Esta mierda del teatro


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Nunca antes había estado en El Sol de York. Calle Arapiles, 16. Creo que es una sala que merece la pena conocer. Algún día hablaré de la importante labor que desarrollan las salas de teatro en los barrios. Y de lo complicada que es su existencia. Teatros pequeños, poco conocidos, convertidos en agentes que dinamizan un barrio que si no sería un erial culturalmente hablando. Su labor, además de exhibir, es la de crear espectadores que de otra forma no se acercarían jamás de los jamases a ningún gran teatro. Y encima suelen dar cabida a creadores que tienen las puertas cerradas a cal y canto en casi todos los demás sitios.

Fui hace una semana y algún día a ver La Tigresa y otras historias de Dario Fo. Interpretada por el joven Julián Ortega, dirigido por su padre, José Antonio Ortega -que volvió a rescatar este texto del premio Nobel italiano que había llevado a escena años atrás-. La traducción es de Carla Matteini que en paz descanse -cuya labor en el teatro español ha sido más que notable- y Joan Casas. No he podido hablar del montaje antes. Más vale tarde que nunca.

Quizá sea bueno traerlo a colación ahora que estamos estableciendo una especie de debate sobre la tradición; muchas veces haciendo una comparativa, bastante corta de miras, que iguala la tradición y el oficio a la mierda. Un desastre si somos nosotros mismos los que tiramos piedras a nuestro antiguo y rico techado. Y con esto no quiero decir que todo lo que se hace sea loable, pues pocas cosas lo son -en todos los ámbitos y para todos los gustos-; pero uno no debe cerrarse en banda con nada ni nadie. En esto no puede estar más de acuerdo Otro Perro Paco con Pablo Caruana. Ver aquí y aquí.

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Nos metemos en harina. Antes de que existiese el teatro ya existían los contadores de historias. Enciclopedias nómadas. Un encuentro asociado al fuego y al misterio. Quizá por eso sea Galicia, tierra de supersticiones, donde la tradición del cuentacuentos siga a día de hoy más vigente. Es una buena experiencia dejarte atravesar por una fábula bien contada. Recuerdo noches en bares de Santiago de Compostela que no se me olvidarán, a pesar de la cerveza. Además el cuentacuentos siempre ha establecido una relación problemática y crítica con el poder ya que puede establecerse en cualquier lugar, sin la necesidad de un teatro en donde, quieras o no, se garantiza un mejor control de “los siempre impredecibles teatreros” (José A. Sánchez / Zara Prieto. Teatro. Ed. MNCARS). Dejo esto para mejor momento.

La primera vez que vi a Dario Fo y Franca Rame -DEP- sobre un escenario fue en Córdoba. Rosa fresca fragantísima y otras juglarías. Y me pareció fascinante como un hombre, que encima utilizaba traducción en vivo, era capaz de saltar de un personaje a otro, promover la risa, la crítica y la reflexión, utilizando tan solo la voz y su cuerpo. Nada más y nada menos. Dos herramientas sencillas que con oficio y buen hacer se sobran y se bastan.

(También recuerdo La puta y el gigante de Marco Canale, donde con un cuarzo, una botella de agua y la necesidad de contar algo, Canale construyó un montaje que hoy en día sigue dando que hablar. Y eso que han pasado algunos añitos desde entonces.)

A lo que voy. Salvando las distancias, en La Tigresa y otras historias se nos propone lo mismo. Tres historias, tres alegorías con lecturas políticas. Un actor y ganas. Poco más. El juego del teatro nació por eso. No todas las tradiciones, pero ésta, al menos, sigue teniendo una valía que hoy en día sería ridículo borrar de un plumazo. Bien vale el aplauso ver cómo alguien se deja la piel encima de un escenario haciendo un esfuerzo titánico y consigue encandilar al público y, si se da el caso, arrancarle alguna carcajada. Ya lo dijo Darío Fo: “La sátira es la forma más directa de desnudar el poder para leerlo mejor” Por eso, a pesar de algunos desajustes, bien merece la pena esta tigresa; bien merece la pena seguir confiando en esta mierda del teatro.

 

Otro Perro Paco

p.d.- “No será más tarea del arte, pues, la exploración de otros mundos posibles o la invención de nuevos lenguajes -quizá ambas cosas sean más o menos lo mismo- sino tematizar el cómo posicionarnos de una forma concreta en el mundo que nos ha sido dado, incluso de hablar con lo que ya se ha dicho, pensando acerca de las formas en las que se podrían flexibilizar y hacer más permeables a las estructuras organizativas y políticas, y más sutiles y profundas prácticas comunitarias. El arte ya no tendrá entre sus fines el invitarnos a vivir -aunque sea en la fulguración de una mirada- en otros mundo imaginados, sino en promover formas de la alteridad en este mundo en el que vivimos.” Juan Martín Prada. Otro tiempo para el arte. Cuestiones y comentarios de arte actual. 

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¿Es oro lo que reluce?


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Fui al estreno del Ubu Roi de Donellan. El jueves. En el María Guerrero.

Entre las personas que pueblan el mundo, hay dos clases: los que detestan Ubú y los que se apasionan con Ubú. La obra de Alfred Jarry no tiene término medio. O es negro o es blanco. Si ustedes se encuentran en el nifunifa, serán la excepción que confirme la regla.

Vaya por delante. Otro Perro Paco es un apasionado de la obra desde que la leyó por vez primera, hace ya unos cuantitos de años.

No descubro nada nuevo: Donellan es un maestro en el arte de la dirección y ver el trabajo magnífico de los actores es dejar abierta la boca y sentir como cae una babilla de placer. Soberbios los actores franceses. Los ritmos, las transiciones, la utilización de los elementos… en definitiva: teatro y teatro; el buen hacer del oficio, la experiencia aprovechada. Donellan es uno de los grandes de la escena. Sin duda. De todo esto ya han hablado otros por aquí y como lo han hecho mejor de lo que yo podría hacerlo, no voy a repetir. También han dicho lo contrario, acullá. Cuestión de gustos.

Ahora bien, yo tengo una serie de dudas respecto al montaje que van más allá y que me gustaría compartir con vosotros. La espina se refiere al cómo envuelve -los porqués- el director irlandés el texto de Jarry (ese hombre que caminaba en bicicleta con dos pistolas en los bolsillos).

Pienso que quizá haya metido la pata intentando dar un “aire de realismo” (entiéndase las comillas) a todo aquello. Creo que le hubiese funcionado mejor el Buñuel de El discreto encanto de la burguesía que el Funny Games de Haneke. Me explico.

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La puesta en escena nos sitúa en un salón de una familia de clase medianamente alta, hijo adolescente al canto, que ultiman de preparar la cena y esperan a sus invitados. El adolescente juega con su cámara y nos enseña las partes más sucias de una vida que parece modélica. Hasta aquí todo bien. Llegan los invitados y el adolescente comienza a tener un papel protagónico. Su padre acaba por convertirse en Padre Ubú, su madre en Madre Ubú.

Para ir al grano: todo el texto transcurre, como un videojuego, en la cabecita loca del adolescente y éste nunca traspasará al plano de la realidad. Al final el apático hijo se sentará en la mesa y, mientras pellizca un trozo de queso, todos regresarán a la normalidad. No ha pasado nada. La crítica de Ubú queda en el mundo de la fantasía sin llegar a inundar el mundo de la cena: todo muy burgués, muy de aparentar.

Me repito: al terminar el texto de Ubú nada ha cambiado, todo sigue como al principio, la cena, sus aburridos padres y los pesados amigos de sus padres. Ubú se convierte en una llorera adolescente, un me voy a marchar de casa, pero me quedo.  Esta decisión de Donellan resta fuerza a la crítica de Jarry. Sabemos que, según la historia, Jarry comenzó a escribir este texto como una pataleta adolescente, pero los dos planos tan separados que plantea el irlandés restan fuerza a la rebelión. No es el Brecht en donde la metateatralidad se contamina y reformula incesantemente, donde existe la ambigüedad. En este montaje los dos planos están excesivamente diferenciados, caminan en paralelo sin llegar siquiera a rozarse. El adolescente en vez de asumir debiera haber dado un golpe encima de la mesa al terminar. La obra no llama a la acción, llama a la asunción. Si el teatro es un espejo donde vernos reflejados y el reflejo nos devuelve una imagen de acatamiento -propia de nuestra sociedad del ande yo caliente…-, el director debería haberlo puesto en tela de juicio, haber dejado la puerta abierta al cambio y no cerrarla con  la cordialidad y el aquí no ha pasado nada y la coletilla del y no pasará. Tal mensaje debería repugnarnos. La representación se cierra de forma conservadora, reaccionaria.

La crítica que plantea Jarry está tal cual, traducida en muchos casos con maestría; pero por culpa de la decisión final se deshincha. Una pena. Prometía un buena lectura. Es difícil cerrar una obra. Del final se desprenden los significados. Al público se le olvida el grito de rebeldía, se le olvida la mierdra, y se queda con los adolescentes de hoy en día, cómo son, desde luego.

El público aplaudió. Se levantó de sus butacas. Buen trabajo. Pero hay que ser críticos con el mensaje que nos devuelven las obras. Los monstruos hoy en día están ocultos, pero el monstruo no es un adolescente que pasa de sus padres; si todo recae en la fantasía del chiquillo se queda en algo demasiado familiar y pierde fuerza. El espejo debe promover el cambio, no el regocijo, no el chapoteo en nuestra propia mierda. Puede que no sea oro todo lo que reluce.

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Otro Perro Paco

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Macroteatro por la patilla

  No sé cómo me las compongo, que pásase mi vida en un continuo discreto, sin interpolar una mierda. Si hacía casi un mes andaba yo por las viejas calles de la Nueva España buscando donde hincharme a chilaquiles, ahora gasto dieta de nectarinas y paraguayas. Si el año pasado todo solo a mis estrechas morando en una madriguera de mala muerte, de esas de menos de treinta metros cuadrados, ahora danzando por estos mis corredores, de lo que se me antoja inmenso palacio. Y así con todo, que ya puede andar buscando Paco Lobatón a ese el hombre aristotélico, el del término medio, que llamaba el hombre prudente. Porque me paso mañanas y tardes entre modelos, buscando una variedad que minimice la suma de los cuadrados de las distancias a la muestra de todos los datos, y me doy con un canto en los dientes sí hay algún maldito puto punto que esté contenido en ella. Vamos, dicho vagamente, que eso del “promedio” es purita abstracción.  Pero bueno, mea culpa, será que soy hombre de excesos.

  Hacía justo una semana que había ido al teatro, a la Sala Triángulo, donde representaban una obra llamada “La realidad”, y aunque eso de que la oscuridad es luz detenida no me lo acabé de comer, porque un fotón o cualquier otra partícula nunca puede estar en reposo, sino que es sólo su ausencia (la luz se absorbe, se refracta o se refleja), salí muy satisfecho, por ser cosa entendible y currada, lo que es más que suficiente para un hombre lego en el arte del retablo. Así que me andaba con suma cautela por las calles de esta ociosa ciudad, temeroso de que alguna morralla me asaltase a la vuelta de cualquier esquina. Fue en la que traza “Loreto y Chicote” con “Corredera Baja de San Pablo”. Me habían invitado compañeros del curro, y como, a pesar de ser espíritu solitario, uno no puede dar largas eternamente, y menos tratándose de buena gente, había aceptado. Hice mis cálculos, me di una ducha bien larga y salí de Atocha para Malasaña. Trotaba sumido en prejuicios, lata en mano, blasfemias mascando. Luego habría de ratificarlos. ¡Válgame! -me decía- ¿Microteatro por dinero? A estos bien pronto les planto yo un macroteatro por la patilla en el local aledaño. Ya sabéis, por eso de la competencia desleal. Pero bueno, Primum vivere, deinde philosophari… ¡Si, la verdad, comer es lo primero! Pero nótese la clara distinción que hace el Estagirita: por un lado comer, y por otro filosofar ¡Bienaventurados los que puedan hacer de su pasión jornal!

  Llegué como siempre impuntual: demasiado temprano. En la calle se estaba debuti, que dicen los autóctonos. Soplaba ligerísima brisa otoñal, y yo escrutaba el ambiente en busca de alguna exótica mientras apuraba mi birra. Había algo de agitación y me preguntaba la causa. La gente parloteaba a la puerta sin cesar. Una a mi vera, verita, verita mía, ya se había clavado un par de impertérritos en dos frases, y yo me decía: ¡Aquí está la crema! Pronto di con la causa del revuelo: Pilar Bardem estaba a la puerta con su hijo. La verdad es que Pilar Bardem sólo me la pone dura en sus fotos de juventud, y su hijo nunca. Pero tenían pinta de buena gente, y como decía mi padre, eso es lo más importante. Llegaron los colegas y nos entramos al local. El ambigú cojonudo: mesitas en la entrada, barra bien larga y, rebasada la pantalla, pasillo hasta el fondo y baño abajo. La pantalla es cosa de carnicería, de yo a mi número y cuando me llamen, con la diferencia de que el solomillo es proteína de la güena, y lo que estamos a punto de ver inanición del alma.

  Llaman y bajamos por estrecha escalera. Al cabo una recita instrucciones en clave robótica, y su binaria memoria me evoca el “Pocket Calculator” de Kraftwerk. Guardamos silencio, abre la puerta y me asalta un dejavu de la casa del terror, allí por Batán, con Freddy Krueger más motosierra, y ahora sin Isaac, personaje bíblico de los bajos fondos de mi tierra, que espantaba al mismísimo diablo, y bien pudiera estar ahora defendiéndose en el estrado por a la niña del exorcista haber violado. Dejo ya el hipérbaton. Cubículo de escándalo, más chiquito que mi antiguo piso, sillas junto a la pared, un reloj, y al fondo un funcionario en su mesa, a falta de veinte minutos de salir del trabajo. Lamparita, maletín, folios, y sobrevolando la estampa, dos fotos de familia: el Golden Gate en luna de miel y a la diestra sus dos criajos. Me queda el último asiento, maldita prudencia, pegado a la puerta. La escenografía apunta maneras, que me figuro que el tipo hace de Kafka. Collejón al canto: acaba de entrar la jefa. Ya soy parte integral de la comedia. Va muy seductora embutida en una falda azul marino, consolidada con una camisa de varas anchas, alternándose azules y blancas, bien metida por dentro para realzar sus orondos senos. Empieza el combate. Ella, un poco histriónica, más o menos convence, intentando seducir al otro, que se pone si cabe más nervioso. Querer versus Deber. El ratoncillo australiano fecunda una media de no sé cuantas hembras hasta fallecer agotado. Él no me convence, porque me resulta muy forzado. Ella embiste que embiste, chochito encumbrado, y el otro resiste que resiste, moral apocada. Es cuestión de tiempo. Querer suele ser más fuerte que Deber. Acaba sacando un pañuelo de cada bolsillo y tapa los cuadros  ¿Quién coño lleva dos pañuelos de tela en los bolsillos? Ni mi abuelo, macho.  Tapa los cuadros y baja al pilón. A mí eso de lamer no es que me pirre, pero las piernas de ella sobre los hombros del otro son tremendamente eróticas. Al final resulta que son marido y mujer y el chiste se ha acabado. Me acuerdo de un chistoso en Pajares de los Oteros, que era muy poco gracioso. Salgo de la sala más hueco que un tambor. Reverberan en mi cabeza aquellos versos de Samaniego:

Con varios ademanes horrorosos
los montes de parir dieron señales;
consintieron los hombres temerosos
ver nacer los abortos más fatales.

Aristócrata, claro. Esos sí que sabían gastar el dinero. Calogero sube la escalera y el hijo de la casa Salinas se mofa de su frac. Revoluciones a la mar. Un aborto fatal, eso había sucedido. Y en el nombre del arte. Eso no es arte, diría Enzensberger. Porque hasta donde yo entiendo, el teatro es vivencia, y eso requiere desarrollo. Requiere tiempo. Porque así uno no se ve representado. Uno no se involucra; no sino en el tiempo; aunque tenga a los actores a un palmo. Fe empirista, que ironizaba Machado. El Ser y el Tiempo. Tela marinera. Hablo de ser lo suficiente como para poder afirmarlo; como para serlo. Porque los conflictos de la existencia tienen su lugar en un tiempo. Todo nace y muere en su transcurso ¡Transcurso, discurso, vivencia! Tiempo, tiempo, tiempo ¿Cabe figurarse una sonata sin desarrollo? ¿Sin reexposición? Un retrato en veinte minutos, ¿no es una caricatura? Casi no había dado ni para exponer, referenciar y ubicarse. Un puto chiste por cuatro euros. Como quien sale de un McDonalds tras haberse comido un Big Mac. Para convencerme pregunto a mis compañeros. ¿Os imaginas una tragedica en quince minuticos? Uno muy despierto me dice que sí, que empezaría (y casi acabaría) así:

-Mis hijos han muerto.

Ya, ya. Pero cómo y por qué. Un Edipo sin los pies hinchados, no nato; nacido muerto. Un Ícaro que no alza el vuelo, tirado en la cima del acantilado. El problema es más grave. Porque la gente que hizo la obra no lo hizo mal y obraba de corazón, lo cual infunde respeto. Quizá pueda hacerse una obra buena en veinte minutos ¿Pero magnífica? El problema es el tiempo y la gestión que el neoliberalismo hace de él (su innovador y atroz crimen), merced del progreso científico. “Los Físicos” de Dürrenmatt. Más dinero y más rápido. ¡Rendimiento, rendimiento! Como si la vida fuera un motor de Carnot. ¿Y qué urgencia es esta de tanto producir basura y amasar dinero? ¿Para comprarse un portentoso ataúd contadas todas tus horas? Ahora han puesto drive thru en los tanatorios americanos. ¿Os lo imagináis?

-Otro Big Mac y mi más profundo pésame. Perdona que no me baje, amigo del alma, pero no hago nada que no comporte un gasto considerable de gasolina.

Si al final seguro que el ataúd está hecho de plástico. Putas prisas y puto dinero. Hay que dejar las cosas reposar. Que se empapen del mundo. Buen fermento con sabor a madera, queso bien curado y todo eso. No entiendo, la verdad. Si se tratara de economizar más nos valiera el suicidio. La nada es muy austera. Pero aquí no se quiere morir ni Perry. La esencia del ser es perseverar, decía un filósofo holandés. La vida es “inútil” derroche. Si quieren llenar sus arcas que lo hagan, pero que del bulto promuevan la excelencia en el arte y la ciencia. ¿Dónde están los benefactores de la cultura? ¿Dónde están los mecenas? ¿Dónde el pintor de la corte y las insignes academias? ¡Los poderosos de hoy son una panda de horteras! Microteatro y microexistencia. Mariposa y hormiga. Efímeros insectos. Nos sobrevivirán, pero los hombres, bien sabe la naturaleza que requiere más tiempo hacerlos. Un hombre me vale a mí, como decía Leibniz, todo el Universo. Un hombre hecho y derecho, lleno de experiencias y de tiempo. Dijera un hombre eterno. Pero bueno, me la envaino y soporto el castigo, por osado, como Prometeo las cadenas. Adelante con el microteatro. En el peor de los casos, lo malo, si breve, la mitad de malo. Yo aguardo expectante, henchido de esperanza. Ahora me toca una de arena. Todavía soy joven. Siempre nos quedará Madrid.
http://youtu.be/T4Drz9vvpOM

Pacotrón

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El teatro de la city

AAAAA

Hay cosas que debido a mi poco entendimiento no encuentran cobijo en mi sesera y ahora, que cada vez sois más lo que venís a visitarnos, quizá podáis aclararme este entuerto. ¡Oh, amigos de Perro Paco, arrojad luz encima de estas orejuelas peludas!

Hace unos días leí esto, seguro que muchos o algunos de vosotros también lo habéis leído. Es bueno que volváis a echar un vistazo para poder responder a mis preguntas. Para leedlo pinchad aquí.

Ahora bien, yo me pregunto, ¿qué diantres es eso del Teatro de la Ciudad? ¡qué nombre! Entiendo que no van a hacer teatro con todos los ciudadanos, ¿no? A lo mejor debería llamarse Teatro para la Ciudad, pero ¿no todo el teatro debiera ser urbi et orbi? El caso es que esto suena un poco a pataleta del Sr. Lima, ¿por qué Don Natalio Grueso debe dejar el Matadero a estos tres cabecillas del teatro capitalino y no dejárselo, por ejemplo, a cualquier-otro-creador-que-esté-empezando y no tiene las puertas abiertas de ningún otro sitio?

Es verdad, Sr. Lima, que últimamente la gestión de los espacios del Matadero deja mucho que desear; vamos que están haciendo una auténtica escabechina, pero yo me pregunto, ¿se quejaría igual el Sr. Lima si Don Grueso se hubiese pronunciado y fallado a su favor?
También me pregunto como estará eso de Capitalismo, hazles reír; pero eso se lo contaremos los dos perros la próxima semana. ¡Estad atentos!

Yo he visto a mucha gente, mucha gente joven con menos de una peseta en el bolsillo, alquilar salas de teatro para sacar adelante un montajillo. Y tampoco estoy diciendo que sea lo mismo un profesional (en peligro de extinción) que un amateur; de aquí se puede ir a otro debate sobre por qué los ayuntamientos -putos- de provincias contratan compañías amateures por ahorrarse una pelillas y ya es casi imposible vivir del oficio.

El caso es que este Teatro de la Ciudad, que no digo yo que no sea un buen proyecto, es más, sería un proyecto estupendo si no solo ensayasen SUS montajes, SUS talleres de creación, SUS producciones -aún están a tiempo de cambiar, hasta que nos digan de qué coño irá todo esto-, bien, el caso es que este Teatro de la Ciudad, que cobijará el Excelentísimo José Luis bajo su manto, cuando se haga realidad este Teatro de la Ciudad ¿mejorará en algo la ciudad o simplemente beneficiará al grupo de los tres? Buen grupo de los tres, pero solo son tres. Como los mosqueperros.

Yo pienso que cuando alguien que tiene una posición privilegiada en el teatro (por su trabajo, no lo dudo, lo afirmo) se queja y se queja y se queja en beneficio propio, cinco niños se desapuntan de sus clase de teatro y muere un pajarito de frío en los bosques Noruegos.

¿Qué pensáis vosotros?, ¿funcionará o no funcionará?, ¿qué pasará?, ¿qué misterio habrá?

 Y ahora algo completamente diferente.

Me acabo de enterar que esta noche, en el Círculo de Bellas Artes, está el Maratón de Monólogos que titánicamente organiza la Asociación de Autores de Teatro, año tras año.

Algún año fui a verlo a La Casa Encendida, algunos monólogos, no todos; y allí había cuatro gatos con pulgas a pesar de la gratuidad. El caso es que está noche leerá el monólogo de Alberto de Casso el afamado presentador Jorge Javier Vázquez (hecho que le honra de alguna manera) y seguro que eso se peta hasta la bandera por un miserable momento. Una buena publicidad, desde luego; pero ¿merece la pena?, ¿qué piensas?

Otro Perro Paco

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Pensando en La realidad

 

  No tenía que haber leído antes de venir el reportaje ese de Babelia en el que sale la Despeyroux entre otros. Alguno se salva. ¿Alguno se salva? No me puedo quitar de la cabeza las tonterías que soltaba uno. Y para cerrar, una de esas “porteras caviar” que diría Angélica, quejándose del paro en las artes escénicas. Hay que joderse. Que nazcan salas sin parar en Madrid está bien. Muy bien. Pero también hay que tener otras aspiraciones. Se abren nuevos espacios, nuevas posibilidades, pero las propuestas escénicas no innovan. Eso no importa. A lo mejor es la puta lógica de este país. No sabemos hacer transiciones hacia algo nuevo…. En fin, aquí estoy. Texto, personajes, conflictos, Sala Triángulo, Despeyroux, Orazi, La realidad… Están abriendo la puerta. No voy a beber más agua de la botella. No quiero volver a bajar al baño. Vamos a entrar.

  Ahí está la Orazi. ¿Será tan buena como dicen? ¿Está meditando? Sí, está meditando.  La sala está medio llena. Mucho actor joven. Mola. ¿Era ella quien salía en una de esas contraportadas de El País? Por qué me acordaré de estas cosas. ¿Qué comían? Maldito grupo Prisa. Orazi en la pantalla, Orazi en escena. Pedazo de curro de sincronización. Nunca valoraremos lo suficiente estas cosas. Lo típico. Si la obra es mala alguien dirá: “No sabes lo que ha costado levantar esto”, y si es buena lo pasaremos por alto. Las escénicas son injustas. Y cainitas. ¿Por qué nos tomamos todo tan en serio? ¿Por dónde había pasado esta obra? Por el Fernán Gómez y el Fringe. El Fringe. “El festival más arriesgado de artes escénicas”. Ja. ¿Me habrán escuchado reirme? No creo, la Orazi sigue meditando. Me gustó mucho La abducción de Luis Guzmán. Y poco más. ¿La moverán?

  Venga, me lo voy a creer. Son dos hermanas. Luz y Andrómeda. Oriente y Occidente. Luz y menos luz. Una trabaja ayudando a niños, otra curando problemas burgueses. Las dos son esotéricas. La ciencia tampoco soluciona gran cosa. No puedo contenerme. Cada vez que escucho la palabra eneagrama me descojono. No pasa nada. La gente se está riendo. Espero que no hablen del horóscopo. ¿Quién me dijo que Chopin, Chuck Norris, Montaigne y Javier Clemente eran todos piscis? El texto fluye. La Orazi lo está haciendo funcionar. Es tan buena como decían. Está haciéndolo bárbaro. ¿Cuándo estrenan “Las palabras” de Messiez?  Qué difícil es escribir un texto atractivo a partir de fórmulas clásicas. ¿Para qué escribir un texto a partir de fórmulas clásicas? ¿Quién se pone a componer hoy música como Haydn? No es mejor ni peor. Es lo que hay. Los códigos han cambiado tanto. Müller. Pinter. Bernhard. Aquí la dramaturgia, la de escribir partituras escénicas, se resiste a hacerlo. La otra prácticamente no existe. Mal vamos. Hostia. Me han pillado. Luz se está muriendo. No me lo esperaba. Tenían que haberme dado alguno pista. Puede que tenga demasiadas estupideces en la cabeza, y en esta obra todo pasa por la cabeza. ¿Quieren que Andrómeda haga de su hermana? Ah, vale. La realidad es un juego de la infancia. Mejor así. El título echaba para atrás. Me gusta lo que dice Andrómeda sobre la inocencia, la culpa y el perdón. Luz me pone un poco nervioso. No me creo lo de la silla. Orazi parece que tampoco. El gran problema de las transiciones. La elipsis resta fuerza dramática. No vuelve a recuperarla. Qué manía con querer cerrarlo todo en los finales. ¿Artaud? ¿Qué pensaría Artaud de esta propuesta escénica? Se acabó.

La actriz Fernanda Orazi propone una novedosa mirada escénica en 'La Realidad'

  Cuatro rondas de aplausos. La Orazi se lo merece. ¿Recomiendo la obra? Por diez euros no está mal. Menuda mierda de criterio. No puedo decir eso. Joder, se me ha olvidado tomar notas. Pues no escribo sobre La realidad. Puedo hacer un vídeo. O entrevistar a alguien a la puerta. O puedo escribir sobre lo que he estado pensando desde que entré en la sala. No sé. Tengo sed. Me voy.  

Un Perro Paco

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