Llevo tiempo madurando cómo relacionarme con este modelo de prensa que no pasa ni por tinta ni por mano, y que se me antoja más parecido a un cuchicheo contínuo de rumores internos -pocos exabruptos, algunas palmadas, corriente contínua; se me ha ido acumulando el impulso a medida que leía a ráfagas los escritos personales de desazón junto con los encuentros sobrenaturales que he tenido durante estos últimos meses: Porta{Zush con La Orquestra de la Bona Sort en la Fundación Suñol a principios de año, Lidell/Navarro en Les Nits Salvatges, Paul Sietsema el mes pasado en el Reina Sofía y ayer noche Wang Bing en el CCCB.
Wang Bing fue presentado ayer en el ciclo de Cinergies en el CCCB en diálogo con Jaime Rosales; Wang Bing es chino, hace instalaciones cinematográficas de 14 horas -Caiyou Riji / Petróleo Crudo-, largometrajes de 9 – Tie Xi Qu / Al oeste de las vías-, documentales de 3 -He Fengming- y también filma gemas de 10 minutos, como el presentado ayer captado en las estepas de Yunnan, al que le llama Valle Feliz: en él se puede ver como se prepara la comida para los perros y los cerdos, como las niñas se revuelcan y fustigan, como fuman, como ladran, sin trama, solo a la luz del video, sin subtítulos.
Wang Bing mira al público como quién mira desde un patíbulo, aunque tu no sepas la posición que ocupas. Le faltaba un cartel al cuello, una insignia inmisericorde pero feliz. Feliz tanto en ser acusado como en acusar; un perro cineasta que nos despioja de civilización. Dijo que durante un tiempo no veía cine porque estaba enfrascado en sus propias angustias y perplejidades. Su lenguaje se modulaba ayer mediante la emocíon, la honestidad y la polaridad de lo que encontraba mientras hablaba, acabando perdido y sin conclusión, simpático. A ratos, cuando aumentaba la amplitud de su conexión, me quitaba el auricular para disfrutar de la extrema simbología de su comunicación. Coño, que bello es el chino!
Me acerco a otro mundo. Dejo de lado las perspectivas, los ángulos de la vida; me acerco cuando intuyo que ese mundo no es parte del mío, sino que seré engullido, saturado, que tendré que meditar mi salida a pluma y machete y que moriré asfixiado en el intento. Hay gente muy fina y poco elaborada, mineros; tanto me da el discurso de un edil que el de un cineasta chino; los enfermos mentales de la Orquestra de la Bona Sort cantando a capella y en inglés -sin escapatoria-, Lidell cortándose -ay! cuan poco- para el revolcón que produce en las vísceras de forma asesina y poeta, Navarro buscando el consuelo del tacto de un niño, y un Sietsema extremista desenraizándome de todo anclaje de pasado, a la carrera …
Más que acercarme siento una atracción gravitatoria, densa y luminosa; hago gestos para desenbarazarme de sus brazos, del calor de su pecho, de la belleza de su mirada / estrellas, connato de llanto / me vuelvo más simple, negra luz