Vida intrépida. Picabia. Lucky Strike. Terrassa. Ajedrez. (Risas). Objetos. Los Encantes. Barcelona. Antoni Padrós. Bach. Pop. Dolce Vita. Jean-Paul Belmondo. Insomnio. Gin-Tonic. Eixample. Mil mesetas. Piramidón. Dieter Roth. Drogas. Destrozar una guitarra. Full time. Amistad. Andy Warhol. Tango en Paris. Retina. Belle & Sebastian. Pantalones de pitillo. Planificar. Gula. Impuntualidad. Gafas de pasta. Lavarse las manos. Hotel Chelsea. Bata de Guatiné. Amargo parking. Cruce de caminos. De pic-nic. Origen del mundo. Palabras de amor. The Killer. Català. Gran Vidrio. Adriana. The Velvet Underground. Nosotr@s. Discusiones de matrimonio. Bergman. Cadaqués. Incomodidad. Seducción. Estética. Amigos de teléfono. Dry Martini.
Conocí a Manel Sellarès en un centro de arte en Barcelona. Un espacio parecido a un cementerio, “decorado” con grandes pinturas y donde se escuchaba una voz lejana susurrando “la pintura ha muerto”. Ese era Manel. Y en ese momento aparecí yo. Entusiasmada. Activa. Y con ganas de hacer.
A los pocos días estaba aburrida. Agobiada y viendo los días pasar – cosa que no soporto. Dicho centro estaba en la planta nº 16 de un edificio en un barrio a las afueras de Barcelona. El espacio expositivo era maravilloso. Tenía unos ventanales desde donde mirar el skyline de la ciudad. A nuestros pies. Bonita. Preciosa. Gamberra. Y muy puta –cosa que nos gusta pero a veces nos disgusta.
Los atardeceres con vistas a Collserola me ensimismaban… tanto, que al final necesité huir. Las mañanas eran frescas. Llegábamos – yo siempre antes que Manel- y nos tomábamos un café mirando la ciudad. Cuando estaba muy deprimida, Manel se inventaba un juego. Nos imaginábamos que estábamos en el MOMA trabajando y que en el lunch comeríamos algo guarro caminando por las calles de Manhattan.
Nunca pude dejar de sonreír. Cada día un regalo: una obra, un nombre, una canción, una historieta, un libro, un gesto. Desde entonces seguimos. A veces nuestro viaje juntos está más cerca de una montaña rusa que de un paseo relajado. Parece que no puede ser de otra manera.
Ahora estamos con los preparativos de Regando plantas de plástico. Anoche cenamos juntos y me prestó un libro de autoayuda. “Léete todo lo referente al número 7”, me dice. El número 7 es la Gula.
El libro viene a decir que el número 7 // la gula son aquellas personas que entienden la vida de la siguiente manera:
-La vida puede ser vivida sin dolor.
-Si planifico bien las cosas, seré feliz.
-Planificación.
-Sensación de estar perdido y desorientado.
-Felicidad. Encantamiento. Entusiasmo. Familia. Racionalización. Sobriedad. Trabajo.
Esto es lo que podríamos llamar un análisis “cutre-salchichero” típico de dominical de El País. “Está nervioso”, pensé antes de dormirme. O está en la crisis de los 40. Esto también me cuadra. En fin…
La entrada y parte del pasillo de mi casa está llena de cuadros y objetos para la exposición. Una caja de herramientas. Sus cosas. Sus pensamientos. Reconozco que esta mañana me sentí acompañada. Una semana conviviendo con Manel. Empachada y encantada.
A partir de las 5 de la tarde. El sábado 29 de octubre. En mi casa. Mi amiga Mónica se ha comprometido a preparar un pica-pica de esos maravillosos que ella prepara. Y Valen se encargará del hilo musical.
Supongo que Manel estará escondido en el cuartito de la lavadora porque no quiere hablar de su trabajo con nadie. No le va ese rollo. Así que os invitamos a venir, tomarnos juntos unos vinos y la que firma os hará un recorrido por la exposición.
Si venís más allá de las siete, seguramente ya me haya bebido unos cuantos vinos y la explicación irá mudando hacia vete-tú-a-saber-qué-lugares. Será guay. Super guay.
Un día bonito con gente bonita en Poble Sec.
envia siento de no poder estar por ahí, disfrutando de “las estrategias…” y de esta fiesta en particular!!!! a pasarlo GUAY! algún día probaré el Dry Martini…
Paola, si quieres un día podemos ir a Manhattan. Total, sólo hay que coger un avión.
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