La palabras alternativas

Las Palabras. Pablo Messiez. Sala Cuarta Pared. Festival de Otoño.

 

1378538_10151519166069159_1141700243_nTu Perra mordiendo la mano que le da de comer.

 

Al hilo del post anterior “Invisible o la apoteosis del espectador” e interviniendo la conversación múltiple de estos días en Teatrón. Estos perros somos así, como no nos conocemos ni nos llamamos por teléfono, tenemos está molesta costumbre de hablar en público. No te preocupes, no es obligatorio leernos. ¿O sí?

En tiempos de desprecio hacia la cultura (¿fue alguna vez diferente? ¿las diferencias eran esenciales o sólo de grado?), se debe apoyar a cualquier persona, colectivo o estructura que de cabida a todo aquello que no tiene lugar en la cultura oficial. No solo hay que apoyarlo, sino generarlo, animarlo, cuidarlo y protegerlo. Es más, hay propuestas que, desde su concepción y nacimiento, son conscientes de su recorrido, de sus posibilidades, de sus límites. De la lucha que supone crear una “sala alternativa”. Del cansancio y de la energía. Del desvelo. Y aquí incluyo desde la locura Pradillo a la locura Kubik. Cada uno a su manera.

Ahora, es conveniente, al hilo de la discusión organizada en Teatrón, dejar de tirarse trastos a la cabeza y tratar de dilucidar qué significa que las salas alternativas se diferencien en cuestiones de aforo y tamaño o, además, sean los espacios donde se desarrollan “otros lenguajes”. Veamos.

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Si las salas alternativas son una alternativa estética, un lugar donde ver crecer y multiplicarse la experimentación, las propuestas innovadoras, los lenguajes bastardos y, en definitiva, el futuro del arte escénico; si las salas alternativas proponen esto, y son agentes propositivos, no sólo en su programación, sino también en su apoyo a la gente joven, en la vinculación de los artistas a las salas, en la solicitación y obtención de recursos públicos (esto es, dinero) para dar continuidad a toda esta línea de trabajo, en la creación de redes con otros espacios, festivales, estructuras; y, además, son capaces de traducir sus modos de gestión y organización, haciéndolos coherentes con sus presupuestos (éticos y económicos, en el doble sentido); e incluso luchar y dialogar con los estamentos oficiales y burocráticos, colaborando con festivales “oficiales” y espacios “públicos”. Si todo esto se cumple (atentos: primera paradoja), entonces, estos centros y estructuras oficiales encuentran la excusa perfecta para NO programar nunca esas cosas. Encuentran la herramienta fundamental de defensa del corralito que han aplicado en los últimos quince años.

En otras palabras, ¿la existencia de La Porta implica la imposibilidad de la Sección Irregular del Mercat de les Flors? ¿La existencia de Pradillo debe implicar el paso por la guillotina de Sismo en Matadero? Si la diferencia entre los centros oficiales y las salas alternativas es una diferencia no sólo de presupuesto, objetivos, tamaños, aforos y visibilidad; sino también de orientación artística, es decir, si las salas alternativas cubren un rango de la creación (el teatro o la danza “contemporáneo”, la performance, los experimentos escénicos, las propuestas inusuales) que no está teniendo cabida en esos mismos centros oficiales, ¿qué posibilidad de crecimiento le quedan a esas compañías, esos creadores, esos nuevos lenguajes? Me respondo a mí misma (era una pregunta retórica, claro): el techo de lo innovador, el límite del propio espacio de “lo alternativo”. La cárcel austera de lo diferente.

Y existe un problema añadido, una paradoja curatorial. Veamos, los grandes ejemplos de esta escena contemporánea y radical, las compañías y autores que, en otros países, reciben apoyo, generan público, son exhibidos en los contextos adecuados, etc. son caros. Castelluci, Delbono, Liddell, Lauwers, Waltz, Fabre, Superamas, Vandekeybus, García, Charmatz, Cassiers, Lupa, Marthaler, Stuart, Bêl, Ostermeier, etc. por citar sólo a los mas conocidos, a las vacas sagradas, a los que llevan ya tiempo, sin entrar en gustos o calidades, son caros. Muy caros. No pueden programarse en estos espacios alternativos y resistentes (más allá de los milagros de asistir a la presentación del libro de Castellucci editado por Continta Me Tienes en Pradillo hace unos meses, yeah…). Tienen que ser programados en los centros oficiales (teatros que todos estos autores conocen de sobra, pues es donde muestran su trabajo en toda Europa). Tienen que ser programados en el Festival de Otoño de Madrid o en el Mercat de les Flors de Barcelona o en el Teatro Central de Sevilla, etc. Es decir, estos autores son programados ante un público que desconoce el teatro contemporáneo local, el teatro refugiado en los espacios resistentes, un teatro, en gran medida, invisible. Y esto cuando son programados, claro. Algunos cada 10 años. Otros nunca.

Esta es la segunda paradoja: si se les programa, se les programa en los centros y festivales “oficiales”, si no se les programa no existen. Pero nunca parecen vincularse a ese teatro etiquetado, a nivel local, como “alternativo”.

2/
Por otro lado, si las salas alternativas se diferencian única y exclusivamente en su presupuesto y aforo, como expone Pablo Messiez y sobre lo que ironiza Jaime Conde Salazar. Si es exactamente lo mismo que se programa en los teatros oficiales, pero con menos dinero, con menos recursos, con menos público, poseen también una ventaja. Una ventaja precisa y creemos que para nada inocente. Sus obras, tarde o temprano, podrán ocupar esos espacios oficiales. Qué coño, ¡aspiran a ello! Pues lo que hacen no será extraño a esas estructuras. Y, según esta Perra, harán bien. Si lo que hacen no es muy diferente a lo que se propone en el CDN (y habría que entrar un poco más en estas diferencias, y en los modos de producción tan diferentes en uno u otro sitio), entonces, cómo no tener la aspiración de hacer tu teatro en los lugares con mayor visibilidad y por tanto, pregnancia en la vida cultural de la ciudad.

En este sentido, y adelantándonos a las críticas sobre la bisoñez y oportunismo de muchos de estos espacios de nacimiento reciente. Y estando de acuerdo con la mediocridad que supone repetir modelos tan endebles como los del teatro oficial, Tu Perra no puede evitar observar y anticiparse a la jugada que está por venir. Habrá que empezar a hablar de un teatro alternativo “de verdad” y otro “falso”, y en este sentido, quién se vestirá con los mantos de lo auténtico me hace rascarme las orejas y repensar la fórmula Messiez, que simplemente señala hechos comprobables: menos dinero, menos espacio, menos aforo. Punto. A partir de aquí, cada uno que haga lo que quiera y cómo quiera. La Casa de la Portera no tiene absolutamente nada que ver con Pradillo, sus maneras de gestión y apertura a creadores son fácilmente criticables y sus obras podrían formar parte de cualquier teatro público, sin embargo, es difícil acusarles de falta de coherencia en la programación de su sala… Tu Perra propone, desde su mente perruna y su mirada en blanco y negro, que este teatro innovador y diferente posibilite espacios en esos centros oficiales, que se empuje su presencia, que se utilicen las influencias y oportunidades para que este “otro” teatro no quede relegado a la precariedad infinita en esos espacios alternativos. Deseamos una colaboración activa y fructífera entre los espacios y centros oficiales y los espacios como Pradillo. Para que no existan techos y barreras entre uno y otro. Para que la energía creativa de la ciudad no se ahogue. Y los creadores puedan respirar y proyectarse. La responsabilidad de que esto suceda es de todos los agentes implicados: creadores, estructuras, gestores, salas, centros oficiales, cronistas y gacetilleros, perros y padrinos.

En este sentido la inclusión de El Conde de Torrefiel en la programación del festival de Otoño (en Pradillo, es decir, estás, pero en tu sitio) es significativa. No sabemos cual habrá sido la influencia de Getsemaní y su equipo en esto ni qué se le habrá pasado por la cabeza a Ariel para que suceda… Y encima le encargan un textito a Pablo Caralana para la revista del festival. Ver para creer.

Oxigenemos con una digresión prestada:

“Nada es lineal, todo acontece en un sin fin de pliegues, por debajo del juego macropolítico hay una miríada de interacciones micropolíticas produciéndose a las que siempre hay que estar ligado, porque allí se reabren las posibilidades. Hay algo de este orden que debemos aprender a cultivar como una potencia propiamente política, para evitar tener que seguir manejándonos con la imagen de un gran movimiento social que nos atraviesa y alcanza una forma magnífica, definitivamente fantástica, nueva y deslumbrante. Sobre todo, porque una vez que la movilidad circula por otras frecuencias o alcanza otras gradaciones -como en América Latina empezó a ocurrir a partir de 2003- pues la sensación de fracaso se vuelve inevitable y todo el mundo queda deprimido” (Suely Rolnik)

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Tu Perra no quiere repetirse demasiado, así que les recuerdo el consejo perruno de la semana pasada: escupan a todo aquel que pretenda encerrar bajo el techo de lo “alternativo”. A no ser que esa etiqueta se acompañe de recursos, apoyo, medios, visibilidad. Y si no, salivazo.

Un Perro Paco proponía una alternativa llena de inventiva (ya van saliendo las rimas…un poco de paciencia…): reventar este techo a hostias. Tu Perra no está muy segura de que los techos se revienten a hostias, o no sólo, y sospecha que habrá que usar una conjunción de estrategias que incluyan violencia, seducción, talento y oportunidad. Siempre habrá tiempo para recolocar el techo y cobijarse si la lluvia arrecia, rain dogs.

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4/

Todo lo anterior apuntala el problema de “lo alternativo” como concepto y yugo. El uso de “lo alternativo” a modo de palabras mágicas. La manipulación del lenguaje. Un inocente mecanismo de defensa de la mediocridad oficial ante la pujanza de lo innovador. Un corsé. Que puede ser seductor y lleno de encanto. Erótico y seductor. Ocupar portadas de revistas. Pero que, con el paso del tiempo, no deja respirar.

Y así, con el uso interesado de las palabras y nuestra manera de nombrar y etiquetar llegamos a Messiez: Las palabras. Cuarta Pared. Festival de Otoño a Primavera (sic).

Las palabras nos presenta un mundo golpeado por la peste. Una enfermedad incurable que hace crecer bultos a través del sistema linfático, en las axilas, en el cuello, en el sexo. Una peste que no encuentra cura y acumula cadáveres en las aceras. La muerte se instala en las calles, en las casas, en las plazas. Llueve ceniza y la desesperación es sumisa y tranquila. Se espera, tan solo, que pase. No hay mal que cien años dure.

Messiez encuentra en esta peste una oportunidad. Si nada se puede hacer, ¿qué podemos hacer?

Y nos dice: las palabras se descuidan, se usan sin pensar, dándolas por supuesto, arrancando de ellas su capacidad estética, su belleza. Y en esta belleza encuentra un valor. Y de esta estética, Messiez infiere una ética. Una ética del decir. Y cree en la belleza de las palabras como garante del buen vivir. Un formalista optimista. Un viejo sueño este de unir belleza y bondad. Si algo es bello será bueno, decían algunos.

Y el rumor corre por todos lados: ¡las rimas y la poesía curan! y los consejos se escuchan a media voz: ¡si hablas en verso te bajan los bultos! Y la gente empieza a rimar. Y a sanar. Las palabras bellas destierran la peste. Y la peste se va. Y es bello escucharlo.

Esto es lo que Messiez nos presenta en la primera parte de su obra. Y mientras, cantan ¡Ay qué dolor! ¡Ay que dolor! para detener el dolor de su cuerpo, disfrutamos de estar allí. Escuchando el decir.

Messiez, luego, también nos dice otras cosas. Nos dice que ante los tiempos oscuros uno debe sonreír. Y construye toda una escena para contárnoslo. Y nos dice que las palabras del amor son las más sinceras, las más bellas, las más puras.

Que cuando el amor se muere
las palabras se afean,
las rupturas no riman,
tu tristeza se llena,
y los cuerpos, chillan.

Hay un médico y una historia de amor, también. El médico no tiene cura para la peste. Y se refugia en el amor. Pero es difícil empatizar con los protagonistas de esta love story. Todo es muy rápido y la conjunción escénica de Orazi y Javivi no acaba de funcionar. Para estar a la altura de la intensidad argentina, el médico grita y empuja su expresión como como si fuera un personajes de una obra distinta. Y este amor total, relega a todo el resto de la historia a la función de fondo, de entorno. Que escuchamos y conocemos a través del Coro que comenta la historia de la peste y de las rimas. Pero la potencia de esta historia que plantea Messiez queda sepultada bajo la historia de amor más grande jamás contada. Y aquí es donde esta Perra cree que la obra pierde gran parte de su capacidad de sugerencia. Cuando queríamos habitar este mundo en busca de belleza y palabras, ese mundo atemorizado y violentado, asistimos a una historia de amor que no necesitaba este contexto. O que no lo usa. O que no le afecta, en realidad. Desdibujada de pura intensidad.

Las palabras es una obra cursi, sí. ¿Y qué pasa? Como las películas de Douglas Sirk o los pasteles del domingo. Como las bayas Goji y la música indie. Lo cursi es siempre introducido por David Lynch en un mundo oscuro. Y funciona. No hace falta hacer Meditación Trascendental para sentirlo, joder. Messiez tenía lo cursi y tenía lo oscuro. Y en vez de introducir el uno en el otro, los ha yuxtapuesto. O incluso ha hecho a uno la figura y al otro el fondo. Y de esta forma ha desactivado su oscuridad en una catarata de palabras (rimadas). Y sí, las rimas quitan gran parte de su fuerza a la capacidad expresiva de Messiez, paradójicamente. Y la puesta en escena es convencional y sin brillo. La búsqueda de las palabras para contarse, se ha visto atraída por la propia belleza del lenguaje. Encerrada.

Sin embargo, esta Perra cree que las ideas que habitan Las Palabras son útiles para pensar(nos). Fértiles. Si la belleza es lo que nos dará una buena vida. ¿Qué hacemos con la belleza que nos rodea? Todo este brillo, toda esta juventud, toda esta energía que vemos por todos lados. Si el capitalismo nos vende belleza a cada paso. La belleza de lo nuevo. De lo diferente. Si cada pervertido discurso se enmascara con el aspecto de lo bello a través de sus empresas de marketing, asesores, creativos publicitarios. Entonces, ¿Podemos seguir confiando en que la belleza nos salvará? ¿Podemos creer todavía en la inocencia de las palabras que nombran? ¿Es el teatro el escenario de esta belleza? No hay poesía después de Auschwitz, ¡alternativo!

TU PERRA

Pd: Una cosa más: la carta de Cornago está que te cagas.

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6 thoughts on “La palabras alternativas

  1. Von Hüder, mal llamado Caralana, tan solo quiere puntualizar: se me pide un texto como comunidad pradillo, que creo que soy a mi pesar de la palabra. Al igual que en otras páginas de la revista se pide un textito a los responsables o adláteres de compañía o espacio.
    Aclaración hecha, comentar el escrito, bien perra, sigo queriendo meninges hechas palabras, con las que esté de acuerdo o no, pero meninges. Y en este caso suscribo más del 90 por ciento de lo dicho. Confieso que estoy aprendiendo mucho y repensándome bastante con Perro Paco, con la anonimía y la pluralidad. Mi apoyo eterno, pase lo que pase a partir de ahora. Y una invitación, molaría mucho que hubiese perros provincianos, un perro euskaldún, una fallera, etc., etc. y así dejásemos de ser tan solo putos gatos descastados. Me interesaría muy mucho, que se dice ahora.

  2. Querida Perra,

    Me gustaría recordar que lo que yo escribí como comentario sobre las salas alternativas fue sólo que -según mi experiencia en los casi 5 años que llevo aquí-

    “La diferencia más palpable que tienen (las salas alternativas) con (esos) otros espacios es el aforo.”

    En su texto escribe:
    “Si las salas alternativas se diferencian única y exclusivamente en su presupuesto y aforo, como expone Pablo Messiez …”

    Entiendo que para sus argumentos le venga mejor poner lo de “única y exclusivamente” pero fírmelo usted, Perra.
    Es que hablar de “lo alternativo” sin poder leer el discurso del otro en su alteridad , resulta un poco cutre (por más perra que una sea).

    En cuanto a sus reflexiones sobre la obra, me resultan inquietantes, y me encantaría debatirlas con un café ( o lo que le apetezca a una perra). Puede venir con máscara de animalito si quiere.

    Bueno, me voy a ver “Imitation of life”, que me parece un gran plan -siempre-
    Buenas noches.

  3. Sin que sirva de precedente, sino más bien como la excepción que confirma la regla, dos aclaraciones para Pablos:

    1) Nunca escribí “Pablo Caralana”, sino “Pablo Caruana”. Este texto ha sido cambiado por Perro Paco sin mi consentimiento. Intuyo que corresponde a un chiste privado que desconozco. Les escribiré para que lo modifiquen cuanto antes. Gracias por Las Palabras. Qué cansado es esto de exprimir las meninges.

    2) Pablo Messiez: Tienes toda la razón. El “única y exclusivamente” es mío. En realidad, no comprobé o releí tu comentario, sino que recordé la idea que me hice. Es lo que tienen Las Palabras, que uno las lee o escucha y, sin quererlo, lo relaciona con sus cosas y con otras palabras, y las cambia y modifica, no escucha o no lee o no recuerda lo que, consciente o inconscientemente, no necesita, o no quiere, o no le es útil, y así vamos. Creyendo haber escuchado lo que quisimos escuchar. Viendo sólo lo que estábamos predispuestos a ver. La mentes son así de caprichosas. En mi caso, me quedé con la idea “útil” para mi argumento, que intentaba exponer: Que las diferencias comprobables, científicas, que podríamos denominar certezas, entre las salas institucionales y las alternativas es de aforo, de tamaño, de presupuesto. (Y esto es a medias cierto, pues en estos tiempososcuros, vemos como espacios oficiales como el Fernan Gomez o el propio Matadero pagan “a porcentaje de taquilla” a las compañías que ocupan sus espacios, mientras salas como Pradillo intentan, con sus limitados presupuestos, pagar un mínimo de caché a las compañías invitadas a su sala…Pero no quiero desviarme…) Las diferencias que parecían éticas y estéticas (modos de hacer, formas artísticas) se resumían, bajo esta idea que invento a partir de tus Palabras, en una diferencia de tamaño, de número, cuantificable. (Es obvio que no “única y exclusivamente”, hay cientos de otras diferencias, la hipérbole me puede…) Y el post de esta Perra, pretendía reivindicar esa diferencia como una oportunidad para asaltar los espacios institucionales y reventar el límite o el techo de “lo alternativo”. Nada más. Más allá de poder estar o no de acuerdo en dicha idea (Sin ir más lejos, esta Perra esquizofrénica piensa también lo contrario y cree que habría que despreciar e ignorar a todos esos lugares institucionales y construir la resistencia, de verdad, en otro lado…) no pretendía tergiversar tus Palabras, Pablo, sino continuar o intentar empujar y llevar más lejos las conclusiones del mismo. Tratando de desterrar la ironía y tomando muy en serio el argumento. Elaborando una estrategia, resumiendo: si no hay diferencias entre lo alternativo y lo oficial, ¿qué coño hacemos aquí trabajando sin recursos? ¡Asaltemos el CDN!

    Una vez hechas estas dos aclaraciones: Gracias, Pablo por contestar, por bajarte al barro, no sólo aquí y ahora, sino también antes. Si Pablo Messiez y Pablo Caruana y todos los Pablos por llegar, leen a Perro Paco y deciden hablar es porque algo, aunque sea de manera pedante y ladradora (lo siento, es que nos han dibujado así…), estamos haciendo. Mal o bien. Haciendo.

    Respecto a las consideraciones sobre Las Palabras, creo que no he conseguido decir lo que quería decir, o todo lo que quería decir. Igual es indecible. O igual esta Perra es torpe, simplemente. Pero creo que la Perra se ha montado el numerito de la belleza y no acaba de funcionar. ¿De qué Belleza estamos hablando? Esto es lo primero que deberíamos aclarar ¿Es el escenario el lugar de la Belleza? ¿Qué coño quiere decir esta Perra con eso? ¿Más vaguedades? Como si no tuviéramos bastantes… ¿La Belleza es algo que queremos observar y admirar? ¿Qué Belleza? Cada obra deberá determinar a qué denomina Belleza. Establecer sus coordenadas. En Las Palabras esta reflexión, tan bella en toda la primera parte de la obra, implícita en lo que vemos, se torna explícita en la segunda y hace que las decisiones estéticas de la obra se vuelvan éticas, según mi opinión. Y encuentro un problema en esa exaltación. O en las formas de esa exaltación. Igual es banal y poco interesante mi puta opinión, la verdad. O una buena excusa para empezar el debate y que las ideas bailen sin coreógrafo. Esta Perra intenta siempre llegar más lejos con Las Palabras, pero al final son sus ojos y sus células las que observan y piensan y sienten, se emocionan o bostezan, vibran o se encolerizan.

    En cualquier caso, difícil esto de hablar y decir y nombrar.

    Ah! Una última cosa. El ejemplo de Lynch no era casual. Lo cursi tiene muy mala prensa. Yo lo encuentro en todos lados. Lo cursi se superpone a la oscuridad. Y me parece un auténtico filón.

    A ese café, señor Messiez, está invitado. Esta Perra tomara un poco de leche, no se vaya a poner nerviosa. De este encuentro podría salir un gran texto. O la idea de grabar un disco de rap.

    Para concretar hora y lugar: tuperraerestu@gmail.com

  4. Querida amiga Tu Perra,

    Perro Paco no ha modificado ni un ápice de sus palabras.
    Acabo de revisar sus correos y, efectivamente, aparece “Caralana”. No nos eche la culpa. Eso es feo.
    Supongo que se deberá a un lapsus suyo. Sin más.

  5. 1.- Era un viernes por la noche
    cuando me lancé sin red.
    2.- En sala Cuarta Pared
    hay teatro a troche y moche.
    1.- Parece que al parecer
    viene al Festival de Otoño
    el sabio y listo retoño
    que ha sabido bien que hacer.
    2.- Todos lo ponen muy bien:
    cosas de publicidad
    que al altar de la ciudad
    eleva uno, deja a cien.
    1.- No se asuste el buen lector
    de estos versos disonantes
    2.- pues peor fueron los cantes
    que sufrimos con pavor.
    1.- Vamos a pensar un poco:
    ¿era mejor ir de cena,
    ahorrarse esta obra buena,
    y quedarse sin sofoco?
    2.- No quiero meter la pata.
    1.- Con las palabras se estoca
    que son balas de la boca
    y el que mal dice bien mata.

    2.- Las palabras es una obra
    que trata la enfermedad,
    cosa grave y alegórica
    que se termina sin más.
    Pero si a esto sumamos
    amor del que quiere amar
    y unas extrañas enfermas
    que aparecen por detrás
    contamos la historia entera
    sin dejarnos ná de ná.
    1.- Los bultitos que les salen
    con esto del mal hablar
    solo dejan de doler
    con el arte del rimar.
    2.- Yo no sé cómo se puede
    ese dolor terminar
    pues las rimas del teatro
    son para no recordar.
    1.- Maravillosas como estas
    que nos salen sin pensar.
    2.- Decir que los actores
    a cada cual peor
    si la culpa no es suya
    será del director.
    Figura tan relevante
    podría aquí ser lo peor
    ya que por no saber ni sabía
    hacer el oscuro mejor.
    No era especial el espacio,
    era una muestra menor
    ni la harina que caía
    me hace pensar mejor.

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