En el 2010 estuve en el MOMA. Una de esas coincidencias de la vida. Marina Abramović presentaba The artist is present. Lo vimos, leímos, escuchamos en todA la prensa del mundo mundial. Se generó una salsa rosa que tengo que confesar, seguí desde el primer día: que si el médico que le controlaba la tensión, que si el dietista, el cambio de vestuario (el vestido de terciopelo rojo, lila, verde, la melena cayéndole por el hombro y la pose de Virgen María como en una catedral), el listado de sucesores y un largo etcétera que amenizaron mis ratitos de después de comer con el café, los dos o tres meses que duró la exposición.
Aunque en realidad estoy pensando que no lo seguí tanto. Una vez estuve allí, viví “el teatrillo”, la cola para sentarse frente a la gran dama, las caras de la gente y la expectativa que se había generado por semejante acontecimiento “rompedor”, perdí una gran parte de mi interés. De hecho me pareció infinitamente más interesante la salsa rosa y el ambientillo que generaron aquellos que se creían la historia, que no la “pieza” en sí misma.
Esta mañana estaba pensando si fue con The artist is present, cuando los museos empezaron a contemplar la idea de hacer exposiciones sobre la performance, o lo que en inglés se denomina Live art. No me estoy refiriendo a que se presenten programaciones de arte en acción, ya que esto sí que se lleva haciendo unas cuantas décadas –aunque no tantas en este país-, sino a que la intervención se muestre en la sala de exposiciones y no a través de un programa.
De Nueva York a Barcelona. Salvando las grandísimas distancias. Aquí The artist is not present pero es muchísimo mejor. Si no tienes ningún tipo de información, más allá de saber que la exposición se llama Retrospectiva, y que es una muestra del trabajo de Xavier Le Roy, puedes pensar que te encontrarás fotos, vídeos y toda una serie de material inédito sobre el artista.
Pero no. Cuando entras, la sala está vacía. Bajas las escaleras, aparecen los performers y tu cuerpo cambia. Se esfuma, como por arte de magia, la verticalidad con la que habitualmente vas al museo. No hay personal de seguridad. Y por tanto, no hay prohibiciones. Ni líneas que delimitan el espacio. El mundo al revés es posible.
No es que no puedas acercarte a la pieza sino que la pieza se acerca a ti y se explica. A ver quien es el listo que se atreve a decir que las exposiciones de arte contemporáneo no se entienden. Sin vinilos, ni programas de mano. Las obras vivas te lo cuentan. Una maravilla. Una ma-ra-vi-lla. Un placer. Un lujo. Y un lujo, que tendremos en Barcelona durante dos meses. Lo digo con orgullo y con una sonrisa de oreja a oreja porque en tiempos de guerra, ganar este tipo de batallas hace que la vida sea un poquito mejor.
Si esto estuviera en el MOMA, no tengo duda de que las colas serían infinitamente más largas. Pero está en el carrer Aragó entre Paseo de Gracia y Rambla Catalunya, y eso lo debe de hacer menos exótico, supongo. Lo comparo con el MOMA porque tenemos una tendencia (yo la primera) a valorar todo aquello que acontece en urbes como NYC, Londres, Paris, Berlín… y ESTO está pasando en nuestra casa. Poca broma.
En la Restropectiva se pueden ver los diferentes solos de Xavier Le Roy, interpretados por un grupo de creadores que han estado trabajando el universo de este coreógrafo francés, para transmitirnos a los espectadores su personal visión de cada pieza que interpretan. Por tanto, aquí hay un doble juego: la oportunidad de conocer fragmentos de las piezas de Xavier Le Roy y la interpretación de estas piezas por artistas como Sergi Fäustino, Cris Blanco, Aimar Pérez Galí, Guillem Mont de Palol, Pere Faura, entre otrxs. Otro lujo.
Para mi, algo especialmente interesante es hacer el seguimiento de la exposición, es decir, ver cómo evolucionan las interpretaciones de cada performer, después de varias semanas trabajando con el material. Una auténtica exposición viva. Si el trabajo me lo permite no me quiero perder detalle.
Me alegra comprobar que existen instituciones que no se rigen por las economías del objeto y que a través de exposiciones como la de Xavier Le Roy, abren un espacio de reflexión sobre este tipo de prácticas artísticas.
Este año tenemos la suerte de disfrutar de programas de arte contemporáneo donde no se parte de la distinción entre disciplinas: La Secció Irregular es otro ejemplo. Un miércoles al mes, la Secció Irregular nos cita en el Mercat de les Flors para mostrarnos piezas escénicas, instalaciones, performances, video creaciones, conferencias y talleres. Algunxs nos vestimos y transvestimos para dejarnos sorprender por el programa y disfrutar del buen rollo entre vinitos y sopa caliente.
Para no parecer Candy Candy, lo dejo aquí y os animo a que vayáis a la Fundació Tàpies y a la Secció Irregular. En la próxima sesión tendremos el placer de ver uno de los solos de Xavier Le Roy. Altamente recomendable.
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