Todavía lo sigo viendo regando las plantas de su jardín, con su paso lento y su sonrisa abierta. Tiene la sabiduría de un viejo y la tristeza de un viejo también. Su mujer Rosa siempre le acompaña con un paso firme y rotundo. No tienen hijos y se les ve pasear más o menos contentos.
A ella me la encuentro de vez en cuando por la escalera y la escucho con atención. El mundo no está programado para los viejos (me dice) y ahora quien va ha cuidar de mi?. Le comento que si algún día se siente sola puede subir a mi casa y charlamos un rato, le prometo que dejaré cualquier cosa que esté haciendo en el mismo instante en que me necesite.
Llena de buenas intenciones y con más tristeza de lo acostumbrado cierro la puerta de mi habitación.
GUAPA
que tendre….. Un petò molt fort. He pensat amb tu, però no t’he trucat. No he parat… Un petó gran, guapísima