Ingredientes:
Pato, cebollas grandes, dientes de ajo, vino blanco, aceite de oliva, ramitas de perejil, sal y pimienta en polvo.
Preparación:
Lavar bien el pato y secarlo con papel de cocina. Trocear las cebollas y los dientes de ajo para rehogarlos en una sartén. Cuando esté a punto de caramelo sacarlo y echar el pato troceado en la misma sartén. Antes de que empiece a verse crujiente, volver a echar las cebollas y los ajos. Mezclarlo bien con el perejil y salpimentar. Cuando esté todo doradito cubrirlo con agua y vino. Dejarlo a fuego lento durante media hora. Es recomendable ir moviéndolo para que no se enganche la carne a la sartén.
Una vez el pato cocinado, retirarlo y depositarlo en una cazuela de horno. Con el caldo sobrante hervir el arroz. Como es habitual, las medidas son 2 tazas de caldo por una de arroz. Por tanto cuando el caldo hierva, se echa el arroz y se deja doce o quince minutos a fuego lento.
El siguiente paso es desmenuzar el pato quitándole todos los huesos para mezclarlo con el arroz. Una vez en la cazuela directamente al horno durante pocos minutos. Normalmente este plato se come acompañado de abundante ensalada, patatas – este tubérculo está presente en todas las mesas de este país – y un buen vino maduro. Sin duda es una de las maravillas de la cocina portuguesa.
Este fue uno de los platos con los que nos deleitó Carlinhos Mendes en la cena de ayer. Carlinhos – le llaman así para distinguirlo de su padre -, además de un gran cocinero ha sido técnico de Citemor durante mucho tiempo. Ha cambiado los focos de la sala B por los fogones del O Marinheiro.
Ayer por la tarde decidí hacerle una visita y aquí tenéis el resultado:
Este restaurante es uno de los puntos de encuentro del festival. Está a las afueras de Montemor, a orillas del río Mondego. Veinticinco minutos aproximadamente caminando desde la praça de la República. A paso lento. Y tiene que ser a paso lento para no perderse detalle. Lo mejor es hacer el camino en silencio para escuchar el susurro de los álamos. Lo peor… uhm, el mundo animal compartiendo contigo el momento.
Cada noche me acuerdo de los versos de José Emilio Pacheco:
Nacen en los pantanos del insomnio.
Son negrura viscosa que aletea.
Vampiritos inermes,
sublibélulas,
caballitos de pica
del demonio.