Eramos los que eramos

Eramos los que eramos es un relato para el libreto de la publicación en formato de vinilo, The Drowned Giant de la artista Anna Moreno.

 

ERAMOS LOS QUE ERAMOS

María Montero Sierra

 

Viernes, 23 de junio, 11:30 horas

— Esto, esto es un vídeo que está grabando donde estaban estas barras metálicas

— Y esto es una foto de lo que pasó

— ¿Y las telas?

— Los colores son trajes

— Nooo, no pueden ser trajes

— Las telas estaban colgadas de las barras

— Esta foto es un mapa

— ¿Un mapa de qué?

— Ahh y aquí pintura de grafiti

— Es un grafiti

7 de junio, 10:00 horas

En la mañana de uno de esos intensos días de calor de la meseta, el zumbido de unas hélices retumba cada vez más cerca. Encima de la explanada, el ruido se intensifica. Una primera pasada de observación. Se aleja, pero el zumbido se acentúa de nuevo. Al girar el helicóptero, sin lugar a dudas, se distingue en su panza las letras de «Policía». Observan detalladamente: una explanada, viviendas de los años 70 alrededor, malas hierbas recién cortadas por miedo al fuego, edificios de la administración, dos camionetas blancas en el medio del descampado, cinco hombre y cuatro jóvenes en medio de la construcción. Se retiran y con ellos el zumbido. Su presencia, su persistencia, nos significan, denotan el lugar. Nos convierten por fin en protagonistas de lo que va a pasar.

Sin mímesis ni cuerpo conductor la reconstrucción de la acción en vivo se solidifica en el archivo. Las imágenes y documentación concentran el relato y guían la nueva acción. Sin embargo, su ausencia dicta nuevos pasos donde la memoria oral y los relatos complementarios y contradictorios iluminan el hacer desde el presente. Cuando la acción en vivo deja de concentrarse en el cuerpo, en los movimientos de una coreografía fija, cuando, sin embargo, se conjugan fuerzas entre la música, la pintura y la arquitectura, los elementos que acompañan la escena marcan el evento. Esta apertura entre lo que fue y lo que puede volver a ser estimula la potencialidad del cambio. Se concretan los esfuerzos en el presente, en una relectura desde la mirada contemporánea, desde la perspectiva actual, sin forzar los puentes entre pasado y presente. Los elementos coincidentes son anécdotas que permiten sobre todo, repensar nuestro ahora y nuestro futuro. Aparecen nuevos protagonistas y técnicas que no son exactamente las de entonces. Se trata de imaginar lo imposible, soñar la ficción, reimprimir nuestro saber.

7 de junio, 19:00 horas 

El sol es intenso, las marcas de rojez delatan a aquellos que llevan ya horas en la explanada. Piernas ardiendo, pantorrillas rojas, hombros que comienzan a pelarse. Los nuevos, los visitantes que llegan desconcertados ante el ajetreo de los preparativos —exhaustos del corto camino del metro al descampado bajo los 35º C— se resguardan en los laterales. Buscan la sombra desde la que observan en la distancia. Esperan con diligencia a que esté todo listo. El agua que unos necesitan se compensa con las cervezas que van trayendo unos y otros. Todo se comparte, estamos todos iguales: acalorados, expectantes, felices de compartir, de estar donde no todos han oído contar. Formar parte de aquello, de esto, del momento.

Por el camino de cemento, entre las farolas aún apagadas —tarde pero pronto para el verano—, las dos señoras del barrio, de esa llamada cuarta edad, se van acercando a los grupos de jóvenes que se resguardan en las sombras a lo largo del camino. Sin vergüenza, y con la picardía de la madurez, como acercándose a quien fuese su nieto, dicen: «¿Será que han vuelto las fiestas?». Se les oye comentar: «Aquellos sí que eran buenos tiempos». Despiertan la curiosidad de los que se creían con la información. Ahora es… pero antes, ¿qué era?, ¿quienes venían?, ¿cómo era todo?

Las conversaciones se intercambian, fluyen entre la trivialidad del día, se descubren los protagonistas de la noche, hay quien parece tener más información, otros escuchan con atención. «Pero, entonces, ¿va a haber música?» «Sí, eso es». Se oye como unos chicos muy modernos, con colores vivos, con marca de artista, con acento de otro lugar, contestan a las señoras del barrio: «Sí, quédense que van a tocar blues». «Uy, no. Eso es para vosotros jóvenes, nosotras ya fuimos a muchas verbenas. Ahora os toca bailar a vosotros». Sin convencerlas, prosiguen lentamente por el camino, siguen oyendo los comentarios, lo que se ve, charlan entre ellas sobre lo que habrá, intuyen los instrumentos de una banda.

Se fueron presentado uno a uno: guitarra, bajo, batería y cantante. Se conocían desde hace años. Quedaba claro, no solo por su edad, esa joven madurez, si no por las maneras tranquilas. Todo controlado. Nada demasiado complicado en una escena que tiene mucho de improvisado, donde las estructuras, los cables, los motores y la gasolina, son piezas poco engrasadas.

Eramos los que eramos, texto en español de María Montero Sierra para el libreto que acompaña la publicación The Drowned Giant de Anna Moreno. Producido por La Capella en 2017

Miércoles, 5 de julio, 17:30 horas

— ¿A qué os recuerda esta música? ¿Alguien reconoce ese beat?, ¿ese ritmo constante?

— [silencio] ¿Nadie?

— Sí, claro, es el famoso solo de batería de … No recuerdo el nombre ahora, pero es el más largo de la historia del rock

— ¿Y qué significa el grafiti, «Éramos los que éramos»?

 

De la nada un escenario recubierto de maderas con unos pequeños escalones en una de sus cuatro esquinas que se convierte, gracias a la única sombra, en la fresquera de alguna nevera de camping con agua, zumos y cervezas; en cobijo de bolsos y mochilas; y en asiento de algún vecino del barrio que decide quedarse, curioso de lo que intuye va a pasar. Alguna vecina se integra entre los grupos de jóvenes, con otros artistas y músicos. Les cuenta de su proyecto, de una radio local para el barrio. Algo donde poder contarse historias, compartir preocupaciones, conocerse mejor. Un mini espacio dentro de la gran ciudad donde no haya «signos políticos» dice ella. Pero, sobre todo donde se genere convivencia y respecto. «Cansados estamos ya de escuchar la misma cantinela todo el día en los medios. No, nosotros no vamos a hacer lo mismo».

 

Domingo 23 de julio, 13:00 horas

— Pero, ¿qué pasó?

— ¿Es este un vídeo del happening?

 Yo no entiendo nada

— Cómo lo puedo saber… ¡Tenía que haber estado allí!

 

En monos de faena amarillo chillón un grupo de chicas, todas chicas, se mueven entre el escenario, el camino señalado por bases de cemento, y entre las telas azules, naranjas y cremas que cuelgan de las barras. Con sprays amarillos —igual que el mono que lucen— cada una va señalando una zona, un objeto, un punto del lugar. Acaban casi por rodearnos, pero no parecen molestar a nadie. No sé si la gente las ve pintando, no sé si las miran cuando se mueven juntas y se acercan a las estructuras metálicas, o cuando por separado van marcando una piedra detrás de uno. Sin embargo la gente señala el lugar que ha cambiado. Donde no había color, ilumina el amarillo. Completan una escena, nos señalan que estamos dentro, dentro de su acción, dentro de su música, parte del concierto, parte de este evento único. Se oye a alguien contar que hace años, dos décadas, allí se juntaron los vecinos a comer la paella más grande hecha entonces. Es perfecto, una explanada para concentrar al barrio. «Salió hasta en la tele» cuenta. Sería en algún programa de la recién estrenada Telecinco.

Grabadora en mano, micrófono y cascos conectados, varios portadores se mueven entre la gente, captan sonidos ambiente e impresiones. Como reporteros recorren el espacio, allí donde los curiosos se resguardan a la sombra; cerca de la música; junto a los sprays en acción, se desplazan entre las familias que empiezan a llegar. El sonido atrapa a la multitud, llama a más, la gente se saluda, se reconocen aunque estén en esta parte del barrio tan poco transitada. Algunos reporteros hacen preguntas, quieren conseguir impresiones directas. «¿Cómo llegaste», «¿qué sabías antes? ¿Conociste el primer evento?», «¿qué te parece?». Otros dejan el micrófono entre medias de la gente, se hacen invisibles. Sin mediación se entremezclan entre aquellos que hablan del día, del proyecto de danza para el último curso del master o de la penúltima canción que han añadido a sus lista de Spotify. El hit del verano.

El yo, el cuerpo del uno es poca cosa cuando se junta la masa. El grupo señala y significa el lugar casi más que los elementos: que un escenario, que una pintura, que una banda de música. Y sin embargo son centrales a la escena, delimitan los propios pasos del grupo, son la partitura de la coreografía que les mueve. Es el cuerpo del que toma los restos de lo acontecido: los objetos desperdigados y abandonados atrás, los relatos ajenos al resto y las imágenes inexactas que comienzan un nuevo relato. El cambio y la transformación, esa acción en el presente, es fundamental en el volver hacer. Como el cover de una canción, la adición personal, los nuevos tonos a la melodía, las alteraciones significan de nuevo los intenciones sin desmerecer los comienzos. Por eso el que se sabe parte de la escena, se reconoce único. Una huella que no puede trasladarse, que se asienta en el ahora, que sabe por otra parte que puede llevarse consigo, como una reliquia, que convertirá no en un vestigio de lo ocurrido sino en una recreación de las posibilidades infinitas de volver a ser.

Al caer la noche la música suena con más fuerza; es el último grito antes de recoger. El cielo morado deja por un instante una postal de esas de verano, matizado el amarillo del descampado, el gris de los arcos, el escenario, los colores de las telas y los objetos iluminados por el spray. Algunos se abrazan, se dan besos de despedidas, los colores de vestidos y pantalones cortos se enredan con lo que ya empieza a convertirse en pasado, las pequeñas historias han comenzado a florecer. Ya se puede hablar de qué fue aquel evento, este que acaba de pasar.

TEXTO completo en pdf

«En 1970 se organizó un happening en Moratalaz (Madrid) para promocionar el proyecto de vivienda utópica La Ciudad en el Espacio, del arquitecto Ricardo Bofill Taller de Arquitectura @bofillarquitectura. Un evento que nunca se llegó a documentar, un proyecto que nunca se llegó a construir. El pasado 7 de junio, la artista Anna Moreno repitió aquel #happening en el mismo lugar.

El LP es el registro sonoro del proceso de restitución, la única documentación existente del evento. El disco contiene los testimonios de Gila Dohle, The Downtown Alligators, @dozaelectronicaengeneral, Peter Hodgkinson, Anna Moreno, JC Ramone, Toti Soler y Ramon del Solo, entre otros. La edición también incluye un libreto con relatos de ficción escritos por los arquitectos @paulacurras y Havi Navarro, la comisaria @mariamonterosierra, el experto en blues Ramón del Solo y la artista Anna Moreno.

Producido por #LaCapella#barcelonaproducció17
Tutorizado por #latitudesbarcelona@marianacanepaluna @max.andrews
___________________ 📸: @laura_san_segundo»

 

Eramos los que eramos, texto de María Montero Sierra (traducción a inglés y catalán) para el libreto que acompaña la publicación The Drowned Giant de Anna Moreno