Compartimos con vosotros un par de esquemas que confrontan dos modelos diferentes de gestión: por una parte la vertical y, por otra, la horizontal, que tiene en cuenta las comunidades. La propuesta la hace María Ptqk, metodóloga de MOV-S 2012.
El modelo de gestión cultural que conocemos es un modelo de carácter vertical, con una distribución muy clara de tareas. Al artista le corresponde la parte creativa de pensar y concebir la idea; a los gestores y mediadores les corresponde la ejecución de esa idea; a las instituciones o entidades privadas asumen la financiación (y en ocasiones también la realización del proyecto); y al público, situado en la última fase del proceso, le corresponde recibir el proyecto finalizado en calidad de destinatario o consumidor. En este modelo, las comunidades sólo intervienen puntualmente, colaborando en alguna de estas fases, normalmente en la de recepción o difusión.
Por el contrario, el modelo de gestión con comunidades es aquél que las incorpora de una manera orgánica en todas las fases del proceso, desde la ideación hasta la realización pasando por la financiación, la comunicación y la producción. Hablamos de comunidades en un sentido amplio y heterogeneo, incluyendo tanto personas individuales como grupos definidos que se incorporan a la vida del proyecto con diferentes grados de implicación e intensidad. En este tipo de modelos, la gestión se transforma en auto-gestión colectiva, no hay autorías definidas ni distinción entre artistas, productores y público.