Después de su exitosa presentación en el Festival Primera Persona, Jorge Carrión regresa a La vuelta al mundo: homenaje a Burton Holmes, a través de una conferencia performativa que dialoga con la otra y que, sin darse cuenta, se convierte en un segundo homenaje u homenaje de segundo grado a otro viajero, la antítesis exacta de Holmes, el antiviajero Marcel Duchamp. Se trata de una revisión crítica e irónica de La vuelta al mundo, sin smoking blanco, a través de Duchamp. También una reflexión sobre las ruinas de todo viaje.
La vuelta al mundo: el viaje y el polvo es la primera conferencia performativa de un ciclo que sucederá los martes en Caixaforum Barcelona y los miércoles en Caixaforum Zaragoza, siempre puntuales a las 19 horas.
Después de formar parte del elenco de Los críticos también lloran, Jorge Carrión “actúa” en solitario inspirado en los travelogues de Burton Holmes, quién llenaba teatros y auditorios con los relatos ilustrados de sus viajes a comienzos del siglo XX.
Jorge Carrión
Es doctor en humanidades por la UPF de Barcelona, donde da clases de literatura contemporánea, creación literaria y periodismo cultural.
Entre 2006 y 2009 fue codirector de la revista literaria Quimera. Colabora desde hace diez años con el suplemento «Cultura/s» de La Vanguardia y la revista Letras Libres.
Ha publicado tres libros de ensayo: Viaje contra Espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald (Iberoamericana, 2009), Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011) y Librerías (finalista del Premio Anagrama de Ensayo, 2013). Ha sido editor de los volúmenes El lugar de Piglia. Crítica sin ficción (Candaya, 2008), Madrid / Barcelona. Literatura y ciudad (Iberoamericana, 2009) y Riplay (con Reinaldo Laddaga, Adriana Hidalgo, 2014). Es autor de varios libros de viaje, como Australia (Berenice, 2008) o Crónica de viaje (Aristas Martínez, 2014), y de la trilogía de novela Los muertos, Los huérfanos y Los turistas (publicadas por Galaxia Gutenberg, 2014-2015).
“Las narraciones empiezan así. El inicio no lo revela todo, pero anuncia el camino. Si empiezas por los zapatos, querrás subir; si empiezas por la cabeza, querrás bajar. Después, claro está, hay muchas otras variantes. Pero toda narración empieza de este modo: el modo amputado, es decir, prometedor.
¡No empiece por el centro, señora!”
Gonzalo M. Tavares
La conferencia performativa es un tipo específico de presentación que utilizan artistas, escritores y agentes culturales para así llegar, afectar e involucrar a la audiencia de forma satírica, emotiva, seductora e irreverente.
La conferencia performativa es una práctica artística educativa o mediadora, pero también una puesta en escena, un espectáculo. Es, en definitiva, una forma híbrida.
Últimamente, este género, etiqueta o formato ha generado proyectos tan interesantes como una exposición de Hito Steyerl en el Reina Sofía, un ciclo ideado por Lola Arias en Buenos Aires o una serie de piezas exhibidas en el MUSAC.
Los creadores invitados a NO TODO VA A SER HABLAR combinan imágenes e ideas que dialogan con las obras seleccionadas por Juliao Sarmento para la exposición El peso de un gesto, que se inaugura el próximo día 11 de febrero en la sede de Barcelona, pero que también funcionan como espectáculo autónomo, como podrá verse en Zargozoza todos los miércoles de febrero.
Las imágenes escogidas por Lurdes R. Basolí, los viajes realizados por Jorge Carrión, los objetos encontrados por Bárbara Bañuelos, las preguntas formuladas por Ignasi Duarte o las películas seleccionadas por Terrorismo de autor son hilos ofrecidos a un espectador para que teja con ellos su propio relato.
Ser otra, una aproximación visual a lo femenino
Lurdes R. Basolí Caixaforum Zaragoza – Miércoles 10 de febrero – 19 horas
Lurdes R. Basolí cuestiona la relación de la mujer con la feminidad, activando a la audiencia a partir del lenguaje fotográfico. Basolí hace hincapié en la herencia visual recibida que nos lleva a aceptar sumisos un determinado tipo de imágenes estereotipadas sobre lo femenino. Con una mirada crítica sobre su propio trabajo, la fotógrafa se pregunta: ¿Cómo se representa lo femenino en la fotografía clásica y contemporánea? ¿Cómo se autorrepresenta la mujer en las redes sociales? ¿Existe un ideal de lo femenino?
La vuelta al mundo: el viaje y el polvo
Jorge Carrión Caixaforum Barcelona – Martes 16 de febrero – 19 horas
Caixaforum Zaragoza – Miércoles 17 de febrero – 19 horas
Jorge Carrión regresa a La vuelta al mundo. Homenaje a Burton Holmes, a través de una conferencia que dialoga con la otra y que, sin darse cuenta, se convierte en un segundo homenaje u homenaje de segundo grado a otro viajero, la antítesis exacta de Holmes, el antiviajero Marcel Duchamp.
Inventario – Memorias de una aspiradora
Bárbara Bañuelos Caixaforum Barcelona – Martes 23 de febrero – 19 horas
Caixaforum Zaragoza – Miércoles 24 de febrero – 19 horas
Inventario es un recorrido inusual por una parte de la memoria, por estos objetos, y la intuición. Un juego posible que se desplaza entre la ficción y la realidad. El recorrido que cada objeto genera es inesperado. Las relaciones y conexiones que se establecen no son premeditadas ni medidas y se despliegan solas a modo de memoria expandida configurando una búsqueda no lineal. Utilizo mi cuerpo como un archivo vivo corporal que habita las propias vivencias y devuelve cierta memoria a los objetos. Como si de un rizoma se tratara, cada historia se repliega sobre sí misma multiplicada en infinitas, manteniendo abiertas las posibilidades de lenguaje para que se conviertan en herramientas de acción.
Los límites del deseo (o) el peligro de estar vivos
Terrorismo de autor Caixaforum Barcelona – Martes 1 de marzo – 19 horas
Caixaforum Zaragoza – Miércoles 2 de marzo – 19 horas
Fugarse entre lo limitado e ilimitado. Saltar de lo imposible a lo posible. Correr desde la pulsión hasta su descarga. Desear entre la vida y la muerte. Una deriva a través de paisajes fílmicos y sonoros por donde circula y habita el deseo.
Terrorismo de autor es un colectivo anónimo-delirante nacido en 2012. A través de piezas audiovisuales de carácter político y social, plantean un remake estético e ideológico del mayo del 68 francés. Combinando humor, viralidad, performance y nouvelle vague, plantean una acción revolucionaria que no sea ni violenta ni pacífica, sino creativa.
Conversaciones ficticias
Gonçalo M. Tavares vs Ignasi Duarte Caixaforum Barcelona – Martes 8 de marzo – 19 horas Ignacio Martínez de Pisón vs Ignasi Duarte Caixaforum Zaragoza – Miércoles 9 de marzo – 19 horas
Un escritor responde en escena a preguntas que formuló a personajes de sus novelas. A medida que va respondiendo a las cuestiones va reescribiendo sus obras. El proyecto desea expandir los límites de la entrevista tradicional hacia el terreno de la creación literaria. Una suerte de (re)escritura escénica en donde la dramaturgia se hilvana en directo: imposible ensayar, imposible simular, imposible fallar. Conversaciones ficticias es un ejercicio de apropiacionismo literario cuya finalidad no es representar o adaptar un texto a escena, sino obtener un nuevo relato a partir de la literatura misma, de sus restos.
En Diciembre La Vanguardia titulaba a doble página: Barcelona, sin teatro de riesgo. Los que somos parte, ya sea como creadores, espectadores, periodistas, de lo que se conoce como el mundillo teatral, hace tiempo que lo sabemos, y lo hablamos resignados, a veces incluso sobrios, pero cuando ya el tema merece dos páginas en La Vanguardia, periódico arriesgado donde los haya, es que, quizás, el asunto clama al cielo.
Pensaba en esto ayer martes en el estreno de una obra alemana en el Lliure. Nadie discute el talento de esta Familie Flöz. Mucho virtuosismo, mucha precisión, mucha solvencia. Igualito que la Volkswagen. Ahora bien, ¿riesgo? ninguno, ¿Alguna conexión con nuestra realidad más inmediata? ninguna. Leí en algún lado que este año la programación del Lliure aspiraba a reflejar los cambios políticos, sociales, bla bla bla de nuestra sociedad. ¿En serio? Hotel Paradiso, siendo generosos, quizás sea considerado teatro político en Luxemburgo, pero aquí genera las mismas risas que un montaje de Tricicle. Risas muy respetables, claro que sí. Hay gente que quiere ir al teatro a entretenerse. Bien por ellos. Aunque quizás esa tarea, la de entretener, la deberíamos dejar en manos del teatro privado, ¿no? Por muy bien hechas que estén esas máscaras ¿Hace falta programar esta obra en el Lliure? No quiero preguntar cuánto ha costado, pero ¿no hay mejores obras, incluso alemanas, sobre todo alemanas, para traer a un teatro público en Barcelona?
Es posible que esta obra llene los cuatro o cinco días que se presente. Me dirán entonces, ¿ves? 100% de ocupación, es lo que la gente quiere. Igual un teatro público debería arriesgarse a no llenar la sala. Quizás un teatro público debería arriesgarse a ofrecer al público teatro con riesgo. Tal vez un teatro público debería ser dirigido por gestores que consideren el riesgo como parte de la creación.
Mientras tanto, Agrupación Señor Serrano se presenta más veces en Teheran que en Barcelona, El Conde de Torrefiel tiene más funciones en Bruselas que en Barcelona, Angélica Liddell actúa más en cualquier pueblo de Europa que en Barcelona, y así se va normalizando una situación que no me parece muy normal. ¿Nadie hará nada al respecto?
Quizás, se me ocurre, el problema es que el teatro con riesgo se hace en el Parlament. Pero ése es otro tema.
Copio aquí un fragmento de un inspirador artículo de Amador Fernández-Savater
“(..) Por un lado, lo que queda fuera de los muros del teatro pierde valor y potencia, resulta recortado y devaluado. Un ejemplo muy claro: los movimientos son objeto de mera referencia retórica o se interpretan como reivindicaciones o demandas a escuchar, sintetizar o articular por una instancia superior (partido, gobierno), borrándose así completamente su dimensión esencial de creación de mundo aquí y ahora (nuevos valores, nuevas relaciones sociales, nuevas formas de vida). El teatro ausenta lo que representa. Y de ese modo se pierde la relación viva con la energía creadora de los movimientos.
Por otro lado, lo que se ve en el exterior del teatro viene proyectado desde el interior. Me refiero a algo muy concreto y cotidiano: la ocupación total de la mente social (pensamiento y mirada, atención y deseo) por lo que ocurre en la escena. ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas hemos perdido últimamente hablando del penúltimo gesto de cualquiera de nuestros súper-héroes/heroínas (Iglesias, Monedero, Carmena, Garzón, quien sea)? Con la nueva política cambian las obras y los actores, hay nuevos decorados y guiones, pero seguimos tan reducidos como antes a espectadores, comentaristas y opinadores ante sus pantallas, perdiendo así el contacto con nuestro centro de gravedad: nosotros mismos, nuestra vida y nuestros problemas, lo que estamos dispuestos a hacer y lo que ya hacemos, las prácticas que inventamos más o menos colectivamente, etc. Hipersensibles a los estímulos que nos vienen de arriba, indiferentes y anestesiados a lo que ocurre a nuestro alrededor (piel cerrada). Y de nada sirve criticar el teatro: se sigue fijando en él la atención, aunque sea a la contra. (…)”
(…) “Se trata entonces de reabrir la piel (la tuya, la mía, la de todos). A nivel íntimo, esto exige a cada uno resistirse a la captura de la atención y el deseo, del pensamiento y la mirada por las lógicas representativas, espectaculares. El teatro lo monta cada día el matrimonio funesto entre el poder político y los medios de comunicación (incluyendo aquí desgraciadamente a los medios alternativos, también hipnotizados por “la coyuntura”), pero lo reproducimos todos, en cualquier conversación entre amigos o con la familia, cuando dejamos que organice el marco de nuestras preguntas, preocupaciones y opciones: ¿populista o movimientista? ¿confluencia o unidad popular? ¿Zutano o Mengano? Hay que revertir ese movimiento centrípeto y fugar de cualquier centro: centri-fugar. Recuperar el eje. Partir de nosotros mismos. Mirar alrededor.” (…)
Una de las cosas que más nos gusta en la vida es pasear. Así que estamos muy contentos con lo que se viene las próximas dos semanas.
Lunes, martes y miércoles pasearemos con Robert Walser por Horta, un barrio al que deberíamos prestar más atención en Barcelona, antes de que se organicen y pidan la independencia.
Para estos paseos ya no hay cupos disponibles. Para información sobre nuevas presentaciones, por favor escribid a Robert a robertwalser2012@gmail.com
De jueves a domingo estaremos por Terrassa, una ciudad del Vallés Occidental por la que bien vale la pena darse un paseo. No solamente con Walser, sino por algunos de los platos del menú escénico que han preparado los amigos del Festival TNT. A Terrassa se llega rápidamente en coche, tren o autobús desde Barcelona. Una oportunidad de huir un rato de los guiris.
La próxima semana nos vamos a Madrid. De miércoles a sábado pasearemos por Tetuán. Iniciamos con estos paseos una primera colaboración con Teatro Pradillo, que se ampliará en algún momento del 2016 en otro barrio de la ciudad.
“El bulevar es la vivienda del paseante, quien está entre fachadas tan cómodo como el burgués en las cuatro paredes de su casa. Las vitrinas deslumbrantes de los comercios son para él un adorno de pared tan bueno y mejor que para el burgués una pintura al óleo en el salón. Los muros son el pupitre en el que apoya su cuadernillo de notas. Sus bibliotecas son los kioscos de periódicos, y las terrazas de los cafés los balcones desde donde hace su trabajo y contempla su negocio.”
Walter Benjamin
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Aprovecho el vuelo AV19 BARCELONA-BOGOTÁ para leer El Impostor, de Javier Cercas. Me quedan bailando algunas preguntas después de la lectura, algunas parecidas a éstas que nunca quiso responderle al periodista Peio H. Riaño, El Confidencial.
De lo que no tengo ninguna duda es sobre mi fragmento preferido del libro. No tenía ni idea de la existencia de la UJA (Unión Juventudes Antifascistas). Podrían formar parte de una hipotética futura temporada de Master. Quien sabe. Mientras tanto, transcribo el fragmento mencionado y sí, claro, honor a los valientes, a los que dicen NO.
LA UJA
La historia de la UJA es extraordinaria. Se trata de un minúsculo episodio que permaneció enterrado en la fosa común del antifranquismo durante casi sesenta años, hasta que, en 1997, dos jóvenes historiadores locales, Juanjo Gallardo y José María Martínez, lo exhumaron; hoy todavía la historia es muy poco conocida. A finales de enero de 1939, cuando faltaban un par de meses para que terminara la guerra pero ya habían transcurrido varios días desde la caída de Barcelona en manos franquistas, un grupo de chavales catalanes decidió no aceptar la derrota. Algunos habían combatido con el ejército republicano, muchos militaban en las Juventudes Libertarias, todos eran muy jóvenes: el mayor tenía veintitrés años y el más pequeño quince, pero la mayoría estaba entre los diecisiete y los dieciocho; entre ellos había de todo: jornaleros, vidrieros, peones, contables, sastres, electricistas, ferroviarios, mozos de almacén, pasteleros, dependientes y hasta tres colegiales. El núcleo de la UJA se hallaba en Santa Coloma de Gramanet, pero la organización se extendió en seguida a Sant Adrià del Besós y tenía la ambición de llegar a otras poblaciones del extrarradio de Barcelona, incluida la propia Barcelona. La palabra “organización” quizás es excesiva: aunque estaba dotada de una cierta estructura, con responsables de las distintas secciones y una división geográfica en sectores, en realidad la UJA no era más que un grupo de muchachos que se reunía en casa de sus padres y que, con unos medios ridículos y un coraje temerario, durante el tiempo que duró su andadura elaboró, imprimió y distribuyó panfletos llamando a la revuelta, dio un golpe de mano contra una guarnición de fascistas italianos, planeó sabotajes en infraestructuras y asaltó a notorios franquistas para ayudar con el dinero obtenido del robo a familias antifranquistas en situación económica desesperada. La vida de la UJA, sin embargo, fue breve: terminó el 30 de mayo de 1939, tres meses escasos después de su inicio. Ese día empezaron las detenciones (durante las cuales, según reza el sumario que a continuación se abrió a sus miembros, “se les ocupó una máquina de escribir, cinco fusiles, tres rifles, una bomba de mano y varias municiones”), y el 2 de enero del año siguiente un consejo de guerra dictó sentencia contra los veintiún militantes de la organización y otras siete personas; salvo tres de ellos, que no llegaban a los dieciséis años y fueron puestos a disposición del Tribunal Tutelar de Menores, todos los demás fueron condenados: hubo cinco penas de muerte (de las que sólo se ejecutó una), ocho penas de reclusión perpetua, dos penas de veinte años, cuatro de quince y dos de seis. De modo que, cuando todo el mundo dijo de grado o por fuerza SÍ, hubo gente que dijo NO, gente que no se conformó, gente que no dio su brazo a torcer y no se resignó al oprobio, la indecencia y la humillación comunes de la derrota. Fue una ínfima minoría, pero fue. A lo largo de casi seis décadas sus nombres se olvidaron, así que no estará de más recordarlos hoy. Honor a los valientes: Pedro Gómez Segado, Miquel Colás Tamborero, Julia Romera Yáñez, Joaquín Miguel Montes, Juan Ballesteros Román, Julio Meroño Martínez, Joaquim Campeny Pueyo, Manel Campeny Pueyo, Fernando Villanueva, Manuel Abad Lara, Vicente Abad Lara, José González Catalán, Bernabé García Valero, Jesús Cárceles Tomás, Antonio Beltrán Gómez, Enric Vilella Trepat, Ernesto Sánchez Montes, Andreu Prats Mallarín, Antonio Asensio Forza, Miquel Planas Mateo y Antonio Fernández Vallet.
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Me ha parecido un espectáculo de personas muy perezosas. Pudiendo hacer más, os limitasteis al texto, dice un señor de cierta edad, ante el pasmo general, a la hora de las preguntas. Es el Reina Sofía. Es la hora del vermut. Es reflexionar con resaca. Hay murmullos, resoplidos. Es un viejo, dicen. Otros no tan viejos sonríen. Rafael Sánchez-Mateos aplaude entusiasta. No soporta lo satisfechos que se sienten de ellos mismos. La soberbia del artista consagrado versus la fragilidad optimista del espectador invitado ¿Cómo se mide el tiempo dedicado a trabajar una pieza? ¿En horas de oficina? Juan Loriente se defiende de la acusación de perezoso contando las horas que pasó encerrado en un teatro de Ginebra ¿A cuánto pagan la hora extra de creador escénico?
Podría haber optado, en cambio, por citar a Paul Lafargue cuando, a mediados del siglo XIX, en El derecho a la pereza escribe :
Cuando en nuestra civilizada Europa se quiere volver a encontrar un rastro de belleza natural del hombre, debe írsela a buscar a las naciones donde los prejuicios económicos todavía no extirparon el odio al trabajo. España, que lamentablemente se está degenerando, puede todavía vanagloriarse de poseer menos fábricas que nosotros prisiones y cuarteles; el artista se regocija admirando al atrevido andaluz, moreno como las castañas, derecho y flexible como una vara de acero; y el corazón del hombre se conmueve al oír al mendigo, soberbiamente envuelto en su capa agujereada, tratar de amigo a los duques de Osuna. Para el español, en el que el animal primitivo no está aún atrofiado, el trabajo es la peor de las esclavitudes. También los griegos de la época dorada despreciaban el trabajo: sólo a los esclavos les estaba permitido trabajar: el hombre libre sólo conocía los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia.Era también el tiempo en que se caminaba y se respiraba en un pueblo de hombres como Aristóteles, Fidias, Aristófanes; era el tiempo en el que un puñado de valientes aplastaban en Maratón a las hordas del Asia que Alejandro iba luego a conquistar. Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, esa degradación del hombre libre; los poetas cantaban a la pereza, ese regalo de los dioses.
El derecho a la pereza. El derecho a enseñarnos sus disfraces. El derecho a hacer una pieza sin cuerpos. Están en su derecho. La Ribot no recuerda qué pieza de Prokofiev suena en su obra. El derecho a no recordar. Juan Domínguez asegura que usaron la música de manera cinematográfica, ilustrativa, ¿manipuladora? El derecho a poner la música que te venga en gana. El triunfo de la libertad. Para Juan Loriente es un triunfo que esta pieza se pueda hacer sin su cuerpo en el año 2050. El hombre libre sólo conocía los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia. ¿Por qué cambiaste las nueces por los cocos? Porque ya no veía las nueces.
Habéis hecho una performance en la sala, en los espectadores, comenta otro señor mayor. Una performance a base de ruidos, toses, susurros. Una perfomance que terminó, al menos el sábado, con una sonora pataleada, algo poco habitual en una sala de teatro, en un centro dramático nacional, en un año 2015. No fueron los espectadores “viejos” los únicos que patearon el suelo. No fueron los espectadores que van a ver el enésimo montaje de Chejov los que se indignaron. Tantos dramas y tan poco placer. Hubo espectadores jóvenes que también pensaron lo mismo. Que también mencionaron el poco trabajo. A la palabra en escena le respondieron con el ruido en la platea. El triunfo de la voluntad. Mucho ruido y pocas nueces.
hay los pedazos de cosas cuando retornen a las cosas sólo verán pedazos y no cosas estos pedazos que también se llaman cachos hay que hallarlos, colectarlos, contarlos uno a uno
me gusta que lo cuente pero no me gusta que haga bandera contó cosas que nos pasaron de verdad a nosotros. Contó cosas que dan vergüenza es una vergüenza hacer bandera de la vergüenza es una vergüenza a estas alturas las banderas es una derrota de la política las violencias es el momento de dar un paso más de mover ficha me refiero a las banderas cualquier bandera
es una vergüenza cualquier bandera ni la mía misma es una vergüenza existir a la vista de todos y a la vista de las banderas es una vergüenza existir y que a uno lo vean destacar significarse tener significado constituir o ir a constituir significar
Escribe María Salgado sin vergüenza. Llega un momento en que el ruido desaparece. Llega un momento en que lo que se valora es la autenticidad. Basura verbal con brillitos. Cómo mirar las frases, como escudriñarlas, como detenerse a verlas, como deleitarse en ellas. La palabra en escena. Poesía y música. Teatro del bueno. Cómo mueve María el brazo izquierdo. Como se miran María y Fran en escena. Como se miran.
Un programa doble que dice mucho sobre dos generaciones de creadores. Un programa doble que me hace pensar en la confluencia de los partidos políticos. En los que han estado treinta años en la escena. Han llegado a este punto. Los que empiezan ahora, ¿empiezan ahora?, tienen otra actitud, otra manera de estar en la escena. La palabra en escena. Ahora Madrid, ahora Madrid, sí, pero y después ¿qué? cantaban los Miguel Ángel Mainstream (MAM) el viernes por la noche en la sala Juglar. Podemos, podemos… podemos irnos a la mierda, advertían, entre risas. El sentido del humor de Salgado no es irónico, no es elitista, no es cínico. Llega por otra parte, de otra parte. Bancamos a Manuela y sus setenta años, pero nos molestan los comentarios de los señores mayores una mañana de domingo. Esos señores, sin embargo, se emocionaron con el ruido. Les llegó el ruido que hacen los jóvenes en las plazas.
A los viejos todo les sienta el bien A los viejos no les vayáis con antigüedades A los viejos asombradles
Cantan los Hidrogenese
La juventud dura cinco minutos
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En Octubre del 2013 realicé una intervención artística en el edificio donde vivo de alquiler desde hace quince años en el piso donde mis abuelos vivieron desde antes de la guerra civil y que nunca pudo ser de su propiedad. Encolé cuatro textos literarios en gran formato en las puertas de cuatro pisos que el administrador de la finca había dado orden de tapiar con muros de ladrillos y cemento justo donde poco antes vivió gente. Titulé el proyecto Literatura de replà (Literatura de rellano) y se presentó públicamente en la exposición Jo em rebel·lo, nosaltres existim (Yo me rebelo, nosotros existimos) de la Fundació Palau de Caldes d’Estrac. En la sala de exposiciones, dejé una fotografía de una de las puertas de los pisos tapiados y una hoja desplegable con instrucciones para que el público supiera cómo visitar la intervención en el inmueble de Barcelona. Durante el proceso pasaron una serie de hechos que yo no tenía previstos y que me parecen importantes porque interrogan los límites, las consecuencias y la utilidad del arte. Que no fueran previstos no sé si les quita o les da más valor.
Uno de los pisos vacíos de la finca que todavía no estaba tapiado y tenía la puerta reventada por un ladrón, fue habitado después por unos okupas que son libreros y que oyeron hablar del piso vacío y del proyecto que yo preparaba. Una noche, la policía vino alarmada por una vecina con la intención de desalojar a los libreros pero mi declaración confirmó que llevaban más de cuarenta y ocho horas y que por lo tanto, solamente una orden judicial los podía echar y se pudieron quedar. Tengo que decir que cuando el sargento que llamó a mi puerta los describió como «buena gente del movimiento social», dudé de si en verdad era policía. La primera reunión de vecinos que se hizo en el edificio tuvo lugar en el piso okupado el día que los libreros nos convocaron para presentarse a la comunidad. Yo aproveché para explicar mi proyecto y todos pudimos compartir los problemas de vivir en un inmueble desatendido por la propiedad. Cuando la exposición fue inaugurada, yo me fui de viaje y alguien me contó que, sin yo haberlo pedido, los libreros hacían de guías improvisados de la exposición al público desorientado que llegaba al edificio.
El tiempo pasó y uno de los muros de las puertas tapiadas fue tumbado. Me pregunto si fue algún visitante de la exposición que interpretó que la obra estaba inacabada, era participativa y mientras tiraba el muro al suelo pensó: «Esto sí que es arte». Encontré un trozo de muro en un rincón del edificio el mismo día que la galería ADN me propuso participar en una exposición titulada Cómplices y testigos. Guardé la ruina como pieza para ser expuesta sin saber si tenía que presentarla como objet trouvé, ready made o obra de autoría colectiva involuntaria. Tiempo más tarde me di cuenta de que un pequeño grupo de jóvenes okupaba el piso del muro reventado porque habían colocado una advertencia en su puerta. Hablé con ellos para organizar una cena en su casa con algunos vecinos, los escritores colaboradores del proyecto, y los libreros, donde terminamos hablando de los límites éticos y estéticos de un proyecto artístico como éste. Gravé el audio de esa charla y después de editarlo lo incorporé a esta obra.
Al cabo de poco tiempo, la propiedad denunció a los primeros, a los libreros. En la instrucción penal la abogada que los defendía utilizó mi intervención artística como una de las pruebas de su defensa. Después yo, con su autorización, incorporé a mi obra parte de la documentación legal de su caso. El administrador de la propiedad hizo instalar un servicio de vigilancia 24h con una cámara en la portería y unas alarmas flanqueando los muros que tapiaban los pisos. Los textos seguían ahí y yo pensé que pocas obras de arte debían estar tan vigiladas. Finalmente, un juez firmó una orden de desalojo cautelar, los libreros se fueron sin hacer ruido y yo escribí una primera versión de esta declaración que fue corregida y revisada por la abogada y el escritor del texto de la ruina expuesta. A medio camino entre el arte, la literatura y el documento legal, el texto sirvió de presentación de esta obra titulada Literatura de replà, una relectura (Literatura de rellano, una relectura). Una obra que acabó, si es que este tipo de obras pueden realmente acabar, el mes de abril del 2015 cuando los últimos okupas —que vivieron un año en el edificio— fueron desalojados y la propiedad dio orden de derruir todos los muros que todavía mostraban los textos intactos. ¿Habrá sido el paleta que los tumbó, su último lector?
Mireia Sallarès, Barcelona, Mayo de 2015
ÁTICO CON TERRAZA (por Marc Caellas)
Una de mis primeras lecturas de infancia fueron esos tomos pesados bautizados genéricamente con el nombre de Superhumor: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, son algunos de los personajes que lo poblaban. Mi preferido, sin embargo, siempre fue 13 rue del Percebe, una tira de una página donde el protagonista, el personaje principal, es un edificio. Sí, también están los hombres, mujeres y niños que habitan los distintos pisos del edificio. Pero lo importante es como esos personajes transitan por el ascensor, como llegan al terrado, como usan las ventanas. Pareciera que todo el edificio convive en una isla de anarquía, en donde no aplican las leyes que impone el estado, familia, religión. Ni en sueños sospechaba yo a esa tierna edad que unos treinta años después iba a vivir en Muntaner 14, una versión trash para adultos contemporáneos del edificio inventado por Ibáñez.
Aunque a ratos pueda ser divertida, la vida “real” no es un cómic. Así, a mi ático en Muntaner 14 nunca llegaron furiosos acreedores (eran años de solvencia económica, de vivir como un pseudo-funcionario cultural con pretensiones), pero sí facturas a nombre de la artista que vive allí desde tiempos inmemoriales. En otro mundo más justo, la artista ya sería la propietaria de ese ático en el que a veces circula el fantasma de algún antepasado suyo, que decide escaparse de la cárcel del retrato y recorrer su antiguo hogar. A mi ático también llegaron a visitarme amantes, amigos, músicos. Recuerdo bien que, en una de sus pocas apariciones públicas, las legendarias Burning Ladillas tocaron en la terraza una inolvidable tarde de junio, una terraza en la que pasé largas horas viendo el mar o los aviones, haciendo el amor o el cafre, siempre bien acompañado. Una vez mi amigo Abel cocinó un arroz negro y le salió gris marengo. Otra vez una amiga dejó unas bragas rojas colgadas en el baño y casi me cuesta una novia. Una noche de viernes empecé un romance que me llevó posteriormente a vivir en la Argentina. Una tarde de sábado le lancé huevos a un pitufo de la Guardia Urbana estacionado en la esquina de Gran Vía. Una noche de domingo escuché el concierto de los ACDC en el Estadi Olímpic como si estuviera allí. Hubo un día en que alguien decidió que ya no se construirían áticos en los edificios nuevos de Carcelona. Ese día, otro más, la ciudad perdió otro de sus encantos: las terrazas.
De paredes adentro, me abstraía de todo lo que sucedía en el edificio. De paredes a fuera, era imposible esquivar el caos. Así un día me tocó el timbre una doctora uruguaya pidiéndome ayuda con el butano, y ya nunca más la volví a ver. Una noche casi bajo al tercero a comprar farlopa, pero me acordé de alguna película donde un vecino le pide a otro que le guarde un paquete, y me acobardé. Una madrugada un amigo terminó la fiesta en La Flor del Caribe, ese prostíbulo 24-hour-party-people con trabajadoras extra-comunitarias que sirve de portero automático sin filtro concebido: lo mandaron a su casa a dormir. Una tarde ayudé a dos viejitos a subir las bolsas de la compra del ático al sobreático, a donde no llega un ascensor que, incluso funcionando, parece averiado. La noche de los sábados era, ¿son?, intensas en Muntaner 14. Muchos domingos esquivé vómitos, jeringas o zurullos. Todos los lunes escuché a la señora de la limpieza borrar las huellas de ese tráfico constante sin controles de alcoholemia.
Creo que nunca fui tan feliz en un apartamento. Creo que nunca me mimeticé tan bien con las paredes, con la luz, con el aire que se respira en el ático de Muntaner 14. Defendí la fotografía que preside el dormitorio de las críticas de alguna novia, con la convicción del creyente en el poder del arte. Sin mover apenas una planta de sitio, sentí que el lugar lo había dispuesto yo en sueños. Creo que una ciudad necesita estos espacios de libertad, aún con sus a menudo desagradables efectos secundarios. Creo que un lugar donde uno pasa muchas horas debe ser íntimo y épico a la vez. Creo que, en un mundo ideal, todo el mundo viviría en un ático con terraza. Creo que hay pocos edificios como Muntaner 14.
Marc Caellas, Barcelona, noviembre 2013
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Llego a Madrid nuevamente un fin de semana a ver una obra de Rodrigo. Se ha vuelto una tradición. Año 2010:Muerte y resurrección de un cowboy; año 2011: Gólgota Picnic, Teatro María Guerrero; año 2015: Daisy, Teatros del Canal. Tres obras que nunca llegaron a Barcelona. Festivales como el Grec prefieren programar a autores menos molestos. Decisiones. Política Cultural. Tapón generacional. Confiamos en que, con los nuevos gestores liderados por Ada Colau, esto cambie.
En la Sala Verde de los Teatros del Canal se siente la expectación. Hay ganas de comprobar el giro poético de Rodrigo. En varias entrevistas recientes ha hablado de su intento por buscar un enfoque distinto, habla de “procedimientos poéticos más complejos”, menos agresivos con el espectador. En este sentido, y a pesar de las protestas de los integristas católicos, indignados a priori sin conocer la obra, lo verdaderamente radical de Gólgota Picnic era la música de Joseph Haydn. Recuerdo perfectamente la procesión de espectadores saliendo cabreados durante la memorable versión para pianoforte de Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, a cargo de Marino Formenti. Esta manera de “obligarnos” a escuchar a un virtuoso genera un insólito rechazo entre los pobres de espíritu que van al teatro a entretenerse. En Daisy, un cuarteto de cuerda, formado por jovencísimos intérpretes, nos deleita con la música de Beethoven. Es inexplicable la emoción de esos momentos, lo bien ensamblados que quedan en la pieza. Incluso este cronista, tan poco ducho en música clásica, se conmueve ante este momento de belleza extrema.
Tengo que mirar varias veces el papelito con la dirección que llevo en el bolsillo. Luego el Google Maps. Ya está. Llegamos. Y eso que pasé gran parte de mi vida a pocas cuadras del lugar, pero ni así. Los habitantes del passatge… (no voy a desvelar el nombre para no dar ideas a la mafia, que ya basta de hoteles, generators y demás vertederos humanos) disfrutan de una suerte de oasis tropical de felicidad escondidos entre edificios. Una extraña atmósfera de paraíso fiscal emocional sobrevuela la zona. Es de estos espacios en los que te sientes bien independientemente de la compañía o de los grados de alcohol de la bebida que tomes. Pero es que hoy, además, la compañía es inmejorable, y la bebida, pues, está a la altura. Gracias señor Yzaguirre.
Durante la primera hora somos pocos aún, pero hay tiempo para hablar sobre cualquier cosa, como ese pueblo en Castellón que se puso de moda entre los grafiteros y ahora es un museo de arte vivo, éste sí. Lo insólito es que mientras hablamos esto con Rubén y Pablo se suma a la conversación otro invitado a la fiesta, ¡de Castellón!, que asegura que jamás escuchó esto. Se aparta un momento, revisa en su móvil y vuelve con cara de satisfacción. El pueblo se llama Fanzara. Un pueblo envejecido, como tantos en España, reconvertido ahora en el MIAU (Museo Inacabado de Arte Urbano). La próxima fiesta hagámosla en Fanzara. Y ya está.
También hablamos de Nacho Vegas y de su no-actuación en el acto final de la campaña de Barcelona en comú. Estamos en una fiesta que se auto-proclama de no-reflexión, y es que no hay nada que reflexionar. Es hora de pasar a la acción. Para los escépticos de siempre les tengo esta reflexión de Rubén Ramos, un tipo con criterio, quién ayer recordó a esa juventud tuitera desmemoriada que la segunda república empezó después de la victoria del Frente Popular ¡en unas elecciones municipales! El rey de entonces huyó por patas y tuvimos cinco años donde pareció posible lo imposible. No es que seamos tan ingenuos de pensar que los dos reyes que tenemos se van a asustar por una victoria de Manuela o de Ada, pero por algún lado hay que empezar. Así que por una vez votemos y botemos también hasta que se hunda todo.
En esos delirios estamos distraídos que empieza el concierto, casi sin enterarnos. Esos novios, Rubén y Pablo, el conde y el master, nos envuelven con su música y con estas letras elocuentes, muy acordes al espíritu de nuestro tiempo:
Tanto esperar y tan poca fiesta
Tanto llorar y tan poca suerte
Tantos dramas y tan poco placer
Tanta charla y tan poco sexo
Tantas palabras y tan pocos besos
Tanto cuidar y tan poco amor
Tanta histeria y tan poco éxtasis
Tantos sonidos y tan poca música
Cerveza Conde Master Beer
Cerveza Conde Master Beer
La música suena y no paran de entrar niños y más niños, con sus padres detrás, o debajo. Hay que ver la obstinación en procrear de la gente de Barcelona. Me tienen sorprendido con tanta vocación de futuro. Los Novios, mientras tanto, a lo suyo: Podridos de alcohol, podridos de alcohol, guiris, estáis podridos de alcohol, podridos de alcohol, cantan, y nosotros con ellos. Deberíamos hacer esto cada sábado.
Entonces empiezo a sentir ese leve cosquilleo. Primero pienso que me ha rozado la pierna esa chica en la que me he fijado antes. Pero no. Es el ambiente, la música, las mujeres embarazadas, el vermut, la terraza, los árboles, la tortilla, la utópica victoria de mañana, la brisa, y el cosquilleo aumenta, ¿por qué no? Disfrutemos del momento. Aquí nadie habla del procés. Finalmente, como dice Guillem Martínez, los catalanes podemos vivir en cualquier país, incluso en un país catalán, pero lo que no podemos/debemos hacer es esconder los problemas detrás de la “identidad”. Pero hoy, en esta terraza, aparentemente, no tenemos ningún problema ¿Es una trampa? Tal vez.
LA TRAMPA (María Elena Cruz Varela)
No obstante, sólo puedo alegar a mi favor
que a veces cedo.
Caigo en minúsculas trampas que nos arma la vida.
En trampas como jaulas para cazar gorriones.
Que algunos días. ¡Oh, días específicos!
Al abrir el balcón. Al asomarme y ver
con todos los sentidos. Y oír con todos los sentidos.
Y oler con todos los sentidos. Soy un terco violín
en evidencia. A veces –excusa delirante-
la vida se me vira como un juego de cartas
mostrándome los triunfos.
Me enamora con labios nuevecitos.
Me apremia. Imprescindible. Un cuarto movimiento:
novena sinfonía de Ludwig van Beethoven.
Como una credencial. Un aquí está mi mano.
Mis millones de manos.
La piel se me estremece de piedad infinita:
El hombre mata. Muere. Miente. Roba. Claudica
de espaldas a esa música en un afán de voraz permanencia.
Confunde libertad con desplazarse.
El hombre duerme armado contra los otros hombres
y contra el hombrecito
que habita los rincones más claros de su pecho.
A pesar de esa música. A pesar del balcón.
Del sol que estreno. A pesar de esa Oda feroz a la Alegría.
De la limpia mañana
que niega los despojos de la cena de ayer.
No obstante, digo. La vida hoy se presenta como un traje.
Y sé que es una trampa. Pero cedo. Y me dejo embriagar
y acepto cualquier tregua. Y soy una espiral.
Un balancín. Un coro. Porque sucede a veces
que al abrir el balcón. Al asomarme y ver.
Y oír. Y oler. Con todos los sentidos.
La vida me ha sacado barajas de la manga.
No obstante, sólo puedo alegar a mi favor:
Es una trampa. Y me dejo caer.