amor

A veces siente que el lenguaje pervierte, nombrar amor a un estomago que se ensancha y una vagina que grita, le resulta incomprensible. A él le sucede que el diafragma se congela por segundos, y en esos pequeños instantes de relajo, se le cae como al coño el peso del existir y flipa con el avismo que le separa del otro y se siente contemplando algo que se le sublima, y flipa con la belleza de lo que no alcanza. Para el eso, no es amor, es mas como la selva, o el mar, una jauria de lobos o Hiroshima. Y flipa. ¿Hasta donde es capaz de ser mundo un puto cuerpo tan pequeño?, como que arrasa, y se tiene que dar por perdido. Hay poco que hacer ahí. Y entonces baila y suda y se inunda del beat, y se siente sostenido, como sin demasiado esfuerzo. Y piensa en eso, en ¿A esto lo denominamos amor?, no lo entiende. ¿Cuándo, quien, en que momento se decidio, se consensuo tal cosa? Osea, trata de vislumbrar esa negociación. Se pregunta si esos hombres, duda de que fueran mujeres, fueron capaces de nombrar la viscera y sus sentidos, la traquea que baja como al estómago, el pulmon, y luego la piel, y el pelo, y la vagina , mucha vagina, y si hablaron, de lo que se siente explotar, o retorcer, o expandir, o enmudecer, o muchas cosas… y si entonces, vete tu a saber por que, consensuaron la palabra amor como arquetipo colectivo de lo primigenio. Y no lo sabe, y siente, que habría que empezar a hacerlo, para que cualquier ápice de perversión se esfumase en el intento. Como para proteger lo estomacal. Como una manera de que la puta sublimación de los tejidos adiposos, sea protegida de los ataques linguisticos y de usos. Como para salvaguardar el descontrol, o lo inutil. Revindicar lo inutil. Y le da mas placer pensar en eso que no es capaz de decidir, osea eso, que le acontece sin sentido, que le atraviesa y lo deja jodido, por que esta perdido, no tiene nada que hacer. Le acaba de atravesar lo ingovernable y se lamenta, y revienta en la agonia, esa agonia ambivalente del deseo. Y es que está perdido. Osea nombremoslo como quieras pero cuando el colon, el higado y los úteros del mundo se confabulan para hacerte ver, estás jodido. En ese puto momento en el que por fin deciden hablar, y arrancarte de la oscuridad, y de esa letargia de lo nombrable, estás jodido. Y entonces el se rie de la ingenuidad de lo común, de lo pactado, acordado o consensuado. Por que tiene la batalla perdida. Osea en ese puto instante en el que el cuerpo, como no, el puto cuerpo, decide hablar, date por perdido. Por qué ni las más bellas palabras serán capaces de contener lo mortal.

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