El Triunfo de La Libertad
Hola Óscar, he visto por los blogs de tu tierra que se vuelve con lo de la juventud. Recuerdo que cuando la Tristura también se hablaba de eso. La juventud es una edad muy bonita. Yo me acuerdo siempre (lo siento), de aquella misa que dio el Papá en Madrid a los jóvenes, en la Plaza de Colón, creo, y de estos gritándole: tú eres el más joven, y así durante no sé cuánto tiempo, no paraban, y oías los gritos y veías al Papa… lo de la juventud tiene muchas caras. Me pregunto desde dónde se enuncia ese discurso, si son los propios jóvenes los que lo construyen, o los que han dejado de serlo.
En todo caso no te quería hablar de esto, o quizá sí, sino de El Triunfo de La Lbertad, lo que han hecho María La Ribot, Juan Domínguez y Juan Loriente, que por el título, la verdad, bien podría pasar como una obra de juventud. En fin, quitando algunos detalles, quién puede decir que no son jóvenes, no tanto como el Papá, pero jóvenes también. Hacía tiempo que no hacían nada juntos, y dicen que han trabajado un montón. Estoy seguro. Si algo se sentía en la obra es lo de las ganas, las ganas con las que han estado currando. Las ganas son el principio de la acción. Supongo que de ahí el título: no han querido dejar de aprovechar la oportunidad (llevaban ya tiempo con la idea de hacer algo de nuevo los tres) y para ponerse el listón bien alto qué mejor que este título. Una obra que se llama El Triunfo de La Libertad o es un musical o es un fracaso o es un milagro. Ellos han optado por lo tercero, pero se han quedado en lo segundo, o al revés, no sé: en todo caso por ahí anda la obra, a mitad de camino entre el fracaso y el milagro. Han apuntado alto, eso sí, si no, cómo entender lo del título.
Es bonito volver a reencontrarse, hay tanta energía ahí detrás; tanta energía y tanta experiencia, un pasado común, una historia compartida y distintos lugares desde los que seguir pensando cómo sigue esto, esto del teatro, de la danza, de la cultura, de la ciudad de la que salieron, de España, de Europa. Los tres trabajaron en Madrid y los tres salieron de Madrid, como tantos otros; de ahí se sale pero no se vuelve, ya me lo decías tú una vez. Uno podría pensar que lo del título va de broma, pero no, va en serio, lo de El Triunfo de La Libertad es un juego muy serio. Eso sí, lo del juego que no falte, si le quitamos al arte (o a la vida) lo que tiene de juego con qué nos quedamos… También esta obra parece que habla de la muerte, eso decía un señor del público, muy emocionado, cuando acabó. Tendrá que ver con la muerte, seguramente, y con el paso del tiempo y con las ganas de seguir estando ahí, en escena, aunque no sepamos bien cómo, pero lo del juego, el humor y las risas que no falten… ¿estará esto relacionado con lo de la juventud?, ¿jugará el Papa mucho?
El Triunfo de La Libertad es una calle del Distrito Federal de México cuyo nombre oyeron de pasada cuando iban en taxi, y ahí quedó como título… ¿por qué no?, ¿no suena bien? Lo importante en todo caso no es si suena bien o no, sino que si le pones a una obra ese título te la juegas. Y de eso se trata, de jugar y jugársela. Así que vaya el título por delante, el título y un año de trabajo para acabar presentando, en el estreno en agosto en Ginebra, 35 minutos de texto corrido pasando por unas pantallas LED. Cuatro tubos colgados del techo, dos en inglés, dos en francés (aunque los idiomas pueden variar), todo oscuro o casi oscuro, con una tenue iluminación que viene y va, y para dulcificar algunos momentos, como decía María, dos audios de música clásica. Si te digo la verdad, la música, que son sólo dos trozos, va por un lado, los textos por otro, la iluminación por otro, y además dentro del texto cada hilo va también por su lado… cómo no va a ir el público también por el suyo. De esto se trata, de que el público vaya también por su lado. ¿Comprendes lo del milagro? Cierto que el estreno les pilló un poco por sorpresa, luego la obra se alarga a una hora, durante la cual el público (el que decide no abandonar la sala una vez comprobado de qué va el juego), debe estar atento para poder leer los textos, que pasan con rapidez, en mitad de una oscuridad que no es totalmente oscura, pero es bastante negra; de esto se encargaba un tal Eric Wurtz, un tipo majo. Al cabo de un rato leyendo letreros suspendidos en mitad de la oscuridad, uno empieza a creer que algo se está moviendo por ahí abajo, es como un poco fantasmal, pero no queda claro si es por la concentración o por las ganas de que pase algo. Porque todo es un poco extraño. Pero abajo no pasa nada, o casi nada, aparte de los textos.
A la gente importante y al público en general, algunos de los cuales se desplazaron desde lejos para ver la nueva creación de estos tres nombres tan conocidos, parece que no les gustó el juego. Algunos si se quedaron hasta el final fue para verles la cara a los artistas en las ocasiones en las que tuvieron que estar después explicando el asunto, algo en lo que los encargados parece que insisten mucho, como si hubiera algo que explicar. Hubo reacciones violentas, no ya de un espectador o dos, sino en masa, con lo difícil que es generar esto hoy en día. ¡Qué bonito! Pero a medida que se corrió la voz del invento parece que estos brotes de violencia se han calmado. No creo tampoco que fuera la intención de la obra. Pobrecillos, me imagino a los tres tratando de defenderse delante de un público cabreado.
Lo que pasa con la obra lo vería hasta un ciego porque en realidad allí no hay mucho que ver, sino más bien que sentir, y a muchos lo que sintieron no les gustó. El problema es fácil de plantear: se trata de una obra escénica donde no salen los actores, ni los bailarines, ni los performers, ni nadie, pero no deja de ser una obra escénica. Este es el problema, que no sale nadie y no deja de ser teatro. Si fuera una instalación en una galería de arte, la cosa sería muy distinta. Una instalación, como cualquier otro evento al que acude un público, tiene una dimensión escénica, pero el teatro (perdón por la palabra) tiene una dimensión escénica muy particular, que es la que hace que uno se pueda llegar a cabrear o a aburrirse de una forma infinita. Ese es el peligro del teatro. Convocar a un público con la excusa de que van a ver una obra de teatro, danza, performance o lo que sea “en vivo”, sentarles a cada uno en su sitio, apagar las luces y tenerlos allí una hora leyendo, es algo que solo puede funcionar si se entiende (es decir, si se siente) que, efectivamente, están viendo algo en vivo. Pero qué es lo que había que ver allí, aparte del texto.
Confieso que yo fui de los que pagué un billete de avión para ver eso que ya sabía que iba a ver: a Juan Domínguez, María La Ribot y Juan Loriente no estando en escena. Qué les había llevado a no salir a escena, y sobre todo, qué habían decidido poner en escena en lugar de su presencia. En la escena, siempre está uno en lugar de otro, tiene que ver con la magia y quizá con el transformismo, que parece que fue un tema durante el proceso de construcción de la obra, lo de transformase y quizá transformar así también lo que les rodea, y qué es lo que había en lugar de su propia presencia: una relación, en el doble sentido de la palabra: un relato, por un lado, a base de ideas, citas y ocurrencias, que queda como huella de esa otra relación, por otro lado, la que ellos han mantenido a lo largo de este tiempo de trabajo; una relación que en otros momentos hubiera pasado por el intercambio de acciones, movimientos, personajes, y que esta vez, sin descartar todo eso, tuvo mucho de palabra, de charla, de discusión, de ideas. Es posible que las necesidades de la escena hayan cambiado, o haya que afrontarlas desde otro lugar, que cuando antes había que inventar un lenguaje, ahora hay que crear un lugar, un lugar frente al público, un espacio público en el que se deje oír algo acerca de ese grupo de personas que están ahí. ¿Qué les pasa? ¿Por qué han venido?
Marx decía que el mundo no había que interpretarlo, sino cambiarlo. Esta cita no estaba en la obra, quizá podría haber estado. En todo caso parece evidente que esta obra no tiene que ver con lo primero sino con lo segundo, y que si se han llegado a algunas interpretaciones acerca del mundo, de la sociedad o la historia, no ha sido sino para determinar ese segundo polo, la necesidad de cambiar, de desplazarse, de reinventar el lugar en el que estamos, empezando por el escenario. Para eso hacemos teatro, para que las cosas, incluso la historia, pueda ser otra, incluso una historia tan conocida a estas alturas como la que envuelve a estos tres artistas. No es una tarea fácil, hace falta quizá mucha juventud, o en todo caso muchas ganas de seguir jugando. Quizá por eso decía Loriente que él lo de la muerte no lo veía tan claro. En realidad, lo curioso es que nadie terminaba de ver claro de qué va en realidad lo que han hecho. Eso es lo bueno de embarcarte en una obra que se titula El Triunfo de La Libertad, que nadie sabe de qué puede ir esa historia, que hay que hacerla sobre la marcha, sin saber muy bien a dónde se va. Pero llegar, han llegado a algún sitio, o por lo menos han salido de uno.
Como siempre, se trata de hacer, de hacer en escena, en eso no ha cambiado nada. Aunque esta vez sea más difícil. La pregunta es qué es lo que están haciendo, y como a una acción se le responde con otra acción, podemos darle la vuelta, y preguntarnos qué estamos haciendo nosotros. O por ponerlo más fácil: qué no están haciendo ellos, y qué no estamos haciendo nosotros, porque una cosa determina la otra. Su no acción tiene que ver con esa otra no acción de los que están ahí delante. Lo interesante es que esta vez ese aparente no hacer se ha convertido en una forma de hacer.
El espectáculo se ha desplazado, pluf, desaparecieron los artistas, en su lugar tenemos unos textos, signo inequívoco de un no estar, y sobre ese vacío lo único que queda es el público sintiéndose más público por defraudado, confundido, por no saber cómo seguir creyendo que eso que están viendo es en realidad una obra de teatro, que no los han engañado, tratando de sostener la imposibilidad de ser espectador de aquello que estaban esperando ver. Lógico que uno se cabree, si al final de tanto siglo XX y de tanto experimentalismo, de tanto proceso y tanta obra abierta, la obra sigue siendo la obra, y el resultado, el resultado. Y dónde están aquí los resultados.
El juego que plantea no es fácil, sobre todo para el buen espectador (de buenas obras), a los que nos tienen acostumbrados estos creadores. Aquí se trata de creer; como en el viejo teatro, o en los espectáculos de magia, es una cuestión de ilusión, de creer en algo que no estás viendo, pero que lo sientes, que casi puedes llegar a verlo. Créanselo: esto así no va bien, aquí está pasando algo raro, ¿no se dan cuenta?
Hola, buenas noches, hoy es 16 de diciembre del 2214. La temperatura exterior es de 80 grados. Exactamente la misma que el año pasado a esta hora.
La obra propone un recorrido por la oscuridad con citas de Voltaire y la Ilustración, reflexiones sobre el fracaso de la sociedad, el caos de la historia, la falta creciente de libertad en los últimos veinte años, la imposibilidad de comprender todo, el no saber qué hacer, y de regalo, a modo de columna vertebral, la historia de Paco y Águeda que vuelven al mismo hotel en el que estuvieron de luna de miel en Santo Domingo cincuenta años antes, y se encuentran en la discoteca del hotel con el mismo espectáculo del gran Nelson rompiendo nueces con la polla. Entre medias la pregunta del millón: ¿Por qué has venido hoy al teatro?
“Hoy, nada”, escribió Luis XVI un 14 de julio de 1789.
En Madrid no sé si llegaréis a ver la obra, además con ese título, en una ciudad tan poco metafórica, en la que todo se toma tan al pie de la letra, va a estar difícil; lástima, porque además de hablar mucho de Madrid, esta obra hay que tomársela así, literalmente, al pie de la letra. Es una obra muy madrileña, solo allí se llegaría a comprender todo su misticismo, en el mejor sentido teatral de esta palabra. En una tierra tan dada a transcendentalismos teológicos no puede pasar inadvertido el misterio de la ausencia. Yo me la imaginaba representada en las iglesias durante los días de Semana Santa, cuando el sagrario, donde suele estar el cuerpo de Cristo, queda abierto y vacío, y los feligreses entran y salen de los templos, confundidos, porque no hay misa, a la espera de la resurrección y la vuelta a la normalidad de sus misas y sus coreografías. Yo me imaginaba estos tubos LED con los textos en latín colgados de los ábsides de todas esas iglesias de Madrid, y la gente de teatro yendo a las iglesias, y los creyentes yendo a los teatros. Todo tan viejo, tan vetusto. Una ciudad con tantos teatros y tantas iglesias, y nadie sabe quién los llena. ¿Pero de dónde sale esa gente? Son como los votantes del PP, que tiene mayoría absoluta y luego nadie los vota. Los misterios de la fe. Menos mal que siempre os quedarán esas bellezas en tacos y lentejuelas, transformistas de la noche que con su magia y sus nueces seguirán haciendo posible lo imposible. ¿No era esa una definición de teatro que te daban en la Escuela? Ay, el gran Nelson y sus nueces, tú sí que sabes hacer teatro. Una amiga me decía que había que ser muy puta para aguantar lo de Madrid, pero no te preocupes, que puta hay que ser en todos los sitios, lo importante es hacerlo con gracia, y allí tenéis mucha.
Nada pasa por casualidad.
Nelson Candela,
correspondencia con Óscar Cornago.
Romper el molde: poco pan y pésimo circo
Para repensar es necesario -en un principio- haber pensado y aquí hace mucho tiempo que no se piensa nada, simplemente se repiten moldes. Se asumen situaciones sin cuestionarlas o sin tener el suficiente poder para ponerlas en cuarentena. Muchas de las acciones que se llevan a cabo son sencillamente -y por desgracia- inocuas. El sistema las deglute y las vuelve invisibles: las tacha de raras, de rebotadas, en definitiva, de minoritarias. En esta democracia póstuma y esquelética en la que vivimos las minorías no importan; la mayoría se convierte en un arma arrojadiza para silenciar todo lo demás, los márgenes. Y sin margen no hay centro. La mayoría silenciosa tiene el poder de acallar. Pero, ¿qué diantres es la mayoría silenciosa?, ¿el que calla otorga o nos obligan, para poder disfrutar de algunas migajas, a permanecer callados? ¿Se alimentan con nuestro miedo?
Brecht hablaba de tomar posición. La mayoría silenciosa es el paradigma de la no toma de posición, del conformismo, del ande yo caliente. Nos han robado la capacidad de mirar el mundo con perspectiva. Han achatado nuestra mirada, y por lo tanto, nuestro modo de pensar, de re-pensar y re-inventarse. La fórmula: si tú no quieres el trabajo, no pasa nada, tengo a mil personas esperando en el pasillo que serían capaces de hacerlo; es una soga que se mece por encima de nuestras cabezas.
No será posible un cambio profundo hasta que no se rompan los moldes. Tenemos que ser capaces de adaptar la sociedad a nuestros deseos, no a los deseos de otros que jamás tendrán en cuenta los nuestros. El trabajo debería ser simbiosis: por ti y por mí. No todo por ti y nada por mí. Y vuelvo, perdonen ustedes, al ejemplo de los empresarios teatrales y la multiprogramación, pues me parece clarificador.
Parece ser que el único que es empresario es aquel que posee una sala, por eso hay gente que piensa que es lícito que hagan todo lo posible para obtener beneficios (cuantos más mejor). Liz Perales recogía el guante de nuestro artículo anterior, éste, y nos respondía sin citarnos: acá. Para que un empresario sobreviva puede llevarse por delante a todas las compañías: que también son empresas, que también dan trabajo (más que la mayoría de salas de pequeño formato), que ponen sus ahorros en sus producciones, que tienen gastos y se las ven canutas para recuperarlos. En definitiva, son la fuerza motriz de trabajo. Las compañías (actores, dramaturgos, directores, técnicos, etc.) son los cimientos básicos del teatro. El multiprogramador se aprovecha vilmente, con un sistema de porcentajes calculado por él para que casi nunca le devenga un resultado negativo, del trabajo de los demás. Ni siquiera tiene que encargarse de la difusión: las cuentas les cuadran simplemente con que vengan los contactos y familiares de las compañías. Por eso solo programan durante dos o tres días. Si va mal, ellos no pierden. Si va bien, si la compañía tiene su público (el público de la compañía, no el público de la sala: pues a la sala se la suda generar público y por eso no define, en la mayoría de las casos, una línea de programación), te dan otros dos días. Y así sucesivamente. La compañía nunca estará, con este sistema, en igualdad de condiciones. El empresario piensa que tiene miles de compañías esperando a las puertas de su despacho para ocupar el lugar que otros no quieren. Es la pescadilla que se muerde la cola. Es necesario reclamar y fundar un sistema de comercio justo en el mundo del teatro. Es más importante el campesino que siembra el café que la multinacional que lo pone en el supermercado. Deben convivir, al menos, en igualdad de condiciones. Tomar posición. Tener nuevas perspectivas. Nuevos puntos de fuga. Los porcentajes de taquilla son, en la mayor parte de los casos, inaceptables. Esclavistas, incluso. Proxenetas. Repito enlace, leer esto.
Nota: García May dedica su última columna a las multisalas, aquí.
Fotografía de Angelo Piero Di Lioni
Pongamos otro ejemplo. Las instituciones públicas. Para llegar al mando de determinadas instituciones hay que pasar por unos aros (los mismos desde hace tiempo, viejunos, sometidos al poder reinante) que imposibilitan un nueva reestructuración. Alguien con 30 años que quiera ser director del CDN a los 50 años sabe lo que tiene que hacer para posibilitar su deseo: tiene que repetir el modelo que le precede y deber favores que le atan de pies y manos. He escuchado que determinados directores de estas instituciones ya tenían claro que lo que ansiaban en su vida era ocupar estos puestos desde que estaban estudiando en la escuela y para eso, claro está, tienes que encaminar tu vida hacia tu objetivo. No pueden sacar demasiado los pies del tiesto. Y cuando llegan, aunque su intención sea buena, el margen de maniobra es mínimo pues han ido firmando, de forma metafórica, demasiados contratos.
Y esto tiene lugar bajo la mirada de unos medios de comunicación (no todos) cómplices y complacientes. Hay que recuperar el pensamiento, romper el bucle (pese a la inercia), sacar los pies del tiesto. Crean cauces de visibilidad, acercar las propuestas al público (a pesar de todo), hablar, hablar mucho, no callar, fundar escuelas del espectador, organizarse de nuevo, dotar de herramientas al público para que no se le dirija la mirada. Para que la dirija él. Aunque vuelva al principio. Pero volverá él mismo, no dirigido (entre comillas). Que las escuelas teatrales no obvien lo que ha ocurrido en los escenarios desde hace 40 años (aunque esté todo inventado, aunque todo se repita). Formas de mirar y formas de hacer más críticas. Desliar la madeja. El sistema se oculta para que nuestras balas no encuentren la diana. Crean dianas secundarias. Hay que encontrar el centro. Nosotros también somos parte de esas dianas. Quizá haya que apuntar también hacia nosotros mismos. Fundir el molde y crear, con la misma materia, un molde nuevo.
Otro Perro Paco
IV Festival inTACTO. Larga vida.
En Vitoria, el viernes, llovía. Llegué empapado pero tenía el tiempo suficiente para pasear por la Calle Cuchillería para tomar unos zuritos, unos pintxos, un café y algún pacharán.
Este fin de semana fui a Vitoria para asistir a la IV edición del Festival inTACTO, promovido por Factoría de Fuegos, en el Artium (Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo).
Fundación Collado-Van Hoestenberghe
Después de la inauguración: la presentación del Festival, los colaboradores, la programación…; nos invitaron a un vino de Navarra y entramos a ver la primera pieza De milagros y maravillas -Conferencia optimista- de la Fundación Collado-Van Hoestenberghe. Por el título, antes de saber nada y de haber visto nada, la cosa me recordaba a esto, esto y esto. Tenía que ver, pero no tenía nada que ver. Una pieza juguetona, con humor, con tiempos medidos y coqueteo con el público, con unas plantas que iban ocupando el escenario sin saber muy bien porqué, con una estructura de conferencia algo deslavazada, pero que funcionaba de maravilla. O de manera milagrosa. Con música y canciones en directo de la mano de Barbara Van Hoestenberghe. La enseñanza de la obra: “el que no se divierte es porque no quiere”. Sabiduría antigua. Aquí un vídeo.
Después fui a ver el work-in-progress Estaba muerta, de Parasite Kolektiboa, interpretado por Garazi Lopez y dirigido por Hannah Frances. Una pieza de danza, con acotaciones proyectadas -que acabe por no leer- basada en la relación de la bailarina con su abuela Salomé. Patrones de movimiento, elipsis temporales, un hospital, un ataúd, el cáncer.
Etiquette, de Rotozaza
El sábado seguía lloviendo y había cosas a las que ir. Por la mañana Etiquette de Rotozaza, auto-teatro; pieza que ya vi en el Museo Reina Sofía. Experiencia para dos espectadores que se convierten en personajes al seguir las instrucciones que salen de unos auriculares. Y And the birds fell from the sky, de Il pixel rosso (Italia/Reino Unido), una experiencia para los sentidos, también de dos en dos, en la que participar en un amago de historia de unos payasos punkys. ¿Teatro invasivo? Unas gafas de realidad virtual y unos auriculares de los que salen otras instrucciones. Te montan en un coche y te pasean en una silla de ruedas. Vas al campo y te da la brisa en la cara. Te escupen en la cara. Algo a medio camino entre el videojuego y el teatro de los sentidos.
Por la tarde, platos fuertes. La propuesta de danza Gag, del Colectivo Qualquer, interpretada por la brasileña, que vive en el País Vasco, Luciana Chieregati. Una pieza sencilla, un cuerpo y un altavoz. Un génesis y una deconstrucción del sujeto, en busca de las raíces del significado y los significantes, ¿quién somos y cómo nos construyen?, que no dejó al público indiferente. 30 minutos densos, de movimiento incansable, de arcada, que no baja nunca la guardia. Me acordé de Patricia Caballero y de algún espectáculo que he visto de butoh.
El Pollo Campero
Después, El Pollo Campero. Comidas para llevar, que estuvo en el Fringe14 este verano. Sekvantaro. Piezas codependientes de duración relativa en las que las actrices intentarán no hacer teatro; es lo que su nombre indica y lo que explican las actrices en el espectáculo. Una propuesta plagada de humor, autoreferencial, que acaba con un fondo triste. Juega con el público y destapa algunos de los convencionalismos del teatro y del teatro contemporáneo y también de los “ruegos y preguntas”: un convencionalismo más. Cristina Celaya y Tatiana Sánchez han ideado un mecanismo que funciona y hace que el público esté con ellas, desnudándose literal y no-literal. Divertido.
Escenas para una conversación…, de El Conde de Torrefiel
Para terminar el día, El Conde de Torrefiel, Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke, publicado por Teatron.tinta. Lleno hasta la bandera. Hablaron del texto, aquí. Hablaron del último trabajo de El Conde de Torrefiel en Perro Paco, aquí, aquí y aquí. Y ellos hablan de los líos que tienen entre manos, entrevistados por Rubén Ramos, aquí. E.P.U.C.D.D.V.D.U.P.D.M.H. comparte rasgos con otras de sus piezas: irónica, narrativa, intentando traducir la realidad contemporánea en escena, lúcida, más o menos fragmentaria, con un gran espacio sonoro y una buena iluminación, con un poso amargo. Sutilmente trenzada: no deja de ser una ironía que una pieza que lleva a Haneke en el título sólo se hable de Lars von Tiers; o que la obra de ARCO sea una cabeza de ciervo, con un neón verde, como el logo de Jägermeister. La obra consigue dejar una atmósfera parecida a la que dejan las películas del austriaco. Inquietante y turbadora. No es nada nuevo decir que El Conde de Torrefiel es una las compañías más interesantes del panorama nacional. Pues eso.
Trópico #9. Tierra Quemada, de Txalo Toloza-Fernández
El domingo, para terminar el Festiva inTACTO, dejó un poco de llover. Por la tarde vi Trópico #9. Tierra Quemada, de Txalo Toloza-Fernández. Rubén Ramos habló de la pieza aquí. Pero Perro, un perro muy pero, acá. Un artefacto/instalación contunde e hipnótico, hecho de bolsas de plástico llenas de globos; con un relato duro y político, que nos invita a la rebeldía y nos da las instrucciones para quemar nuestra casa y que el fuego se expanda lo más rápido posible. A pesar del retraso y de los problemas técnicos la cosa estuvo bien, y el público, horas más tarde, aún seguíamos transitando la Tierra Quemada.
Después presentaron su proyecto Change my mind los ingleses Unfinished Business. Un trabajo que llevan gestando desde hace 18 meses y que explora la capacidad humana para el cambio positivo y su impacto en el bienestar.
Cosas que nos gustaría…, de Los Bárbaros
Y para terminar el fin de semana, Los Bárbaros y su obra Cosas que nos gustaría ver en un escenario, un trabajo juguetón, con tintes poéticos y políticos, improvisación y humor, que consiguió tumbar al público sobre el escenario. Un espacio que se va habitando, llenando de cosas, re-creándose. El dispositivo es sencillo: una lista, proyectada en castellano, vasco e inglés; y diferentes acciones que ilustran o dan un giro de tuerca a los enunciados. Ellos hablaron de su trabajo en su blog de Teatron, aquí.
La propuesta finaliza con una fiesta, repartiendo botellas de vino al público, una verbena de pueblo -Paquito Chocolatero incluido-, que dio pie a clausura del festival en el bar Darkablar.
Un fin de semana intenso. Un Festival que acerca la escena contemporánea a la ciudad de Vitoria, a pesar de su ajustado presupuesto. Cuando se quiere, se puede. En el páramo en el que se están convirtiendo ciudades como Madrid o Barcelona, propuestas en las afueras de lo que tradicionalmente son los dos grandes núcleos de exhibición, Festivales como inTACTO (Vitoria), Inmediaciones (Pamplona) -leer las crónicas de Marc Caellas, aquí, aquí y aquí– o Teatracciones (Burgos) son necesarias trincheras de resistencia. Larga vida.
Perro Pulga
Aullido
Durante esta semana, se ha celebrado en Girona, dentro del Festival Temporada Alta, la semana de la Creación Contemporánea. Una semana llena de nombres variados y variopintos, estrellas caducadas y estrellas en potencia.
El texto de mi compañero Otro Perro Paco me ha devuelto a la experiencia de la pasada semana. Una semana que se define sobre todo por el victimismo y lo mal entendida que está la creación contemporánea.
Intentaré ir por patas.
¿Dónde coño reside el victimismo? ¿Dónde se sitúa el artista que se siente víctima de un sistema capitalista, sin miramientos? Por otro lado, ¿cómo un festival puede dar visibilidad a un grupo de pobres artistas sin afectar a la clase rica, la clase burguesa, el teatro convencional, los actores de televisión, las visiones conservadoras, los grandes nombres con trabajos mediocres, la falta de valentía de sus programadores, la falta de producción comprometida, los compromisos con compañías recaducadas, el exceso de mamadas en forma de chupadas de culo, el lleno absoluto, el hacerse rico, los medios de comunicación comprados de antemano, el producir, el reproducir, el requeteproducir, el requetequeteque producir y la casposidad incesante al querer contentar a un público con una programación de un Festival que dura, ni más ni menos, que un mes y medio?
Pero aquí se huelen más cosas. Si ponemos la nariz en la programación podemos adivinar qué es la CREACIÓN CONTEMPORÁNEA según el Festival, quién está en el prime-time, quién está descuidado de la mano de Goofy y quién está allí para llenar un hueco que ni ellos mismos quieren rellenar. Pasen y vean y tomen sus conclusiones.
Lo único que me queda claro es que la producción no es sinónimo de calidad, que los nombres no son nada, que el trabajo lo es todo y que los curros deben aguantarse, sustentarse y existir por sí solos. Por otro lado, me pregunto cuando los programadores de Festivales y programaciones estables tendrán los cojones de programar como cabeza de cartel a todos aquellos artistas que llevan haciendo cola desde hace demasiados años, que han demostrado que su trabajo es viable, de calidad y comprometido con aquella cosa que se llama FUTURO, EXPERIMENTACIÓN y RESPONSABILIDAD.
Claro que el futuro es complicado, que la experimentación es confusa y la responsabilidad relativa. Pero me la pela. Soy un perro y quiero que me pongan cachondo, que me pongan a prueba, que me enamoren, que me trastoquen y no que me sigan recordando que soy un perro dócil por pagar una entrada, ver una mierda de estreno y no quejarme.
Pues me quejo y aúllo a los cuatro vientos que la cadena es interminable, que el Festival programa, los programadores ven, los programadores programan y los artistas siguen sobreviviendo cómo pueden. Que la mierda que vimos se volverá a ver, que lo bueno que vimos se verá menos, que el programador es el profanador y el especulador más grande dentro de la cadena del espectáculo, que su rol es perverso y que el paternalismo debería haber muerto con el principio de siglo. Que la palabra creación contemporánea te baja el caché, que el artista no cubre gastos, que el trabajo se ve afectado, que la gente aplaude y el artista siente que la inversión vale la pena. Que la inversión no vale la pena, que ser autónomo es una mierda, que el Festival te llama otra vez, que tú no tienes caché y que los favores abundan. El programador como el héroe, el artista como el pobre y el público como el rico; deberían enterrarse en algún sitio y no volver a verse nunca más.
O todos héroes o todos pobres o todos ricos.
PacoPacoPacoPaco