Um prazer falar com você

A Daniel Worm lo conocí improvisando. Después de estar un buen rato conversando con él me atreví a preguntarle si siempre improvisa el diseño de luces en el mismo teatro. Su respuesta fue SI. De cualquier forma lo hace.

Ha diseñado las luces de Massacre de Paulo Castro & John Romao. Este hombre tímido cuenta con una larga experiencia que tuve el placer de compartir durante el festival.

Me cuenta los proyectos en los que está trabajando este mes de Agosto y los que le esperan el próximo otoño. La Fundación Serralves le ha invitado para hacer una improvisación con tres músicos, también estará en el Teatro Sao Luiz de Lisboa y es posible que pase por Temps d’images.

Hablamos de la situación de las artes escénicas en Portugal, en un momento en el que el Ministerio de Cultura parece que va a desaparecer. Para Daniel no es motivo de alarma. “Nada va a cambiar porque muy pocas cosas hacía”, me dice.

A principios de la década de los 90, debido a la preocupación del sector por la falta de espacios culturales, se inició una etapa de recuperación de teatros, algunos de ellos abandonados desde los años 70, como por ejemplo el Teatro Viriato.

En esta época, el gobierno socialista decidió recuperar estos teatros como espacios de trabajo para las compañías que surgieron a partir de las revueltas de Abril del 74. En Lisboa aparecieron Cronocopia, Teatro Comuna, Teatro Aberto y en O Porto, Selva Troupe, entre otras.

En los años 70 el proyecto cultural más importante de Portugal era la Fundación Gulbelkian. Esta fundación centralizaba toda la creación relacionada con la danza y en cierta medida también con las artes plásticas, siendo a su vez el centro de formación artística más importante a nivel nacional.

Durante aquellos años todo lo que pasaba en Portugal estaba relacionado con el Gulbelkian. El Serviço á carta era uno de los antiguos proyectos de esta fundación. Se encargaba de organizar eventos culturales entre los que estaban los Encontros á carta, de teatro y danza.

Antes de estos encuentros, ya se habían llevado a cabo otros festivales como el Festival de Outono en Lisboa, el FIT (Festival Internacional de Teatro), organizado por el Teatro Nacional D. Maria II. En general las artes escénicas portuguesas empezaron a desarrollarse a partir de la primavera del 74.

Fue en los años 90, concretamente en 1995, cuando el gobierno socialista creó el Ministerio de Cultura, el cual implementó un sistema de subsidios[1] (subvenciones) puntuales que llevó a la creación de nuevas compañías, comenzando a surgir un tejido cultural.

El gobierno asignó a estas compañías – Comuna, Cronocopia, Aberto – espacios y recursos para desarrollar sus creaciones, sin que tuvieran la necesidad de proyectarse a nivel internacional, ocupando así la escena nacional.

Por otro lado estas compañías, que nacieron a partir de la creación del Ministerio de Cultura, tuvieron muchas dificultades para desarrollar sus nuevas creaciones. No había salas y por tanto tampoco circuitos. La falta de estructuras y los altos costes de las giras hacía que estos nuevos proyectos murieran el día del estreno. Desgraciadamente, en este nivel de precariedad se continua trabajando.

En esta época surgió lo que se llama la Nova Dança con Vera Mantero, Francisco Camacho, Joao Fiadeiro, Rui Horta – actual director de O Espaço do tempo. La danza tiene más proyección internacional por el tipo de lenguaje que utiliza. En este sentido el teatro siempre fue mucho más cerrado, a pesar de que las compañías portuguesas suelen preparar sus piezas como mínimo en dos lenguas.

A partir de la creación del Ministerio comenzaron a surgir nuevos espacios culturales. El problema fue que las nuevas compañías no pudieron disponer de estas salas para trabajar, ya que las câmaras municipais (ayuntamientos) las utilizaron en beneficio propio. Lo importante era programar aquellos proyectos que dieran visibilidad a la institución.

Daniel considera que en general la gestión del Ministerio fue negativa desde sus comienzos. Se creó un sistema de ayudas para la recuperación de teatros y la creación de salas sin pensar en el dinero que tendrían que invertir para el desarrollo de dichos proyectos (mantenimiento de los espacios, programaciones regulares, etc).

Actualmente existen salas en sitios muy peculiares, ajenas a lo que acontece en el lugar, sin una programación estable y por tanto sin público. Aunque también hay centros en Lisboa, como el Culturgest y el CCB, que debido a la falta de un plan estratégico, tampoco tienen público. Han acabado convirtiéndose en espacios – cadáveres.

El CCB se creó el año en que Portugal tenía la presidencia europea. Este centro funciona como una especie de duplicación del Gulbelkian. Como la fundación, el CCB tiene un auditorio, una sala de exposiciones y un programa de actividades de formación.

El funcionamiento de dicho espacio es un poco diferente al que tendría cualquier centro cultural. Ofrece servicios de alquiler (salas y auditorio) para congresos y eventos no relacionados con la cultura, como la visita del Papa.

La fundación de la Caixa Geral de Depósitos creó el Culturgest en Lisboa, cuyo funcionamiento es muy similar al del CCB. Este centro tiene un auditorio enorme, dotado de un excelente equipamiento técnico, pero que según Daniel, han tenido que despedir a todo el equipo debido al recorte presupuestario. Insostenible y contradictorio.

En general la situación en Portugal no es muy diferente a la de España. El Ministerio no favorece el desarrollo profesional de los productores culturales, no presenta un sistema de ayudas para apoyar la creación contemporánea, ni genera espacios en condiciones óptimas para los procesos de creación.

Para poder superar la situación en la que se encuentra la creación escénica es necesario colaborar, compartir, intercambiar con otras estructuras, creadores y productores de otros países. La creación de “espacios comunes” debería de ser una práctica habitual como lo es en el resto de Europa.


[1] En Portugal, los subsidios pueden ser de dos tipos: los puntuales (por proyectos) y los anuales (que pueden ser de dos o de cuatro años).

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