cada uno que haga lo que quiera y cómo quiera. La Casa de la Portera no tiene absolutamente nada que ver con Pradillo, sus maneras de gestión y apertura a creadores son fácilmente criticables y sus obras podrían formar parte de cualquier teatro público, sin embargo, es difícil acusarles de falta de coherencia en la programación de su sala… Tu Perra propone, desde su mente perruna y su mirada en blanco y negro, que este teatro innovador y diferente posibilite espacios en esos centros oficiales, que se empuje su presencia, que se utilicen las influencias y oportunidades para que este “otro” teatro no quede relegado a la precariedad infinita en esos espacios alternativos. Deseamos una colaboración activa y fructífera entre los espacios y centros oficiales y los espacios como Pradillo. Para que no existan techos y barreras entre uno y otro. Para que la energía creativa de la ciudad no se ahogue. Y los creadores puedan respirar y proyectarse. La responsabilidad de que esto suceda es de todos los agentes implicados: creadores, estructuras, gestores, salas, centros oficiales, cronistas y gacetilleros, perros y padrinos.

En este sentido la inclusión de El Conde de Torrefiel en la programación del festival de Otoño (en Pradillo, es decir, estás, pero en tu sitio) es significativa. No sabemos cual habrá sido la influencia de Getsemaní y su equipo en esto ni qué se le habrá pasado por la cabeza a Ariel para que suceda… Y encima le encargan un textito a Pablo Caralana para la revista del festival. Ver para creer.

Oxigenemos con una digresión prestada:

“Nada es lineal, todo acontece en un sin fin de pliegues, por debajo del juego macropolítico hay una miríada de interacciones micropolíticas produciéndose a las que siempre hay que estar ligado, porque allí se reabren las posibilidades. Hay algo de este orden que debemos aprender a cultivar como una potencia propiamente política, para evitar tener que seguir manejándonos con la imagen de un gran movimiento social que nos atraviesa y alcanza una forma magnífica, definitivamente fantástica, nueva y deslumbrante. Sobre todo, porque una vez que la movilidad circula por otras frecuencias o alcanza otras gradaciones -como en América Latina empezó a ocurrir a partir de 2003- pues la sensación de fracaso se vuelve inevitable y todo el mundo queda deprimido” (Suely Rolnik)

3/


Tu Perra no quiere repetirse demasiado, así que les recuerdo el consejo perruno de la semana pasada: escupan a todo aquel que pretenda encerrar bajo el techo de lo “alternativo”. A no ser que esa etiqueta se acompañe de recursos, apoyo, medios, visibilidad. Y si no, salivazo.

Un Perro Paco proponía una alternativa llena de inventiva (ya van saliendo las rimas…un poco de paciencia…): reventar este techo a hostias. Tu Perra no está muy segura de que los techos se revienten a hostias, o no sólo, y sospecha que habrá que usar una conjunción de estrategias que incluyan violencia, seducción, talento y oportunidad. Siempre habrá tiempo para recolocar el techo y cobijarse si la lluvia arrecia, rain dogs.

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4/

Todo lo anterior apuntala el problema de “lo alternativo” como concepto y yugo. El uso de “lo alternativo” a modo de palabras mágicas. La manipulación del lenguaje. Un inocente mecanismo de defensa de la mediocridad oficial ante la pujanza de lo innovador. Un corsé. Que puede ser seductor y lleno de encanto. Erótico y seductor. Ocupar portadas de revistas. Pero que, con el paso del tiempo, no deja respirar.

Y así, con el uso interesado de las palabras y nuestra manera de nombrar y etiquetar llegamos a Messiez: Las palabras. Cuarta Pared. Festival de Otoño a Primavera (sic).

Las palabras nos presenta un mundo golpeado por la peste. Una enfermedad incurable que hace crecer bultos a través del sistema linfático, en las axilas, en el cuello, en el sexo. Una peste que no encuentra cura y acumula cadáveres en las aceras. La muerte se instala en las calles, en las casas, en las plazas. Llueve ceniza y la desesperación es sumisa y tranquila. Se espera, tan solo, que pase. No hay mal que cien años dure.

Messiez encuentra en esta peste una oportunidad. Si nada se puede hacer, ¿qué podemos hacer?

Y nos dice: las palabras se descuidan, se usan sin pensar, dándolas por supuesto, arrancando de ellas su capacidad estética, su belleza. Y en esta belleza encuentra un valor. Y de esta estética, Messiez infiere una ética. Una ética del decir. Y cree en la belleza de las palabras como garante del buen vivir. Un formalista optimista. Un viejo sueño este de unir belleza y bondad. Si algo es bello será bueno, decían algunos.

Y el rumor corre por todos lados: ¡las rimas y la poesía curan! y los consejos se escuchan a media voz: ¡si hablas en verso te bajan los bultos! Y la gente empieza a rimar. Y a sanar. Las palabras bellas destierran la peste. Y la peste se va. Y es bello escucharlo.

Esto es lo que Messiez nos presenta en la primera parte de su obra. Y mientras, cantan ¡Ay qué dolor! ¡Ay que dolor! para detener el dolor de su cuerpo, disfrutamos de estar allí. Escuchando el decir.

Messiez, luego, también nos dice otras cosas. Nos dice que ante los tiempos oscuros uno debe sonreír. Y construye toda una escena para contárnoslo. Y nos dice que las palabras del amor son las más sinceras, las más bellas, las más puras.

Que cuando el amor se muere
las palabras se afean,
las rupturas no riman,
tu tristeza se llena,
y los cuerpos, chillan.

Hay un médico y una historia de amor, también. El médico no tiene cura para la peste. Y se refugia en el amor. Pero es difícil empatizar con los protagonistas de esta love story. Todo es muy rápido y la conjunción escénica de Orazi y Javivi no acaba de funcionar. Para estar a la altura de la intensidad argentina, el médico grita y empuja su expresión como como si fuera un personajes de una obra distinta. Y este amor total, relega a todo el resto de la historia a la función de fondo, de entorno. Que escuchamos y conocemos a través del Coro que comenta la historia de la peste y de las rimas. Pero la potencia de esta historia que plantea Messiez queda sepultada bajo la historia de amor más grande jamás contada. Y aquí es donde esta Perra cree que la obra pierde gran parte de su capacidad de sugerencia. Cuando queríamos habitar este mundo en busca de belleza y palabras, ese mundo atemorizado y violentado, asistimos a una historia de amor que no necesitaba este contexto. O que no lo usa. O que no le afecta, en realidad. Desdibujada de pura intensidad.

Las palabras es una obra cursi, sí. ¿Y qué pasa? Como las películas de Douglas Sirk o los pasteles del domingo. Como las bayas Goji y la música indie. Lo cursi es siempre introducido por David Lynch en un mundo oscuro. Y funciona. No hace falta hacer Meditación Trascendental para sentirlo, joder. Messiez tenía lo cursi y tenía lo oscuro. Y en vez de introducir el uno en el otro, los ha yuxtapuesto. O incluso ha hecho a uno la figura y al otro el fondo. Y de esta forma ha desactivado su oscuridad en una catarata de palabras (rimadas). Y sí, las rimas quitan gran parte de su fuerza a la capacidad expresiva de Messiez, paradójicamente. Y la puesta en escena es convencional y sin brillo. La búsqueda de las palabras para contarse, se ha visto atraída por la propia belleza del lenguaje. Encerrada.

Sin embargo, esta Perra cree que las ideas que habitan Las Palabras son útiles para pensar(nos). Fértiles. Si la belleza es lo que nos dará una buena vida. ¿Qué hacemos con la belleza que nos rodea? Todo este brillo, toda esta juventud, toda esta energía que vemos por todos lados. Si el capitalismo nos vende belleza a cada paso. La belleza de lo nuevo. De lo diferente. Si cada pervertido discurso se enmascara con el aspecto de lo bello a través de sus empresas de marketing, asesores, creativos publicitarios. Entonces, ¿Podemos seguir confiando en que la belleza nos salvará? ¿Podemos creer todavía en la inocencia de las palabras que nombran? ¿Es el teatro el escenario de esta belleza? No hay poesía después de Auschwitz, ¡alternativo!

TU PERRA

Pd: Una cosa más: la carta de Cornago está que te cagas.

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Hay quien se pone unas gafas de sol por tener más carisma y sintomático misterio

Se ha hablado mucho en Teatron estos días sobre la necesidad de descentralizar y colectivizar las narraciones (por ejemplo, aquí). Poco a poco lo vamos consiguiendo, le joda a quien le joda. Pero también, desde hace unos meses, desde algunos think tanks se está configurando una realidad escénica que merece la pena ser cuestionada. Dibujemos una cara más al poliedro. La portada de la semana pasada de El cultural de El mundo da qué pensar. El titular reza así: “El off madrileño asalta la cartelera. Big bang en las salas alternativas”. En verano fue el Babelia de El País, con un extenso reportaje sobre lo que bautizaron como “El teatro de la resistencia”, y hace un mes un panfleto publicitario en ABC.es que retrataba “Diez salas alternativas de Madrid”.

Pongamos que cualquiera de nosotros tiene un primo o una prima que ni se acuerda de la última vez que fue al teatro, o que le suena que le llevaron a ver con el colegio “La venganza de Don Mendo” o algo así, pero nunca sabe a qué teatro porque seguramente ahora tiene nombre de helado o de aseguradora. Pongamos que charlando con nuestra prima o nuestro primo surge el tema del teatro y tal, porque nos quiere y sabe que nos gusta y eso, y dice:

Joder, ¿hay que ver cómo está el patio? Llevo un tiempo leyendo por ahí que el teatro va de puta madre. Y luego lo del teatro alternativo. La de salas alternativas que no paran en Madrid de hacer teatro alternativo. ¿Estarás contento? ¿no?

¿Alternativas? ¿alternativas a qué? ¿alternativas a qué tipo de tradición escénica? ¿alternativas a los dinosaurios públicos? ¿alternativas a los teatritos privados? ¿alternativas a las grandes cagadas privadas? ¿alternativas a las alternativas de siempre? ¿alternativas para qué público? ¿alternativas para qué tipo de creadores? ¿alternativas a qué industria escénica?

Que quede claro, mola que se haya generado este movimiento escénico en Madrid. Parafraseando a Perogrullo, cuantas más salas de teatro abran, mejor; cuanta más gente esté haciendo teatro, mejor; cuanto más público vaya al teatro, mejor; cuantas más posibilidades existan en el campo escénico, mejor que mejor.

El problema es, por decirlo rápidamente, la apropiación de un universo lingüístico. Palabras como vanguardia, experimentación, etc., no sé si pertenecen al mismo universo que Microteatro por dinero, La casa de la portera, etc. Por supuesto que cada sala es un mundo, y habría que hacer un análisis pormenorizado de ellas. Pero como decía antes, se está gestando una narración que parece haber conformado una realidad escénica compartida masivamente, en la que Madrid está lleno de salas alternativas como Nave 73, Sala Mirador, Sol de York… en donde se hace un teatro alternativo que, a lo mejor en esto sí que tienen razón, lo está petando en taquilla. Pero el tipo o los tipos de propuestas escénicas de dichas salas en poco se distinguen de aquellas que se programan en las anquilosadas salas públicas y privadas que sirven de negativo al definirlas y categorizarlas. El lenguaje es perverso. Una de las primeras compañías del actual director del CDN se llamaba “Producciones Marginales”. En los artículos mencionados se pueden leer cosas como:

“Un abigarrado circuito de espacios de pequeño formato que se suma a otros emblemáticos del off madrileño: Cuarta Pared, Triángulo, Alfil, Pradillo…”

“Autores y directores han encontrado su hueco en espacios de vanguardia”

“Sobre sus tablas se encuentra la esperanza de renovación del teatro en la capital”

“Son un laboratorio perfecto en el que experimentar con nuevos lenguajes escénicos”

 “La explosión está aquí y todo el mundo la aplaude”

Esto es lo que el público recibe, y consecuentemente es lo que busca cuando va allí, y lo que seguro termina encontrando. Ojalá fuera como lo cuentan, de verdad, pero no creo que así sea. Por dibujar una cara más al poliedro. Por cuestionar toda esta narrativa… No me creo lo que me cuentan. Y estoy convencido de que esta historia hace un flaco favor a las artes escénicas.

Lo repito, estupendo que abran salas, estupendo que los creadores encuentren un espacio en el que desarrollarse, estupendo que el público de teatro aumente… pero llamemos a las cosas por su nombre. Si al decir tobogán estoy diciendo tiburón, o si al decir esponja estoy diciendo tenedor, tenemos un problema. Confunde. ¿Alternativas? NO en cuanto a innovación y renovación de lenguajes escénicos… o sí, lo cual será preocupante a medio plazo. SÍ, vale, alternativas en cuanto a otra forma de entender la industria escénica, de la que habría que aprender algo.

Por ejemplo, han utilizado y evidenciado el deseo latente que existía en el público de encontrar algo nuevo. Atención, la gente está ávida de experiencias vivas. Aprovechémoslo. Dejemos de lamernos las heridas. Sabemos que el público se hace.  Blablablá. Pues a por él. A por el público y a por sus gustos. En Barcelona ya pueden celebrar la tercera temporada de la Secció Irregular del Mercat de les Flors. En Madrid Teatro Pradillo es una prueba más de que hay esperanza y mucho trabajo por hacer. Los problemas de este tipo de propuestas son otros. Tu Perra, promiscua colaboradora en Perro Paco nos hablaba de ello en su último post. Es verdad que en este país existe un techo para dichos contextos escénicos. “¿Y qué vais a hacer con ese techo?”, preguntaría nuestro primo o prima. A lo que tendríamos que responder: reventarlo a hostias. A ver qué pasa.

Un Perro Paco

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