concepto / careta
La expulsión del paraíso fue la primera performance de la historia, una performance colectiva de larga duración y resultados inciertos. Pero no todos supieron entender lo que estaba pasando, que era en realidad un gran juego, una invención, un concepto.
Para llevar a cabo esta acción utilizaron unas caretas mágicas, unas caretas transparentes, que son las caretas que llevamos todos. Parece que no llevas nada, pero cuando te la pones, te transforma. No se notan, pero se ven a la legua. Son más o menos las que podemos llevar cada mañana al salir de casa. Las caretas de persona normal y corriente, que son muy distintas, dependiendo de lo que cada cual considere qué es ser normal o corriente, o al revés, que más o menos es lo mismo, ir de anormal y diferente. Adán pensó que este perfil sería el más adecuado para empezar bien la historia, y aunque Eva no estaba para nada de acuerdo (decía que los normales y corrientes son al final los que tienen más peligro), total daba un toque de extrañamiento que hacía que la performance fuera más resultona.
Tuve la suerte de encontrar una de estas caretas en un anticuario en el barrio viejo de Quito, por la parte de Benalcázar y Cuenca, en una de esas callecitas, en una tienda abarrotada con todo tipo de caretas. Cuando la descubrí no daba crédito. Estaba debajo de una montaña de caretas de diferentes tradiciones populares. Pero lo increíble fue que el vendedor no sabía que era la careta original de la expulsión. Yo le conté la historia, le insistí que debía de costar una fortuna. El hombre me miraba y se sonreía sin saber qué pensar.
Entonces, yo le digo que sé bien lo que le estoy contando, no solo como teórico y especialista del teatro, sino también como actor, porque participé de aquella primera gran performance de la humanidad. Como veo que continúa tomándoselo a broma, le muestro estas imágenes que siempre llevo conmigo, en mi teléfono móvil.
– ¿Ves? Aquí estoy yo con la careta.
El hombre parece no enterarse de nada y decide mirar para otro sitio, aunque reconoce la careta.
– Y este de aquí es Juan Navarro, que estaba conmigo también. Aquí estamos ya saliendo del paraíso, y lo primero que nos encontramos es con toda la familia de Juan. Tú te imaginas, qué alegría, recién sales del paraíso, por la primera vez, y te encuentras a toda tu familia, esperándote, que además eran un montón. Ahí empieza a presentármelos a todos y yo a repartir vino, que nos habíamos traído del paraíso, por si acaso.
Finalmente, el dependiente parece tener una iluminación:
– Pero esto no es ningún paraíso. Esto es un escenario y vosotros estáis haciendo teatro.
– Ya, claro que es un escenario, es el auditorio del Colegio Mayor San Clemente, en Santiago de Compostela, en España. Lo hicimos como parte de un congreso organizado por Performa. Pero esto no tiene nada que ver, yo me refiero al concepto.
– ¿El concepto de qué?
– Bueno, el concepto de paraíso, de escenario, de teatro. Los conceptos fundamentales de la hermenéutica fundacional del ser humano.
– ¿Hermenéutica fundacional…?
Por unos segundos parece quedarse en trance con un gesto fijo que no sé cómo interpretar. De pronto vuelve en sí, me mira como si fuera otro.
– Tú lo que eres es un listillo. Eso es lo que eres, un iluminado. ¿Quieres saber lo que es un concepto? ¿Quieres que te enseñe yo a ti un concepto? Esto es un concepto.
Ante aquella imagen me quedo dubitativo; incluso aceptando que no era un concepto fácil de desentrañar, había que reconocer que aquello también era un concepto. Y así fue que nos entendimos. Tras unos segundos de silencio, el hombre cierra la tienda, mientras me dice ven que te voy a enseñar dónde está el paraíso. El paraíso queda aquí no más. Y además me regaló la careta.
uso [formas de]
El problema no es lo que ya hicimos, que al fin y al cabo ya está hecho, sino lo que hacemos ahora con lo que ya hicimos; dicho de otro modo, el problema no es la historia, sino lo que hacemos con la historia, o lo que la historia hace con nosotros; lo mismo podría decirse de las técnicas, los métodos, las ideas y los proyectos, el problema es cómo usarlos y para qué nos sirven. Sin olvidar que usar supone también dejarse usar.
De este modo sustituimos el paradigma de consumo por el paradigma de uso. Mientras que el primero, bajo la promesa de una cierta felicidad, apela al sujeto en función de su capacidad como consumidor y su poder adquisitivo, el segundo anima al sujeto, en función de su libertad y capacidad creativa, a hacerse un lugar propio frente a la mercancía. Pero los cantos de sirena que desde los años setenta se han escuchado acerca de las formas de uso nos hablan también de unos riesgos evidentes. Aceptar que cualquier medio puede tener distintas formas de uso más allá de las previstas por la institución o el programa, conlleva asumir que hacer uso de algo, por ejemplo, de un escenario, un museo, una institución, una subvención o una convención artística, supone también inevitablemente ser usado por el medio.
Estos dos sentidos de uso no son recíprocos ni van en la misma dirección: el usuario trata de encontrar un lugar propio frente a los usos ya instituidos, apropiarse del aparato, hacerlo suyo, mientras que el medio, por su parte, te brinda un lugar para que te encuentres cómodo a cambio de seguir cumpliendo la función para la que ha sido diseñado, es decir, que lo sigas consumiendo. Es como un partido donde cada equipo juega con reglas distintas, sin embargo, están obligados a jugar a lo mismo.
El archivo funciona como un ritual, se activa a través de unos usos que están organizados como una suerte de ceremonia. Al tratarse de un archivo vivo y compartido esta ceremonia es aún más incierta. En el caso de Se alquila una serie de ritos nos abren las puertas a este viaje antropológico y estético por el pasado de la performance y del teatro, de la teoría y el conocimiento, del encuentro con la comunidad y las formas de celebración.
En un momento de esta travesía se entona un salmón responsorial. Es un instante de iluminación para navegar por las procelosas aguas del mundo del arte o la teoría sin que te caiga un hachazo encima. Nos encomendamos a una divinidad, por ejemplo, a San Giorgio Agamben, aunque puede ser cualquier otra, Santa Hannah Arendt, San Foucault o incluso Santa Aristóteles. Todas sirven. Y le rezamos con toda devoción tratando de encontrar el sentido inmediato de lo que estamos haciendo como grupo.
Entonamos todas juntas los latines de la Santa Academia:
Tout usage est d’abord usage de soi
Pour entrer en relation d’usage avec quelque chose je dois en être affecté
Me constituer moi-même comme celui qui en fait usage.
Si l’hypothèse d’un lien constitutif entre esclavage et technique est correcte
il n’est pas étonnant que l’hypertrophie des dispositifs technologiques ait fini par produire une forme d’esclavage nouvelle et sans exemples.
Aujourd’hui, le problème ontologico-politique fondamental n’est pas l’oeuvre, mais le désœuvrement
non pas la recherche fébrile et incessante d’une nouvelle opérativité
mais l’exhibition du vide permanent que la machine de la culture occidentale garde en son centre.
Lecture selon Saint Giorgio Agamben, L´usages des corps. Homo sacer, livre IV, partie 2, 2014.
Amen
O si se prefiere en romance castellano:
Todo uso es primero uso de uno mismo
Para entrar en relación de uso, debo primero estar afectado Constituirme yo mismo como aquello de lo que se hace uso
Si la hipótesis de un lugar constitutivo entre esclavitud y técnica es correcta
No nos debe sorprender que la hipertrofia de los dispositivos tecnológicos
Haya terminado por producir una forma de esclavitud nueva y sin precedentes
Hoy, el problema ontológico-político fundamental no es la obra, sino el des-obramiento
No la búsqueda febril e incesante de una nueva operatividad
Sino la exhibición del vacío permanente que la máquina de la cultura occidental guarda en su centro.
Lectura según San Giorgio Agamben, El uso de los cuerpos. Homo sacer, libro IV, parte 2, 2014.
Amén
El que no haya una única manera de utilizar la historia, el archivo o la teoría da la posibilidad de descubrir dentro del mismo baúl lo que no sabíamos que estaba ahí, porque seguramente no estaba, y reinventar así el momento actual de la búsqueda, el presente desde el que nos proyectamos hacia el pasado. A esto se refiere Coccia en su estudio sobre la tradición averroísta, una corriente colectiva y casi anónima que durante la Edad Media puso en circulación comentarios sobre los textos de Aristóteles; Coccia busca en la tradición averroísta lo que no fue no dicho directamente o no llegar a pasar, pero sin embargo estaba pasando, por eso afirma que
no se da historia solo de lo que en realidad ocurrió
Efectivamente, también hay historia en lo que no llegó a ocurrir, pero aún sin llegar a ocurrir, potencialmente estaba ocurriendo.
[Coccia, Emanuele (2005), Filosofía de la imaginación: Averroes y el averroísmo (La transparenza delle imagini, 2005). Trad. María Teresa D´Meza. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007.]
archivo público
Un archivo es un modo de recuperar, ordenar y administrar un pasado en función de una serie de principios que le otorgan un valor y una legitimidad. El archeion, donde se guardaban los documentos de la ciudad en la antigua Grecia bajo la custodia de los arcontes, significaba también un lugar seguro, el lugar de la ley, el origen y el mandato. Un lugar que exige obediencia y al que no todos tenían acceso.
Para entrar en un archivo era necesario una iniciación previa a través de una serie de ritos o prácticas que te acreditaban como posible usuario de ese archivo. Salvando las distancias, hasta hace poco no se podía entrar en la mayoría de los archivos si no tenías las autorizaciones necesarias o no podías justificar un determinado estatus dentro de una cierta jerarquía académica.
Resulta paradójico que, aunque hace tiempo que estos principios de autoridad y el modo de relacionarnos con el pasado se están revisando, los archivos no hayan dejado de ganar predicamento multiplicándose en sus más diversas formas. Esta es la respuesta no tanto a una necesidad de autoridades, sino a una necesidad de rentabilización y producción, un tipo de economía y una mentalidad que funciona como la gran autoridad; como si lo que pasó o lo que se hizo en sí mismo no fuera suficiente, además hay que archivarlo, documentarlo, contarlo, explicarlo, hasta llegar al punto de que si algo no se archiva, se documenta, se fotografía, se cuelga en la web no tendría sentido hacerlo.
Así se llega también a la idea de archivo público, que no deja de estar en contradicción con el lado críptico que tiene el archivo por definición, derivado de arcano. Esta contradicción es fiel reflejo de la oscuridad que encierra también lo público, un territorio que aspira idealmente a la transparencia, pero que nace de un territorio mucho más impreciso y oscuro. Esta imprecisión y los secretos que oculta es a su vez lo que puede salvar lo público de las toneladas de transparencia y buenas intenciones que lo asfixian.
secreto / arcano
En su estudio sobre el origen de la burguesía, que es también el origen de lo público y la crítica como pilares del poder soberano, Koselleck repara en el auge de las logias en un momento en el que la nueva clase burguesa todavía no había conseguido subvertir los antiguos pilares del poder feudal, la aristocracia y el clero. Con el triunfo del nuevo sistema de poder, cuya construcción política será la democracia y su traducción económica el capitalismo, el lado oculto de lo público, a pesar de lo que hubiera sido esperable, no va a desaparecer, pero no ya como forma de relación, sino como estrategia básica de poder. El arcano, insiste Koselleck, es el cemento de la fraternidad, y las fraternidades son el mejor aliado del poder.
El grito de las revoluciones, libertad – fraternidad – igualdad, es transformado por la maquinaria económica en lo que Lefebvre denomina la trinidad modernista: legibilidad-visibilidad-inteligibilidad.
El lado secreto del archivo es también el sitio del que se alimenta su poder. A esta misma estrategia recurre el arte moderno, aunque recuperando abiertamente esta relación entre secreto y vacío. Un archivo construido como forma de creación juega con estos dos principios, es un secreto que en realidad no esconde nada, porque esta nada es el secreto que sostiene la nueva ficción y prácticas en la que se convierte el archivo. El libro en blanco en el que se registran las acciones que se llevan a cabo en cada edición de Se alquila es la expresión directa de este vacío al que se reduce este archivo y probablemente cualquier otro cuando deja de ser algo que está siendo utilizado, cuando una o varias personas le dan vida. Es entonces cuando el secreto funciona, aunque este secreto, como el propio archivo o la historia que guarda, va a ser usado, al igual que la idea de lo público, en función de los intereses de los propios guardianes del archivo, los arcontes:
El secreto separaba a los hermanos del resto del mundo exterior, y de este modo se desarrolló mediante el rechazo de todos los ordenamientos sociales, religiosos y estatales imperantes a la sazón una nueva élite, la élite en cuanto “Humanidad”.
[Lefebvre, Henri, La producción del espacio [1974], trad. Emilio Martínez Gutiérrez, Madrid, Capitán Swing, 2013. Koselleck, Rehinhardt, Crítica y crisis. Un estudio sbre la patogénesis del mundo burgués [1959], trad. de Rafael de la Vega y Jorge Pérez de Tudela, Madrid, Editorial Trotta / Universidad Autónoma de Madrid, 2007.]
desarchivar
Al tratarse de un archivo vivo, más bien inestable y construido bajo una autoridad algo dudosa, Se alquila cuestiona la propia entidad del archivo. Esto ha hecho que desde que presentáramos la primera edición en marzo de 2019 en Montpellier su configuración como archivo no haya dejado de transformarse. Si el eje central es archivar la performance, y más concretamente las realizadas por Juan Navarro desde finales de los años ochenta, luego la maquinaria empezó a funcionar por sí misma archivando la teoría, las ideas, al público u otros agentes y espacios implicados en su construcción.
El objetivo de un archivo vivo no es solo archivar, sino sobre todo desarchivar a sus propios usuarios. Qué significa desarchivarnos es la pregunta a la que respondemos por medio de estas prácticas, que son las prácticas que dan acceso a este archivo y que están continuamente reinventándose. Los objetivos de este archivo, la performance, la acción, la teoría, los conceptos, el público, la historia, la institución, el pasado y el presente se convierten en posibilidades de desarchivar los orígenes, lugares seguros y autoridades que sostienen los dispositivos públicos de la memoria; remover estos lugares de los relatos que los fijan sin por ello dejar de utilizarlos; construir el documento, volver sobre una acción del pasado o una idea, para comprobar lo que todavía hay de vivo ahí. Se trata, en definitiva, de desarchivar el propio archivo; juntarnos para recordar, no con el fin de asistir a una ceremonia de confirmación de lo que ya sabemos, sino para dejar el documento suspendido y frágil, vivo y contradictorio.
recordar
La construcción de los suplementos de memoria es la respuesta a nuestras limitaciones biológicas. Así nació la escritura, uno de los pilares del archivo, en el mito que Platón recoge en el Fedro, como un suplemento a la frágil memoria de los hombres.
Este proyecto comienza con la toma de conciencia de estas limitaciones. ¿Qué hacer con ese pasado que se va acumulando? ¿Recuperarlo, documentarlo, actualizarlo, exponerlo, reinventarlo, venderlo, alquilarlo? Y si decidimos ponerlo en venta, con qué finalidad, para quiénes, de qué forma. Esta historia arranca, por tanto, de un principio no solo político y económico, sino también y sobre todo biológico y afectivo. Se alquila es un intento por sostenernos a través de nuestra propia memoria física y emocional.
Esta historia empieza en el momento en que Juan y yo cumplimos 50 años. Nace de una extraña sensación de estar siendo expulsados, es una ligera impresión no del todo desagradable, aunque por momentos jodida, pero lo peor es que intuimos que va ir a más. Expulsión de una vida y una historia que en realidad nunca fue nuestra. Pero de esto nos dimos cuenta después, cuando empezamos ya a poner en práctica esta maquinaria, porque no hay una historia propia, porque las historias como las ideas, me dijo Juan el otro día, no son de nadie. Este archivo, convertido en un aparato para recordar, es por ello también, sobre todo, un modo de seguir aprendiendo.
Con esta acción de recordar, no uno solo, sino en relación con otras personas, tiempos y espacios, empieza esta historia, y empieza también la historia del teatro; pero esta acción podría estar al comienzo de casi todos los relatos y casi todos los proyectos, con la expulsión del útero, de la propia historia, del espacio en el que trabajas, del lugar en el que vives. Con la expulsión empieza la errancia, y con la errancia la necesidad de narrar para sostenerte, no solo narrar como resultado del hecho de contar, sino como acción pública frente a la comunidad. Os voy a contar una historia, la única que puedo contar, es la historia que llevo escrita en el cuerpo.
Este archivo, como el libro en el que se registra, nace de la necesidad de relatar lo que todavía no sabemos acerca de lo que ya somos y hemos hecho, de compartir oscuridades y lugares inciertos, de enseñar a hacer lo que todavía no sabemos hacer.
historia / situación
Pero entre la acción y el relato hay una estancia intermedia, que es la cocina de la historia: la situación en la que confluye la acción cuando todavía no ha sido fijada por las palabras. En ese momento en el que todavía no se ha hecho relato es, sin embargo, cuando la acción es más acción. La situación es un momento de suspensión de la historia, un plano potencial en el que se cruzan todas las posibilidades, las que se van a realizar, pero también las que podrían haber sido y no llegarán a ser. Es un lugar de intercambio y pérdida, de memorias, deseos y frustraciones, pero también de posibilidades y potencias. Una ocupación, ya sea de forma voluntaria o a la fuerza, obligados por la ley en el caso de los espacios concentracionarios, es la traducción política de una situación; incierta, provisional y en proceso de resolución.
Este es el gesto con el que se inaugura la historia. Un gesto de dolor por sentirse arrojados a la historia, expulsados del paraíso. Pertenece a los frescos de la Capilla Brancacci en Florencia pintados por Masaccio, un pintor que pasa a la historia por incorporar los cálculos de Brunelleschi para la construcción de la perspectiva. Estamos a comienzos del Quattrocento. El gesto de dolor no oculta la confianza en el hombre que el moldeado de estas figuras expresa. Eva y Adán son jóvenes. Saldrán adelante.
Un siglo más tarde Miguel Ángel representa la misma escena para decorar la Capilla Sixtina. Estamos ya en pleno auge del Renacimiento. La confianza en el hombre no es menor. Los cuerpos han perdido en blandura lo que han ganado en robustez. Adán extiende su brazo musculoso hacia el ángel en un gesto que casi parece estar diciendo ten cuidadito con esa espada que te la puedes tragar.
Tiempo después, ya en pleno apogeo de otro renacimiento, el renacimiento de la realidad aumentada, las sociedades virtuales, igualmente secretas, y las relaciones a distancia, esta escena iniciática la encontramos representada con unos trazos más inciertos, más frágiles. El gesto ya no es de dolor, sino de estupefacción, de duda. Eva y Adán le cuentan al resto de habitantes del paraíso una historia acerca de un árbol, el conocimiento, una serpiente, una manzana, el pecado y sobre todo de un dios que ya no está de buen rollo. Una historia en definitiva increíble, que sin embargo estaba llamada a marcar el destino del mundo.
A pesar de todo, la confianza que deposita la artista, Carlota Bustos, en el ser humano no es menor. Todas las historias tienen comienzos increíbles. La credulidad del ser humano no tiene límites, pero Carlota acierta a trazar un gesto colectivo que queda suspendido en el aire:
¿De verdad nos tenemos que ir del paraíso, y encima vestidos? Estos tipos están delirando.
La diferencia entre el trazo incierto de estos personajes y el volumen escultórico de las figuras renacentistas no reside, sin embargo, en la calidad del trazo. La diferencia está en el público. Un público que en el Renacimiento empezaba a incorporarse a la representación por medio del artificio de la perspectiva, un público que nació ya reducido a una abstracción geométrica, una abstracción cuya potencia no ha dejado de crecer, y cuya puntilla última ha sido todo aquello de la transparencia, la visibilidad y las buenas intenciones. Por eso no es de extrañar que varios siglos después ese público que en el mito bíblico no aparece, no porque no existiera (ningún mito se crea si no hay un público al que contárselo), termine haciéndose presente físicamente.
Este accidente pictórico y político, que el público salga a la calle y se haga presente físicamente en lugar de quedarse en sus casas, da lugar a una situación. Una situación y una historia, como decíamos antes, no son lo mismo. La historia tiende a desarrollarse, aunque en el siglo XX haya terminado naufragando; su impulso es a ir hacia delante, llegar a algún lugar. La situación, sin embargo, asume desde el comienzo una temporalidad dispersa y suspendida, puede ir en cualquier sentido o no ir para ninguna parte. Historia y situación son dos planos que conviven, aunque los que terminen imponiéndose sean los relatos, capaz de viajar a través de las palabras y los textos. Pero la situación no responde a un único relato, o a una única historia, ni siquiera a todas las historias que potencialmente contiene; la situación es el magma que alimenta una potencia.
Recapitulando: la acción genera una historia, y el accidente genera una situación; pero toda acción es también en mayor o medida un accidente, porque no se pueden controlar todos sus efectos. Toda acción implica un número indefinido de accidentes, que dan lugar a una serie abierta de sucesos inesperados. Es como si se quita una piedra de la ladera de una montaña de piedras amontonadas; la montaña puede incluso llegar a desaparecer. Esto hace que algunos, cargados con su depresión, califiquen las acciones ya de antemano como fracasos, como hacía por ejemplo Pessoa, y es por esto también que, con el fin de hacernos cargo de los imprevistos (o del fracaso), entre una acción y una historia haya siempre, o debería de haber, una situación para tomarnos un tiempo, tocarnos un poco y no volvernos locos.
La situación de la que parte Se alquila viene dada por el fracaso de la performance y de la acción como mito artístico y político. El hecho de que la performance se deje documentar como un capítulo más de la historia, convirtiéndose en una representación de la performance, el hecho de que la acción haya nacido al mismo tiempo como representación de esa misma acción, es su fracaso. Este imprevisto, cuidadosamente —y secretamente— calculado desde el comienzo, es lo que nos permite sostener este archivo. Se alquila nace de esta fisura abierta entre lo que ya estaba más o menos previsto y lo que todavía no está previsto, entre el hacer y el explicar, entre la acción y la historia.
La situación aporta la potencia necesaria para hacernos cargo de ese nivel de fracaso (imprevisto), que finalmente alimenta la posibilidad de la fiesta. La situación nos ofrece el tiempo necesario para tomar conciencia de lo que ha pasado y reflexionar abiertamente sobre qué podemos hacer. Es la celebración de un desastre, pero no hay que preocuparse, porque tiene remedio; el escenario de una situación está en construcción, tiene límites imprecisos y dispara preguntas que hace visibles a los distintos agentes que han tenido la generosidad de sostenerlo con nosotros. Se alquila nos regala un tiempo para detenernos, mirar alrededor, vernos la cara y sentir qué posibilidades nos quedan, qué podemos y qué queremos, o como se suele decir, qué nos pide el cuerpo.
El imprevisto que da lugar a una situación está ocurriendo constantemente. Aunque solo pasen a la historia los grandes accidentes, lo que predominan son los pequeños imprevistos y las pequeñas situaciones. Es ahí donde se encuentra esa infinidad de cosas que no sale en la historia, ahí está lo otro, lo que sin llegar a ser, ya estaba. Esas zonas imprecisas hacen que la historia no tenga que ser idéntica a sí misma, que cada historia sea la posibilidad de lo que no llegó a suceder, que cada archivo se reconcilie con sus huecos y cada relato con sus vacíos. Son estos huecos los que nos permiten seguir el rastro de los deseos, los resquicios donde habita la utopía, la posibilidad de que todo pueda ser de otro modo, y de hecho esté siendo de otro modo.
La situación nos enfrenta con la propia maquinaria de la historia, nos hace entrar en la cocina del relato y de la acción. No nos dice tienes que hacerlo así o esta es la interpretación correcta, sino que nos invita a entrar e imaginar. Pero volvamos al ejemplo que teníamos entre manos.
Eva y Adán cotándole a su público la primera historia del mundo es una situación que nos obliga a reconsiderar no solo la historia, sino el modo como ha sido hecha. Analicémosla con detenimiento. Eva y Adán son dos iluminados, o dos listillos. De eso no cabe duda. ¿A quién se le iba a ocurrir semejante historia de la serpiente, el árbol, el conocimiento, Dios, etc.?
Ahora bien, la pregunta es si son dos listillos de esos que ya lo tenían todo perfectamente previsto para conseguir lo que buscaban. Es decir, si querían irse del paraíso, donde ya había un dios, e inaugurar la historia donde podrían ser, si no dioses, reyes o emperadores. Esto nos llevaría a la conclusión de que fueron los primeros políticos profesionales de la historia. Eva y Adán serían dos perfectos ejemplos de protopolíticos.
La segunda opción es que en realidad fuesen dos listillos, pero dos listillos más volados, con la cabeza llena de pájaros, que lo único que querían realmente era inventarse historia para experimentar nuevas sensaciones y estar por ahí de viaje, que es lo que de verdad le gusta a los artistas. Esta hipótesis, defendida también por algunas escuelas, arroja unos resultados muy distintos. En este caso, los primeros habitantes de la historia serían dos fabuladores, los primeros artistas de la humanidad, y por ello también los primeros tramposos, que no se dedicaron, como se creía, a hacer trampas para cazar bisontes pintándolos en las paredes, sino a contar historias para cazar público.
Según esta versión, el resto de los pobladores del paraíso habrían escuchado su historia con atención, porque ya estaban acostumbrados a escuchar sus delirios y les entretenía mucho. Era una pareja que caía bien, siempre estaban inventando historias; gente ingeniosa, muy divertida, ideal para hacer fiestas. Por eso la gente entendió rápido de qué se trataba aquello de la expulsión y muchos, que finalmente estaban también un poco aburridos de tanto paraíso, decidieron que era una buena idea: total, cuando el juego les aburriera, siempre podían cambiar las reglas y comenzar con un juego nuevo, o volverse al paraíso.
Pero, ojo, no todos se fueron del paraíso, ni tampoco todos quisieron cambiar las reglas cada tanto. Algunos siguen estando en el paraíso, otros van y vienen, y otros, estos son siempre los mismos, decidieron, cuando ya todo el mundo estaba cansado del juego de la culpa y la expulsión, seguir a piñón fijo con la historia hasta el final. Cierto que en algún momento donde estaba dios se puso el conocimiento, la ciencia, el progreso, pero básicamente siguieron y siguen con lo mismo hasta hoy. Estos son los más molestos, pero también son los que menos nos interesan para seguir adelante con esta historia, que ya no comienza con una acción, sino con un accidente o un imprevisto, un pequeño imprevisto: el árbol del conocimiento no era un manzano, sino una planta de cannabis.
celebrar
1. Llevar a cabo actos públicos, como reuniones, ceremonias, espectáculos, etc. «celebrar un debate; celebrar un festival; celebrar un congreso; celebrar un enlace matrimonial»
2. Conmemorar un acontecimiento, especialmente si para ello se organiza una fiesta u otro acto. «fue un día excelente, porque celebraba su 50 cumpleaños».
Próximas ediciones:
La Leal, Tenerife, enero 2020.
La Antic, Barcelona, abril 2020.
MUSAC, León, 2020.
Citemor, Montemor-o-Velho, julio 2020.