Repasando. Un sitio en la web donde se explica todo de forma clara (presentación, programa, horarios, piezas, etc). Tres personas en la producción. Un grupo de gente con muchas ganas de involucrarse. Ni rastro de ayudas públicas. Pluriempleados dedicados a dejarse el sueldo del mes en un proyecto.
Encuentros. Comidas. Indicaciones para llegar a las casas. La programación no se solapa. Eh! Alto. Un momento. Que no se solape la programación es algo que parece tan obvio… ¿no? Pues pasa, señoras y señores. Pasa, demasiado a menudo.
Pero no aquí, porque cuando las cosas se hacen con cariño -y no me voy a poner ñoña- y además se piensa en el público –el cual quiere ver todo o casi todo el programa- se gestiona bien. ¿Tanto cuesta? – pregunta retórica.
Segunda edición del festival. Segunda oportunidad para conocer gente maravillosa de mi ciudad. ¿El destino? No. La estrategia doméstica.
El sábado pasado se presentó la exposición de Manel Sellarès en mi espacio doméstico. En la invitación indicamos que abriríamos las puertas a las 5 de la tarde, hasta que se acabara el vino. 50 botellas. Manel y yo pensamos que la gente se iría antes de que se acabara. La fiesta acabó a las 3 de la mañana, que con el cambio de horario no sé si eran las 2 o las 4, pero poco importa.
Muchas horas y mucha gente. Por cierto, sobró muy poco vino. Mi casa convertida en un espacio expositivo. Mi gente querida con gente totalmente desconocida. Mi lavabo, mi nevera, mi balcón se convirtieron en nuestro lavabo, nuestra nevera y nuestro balcón.
Se abre un bonito diálogo entre lo público y lo privado. En lo público las personas somos exigentes. Uno va a una galería o a un museo y si la exposición le defrauda, se queja y la critica sin piedad. En el espacio privado, no. Si el trabajo no interesa, no importa, porque la traslación misma de la obra de arte valida la propuesta.
De hecho la conversación no era sobre el trabajo de Manel sino sobre el hecho de exponerlo en una casa. Hubo un momento de la tarde que alguien me dijo: “tú sólo vives aquí, no?”, para saber si yo era la artista.
Es cierto. Sólo vivo aquí. Que ya es mucho. Porque vivir aquí también significa organizar un encuentro con amigos y desconocidos. El “sólo” a veces es mucho más fuerte que cuando lo mezclas con leche y le pones azúcar. Por eso intento no mezclar.
El jueves participé en la propuesta de Jaime Conde-Salazar. Sobres rosas, verdes y amarillo. Las cartas del tarot. Cada uno de nosotr@s elegimos un sobre y respondimos a unas preguntas, o escuchamos una historia o vimos unas fotos manipuladas por Jaime. El azar y Jaime. Los asistentes y Jaime hicieron de esa hora y media un encuentro bonito.
El viernes estuve en casa de Olivier y Jerôme viendo el trabajo de Javi Moreno. En esta propuesta me perdí. Seedbed. Failed version es un remake de una acción que Vito Acconci llevó a cabo en el 72 en una galería de NYC. Escondido en el suelo entre unas maderas se masturbaba mientras el público pasaba por encima de él.
En este caso Javi había montado una casita de madera en medio del comedor, donde teóricamente se masturbaba y gracias a una webcab podíamos ver lo que estaba pasando en ese momento. Insisto no conecté.
En un espacio doméstico el encuentro con las personas tiene casi la misma importancia que la pieza que se presenta y aquí este factor jugó en contra, ya que acabó siendo más importante la compañía que lo que se proyectaba en la pared.
La casita de madera impactaba. Pero el efecto sorpresa era demasiado efímero como para mantener la atención mucho tiempo. Todavía no he encontrado ningún proyecto escénico-online que me interese. Seguiré intentándolo.
El final de fiesta fue en el climamola. Dos propuestas muy diferentes. Maia Villot y Roger Pelàez. Así acabó el festival. Qué bien lo hemos pasado. Incluso de resaca y con dolor de cabeza nos gusta.
Entrando en casa ayer me preguntaba qué pasará el año que viene. Si no es esto será otra cosa. Porque siempre habrá alguien que se lo invente. Pasan tantas cosas en un año…
Aquí os dejo una pequeña muestra de lo que fue Regando plantas de plástico.