La liturgia de las horas de Juan Carlos Lérida se presenta en el Mercat de les Flors el 6 de junio.
Dice Silvia Cruz, haciendo suya una frase de Manuel Alcántara sobre el boxeo, que el flamenco no le gusta, sino que le interroga2. A su vez la hago mía, pero es cierto que no me hacen preguntarme lo mismo, por poner, Israel Fernández que Juan Carlos Lérida. El trabajo de JCL plantea una serie de cuestionamientos incómodos incluso para quienes relativizamos los peligros de muerte que un sector de la afición vierte de forma constante desde que el flamenco es flamenco.
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Mi primer acercamiento a la labor de JCL se produjo a través de un espectáculo, Al Cante. Sin embargo, no fue sino un tiempo más tarde, a través de la asistencia a algunas sesiones del Laboratorio de Investigación desde el Flamenco IT, que comencé a comprender algo de su propuesta.
He podido presenciar sesiones del laboratorio que estaban plagadas de enormes artistas del flamenco y sus alrededores. Una plaza difícil donde torear en el rol de maestro. No obstante, allí no se ven demasiados problemas de ego y sorprende cuan necesario se percibe ese espacio para todas los que por allí pasan. JCL proyecta una sombra sobre el encuentro, desde luego, pero allí debajo no hace frío para quienes a él se acercan. Más bien se le identifica con un refugio frente al sol abrasador de los códigos flamencos.
Escribió alguien que no entendió el Accionismo Vienés hasta que estuvo en Viena y conoció el opresivo ambiente cultural de la -católica- ciudad. Cuando se asiste al laboratorio puede dar la falsa sensación de que allí se propone que el flamenco es Viena. «Permitíos desobedecer», dice JCL, y sin embargo esa invitación a la desobediencia, no tiene nada que ver con el desate. “Yo protejo a la gente frente al desboque, para desbocarse hay que saber sostener esa intensidad”3. El desmadre es un riesgo que está presente, pero JCL no tiene miedo de ello. Su vocación es experimental y, al mismo tiempo, los hallazgos que allí se producen tienen algo de popular, precisamente por encontrarse en esa delgada línea entre lo sublime y otra cosa.
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Como la intención es empírica, JCL no parece que tenga nunca la voluntad de meterse en jardines. Lo suyo es un interés analítico -al tiempo que extremadamente sensible- que puede erróneamente dar la sensación de estar cargado de ingenuidad o de provocación si no se presta la atención suficiente.
A mí me interesa más hablar de ritmo que de compás. El compás está pautado, el ritmo lo vives a partir del silencio y del pulso, es un riesgo, un vértigo4.
Aunque esta apostasía de uno de los pilares de la fe flamenca suene a peligrosa boutade, a poco que se piense encierra un campo de posibilidades enormes para la experimentación. Y los experimentos son eso, un riesgo, un vértigo. En ocasiones se lía parda y se mezcla ácido clorhídrico con sulfato de sodio, pero otras emerge el hallazgo de un enorme de yacimiento de flamencura, sea lo que sea eso, en el rincón más insospechado. A veces, no es él quien mayor provecho saca de esos yacimientos. Incluso cuando ese es el caso, allí está presente JCL, pero no como un gesto.
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Escribe George Didi-Huberman sobre Israel Galván que “cuando extiende el brazo por encima de él, simplemente dibuja una figura absoluta que jamás recordará el saludo nazi (lo digo porque he visto a alumnos suyos imitando ese gesto sin obtener más que una variante del horrible saludo)”5. A su vez, decía Gilles Deleuze que “No aprendemos nada con quien nos dice: haz como yo. Nuestros únicos maestros son aquellos que nos dicen: hazlo conmigo, y que en vez de proponernos gestos para reproducir, saben emitir signos despegables en los heterogéneos”.
En consonancia con lo que plantea el filósofo francés, JCL no genera imitadores. Sus preceptos, a la hora de la transmisión, no pasan en ningún caso por aquello que a menudo entendemos como materia prima del baile: la gestualidad. Y sin embargo ahí esta su influjo a través de otro lugar, a través de esos signos desplegables en los heterogéneos6: el de la dirección artística o la coreografía de Karime Amaya u Olga Pericet; en Laboratoria, en Karen Lugo, en Pol Jiménez, en los Bailes de histéricas de Carmen Muñoz, en las caídas y zapateos invertidos de Adrián Vega, y en un largo etcétera. El flamenco de estos últimos años en Barcelona no puede entenderse sin su aportación.
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Fue solo a partir del laboratorio, que pude observar lo que en realidad es una obviedad: en consonancia y continuidad con su labor pedagógica y coreográfica, las piezas de JCL que componen su propuesta artística se basan en la relación.
Así lo es, al menos, desde el que en varios lugares califican como el segundo período en su carrera: la trilogía que componen Al cante, Al toque y Al baile. Esto es fundamental también en la propuesta que ahora presenta, formada esta vez por seis escenas o aproximaciones.
Tratándose del flamenco, no está de más apuntar que cuando hablamos de JCL estas relaciones se dan siempre con alguien vivo. Es bien sabido que en el género, y el baile no es una excepción, pesa el diálogo constante con la tradición, es decir, con los muertos. Da igual que esta se manifieste como referencia al abolengo familiar, a pilares como Carmen Amaya, o, en los casos donde es menos evidente, con una senda truncada o que emerge de forma puntual – léase Vicente Escudero -.
JCL no recurre a referencias fundamentales del pasado que legitimen su baile, ni siquiera heterodoxas. A JCL lo que le interesa son los cuerpos, las palabras y los objetos -unas matrículas tiradas en un taller por ejemplo- que pueden reaccionar a su movimiento.
Al no haber referencias que sostener, JCL ha bailado de muchas maneras. Sin un hilo tradicional, se ha podido permitir, como él mismo dice, morir varias veces en el baile. Lo cual no quiere decir que morir sea fácil, porque luego hay que reincorporarse a la vida y encontrar otro ángulo nuevo desde el que volver a mirar al flamenco. JCL, desde esa motivación empírica que ya hemos comentado, no se ha considerado nunca hasta ahora como ex flamenco o bajo cualquier otra definición que denote exterioridad respecto al mismo. Puestos a poner palabras lo suyo sigue teniendo una intención genuinamente flamenca, pero en un juego dialéctico muy curioso con respecto a lo que es flamenco y lo que no:
[…] he pasado por tantas fases, he muerto tantas veces como artista, me he reencarnado tantas veces, que sí, el flamenco lo puedo soltar, y lo puedo coger. Porque lo he podido mirar desde tantos prismas que todo me parece flamenco y todo me parece antiflamenco a la vez. El flamenco me toca a mi y te toca a ti.
¿Que sería antiflasmenco?
Cuando se muestra el flamenco tal y como no me interesa.
Es decir…
Es cuando se sigue manteniendo la idea romántica sobre el concepto del flamenco. Eso ya no se lleva, ya no es útil […]7
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Al cante, Flamenco Solar, Mundos Paralelos, La liturgia de las horas, Post-tablao y Filmoteca en Dansa. Enumerando los acontecimientos creativos perpetrados por JCL que he podido presenciar, me doy cuenta de que en su mayoría son acontecimientos únicos, creaciones ex professo para un lugar o muestras previas de sus trabajos.
En JCL hay también una querencia a forzar el formato de recepción. Esto genera a menudo otra tensión: con las condiciones materiales en las que se despliega la práctica artística. En la búsqueda de esos límites, esta vez plantea un espectáculo de doce horas.
En relación paradógica con su acercamiento empírico al género ¿Qué mito hay más flamenco que el de cuarto de cabales? Es decir, el de poder presenciar la práctica de los artistas fuera del escenario, de cerca, experienciando algo más que lo que se muestra sobre las tablas.
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La idea de Jesucristo sería el amor. ¿Qué idea lanzas tú?
La posibilidad de que los cuerpos se puedan relacionar con el flamenco sin que a nadie se le cruce la idea de que no pertenece a él, o de que es ignorante de la técnica. Se trata de volver a la esencia, al pulso8.
JCL es la persona capaz de ver lo flamenco entre lo que muchos piensan que no pertenece, entre las brozas y las malas yerbas, entre los descarriados y también, como buen aficionao, entre los no profesionales más variopintos. Es quien ha sabido entender la existencia de un Tercer Paisaje9 flamenco.
“Cuando vacías al flamenco de eso -en referencia a la recreación romántica- cuidado con qué lo rellenas”, decía una vez un amigo. Quizá por eso sea tan fácil descubrirse a uno mismo cayendo una y otra vez en esas trampas que el flamenco plantea por miedo a ese vacío que es la recreación. Si algo se puede decir de JCL es que esa fobia no está presente en su práctica. Está dispuesto a llenarlo de todas esas hierbas espontáneas creciendo junto a la cuneta. Es más, él es una de esas hierbas, resucitará, o más bien rebrotará, una vez más en otro lugar después de estas doce horas. El pulso de la vida sigue.
Pablo P. Becerra
@pabloveintitres
1Este texto está escrito a partir de la asistencia a unas cuantas propuestas creativas de JCL y del Laboratorio de Investigación desde el Flamenco IT. También de una serie de lecturas y materiales audiovisuales que él mismo me facilitó alrededor de su obra (entrevistas, reportajes…), de una conversación (que no puedo llamar finalmente entrevista) con él a propósito de este texto y de otras tantas con diferentes aficionaos, en especial Montse Madridejos, Juan de los Heros y Ana Macaya.
2Cruz Lapeña, Silvia. 2017. Crónica Jonda. Libros del KO.
3En la conversación mantenida a propósito de este texto.
4Chavarría, Maricel. 2021.»“Yo Llevo Puesto El Filtro Del Flamenco En Mi Mirada Sobre La Vida”». La Vanguardia.
5Didi-Huberman, Georges. 2008. El Bailaor De Soledades. Valencia: Pre-Textos.
6Deleuze, Gilles. 2017. Diferencia Y Repetición. Buenos Aires: Amorrortu.
7Chavarría, Maricel. 2021.»“Yo Llevo Puesto El Filtro Del Flamenco En Mi Mirada Sobre La Vida”». La Vanguardia.
8Chavarría, Maricel. 2021.»“Yo Llevo Puesto El Filtro Del Flamenco En Mi Mirada Sobre La Vida”». La Vanguardia.
9Clément, G., Pla, M. and Landrove, S., 2018. Manifiesto del tercer paisaje. Barcelona: Gustavo Gili.