En la puerta de la sala B nos sentamos en un bordillo y le pregunto a Vasco por qué este año no se ha hecho ninguna presentación en el espacio Mota. Con mucha serenidad me explica que el presupuesto global de esta edición ha sufrido recortes considerables. De hecho han recibido menos dinero que hace diez años. Esto supone un retroceso en la gestión del festival.
La inversión de Citemor no tiene que ver tanto con el cachet de las compañías como con la producción, la gestión de espacios y en general, toda la logística que conlleva este tipo de proyectos.
Uno de los objetivos del festival es ofrecer las mejores condiciones a los creadores que pasan por allí. Por tanto, hay que cubrir todos los gastos que suponen las residencias artísticas. El festival sirve entre 3.000 y 4.000 comidas y alquila aproximadamente 15 casas, que además, tiene que acondicionar.
La adecuación de los espacios escénicos es otra de las inversiones importantes que hace el festival, ya que ni el castillo, ni la sala B tienen las condiciones mínimas para trabajar (agua y luz). Esta es la razón por la cual han decidido no contar con la sala mota. Aunque este espacio sea de una empresa de obras públicas que no les cobra alquiler, los costes de montaje superaron el presupuesto destinado a esta partida.
El equipo de dirección parte de la idea de que el espacio no puede ser un problema. Las personas que están trabajando en la sala B tienen que tener todo acondicionado para que la creación no se vea afectada. Esto es muy importante porque el festival nunca impone al creador un espacio. Le invita a venir a Montemor, le enseña los espacios escénicos posibles así como el resto del pueblo, para que después el artista elija el lugar y el trabajo que quiere presentar allí.
Como el espacio es una cuestión vital para el festival, este año decidieron colaborar con la Oficina Municipal del Teatro de Coimbra, para presentar el trabajo de Olga Mesa en las mejores condiciones técnicas posibles. Además, hace tiempo que tenían ganas de extender el festival a esta ciudad y las necesidades de Olga posibilitaron esta colaboración.
Vasco me explica que el año pasado Olga estuvo haciendo una residencia en ese espacio. Por tanto su trabajo se empezó a desarrollar allí. Esa sala se adapta perfectamente a su pieza, así que si Olga está contenta, nosotros también.
La voluntad de colaborar con este espacio de Coimbra viene dada por la necesidad de captar el público de la ciudad. Con el tiempo tienen la sensación de que el público nacional (tanto de Lisboa como de O Porto) ha ido disminuyendo.
Hace algún tiempo el festival colaboró con un espacio de O Porto que funcionó muy bien, pero con el que no hubo continuidad porque al cambiar el equipo de gestión, cambiaron los intereses y las colaboraciones que se gestaron durante ese tiempo.
El estudio de público que llevaron a cabo en el año 95 mostró que el 30% de los asistentes al festival venían de estas dos capitales. No se ha vuelto hacer otro estudio más reciente, pero notan un descenso considerable debido a la situación económica del país. En general las condiciones son más favorables en Coimbra, ya que está cerca de Montemor y además es una ciudad universitaria.
Uno de los éxitos de Citemor es la estabilidad del equipo. Como ya he dicho anteriormente, Armando Valente tomó la dirección en el 92 y Vasco, tres años más tarde. Desde entonces han trabajado con un grupo de profesionales más o menos fijo. Las personas que hacen posible el festival suelen ser de la misma vila.
Vasco afirma que es posible que haya personas más capacitadas en otros lugares para hacer determinadas funciones, pero es mejor formar a un equipo local – que conozca el contexto – para consolidar el trabajo. De esta manera ofrecer las mejores condiciones posibles tanto a los creadores como a las personas que pasan por el festival.
Le pregunto por el trabajo de dirección…
No hay una fórmula fija para programar, afirma Vasco. No suelen ir a festivales porque no compran espectáculos. Trabajan al margen de las lógicas de los circuitos, los programadores y las negociaciones de cachets.
Si un creador les interesa hacen el seguimiento de su trayectoria como han hecho con Elena Córdoba, asistiendo al estreno de uno de sus trabajos en el Festival Escena Contemporánea de Madrid.
La programación se lleva a cabo en “un espacio” de intercambio, libre, generado por las complicidades entre algunos creadores cuyas trayectorias han ido siguiendo. Y cuando surge el momento adecuado, el festival propone la producción de una obra. Este tipo de complicidades las valoran mucho.
Para ellos es importante que el público pueda hacer un seguimiento de los proyectos que apoya el festival. En cierta forma los artistas y el público crecen juntos. Por eso es muy raro que un creador sólo vaya una vez a Citemor, normalmente repiten. Algunas veces tres años seguidos, como ha sido el caso de Carlos Marquerie y otras, en un espacio más amplio de tiempo, como Paulo Castro.
La actitud a la hora de programar es muy abierta y contaminante. El año pasado José Maças de Carvalho presentó una instalación acompañando el trabajo de Elena Córdoba. Este año la propuesta Play them # 02 ha sido comisionada por Maças y el año que viene, será el turno de Luís Alegre.
En este sentido parte de las decisiones de programación están en manos de los creadores. Sergi Fäustino les propuso presentar Estilo internacional. Investigación alrededor de un cuerpo cansado debido a que las condiciones para hacer una residencia eran óptimas. Aceptaron sin dudar.
Hoy nos despedimos de Citemor. He querido acabar la crónica de esta edición con la entrevista de Vasco Neves. Durante nuestra conversación me llamó la atención que ni una sóla vez pronunció la palabra “crisis”. He vuelto a casa con algunas lecciones aprendidas: la primera, dejar de quejarme y seguir defendiendo mis proyectos con cariño.
La crisis la piensas antes de empezar, durante el festival desaparece…
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