CALIPO REY

No sé si en la época clásica los griegos molaban tanto como se ha escrito. Lo cierto es que su teatro sí, al menos, lo poco que según parece se ha conservado. La tragedia griega, plagada de mitología y héroes trágicos, en la que dioses y diosas antiguos metían en vereda al sapiens poderoso, ha desaparecido como lágrimas en la lluvia (si no lo digo, reviento).El nuevo Edipo rey no se la juega por salvar una ciudad de la peste tras resolver el enigma de la terrible esfinge con rostro de mujer (cómo no), cuerpo de león y alas: “¿Cuál es el que al mismo tiempo es un bípedo, un trípedo y un cuadrípedo?”, una adivinanza con más de 2.500 años de antigüedad. Tampoco lo imagino arrancándose los ojos y abandonando el trono de forma voluntaria ydirigiéndose al exilio tras reconocer que ha realizado actos abyectos.

Al nuevo Edipo lo supongo en una playa de Copacabana rellenando sudokus mientras repasa su intervención en la cumbre sobre las drásticas consecuencias del cambio climático. “Con la marcha que llevamos, esto no hay dios que lo aguante” piensa nuestro Calipo rey, momentos antes de lavarse los dientes, mientras lame su helado favorito de lima limón. No sabe si es adoptado o no y quizá, en la misma noche loca, se ha cepillado a su madre y atropellado a su padre. No importa. Ni Zeus ni sus hijos le van a pedir que se haga el harakiri sin mucha pompa por una simple cuestión de decoro. Estos dioses no se andaban con chiquitas.

En la pared de la cisterna del váter tengo una postal del retrato que Antonio López hizo a la familia real española. 20 años de curro y, al acabar el encargo, estaba preocupado por los espacios en blanco del lienzo, que por nadie pase. Como toda postal a su alcance, Irene la muerde o araña con la pata. Irene Jacob es una joven gata macarra, sí. Está en esa edad en la que si pudiese mataría al padre…

Tira al suelo casi todo lo que toca. Voy por el tercer reloj despertador porque dormir con el móvil pegado a la cabeza me da dolor. La vasija de vasos de cristal ahora es de plástico. El ratón inalámbrico ahora tiene cable y, de vez en cuando, cuelga del escritorio. El vuelo de una mosca es capaz de desatar la furia y hacer del salón un campo de batalla improvisado. Es un poco demonia, un poco furia.

Me gusta imaginarla como a la diosa Némesis, la diosa de la venganza y el equilibrio, encargada de castigar a quien cae en la desmesura, en la arrogancia. Cada vez que rompe algo, no puede creer cómo la forma se desvanece con tan poco. Lo que estaba arriba, ahora está abajo hecho añicos. Aprende a caer, a recomponer los pedazos, me dice. Y sobre todo, tiende la mano cuando una forma se desvanece ante ti. Aunque realmente, lo único que oigo es un tímido y estático `miau´, el mismo con el que saludo al dueño del bazar de la plaza Cetina cada vez que me ve entrar a por un nuevo reloj despertador.

Hay una historia mitológica que me lleva directamente a nuestro Calipo rey de España. Los avatares de la familia formada por el rey Agamenón y Clitemnestra no hay por donde cogerlos, de verdad. Elena, cuñada de Agamenón, abandonó a su marido y se marchó con el príncipe de Troya, Paris. Ofendido Agamenón, salió en su búsqueda con una flota de barcos que daría lugar a la guerra de Troya. En uno de los descansos del trayecto, Agamenón cazó un ciervo en una arbolada sagrada y alardeó de ser el mejor cazador. La diosa Artemisia no se lo pensó. Detuvo el viento y los barcos quedaron inmóviles en medio del mar. Ifigenia, hija de Agamenón, fue pedida en sacrificio para continuar su navegación a Troya. Por supuesto, éste tampoco se lo pensó mucho y mató a su hija. Agamenón volvió a su reino victorioso diez años después y comenzó una tremebunda historia de enredos hard punk que Esquilo relata en `La Orestíada´.

Ya en España, ante la interminable y fatigosa guerra contra la crisis que azota nuestro país, nuestro Calipo rey se tomó un respiro. Fue al corazón de África y, entre otros quehaceres, mató un elefante. A continuación, se fotografió orgulloso junto al cadáver caliente del mamífero. No tuvo que matar a ningún familiar ni amigo para regresar en avión. El viento no se detuvo. Pero esa masa de aire seca y cálida, que sopla fuerte de África a Europa, hace que el calipo se derrita rápido y recale los dientes al comerlo apresuradamente. Y esto nos queda, un ligero temblor de encías con sabor a lima limón, el sabor de nuestra tragicomedia.