Diez años después de su llegada a la Tierra los 14 integrantes de la misión Mi perrita Lulú tienen que regresar a su planeta de origen. La expedición, que inicialmente estaba prevista para un año, se fue alargando ante las demandas por parte de la expedición de más tiempo para poder acabar el trabajo. Mi perrita Lulú fue enviada por el núcleo galáctico SSSS, aproximadamente a comienzos del siglo XXI en el calendario terrestre, para informarse sobre las posibilidades de la investigación en artes y en su caso apropiarse de las tecnologías necesarias para desarrollarla en su planeta. En SSSS no se conocía ese tipo de investigación a pesar de tratarse de una de las regiones más avanzadas del cosmos, y eso es lo que más les intrigaba.
Cuando acabó el plazo inicial, los expedicionarios, que adoptaron forma humana para infiltrarse en un máster de investigación en artes, informaron de que efectivamente existía dicho tipo de investigación, que intuían que abría perspectivas inéditas en el progreso de las civilizaciones, pero que necesitaban más tiempo porque todavía no habían terminado de entender exactamente en qué consistía. Con excusas similares los alienígenas fueron alargando su estancia, sin llegar nunca a saber no solo lo que era la investigación en artes, sino que incluso perdieron todo interés por el asunto del arte. Al comienzo, como parte del máster, se entretuvieron haciendo propuestas en las que utilizaban pequeños juegos que se les hacía a los niños en su planeta. Aunque obtuvieron una excelente recepción, algunos teóricos se atrevieron a afirmar que inauguraban una nueva época en la historia del arte y hasta se les dedicó alguna tesis, Mi perrita Lulú perdió pronto el interés por el medio artístico, que les pareció un infantilismo para adultos (algo que de algún modo debían sospechar cuando escogieron el nombre en clave de la misión), y se centraron en otras actividades que atrajeron su atención poderosamente.
Lo único que rescataron de este periodo inicial en el máster fue algo que les dijo un profesor especialista en Oteiza de que arte en euskera arte significaba truco. Quitando esto, que les pareció extremadamente útil, del resto empezaron a aburrir una vez pasados los primeros meses de euforia ante la novedad de este nuevo mundo. Así pues,
tras un tiempo de adaptación a base de fiestas, relaciones y asimilación a la vida de los humanos dedicados a las artes, sus caminos se fueron separando, con el acuerdo tácito, eso sí, de permanecer en la Tierra todo lo que pudieran, porque había algo allí que les estaba encantando.
Finalmente, de los 14 miembros de la misión solo 7 regresaron. De los demás, dos se dedicaron a hacer el hippy por distintas islas del mundo. A otra le pareció tan tierno que los terrícolas utilizaran papel para comunicarse que se hizo repartidora de correos y escribió varios libros sobre su experiencia, que se editó ella misma y que para los humanos resultaron ininteligibles, por lo que pasaron como una suerte de prosa poemática más o menos críptica. Otra participante de la misión, totalmente fascinada por la erótica de un tipo de poder que en su mundo había desaparecido, se metió a directiva de Amazon, y también escribió algún libro, que corrió la misma suerte que el de su compañera. Y de los tres restantes no se supo bien qué había sido de ellos, posiblemente ante el temor de que los obligaran a regresar trataron de borrar sus huellas. Las últimas noticias que se tuvo es que se habían dedicado a la espeleología, justamente para intentar escapar a los radares de los sistemas de seguridad de la SSSS, un intento que ellos sabían que era inútil, pero confiaban en un método que habían aprendido a través de sus investigaciones en artes que se llamaba ilusión.
El resto se resignó a volver y afrontar el tribunal científico que les esperaba y frente al que tenían que presentar los resultados de 10 años de trabajo; unos resultados que además habían despertado una gran expectación dada las numerosas prórrogas que se les había concedido bajo la promesa de estar realizando grandes descubrimientos. Ahora era el momento de hacer públicos tales descubrimientos.
El grupo, que no tenía ni idea lo que podía ser la investigación en artes, un tema del que se habían olvidado hacía años, decidió utilizar otra de las técnicas que habían aprendido en la Tierra, la inventiva. Después de analizar las características que debía tener una buena invención para ser creíble -que tenía que ser sencilla y a la vez compleja, no debía ser perfecta y debía ir asociada a ciertos rituales cotidianos, acciones o ejercicios que los sostuvieran de un modo práctico, salvando así las posibles incoherencias teóricas en las que debían incurrir-, decidieron apoyar su explicación en tres líneas de trabajo que llamaron posiciones básicas. Estas tres posiciones se presentaban como el primer paso de una sofisticada metodología práctica para entrar en el campo de experiencia sensorial y del conocimiento a través de las artes. El umbral de transición que abrían estas posiciones se situaba entre la vigilia y el sueño, una delicada franja de espacio-tiempo que aseguraban que tenía un enorme potencial de transformación. Al mejor estilo terrícola, apoyaron su presentación con una cita de un autor que encontraron en un libro de cuyo título en todo caso no se acordaban:
El sueño es una de las pocas experiencias que quedan en la que –lo sepamos o no- nos abandonamos al cuidado de los otros. A pesar de lo solitario y privado que parezca el sueño, no está desvinculado de cierta retícula interhumana de confianza y apoyo mutuo, por dañados que estén estos vínculos. Es también una liberación periódica de la individuación -es un desenredar cada noche la maraña de subjetividades superficiales que uno gestiona y ocupa durante el día-. En la despersonalización del sueño, el durmiente habita un mundo común, una actuación compartida de la retirada de la praxis 24/7 con su calamitosa nulidad.
También buscaron una fuente de inspiración que a modo de deidad o musa hiciera las veces de aquellos animales, dioses o figuras míticas que habían visto en sus clases de yoga. Para entroncar con una línea biologicista, que les parecía que podía dar un toque de complejidad a la presentación, recurrieron a un animal incierto al que añadieron un matiz conceptualista. Esta corriente del conceptualismo, que les sonaba de su época del máster y de la que nunca entendieron el interés que parecía tener, más allá de su función como truco intelectual, les servía ahora justamente por esto último, es decir, para darle a este animal mítico una orientación cognitiva que esperaban que el comité científico entendiera, aunque para ponérselo más fácil decidieron añadirle una leyenda que encontraron en un extraño libro que hablaba de una especie de corriente clandestina de origen medieval que se llamaba Averroísmo.
Las tres posiciones básicas fueron bautizadas con nombres extraídos de la cultura ordinaria de los humanos, un ámbito que aprovecharon para situar los resultados en un espacio de resonancias y cruces con contextos diversos, y con lo que confiaba poder despistar al comité científico:
CUCHARITA
TUTANKAMON
HUEVO FRITO
Estas tres posiciones daban lugar a su vez a un complejo juego de combinaciones que ofrecía infinitas posibilidades según la orientación que se le quisiera dar a la investigación:
CUCHARITA LAPA
HUEVO FRITO A CABALLO
CUCHARITA CON MORCILLA
TUTANKAMON ACUCHARADO
HUEVO FRITO CON PUNTILLAS
etc.
A través de la práctica las posiciones se transformaban en composiciones colectivas que eran la base de la propia exposición. Esta feliz coincidencia entre los términos que organizaban los distintos momentos de la presentación (posición, composición y exposición), que en su idioma se traducía en una serie de variaciones guturales, les permitió darle a todo el ejercicio una base musical, que les pareció un gran acierto.
Sin embargo, el comité de expertos, que se estaba quedando alucinado con todo esto, no tardó en percibir el potencial y también los riesgos de las nuevas formas de conocimiento, de modo que antes de que pudieran profundizar en los ejercicios prácticos, interrumpió la exposición y preguntó con expresión de gravedad por el resto del equipo que no había vuelto. Les dijeron, como habían acordado, que estos habían dado sus vidas por la misión y que por ello debían ser considerados como pioneros y en cierto modo mártires de este revolucionario método de investigación. Los expertos, a quienes la respuesta evidentemente no les satisfizo, decretaron todo lo relativo a Mi perrita Lulú como material reservado, y a sus integrantes los recluyó durante un periodo indeterminado en unas instalaciones que hacían las veces de hospitales, escuelas y cárceles.
Estos no lograron entender cómo la habían podido cagar tanto y tan mal, cuando todo estaba perfectamente pensado para que pasara como una rareza marciana con su pizca de interés, exotismo y juego. Después de meses de encuentros más o menos secretos en los baños del centro de reclusión, llegaron a la conclusión de que su prolongada estancia en la Tierra les había hecho perder el norte, perdiendo de vista las condiciones reales de vida en SSSS, y que por ello habían confiado demasiado en los modos de trabajo que habían aprendido allí, inventiva, ilusión, trucos, seducción, que tanto les habían entretenido estando allí.
De modo que asumieron su ida de olla, pero ya que estaban allí encerrados, no vieron problema en seguir juntándose de forma más o menos discreta para continuar ejercitándose en las formas de saber de los terrícolas, y así, sobre todo, tratar de guardar la memoria, otra de las técnicas de la que tanto habían oído hablar en la Tierra, de lo que habían vivido en la Tierra y de algún modo celebrar su historia.
A pesar de las medidas que adoptaron, los encuentros, que comenzaban siempre con una sesión de (ex)posiciones básicas, empezaron a hacerse populares entre los «enfermos», por lo que pasado un tiempo, y como forma de cortar con todo aquello, liberaron a los 7 miembros de Mi perrita Lulú. Cuando salieron estos se dieron cuenta de que habían adquirido cierta celebridad y decidieron continuar con ese trabajo, pero de forma más organizada. Además de las composiciones básicas, decidieron crear un tratado metodológico que compendiara los cuatro principios fundamentales cuyas siglas, en la lengua tonal que ellos utilizaban, sonaba como iiiiii, que respondían a las iniciales de ilusión, inventiva, impostura, infancia, idiotez, etc., no necesariamente en este orden, lo importante era el sonido que formaban, un sonido agudo sostenido durante medio segundo que les recordaba al chillido de los chanchos cuando eran degollados en las fiestas de algunos pueblos que habían conocido allá. Como no conseguían sacarse ese grito de la cabeza se alegraron cuando lo vieron convertido en título del nuevo método de conocimiento e investigación, creyendo que así conseguirían sacárselo de la cabeza y transformarlo en otra cosa.
Para la organización de los encuentros planearon una compleja estructura en forma de red en torno a una serie de núcleos nómadas que nunca llegó a funcionar, pero que de todos modos se terminó convirtiendo en otro tipo de «movimiento» que nadie sabía bien cómo definir, y al que denominaron Paramando, que es el término que se utilizaba en algunas zonas altas de los Andes para designar una llovizna fina y persistente característica del páramo.
Como todo lo que tuvo que ver con Mi perrita Lulú y más tarde con Paramando, esto tampoco salió bien. El movimiento fue visto al comienzo por las autoridades con recelo, pero debido a que pronto prendió entre las clases elevadas, que lo consideraron una extravagancia traída de otro planeta ideal para animar sus vidas sexuales, no tuvieron más remedio que hacer la vista gorda. Una década después, ante el éxito que estaba teniendo, fueron ya las instituciones oficiales las que no tuvieron más remedio que respaldarlo y promoverlo. Se crearon escuelas, centros de (ex)posiciones básicas y derivadas, universidades y hasta másteres.
Los antiguos expedicionarios no tardaron en descubrir en todo aquello un cierto aire similar a lo que habían conocido en la Tierra; y al igual que les pasó allí fueron perdiendo el interés por aquellas boberías que tenían ya poco que ver con las historias y posiciones que se vieron obligados a tramar, primero para salvar el pellejo (aunque no les saliera tan bien, siempre pensaron que podía haber sido todavía peor) y luego para no morirse de asco durante el periodo de reclusión y su posterior reinserción en un mundo con el que ya no tenían mucho que ver, un sentimiento, por cierto, que también les recordaba a lo que habían vivido en la Tierra.
Historiadores y teóricos especializados en corrientes artísticas interplanetarias aseguran que Paramando surgió años después en la Tierra. Algunas escuelas, denominadas continuistas, dicen que llegó a la Tierra porque sus miembros consiguieron que los mandaran de vuelta con la excusa de traer al resto del equipo, que parece que fueron detectados haciendo raves en cuevas.
Aunque otros especialistas insisten en que esto fue un invento más, y que en realidad nadie volvió de la SSSS a la Tierra, entre otras cosas porque en la SSSS se decidió borrar las coordinadas de transmisión que hacían posible este trayecto, con lo cual la Tierra volvió a ser un minúsculo agujero negro en la región trasera del cosmos. En su lugar, defienden que fueron los mismos que se habían quedado en la Tierra los que aburridos de sus respectivas ocupaciones se habían vuelto a juntar. Los dos gays que estaban haciendo orgías por las islas, la cartera boyera, la directiva de Amazon, más los tres que se hicieron pasar por espeleólogos, volvieron a encontrarse, un poco hartos de sus respectivas ocupaciones, pero con ganas de organizar algo que pudiera tener una repercusión verdaderamente cósmica, y así tratar de plantarle cara a su planeta de origen, romper lazos con SSSS e iniciar una nueva historia ya de forma pública y reconociendo su verdadera identidad de marcianos en la Tierra. Como primera acción lanzaron un manifiesto al estilo de lo que habían visto que hacían los artistas de allí, y cuya ingenuidad les enternecía:
El manifiesto nunca alcanzó la repercusión esperada, pero en todo caso dieron por activado el movimiento Paramando, cuyo mayor potencial es que nadie supo con exactitud para qué servía, incluso si servía para algo, cómo funcionaba o hasta si llegó a existir realmente y no fue más que otro invento. En todo caso, y ahí coinciden teóricos e historiadores este movimiento fue el mayor logro al que llegó, ciertamente un poco por casualidad y mucho después de lo previsto, la misión Mi perrita Lulú en sus esfuerzos por descubrir lo que era la investigación en artes y su enorme potencial revolucionario.
De la serie Ejercicios para insomnes.