De perros, nombres, caretas y seudónimos anonymous

Cursi es todo sentimiento que no se comparte

Ramón Gómez de la Serna

 

Mucho se trata entre bambalinas en las últimas semanas la cuestión del anonimato en comentarios, foros, blogs, críticas, crónicas y escupitajos. El propio Maestro Ramos se pronunció con la ya icónica sentencia: “Perro Paco es una especie de Anonymous de la escena ¿no?” re-situando el debate sobre las máscaras, caretas y hocicos manchados que ocultan y emborronan los nombres y los rostros.

Si Tu Perra tuviera algo que decir sobre el tema, diría esto:

El anonimato, como herramienta, puede constituir una potencia. Con luces y sombras, claro. Como en casi todo, su pertinencia depende de su uso. De su aplicación y de su utilidad.

El anonimato se constituye como una identidad desdibujada. Un cualquiera. Todos somos, por tanto, susceptibles de ser parte de esa comunidad sin comunidad. La comunidad de los anónimos. Todos los rostros superpuestos dan lugar a una rostridad genérica. Y sin embargo, este nombre común permite la individualidad más radical. Un individualidad libre y conectada. Lo hemos visto en las pantallas de nuestros ordenadores y móviles. Lo hemos visto en las calles. Lo hemos leído en muchos lados. La fuerza del anonimato. La comunidad anónima reniega de jerarquías, reivindica la asamblea, el diálogo y la reflexión crítica, personal y colectiva. La comunidad de los nadie es la voz de la multiplicidad. Del entrechocar de pensamientos. Todos somos Perro Paco. Perro Paco somos todos.

Y una de las cosas que facilita el anonimato es que las palabras no estén contaminadas. Que las ideas y el ritmo de las frases construyan una comunicación. A puñetazos o con caricias. Pero sin interferencias. Y así, se discutirán las ideas, si son útiles o fértiles o pertinentes. Y se desecharán si son improductivas o nocivas o banales. Nada más justo para un Perro. Conversación o silencio. Las palabras no tendrán el timbre de voz conocido. Las relaciones personales no condicionarán estas palabras. Quitarse un poco del medio, que diría Paniker. No dejar que las alianzas, los grupos, las comunidades y las amistades interfieran en las palabras. Palabras, palabras, palabras. Para ello, como dice el gacetillero, la única consigna, la única exigencia posible es exprimir un poco las meninges. Para que las neuronas espejo habitantes de otras meninges entren en resonancia. Y trabajen también. Para rechazar, modificar, desestimar. Pero que trabajen.

Interesante parece en todo caso que las conversaciones a media voz, los silencios, las ausencias y las reacciones indecorosas salgan a la luz. Y podamos hacerlas propias, discutirlas, tomar conciencia de los desacuerdos y, en definitiva, manosearlas. Construir algo con todo ello. Una plural conversación. Creo que esto es algo extremadamente necesario para los creadores, además. Aunque fragilice. Aunque moleste. Porque un/a autor, compañía, intérprete, coreógrafo/a o director/a de escena tiene las siguientes maneras de encontrar una respuesta del “público” o del “contexto” o simplemente, de todos aquellos que van a ver la presentación de la nueva propuesta:

1/ La reacción del público durante la pieza: cómo respira, cómo reacciona, cómo atiende y observa;

2/ Las presencias y ausencias en el patio de butacas;

3/ Las conversaciones, laudatorias principalmente, de gente que se acerca al artista después del estreno;

4/ Los silencios de aquellos que no dicen nada ni se acercan a comentar nada (esa situación especialmente absurda que convierte al autor en un apestado que excitado, dudoso y ansioso después del trabajo hecho para llegar a poner sus ideas frente o junto a otros, se encuentra hablando de cualquier cosa con los espectadores) cuando es posible que ese mismo silencio signifique tantas cosas: rechazo, incapacidad de decir, éxtasis sensible o disgusto airado…;

5/ Los, en unas ocasiones insufribles y en otras, las menos, iluminadores Aftertalks que se proponen en algunos contextos y espacios (en muchas ocasiones el autor y su obra se convierten rápidamente en una excusa para hablar, lo que se agradece cuando este hablar construye algún tipo de pensamiento en común, y entonces la obra es una excusa genial para aprender y reflexionar. Pero otras veces es simplemente el momento que algunos eligen para oírse hablar a sí mismos eternamente – no hay que ir muy lejos para saber a qué me refiero si estuvisteis en la conferencia de Michael Hardt en el MNCARS…);

6/ La críticas que puedan publicarse en la prensa (en el caso de las artes vivas contemporáneas su presencia es nula o milagrosa, y no hay mejor noticia que descubrir los textos de Pablo Caralana en El País estas últimas semanas) o en blogs y webs que siguen el desarrollo de la escena. La sensación de esta Perra es que la mayoría de estos blogs (sí, generalizando y exagerando, ¿si no como cojones voy a explicarme bien?) practican la lisonja aséptica, el bienquedar y la superficialidad en su acercamiento;

7/ La proposición de actuaciones, residencias, co-producciones, giras y bolos, que se constituye como algo fundamental para el artista, pero que sitúa la única recepción relevante de la práctica artística en comisarios, programadores y acumuladores de poder;

8/ La revisión o crítica más seria y elaborada de la “Academia”, los estudios, las publicaciones de documentación y revisión artística, etc. Algo que escasea por estas tierras y que suele ir por detrás de los propios artistas y sus trayectorias, siempre un poco tarde, siempre un poco anacrónico;

9/ Las conversaciones pausadas o exaltadas con amigos y gente de confianza, seguramente las más productivas, pero con tendencias ensimismadas;

970325_10152485266120639_652952459_nFoto de Tu Perra en su cuenta de twitter

Y poco más. ¿Y los espectadores, compañeros, artistas? Silencio o lisonja. Los Seudónimos Anonymous sólo pretenden aportar una voz más. Una voz que son muchas. Porque cuando el autor no está presente se habla mucho de las propuestas. Y todos estos diálogos maravillosos entre espectadores, entre los que conforman esa mágica comunidad incierta de “los que lo han visto”. Y también las conversaciones de los que explican lo que vieron a los que no pudieron o no quisieron acercarse al teatro, a la sala, al museo. El intercambio, las preguntas, las conclusiones inacabables. Todo eso, es lo que los Perros, de manera humilde y con tono pedante (no os preocupéis: nos estamos controlando…) pretenden arrimar a la luz. Iniciar la conversación. Con el convencimiento de que nos va a enriquecer. A todos.

Recordemos: los Perros escriben porque les sale de los huevos, sin cobrar un duro (pagando su entrada, en realidad), peleándose con el teclado del ordenador. Discutiendo consigo mismos. Tratando de generar pensamiento, coreografiar las ideas, encontrar las preguntas adecuadas. Exponer las dudas. Valorar los hallazgos. Construyendo con sus recién salidos dientes una manera de mirar múltiple. Y con todos los errores que produce una experiencia “en práctica”, no están utilizando su liquidez anónima para convertirse en un comentarista de periódico digital. ¿Escupen, a veces? Sí, claro, es que nos han dibujado así.

Es obvio que el anonimato tiene sus riesgos. Su mal uso problemático. El insulto personal y gratuito desde esa invisibilidad. Lo podemos leer en cualquier noticia del periódico. Lo más básico y rudimentario de la comunicación alienada encuentra su lugar. La reducción de la dialéctica al improperio. Llevado al extremo, el desprestigio y la calumnia desde una posición confortable. Todo esto lo vemos a diario. Pero que los árboles quemados no nos impidan ver la potencia del bosque en crecimiento.

(Flashback),

En el 2005 se creó la plataforma Youtube. En 2006 se inventaron Twitter, aunque alcanzaría el uso masivo años después. En 2007 Zuckerberg da forma a Facebook. Pero hubo un internet pre-conexión. Una world wide web pre 2.0. Era la época del anonimato. De la explosión de los chats. De la quimera de los “portales”. De los avatares. De las máscaras. Del juego y la personificación. En aquellos años, la consigna fundamental era no dejar tus datos, ni tu nombre real, no ser controlado. Cuando internet era una red que aspiraba al control a través de los portales de contenidos y el desembarco empresarial en el entorno virtual. Este control explícito tuvo como respuesta el anonimato. Años después, el desarrollo de blogs, del universo de la 2.0, traía una idea revolucionaria: que los usuarios generaran sus propios contenidos. El control pareció ceder y entonces todo explotó. Internet invadió nuestra cotidianeidad. Nos habíamos convertido en trabajadores esporádicos sin sueldo de google, facebook, tmblr, twitter y demás empresas de recogida de datos. Estos datos están siendo vendidos a multinacionales, gobiernos y lobbies empresariales. Cotizando en bolsa mientras colgamos nuestros gatitos y nuestros vídeos de la policía pegándonos y las fotos de nuestros pies en la playa y nuestros caretos en todos los estados posibles. Paradójicamente, lo que antes era dificilísimo de conseguir, ahora, en esta era de control difuso y global, está siendo regalado. Todos los “me gusta”, todos los clics, todas las galletitas. Comenzaba la era del Control. ¿Mr. Burroughs donde estará?

Y, por supuesto, la primera consecuencia de todo esto fue la marginación y desprecio a los seudónimos. No queríamos más diferencias entre el mundo virtual y nuestro día a día real. Estaba todo tan ligado, que no tenía sentido ser “muchos”. Bastante teníamos con intentar ser uno en medio de toda esta velocidad. Y ahora queríamos saber con quién estábamos hablando. Hacer amigos. Confundir la esfera pública y privada, la esfera personal y la profesional. ¡Fuera las caretas! ¡Abajo los seudónimos!

Y la posibilidad de un mundo virtual distinto del real se esfumó. Uno y otro mundo se fusionaron y el nuevo proletariado ocupó sus asientos frente a la pantalla del ordenador. Y los Cualquiera sólo podían ser quienes eran. Y llamarse con sus nombres. No podían soñar ni creerse otros. Game Over. Insert coin. Se acabó el teatro.

Especialmente sorprendente son las dudas y recelos entre la comunidad de escénicas ante estas máscaras, personificaciones y juegos performativos con la identidad. ¡Perro Paco es una puta performance! Y, a veces, mejor que muchas de las cosas que se ven en los escenarios. Recomendaría a los recelosos y jóvenes imbéciles que se rían un poco y disfruten del espectáculo. Con nombres o sin nombres, con caretas o a hocico descubierto, qué más da. ¡Que corra el aire!

Bueno, ya he llenado tres folios y necesito que me saquen a pasear si no quieren que mee en la alfombra del salón. Ni dueño ni amo. ¡Guau!

TU PERRA.

facebooktwitter

Gorrón, lujos y meta-teatro

http://4.bp.blogspot.com/_cx6o7oJF8Go/TPRG9qoXJNI/AAAAAAAABp4/LQIR90799XI/s1600/perro.jpg

Bienvenido a casa. Roberto Suárez. EL CANAL-Centre d’Arts Escèniques Salt / Girona. Festival Temporada Alta. 

Hola, soy Perro Flaco. Flaco de no poder comer, de anorexia o flaco porque hago mucho ejercicio y no engordo.

El pasado día 2 de Noviembre estuve en el teatro “CanalArts escèniques de Girona” ya que me invitaron a ver un espectáculo que costaba 31€.

Después de dos líneas no puedo evitar hacer un paréntesis y repetir que la entrada vale 31€. 31€. 31€. ¿Quién puede ir a ver estos espectáculos? ¿Quién se puede permitir ir a ver más de dos obras al Festival Temporada Alta? La verdad, no tengo una respuesta. Me permito una mentira: estaba vacío.

De todas maneras, este escrito no es para hablar de los precios de los teatros y los festivales, ni para hablar del robo, ni de la posibilidad de que el teatro más grande que existe es, a veces, el que está en la entrada, ni de la confrontación de saber que has pagado mucho dinero y que te gusta pensar que “ha valido la pena”…. Hubiese preferido que el espectáculo fuese una mierda y poder quejarme de que me siento robado.

Pero no puedo.

1.Porque me invitaron.

2. Porque el teatro que propone es ambiguo dentro de la formalidad de sus formas. La oposición que las dos partes del espectáculo juegan son muy meditadas (entre una parte y otra hay gran cantidad de tiempo. Suficiente para contribuir al bar local con muchas cervezas, bocadillos y bravas y suficiente para haber creado todo una lista de posibilidades sobre lo que podría pasar en la segunda parte) y son un ejercicio que deslumbra capas por todos lados. Esas capas, se van cayendo durante la duración del espectáculo y van haciendo obvio lo que ya temíamos: no hace falta saberlo todo pero si darlo todo. No es necesario saber cuál es la historia de los personajes, cual es el problema real de la situación y saber si realmente ser actor es tan castigado como ellos lo proponen. Tampoco es necesaria una conversación honesta entre ellos, ni un momento de humildad total… Al final, lo que hay es teatro, actores entregados, misterio y una sensación de lujo. Lujazo.

3.Porque me generó pensamiento.
Al pasar los días, no he dejado de pensar en el meta-teatro. De hecho, pensé en que debería hacer un post sobre el meta-teatro. Sobre todos los actores y performers que juegan a cierta transparencia superflua y engañosa para hablar de teatro. Sobre todos aquellos personajes que se suben a un escenario y que se creen que ilustrar lo que hacen es hacer meta-teatro. Las definiciones son resbaladizas pero hoy, mañana a lo mejor me arrepiento, tengo el convencimiento ciego de que a los artistas les gusta saltarse el protocolo escénico y hablar de meta-teatro para así poder hablar más de ellos y lo sufridas que están sus vidas como artistas.

Otra putada es que la gente se cree más inteligente si entienden lo que ven. La gente entiende y la gente crece pensando que entiende. En verdad, no entiende. Lo que ha pasado es que se lo han contado.

Perro Flaco

facebooktwitter

Todo significa sin cesar y muchas veces

La semana pasada Teatro Pradillo acogió el universo creativo de Norberto Llopis Segarra. En poco tiempo hemos podido ver a Norberto en La Casa Encendida (¿Y si dejamos de ser (artistas)?), en el CA2M y ahora en Pradillo. Digresión. No pasan desapercibidas las concomitancias entre estos dos últimos espacios de creación e investigación madrileños. Cierro paréntesis. Llopis se trajo a Madrid dos perfomances, una conferencia y cuatro vídeos para el fin de semana. De lunes a miércoles compartió por la tarde cuestiones y acercamientos que ocupan su trabajo en una práctica artística. Todo bajo el nombre de “El espacio es un objeto”.

Llopis es valenciano, se formó en Danza y Coreografía en el Institut del Teatre, y después en el reconocido Máster en Artes Performativas DasArts, en Ámsterdam, ciudad donde vive y trabaja. Los que cruzamos poco los Pirineos, a eventos como el del viernes en Pradillo solemos ir un poco acojonados por si no estaremos preparados para asimilar los códigos. Por si nos sonará a chino u holandés. El propio Norberto dijo entre obra y obra que suelen acusar a su trabajo de poco comprensible. No estoy de acuerdo. Creo que si bien las artes vivas ponen en cuestión más que otras disciplinas la “comprensibilidad” de una obra, más aún cuando su núcleo no es la palabra, los que estuvimos en Pradillo pudimos entender nítidamente lo que se nos mostró en la escena y en la pantalla. Tampoco estoy de acuerdo con aquello que dijo Norberto de que no nos esforzáramos en buscar relaciones entre las tres piezas. Que no las había. Sin duda, éste es un vicio del que los espectadores de escénicas no podemos quitarnos. Además, cuando me dicen que no haga algo, primero se me dibuja media sonrisa en la boca, y acto seguido lo hago. Quisiera o no conseguir eso Norberto, los que nos pusimos a buscar asociaciones entre las piezas seguro que las encontramos, entre otras razones, porque como dijo el bueno de Barthes: “Todo significa sin cesar y muchas veces”.

Tendency. Al entrar en la sala, Norberto nos espera de pie con una larga cuerda enrollada en el brazo. Está cerca del público, nos mira. Entre él y el público hay una silla. Empieza a mover la cuerda de un lado a otro con distintos ritmos. La cuerda acaba golpeando a la silla. Poco a poco se aleja mientras alarga la cuerda y sigue golpeando la silla. Una y otra vez. Oímos el zumbar de la cuerda y su golpear en la silla. La silla funciona como un mediador entre nosotros y la escena delimitada por un cuadrado blanco hasta que nos convertimos en objeto. El riesgo de que se le pueda escapar la cuerda nos hace pensar en nuestro cuerpo como otro objeto golpeable. El cuerpo de Norberto se prolonga con la cuerda y golpea en la silla. “…dado un cuerpo A podemos formar nuevos cuerpo haciendo que los cuerpo B, C ,… se pongan en contacto con A. Decimos entonces que continuamos el cuerpo A y podemos continuar dicho cuerpo A hasta que llegue a estar en contacto con otro cuerpo cualquiera, X. Podemos llamar “espacio del cuerpo A” al conjunto de todas las continuaciones de dicho cuerpo”, dijo un tal Poincaré. Pues eso, si el cuerpo es un espacio, y el cuerpo es un objeto, el espacio es un objeto, o algo así, que oye, nos viene de perlas, porque es el título de la semana de Norberto en Pradillo.

Después de esta acción Llopis se pone a bailar, sobre lo que no puedo decir mucho porque poco sé de danza. Me interesó más cuando coge dos sillas, las sujeta estando cada una ellas apoyadas en una pata, nos mira y las deja caer. Un juego sobre las expectativas. Sabes que lo va a hacer, y esperas que lo haga. Expectativas satisfechas. Ay qué gusto. Y todavía me interesó más cuando choca una silla con otra, porque son el mismo objeto y no son el mismo objeto. Y más todavía cuando hace no sé cuántos fouettés en tournant con una silla en la mano. Porque fouet significa látigo y me recuerda a la cuerda golpeando a la silla, y porque me pone cachondo el riesgo de que se le pueda escapar la silla. Lo único que no me gustó fue escuchar el Claro de luna de Beethoven. Lo siento, me pasa lo mismo que con La Chica de Ipanema. No puedo más.

Por último Norberto se queda en gayumbos y corre con distintos objetos. Un pie de micro, una borriqueta, y un par de maderas. Una carrera de relevos por el espacio escénico en donde parece que el testigo es el cuerpo de Norberto y quien se lo releva son los objetos. Yeah. En la misma frase aparecen las palabras objeto, espacio y cuerpo. Estas casualidades son las que hacen pensar que la pieza tiene una buena dramaturgia. Quiero decir que es coherente, consistente y que las ideas se activan en escena de forma que Norberto seguramente consigue lo que quería. Guste más o guste menos.

Cosita. Descanso de diez minutos, pitillo y otra vez para dentro. Ahora cuelga una pantalla en escena. Vamos a ver unos videos. Norberto los presenta. El primero se llama Cosita. Grabado en 2006 en Holanda, es una joyita. Cosita es un juego en el que vemos cómo David Michael DiGregorio y Pere Faura proponen a cinco artistas que bailen cosita, o algo así. Al parecer les han dado unas reglas de antemano que deben respetar. Inevitablemente despierta la risa. Mecanismo clásico. Cuando el público sabemos más que a quien estamos viendo, nos hace gracia. Cosita nos muestra a dos personas que en una pequeña sala de ensayo dan indicaciones verbales en un lenguaje críptico, propio del arte contemporáneo más ensimismado o de la alta cocina. Por supuesto, ninguno de los artistas sabe bailar cosita. Cosita es ininteligible. Lo que consigue poner en evidencia mucha de la tontería que hay hoy en día en el arte, y que todos en algún momento nos hemos creído. Así, en el fondo, de quien nos estamos riendo es de nosotros mismos. Decir que en el vídeo hay un suceso llamativo. Una de las bailarinas consigue dinamitar el juego, ya que impotente pregunta a David y Pere que qué es para ellos Cosita. Bravo por esas personas contestonas e incrédulas. También se me ha quedado grabado el gesto de Guillem Mont de Palol al acercar la mano al piano buscando entender qué es cosita. Daría para una trilogía, y me sirve como excusa para pedir encarecidamente a Jorge Dutor y a Guillem que traigan Los micrófonos a Madrid.

Rita. El segundo vídeo forma parte de “un diálogo en continuo que quiere crear espacios para compartir actividades extracurriculares entre los miembros de Cabra”. El diálogo “funciona como un juego de relevos: durante dos meses los miembros de Cabra trabajan sobre algo con la idea de proponérselo a otra persona, y este dispondrá de otros dos meses antes de pasárselo a otra persona y así sucesivamente”. Lo que pudimos ver era una obra de Jaime Llopis. Sencilla y certera. Eso que siempre gusta pero que por desgracia no abunda en esta época barroca. Una mesa, un plátano, un martillo, una pelota de plástico y un cuerpo de mujer. ¿Las reglas? La gravedad y la materialidad de cada objeto. Nada más y nada menos. Con estas dos premisas la mujer juega a explotar todas las posibilidades imaginables que le brindan su cuerpo y cada uno de los objetos. Aquí las expectativas funcionan a la inversa que en Tendency, es decir, el público se sorprende de cada una de las acciones. Ay qué gusto. Pero al igual que en Tendency, el cuerpo de la mujer vuelve a convertirse en un objeto, y podemos contemplar otra vez cómo se crea aquel “espacio del cuerpo A”. No me quiero repetir, pero acabo de escribir en una misma frase las palabras cuerpo, objeto y espacio. Cuando la mujer se acerca a cámara y mueve las orejas en un primerísimo primer plano es un momentazo. A lo mejor ése gesto es cosita.

Y para terminar, como decía al principio, no pasan desapercibidas las concomitancias entre el CA2M y Teatro Pradillo. Pablo Caruana en su artículo de los jueves en El País vuelve a hablar sobre el ligoteo entre las artes escénicas y otras disciplinas. Un claro ejemplo de ello es que desde el renacimiento de Pradillo, muchos creadores han estado programados en estos dos espacios: el propio Norberto Llopis, Cristina Blanco, María Folguera, Juan Domínguez, Los Torreznos, Ziad Chakaroun… Lo que significa sin cesar y muchas veces que los dos centros comparten sensibilidades, actitudes, público… A veces cuando vuelvo de Móstoles en el cercanías sueño con la posibilidad de que Pradillo y el CA2M se hagan más fuertes el uno al otro. Que jueguen al tú me das y yo te doy. Luego el segurata me despierta, y mientras dice que quite los pies del asiento, recuerdo que estoy en Madrid y que no es fácil y que lo que quieren es hacernos débiles. Pero también pienso que algo gordo está pasando y que ahora es el momento para no distinguir sueño y realidad. Ahora.

P.D.: El miércoles asistí a una conferencia de Alfred Brendel en la sala de cámara del Auditorio Nacional titulada “¿La música clásica tiene que ser completamente seria?”. El siguiente post será una videoplaylist sobre el sentido del humor en la música clásica. Para que no piensen que sólo nos interesan las cosas “modernas”. O qué hostias, que piensen lo que quieran. Como dice Rubén Ramos, “la ventaja de tener un blog y ponerse a jugar a periodistas es que nadie te lo puede impedir ni nadie te dice lo que puedes o no puedes hacer”. Para abrir bocas.

Un Perro Paco

facebooktwitter

¡El teatro ese esplendor! #2

Raffael_058

Sigamos adentrándonos en las fauces del monstruo. Pinchando con un palo para ver si sale sangre. En algún momento inesperado quizá saquemos algo en claro. Lo más probable es que sí. Para bien o para mal. Siempre se puede hacer mejor, el reto está en hacerlo. Adelante.

Nota antes de continuar: meter en cajones/categorías/etiquetas es utópicamente absurdo, pero puede ser divertido y puede que sirva para tener la cabeza algo organizada (tipo almacén) por un momento. Además esta clasificación es claramente materialista, nada de valores artísticos ni por aquí ni por allá.

Teatro académico.

El teatro académico es aquel que necesita del mecenazgo de una institución, es decir, aquel que se desarrolla por y para una institución, normalmente pública, y cuyo objetivo -por favor, no neguemos la vanidad- es engordar los anales del Arte. Un objetivo, a fin de cuentas, incontrolable, antropocéntrico y algo mezquino. Las instituciones suelen ser de renombre.

El teatro académico es el teatro que directamente financia la administración. El teatro académico es el teatro de los aspirantes al olimpo. El teatro académico es el teatro de las referencias y de los homenajes. El teatro académico, comparado con el teatro comercial, es el teatro de las invitaciones.

Una de las singularidades de este teatro es que necesita tiempo para establecerse; nadie nace teatro académico, el teatro académico se hace, se consigue y se necesita para ello de algunos agentes externos. Cuando se establece añora los tiempos de independiente porque la academia suele aplanar sus obras, las achata; aunque sin su parné -pues son inviables en el mercado cultural– serían imposibles tales propuestas. Debido a esto es lógico y comprensible que para formar parte de tan selecto club haya que pasar por algún aro y pagar alguna cuota. Nada muy diferente de los demás tipos de teatro, por otra parte.

Este es el teatro de los elegidos por la crítica. En el teatro comercial los programadores son los empresarios privados; en el teatro académico los programadores son funcionarios en un sentido amplio del término. En el teatro académico el dinero es público, en el teatro comercial privado; mientras en el teatro comercial los empresarios juegan y apuestan con sus ganancias (de ahí el conservadurismo del mismo), en el teatro académico el dinero puede esfumarse sin complicaciones mientras la obra adquiera una categoría artística que se presupone elevada.

También hay un teatro académico de corte histórico-antropológico: el teatro clásico, la zarzuela, etcétera; cuyos objetivos distan solo en apariencia.

¿Dónde debemos meter el teatro de La Liddell?

Respondiendo al comentario de la entrada anterior (gracias Jose), no creo que Angélica sea teatro comercial en el sentido que aquí expongo. Sus propuestas no se rigen por el éxito económico -sus propuestas no son viables en el teatro comercial- si no que necesita de un respaldo superior al del público, necesita del respaldo de una institución y su dinero. Necesita de ciertos avales que digan que es apta para estar donde está. Angélica es un producto claro que está en el mercado, pero ese producto no se vende por sí solo (por decirlo de algún modo), como sí lo pueden hacer las producciones del Reina Victoria sostenidas únicamente por el público al que se dirigen.

Mientras el teatro comercial es el teatro de los elegidos por el gran público (si acaso podemos emplear hoy en día esa categoría en el teatro) y necesita de él para mantenerse en la picota, algo nada sencillo. El teatro académico necesita del crítico, a pesar de la falta de público. Necesita de la crítica de periódico, pero más si cabe de la sesuda universitaria. Hasta ahí se llega después de un recorrido, de un proceso, de un viaje. Normalmente antes fue alternativo y luego le salieron pelos en los huevos. La academia es lenta, pero tiene el poder de fagocitar todas aquellas propuestas que pasados los años considera válidas; buscando aquí y rebuscando allá. El teatro académico es propenso a crear corrillos.

También es el teatro de los festivales nacionales, de los festivales internacionales, de las muestras de tres días hasta la bandera, del paso corto por una ciudad con las localidades agotadas. Es el teatro del Teatro Nacional y de los Teatros Públicos de Ayuntamientos y Comunidades. Es el teatro de los premios, el teatro del Premio Nacional de Teatro, es el teatro del Premio Valle-Inclán, es el teatro del Premio Nacional de Literatura Dramática. Porque en el teatro académico se publican los textos de las obras para que formen parte del canon por los siglos de los siglos hasta que nos olvidemos de ellos. Es el teatro que se estudiaría en los colegios si en las escuelas se estudiase teatro.

Es el teatro que reflexiona sobre sí mismo. Es el principal objeto de los ensayos y la teoría teatral.

El teatro académico es el teatro que añoran buena parte de los teatreros con formación (aunque no solo ellos), por esto, en ocasiones, las críticas hacia él de parte de la profesión se convierten en rabieta y pataleo al no poder ocupar un puesto que muchos consideran de intrínseco derecho.

Por otra parte. El público del teatro académico es aquel que tiene inquietudes culturales, el público que compra libros y va a bibliotecas, el público cultureta de toda la vida de dios, los que creen en el objetivo espiritual del arte y piensan que el teatro debe ser, por ejemplo, una herramienta social o política (cualquier tiempo pasado fue mejor).

Madrid antiguo - elefantes en cibeles

¿Goza de buena salud el teatro académico?, ¿podrá seguir existiendo?, ¿hasta cuándo?

El teatro académico, al ser mayoritariamente financiado con dinero público, ¿debería tener unas obligaciones?

¿Quiénes ostentan la posición de poder -los que dicen quién entra y quién sale-?, ¿son claramente visibles?, ¿quién los pone a ellos a desempeñar ese papel?, ¿la viabilidad sólo reside en sus manos?

Aquí lo dejo por hoy. El próximo día el teatro alternativo: cantera del teatro académico y del comercial.

Otro Perro Paco

facebooktwitter

¡El teatro ese esplendor! #1

 

Razor What Razor ?

Esta es la primera parte de una serie que se publicará a lo largo de la semana.

Aviso para navegantes: es obvio que voy a generalizar para entendernos. Pero intentaré ser claro para que vosotros, que estáis deseosos de sacar punta al lapicero, podáis ser certeros. Al generalizar la diana se agiganta, cosa que no impide que las flechas toquen o bordeen el centro.

Aunque lo ideal sería analizar una a una cada producción (todas pueden ser singulares), es obligación simplificar refiriéndome en ocasiones a los espacios donde se representan: el continente casi siempre dice algo sobre el contenido. Voy a dividir la cartelera en tres tipos de teatro -siendo consciente de lo chato que es utilizar cualquier etiqueta-. Teatro comercial, teatro académico y teatro alternativo.

Teatro comercial

El teatro comercial es aquel que se rige por la búsqueda de salud económica, puesto en manos de empresarios privados y que tiene como condición sine qua non el éxito de público. Sin el público este teatro no existe. Sin el público ningún teatro existe.

No voy a entrar aquí en el uso de una categoría tan plana y vacía como la de público burgués. No hay, salvo excepciones de teatro de calle o grandes representaciones que tienen lugar con motivo de fiestas populares, un gran público teatral proletario -hecho que sí pretendían creadores como Brecht o Augusto Boal- en ninguna de las tres categorías que voy a analizar. El público teatral proviene de una clase media/alta -para entendernos-, a pesar de que nos gustase que fuese de otra manera. La culpa la podemos intuir en primer lugar en el precio elevado de las entradas, pero también en un alejamiento y ensimismamiento por parte de los teatreros que suelen enarbolar la bandera de la cultura con gran vacío y ligereza. Gran daño ha hecho la palabra cultura a la Cultura. Les recomiendo la lectura de este artículo del año 1984 –La cultura, ese invento del gobierno– de Rafael Sánchez Ferlosio, aquí.

Por otro lado el teatro comercial es más proclive a irse de gira a provincias (irse de gira no es lo mismo que irse de festival), llevando el teatro a lugares sin programación teatral regular. Hecho curioso y que es no es baladí señalar. El teatro comercial cumple ahí una función clara extendiendo sus tentáculos por la geografía española.

Las fórmulas de programación del teatro comercial van encaminadas al común de los mortales, suelen contar con rostros conocidos que provienen del cine o televisión y, salvo excepciones, gran parte de sus obras son de corte cómico o melodramático, si se programan obras dramáticas, rara vez serán de autores españoles, serán, más bien, de franceses o ingleses. También es proclive a las adaptaciones de novelas o películas exitosas. Esto hace que -mayoritariamente- el teatro comercial pierda su poder subversivo y reflexivo pues puede en demasía la complacencia con el espectador: entretenimiento de digestión fácil. Teatro fast food.

Suele tratarse de un teatro de corte conservador en sus fórmulas y usos del lenguaje teatral; aunque grandes musicales de Broadway hayan revolucionado las estructuras dramáticas como pocos. No suele ocurrir lo mismo en nuestro país y menos en nuestros días, aunque un dramaturgo como Antonio Buero Vallejo llegó a conseguir un equilibrio que le permitió representar, ser crítico, sortear la censura y hacer una sólida obra dentro de este tipo de teatro. Era una época en la que aún no había Teatro Nacional (aunque sí un Teatro Universitario de una vitalidad encomiable) y la complejidad de la vida teatral era algo diferente a la de ahora. A día de hoy hay algunos coqueteos con este teatro de creadores que se podrían considerar dentro del teatro académico, véase Juan Mayorga. ¿Pierde su teatro fuerza crítica o la gana al llegar a más lugares/más público?

Muchas de las fórmulas del teatro comercial no son solamente propias de éste, entre los tres tipos de teatro hay un trasvase de códigos (no nos engañemos), aunque en algunos momentos puedan llevarse al extremo buscando la diferencia. El teatro comercial es principalmente un teatro de texto sea hablado o sea cantado, aunque excepciones haberlas haylas (Tricicle, para no ir muy lejos).

blanco-negro-aplausos_gif-movie

El teatro comercial es arte pop. El teatro comercial es teatro fácilmente legible, de ahí que su público sea mayor a pesar de que el precio de sus entradas es el más elevado -obviando espectáculos del Teatro Real, que forma parte del teatro académico/culto- al ser uno de sus principales objetivos la viabilidad monetaria; por eso el aforo de sus espacios es multitudinario y 1200 almas pueden estar recogidas y asistiendo al mismo espectáculo a la vez. El teatro comercial es una categoría económica. El teatro comercial es ocio, cosa que puede estar mal vista si nos recubrimos con una capa de esnobismo, pero cosa que todos hacemos. Cada uno busca su ocio allá dónde le peta.

Otra cosa que es interesante señalar es que se puede hacer teatro comercial con grandes textos clásicos. El teatro comercial es más una forma de hacer que impregna la forma de ser, no viceversa.

Cosa importante: del teatro comercial se vive. Algunos viven muy bien y otros van tirando. Dejando a un lado los altibajos de esta profesión que parece una montaña rusa; un autor, director, técnico o etcétera que trabaje en el teatro comercial no necesita ir mendigando por las esquinas un puesto de sirvecopas.

Caminar por la Gran Vía madrileña un sábado a las nueve de la noche es un signo claro de la vitalidad de este teatro, pero ¿por qué la gente asiste masivamente a estos espectáculos?, ¿por qué los espectadores no asisten masivamente a otros tipos de teatro?, ¿es un problema de educación? Parece poco lógico que unas obras estén tan llenas y otras tan vacías, ¿es todo fruto de una gran campaña publicitaria?, ¿existe una conspiración mundial para hacernos más tontuelos? Aunque el público que acude a estos espectáculos luego también se va a tomar una cerveza y habla sobre los conflictos de los personajes y sus raíces sociales con la misma profundidad y la misma ligereza  que suele hacerse en otros espectáculos más al margen. ¿Es todo una fachada en la que sentirnos cómodos y reconocidos? Está claro que ni unos ni otros espectadores arreglan el mundo, simplemente lo observan desde lo que ellos consideran su atalaya de sabiduría mientras alternan con los amigos. Mirados con lupa, ¿hay grandes diferencias -por mucho que nos empeñemos en buscarlas-? Incluso algunos de los espectadores de teatro comercial tienen mucha más empatía y el bisturí más fino que otros que van al teatro con el culo pelao, a los que ya nada les atraviesa ni las transforma, pues están protegido con su escudo de cultura.

Cada cual se emociona con lo que se emociona. ¿Necesitamos ir al teatro con una carga teórica o se puede ir al teatro sin más, disfrutarlo y cuestionarnos?

Si cada sociedad tiene el teatro que se merece, ¿es necesario educar para que la sociedad no sea así? Desde casi todos los flancos a la sociedad se la bombardea con pan y circo, ¿si la sociedad se acostumbra a pan y circo, la sociedad solo pide pan y circo pues para ella no existe nada más allá?

En definitiva, ¿existirán tantas diferencias?, ¿es necesario hacer la guerra?

Aquí nos quedamos hoy. En los próximos días, si ustedes quieren, teatro académico y teatro alternativo.

 Otro Perro Paco

 

facebooktwitter