Barcelona, sin teatro de riesgo

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En Diciembre La Vanguardia titulaba a doble página: Barcelona, sin teatro de riesgo. Los que somos parte, ya sea como creadores, espectadores, periodistas, de lo que se conoce como el mundillo teatral, hace tiempo que lo sabemos, y lo hablamos resignados, a veces incluso sobrios, pero cuando ya el tema merece dos páginas en La Vanguardia, periódico arriesgado donde los haya, es que, quizás, el asunto clama al cielo.

Pensaba en esto ayer martes en el estreno de una obra alemana en el Lliure. Nadie discute el talento de esta Familie Flöz. Mucho virtuosismo, mucha precisión, mucha solvencia. Igualito que la Volkswagen. Ahora bien, ¿riesgo? ninguno, ¿Alguna conexión con nuestra realidad más inmediata? ninguna. Leí en algún lado que este año la programación del Lliure aspiraba a reflejar los cambios políticos, sociales, bla bla bla de nuestra sociedad. ¿En serio? Hotel Paradiso, siendo generosos, quizás sea considerado teatro político en Luxemburgo, pero aquí genera las mismas risas que un montaje de Tricicle. Risas muy respetables, claro que sí. Hay gente que quiere ir al teatro a entretenerse. Bien por ellos. Aunque quizás esa tarea, la de entretener, la deberíamos dejar en manos del teatro privado, ¿no? Por muy bien hechas que estén esas máscaras ¿Hace falta programar esta obra en el Lliure? No quiero preguntar cuánto ha costado, pero ¿no hay mejores obras, incluso alemanas, sobre todo alemanas, para traer a un teatro público en Barcelona?

Es posible que esta obra llene los cuatro o cinco días que se presente. Me dirán entonces, ¿ves? 100% de ocupación, es lo que la gente quiere. Igual un teatro público debería arriesgarse a no llenar la sala. Quizás un teatro público debería arriesgarse a ofrecer al público teatro con riesgo. Tal vez un teatro público debería ser dirigido por gestores que consideren el riesgo como parte de la creación.

Mientras tanto, Agrupación Señor Serrano se presenta más veces en Teheran que en Barcelona, El Conde de Torrefiel tiene más funciones en Bruselas que en Barcelona, Angélica Liddell actúa más en cualquier pueblo de Europa que en Barcelona, y así se va normalizando una situación que no me parece muy normal. ¿Nadie hará nada al respecto?

Quizás, se me ocurre, el problema es que el teatro con riesgo se hace en el Parlament. Pero ése es otro tema.

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La piel y el teatro

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Copio aquí un fragmento de un inspirador artículo de Amador Fernández-Savater

“(..) Por un lado, lo que queda fuera de los muros del teatro pierde valor y potencia, resulta recortado y devaluado. Un ejemplo muy claro: los movimientos son objeto de mera referencia retórica o se interpretan como reivindicaciones o demandas a escuchar, sintetizar o articular por una instancia superior (partido, gobierno), borrándose así completamente su dimensión esencial de creación de mundo aquí y ahora (nuevos valores, nuevas relaciones sociales, nuevas formas de vida). El teatro ausenta lo que representa. Y de ese modo se pierde la relación viva con la energía creadora de los movimientos.

Por otro lado, lo que se ve en el exterior del teatro viene proyectado desde el interior. Me refiero a algo muy concreto y cotidiano: la ocupación total de la mente social (pensamiento y mirada, atención y deseo) por lo que ocurre en la escena. ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas hemos perdido últimamente hablando del penúltimo gesto de cualquiera de nuestros súper-héroes/heroínas (Iglesias, Monedero, Carmena, Garzón, quien sea)? Con la nueva política cambian las obras y los actores, hay nuevos decorados y guiones, pero seguimos tan reducidos como antes a espectadores, comentaristas y opinadores ante sus pantallas, perdiendo así el contacto con nuestro centro de gravedad: nosotros mismos, nuestra vida y nuestros problemas, lo que estamos dispuestos a hacer y lo que ya hacemos, las prácticas que inventamos más o menos colectivamente, etc. Hipersensibles a los estímulos que nos vienen de arriba, indiferentes y anestesiados a lo que ocurre a nuestro alrededor (piel cerrada). Y de nada sirve criticar el teatro: se sigue fijando en él la atención, aunque sea a la contra. (…)”

(…) “Se trata entonces de reabrir la piel (la tuya, la mía, la de todos). A nivel íntimo, esto exige a cada uno resistirse a la captura de la atención y el deseo, del pensamiento y la mirada por las lógicas representativas, espectaculares. El teatro lo monta cada día el matrimonio funesto entre el poder político y los medios de comunicación (incluyendo aquí desgraciadamente a los medios alternativos, también hipnotizados por “la coyuntura”), pero lo reproducimos todos, en cualquier conversación entre amigos o con la familia, cuando dejamos que organice el marco de nuestras preguntas, preocupaciones y opciones: ¿populista o movimientista? ¿confluencia o unidad popular? ¿Zutano o Mengano? Hay que revertir ese movimiento centrípeto y fugar de cualquier centro: centri-fugar. Recuperar el eje. Partir de nosotros mismos. Mirar alrededor.” (…)

El artículo completo aquí

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El Paseo de Robert Walser en Horta, Terrassa y Tetuán

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Una de las cosas que más nos gusta en la vida es pasear. Así que estamos muy contentos con lo que se viene las próximas dos semanas.

Lunes, martes y miércoles pasearemos con Robert Walser por Horta, un barrio al que deberíamos prestar más atención en Barcelona, antes de que se organicen y pidan la independencia.

Para estos paseos ya no hay cupos disponibles. Para información sobre nuevas presentaciones, por favor escribid a Robert a robertwalser2012@gmail.com

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De jueves a domingo estaremos por Terrassa, una ciudad del Vallés Occidental por la que bien vale la pena darse un paseo. No solamente con Walser, sino por algunos de los platos del menú escénico que han preparado los amigos del Festival TNT. A Terrassa se llega rápidamente en coche, tren o autobús desde Barcelona. Una oportunidad de huir un rato de los guiris.

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La próxima semana nos vamos a Madrid. De miércoles a sábado pasearemos por Tetuán. Iniciamos con estos paseos una primera colaboración con Teatro Pradillo, que se ampliará en algún momento del 2016 en otro barrio de la ciudad.

“El bulevar es la vivienda del paseante, quien está entre fachadas tan cómodo como el burgués en las cuatro paredes de su casa. Las vitrinas deslumbrantes de los comercios son para él un adorno de pared tan bueno y mejor que para el burgués una pintura al óleo en el salón. Los muros son el pupitre en el que apoya su cuadernillo de notas. Sus bibliotecas son los kioscos de periódicos, y las terrazas de los cafés los balcones desde donde hace su trabajo y contempla su negocio.”
Walter Benjamin

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Honor a los valientes

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Aprovecho el vuelo AV19 BARCELONA-BOGOTÁ para leer El Impostor, de Javier Cercas. Me quedan bailando algunas preguntas después de la lectura, algunas parecidas a éstas que nunca quiso responderle al periodista Peio H. Riaño, El Confidencial.

De lo que no tengo ninguna duda es sobre mi fragmento preferido del libro. No tenía ni idea de la existencia de la UJA (Unión Juventudes Antifascistas). Podrían formar parte de una hipotética futura temporada de Master. Quien sabe. Mientras tanto, transcribo el fragmento mencionado y sí, claro, honor a los valientes, a los que dicen NO.

LA UJA

La historia de la UJA es extraordinaria. Se trata de un minúsculo episodio que permaneció enterrado en la fosa común del antifranquismo durante casi sesenta años, hasta que, en 1997, dos jóvenes historiadores locales, Juanjo Gallardo y José María Martínez, lo exhumaron; hoy todavía la historia es muy poco conocida. A finales de enero de 1939, cuando faltaban un par de meses para que terminara la guerra pero ya habían transcurrido varios días desde la caída de Barcelona en manos franquistas, un grupo de chavales catalanes decidió no aceptar la derrota. Algunos habían combatido con el ejército republicano, muchos militaban en las Juventudes Libertarias, todos eran muy jóvenes: el mayor tenía veintitrés años y el más pequeño quince, pero la mayoría estaba entre los diecisiete y los dieciocho; entre ellos había de todo: jornaleros, vidrieros, peones, contables, sastres, electricistas, ferroviarios, mozos de almacén, pasteleros, dependientes y hasta tres colegiales. El núcleo de la UJA se hallaba en Santa Coloma de Gramanet, pero la organización se extendió en seguida a Sant Adrià del Besós y tenía la ambición de llegar a otras poblaciones del extrarradio de Barcelona, incluida la propia Barcelona. La palabra “organización” quizás es excesiva: aunque estaba dotada de una cierta estructura, con responsables de las distintas secciones y una división geográfica en sectores, en realidad la UJA no era más que un grupo de muchachos que se reunía en casa de sus padres y que, con unos medios ridículos y un coraje temerario, durante el tiempo que duró su andadura elaboró, imprimió y distribuyó panfletos llamando a la revuelta, dio un golpe de mano contra una guarnición de fascistas italianos, planeó sabotajes en infraestructuras y asaltó a notorios franquistas para ayudar con el dinero obtenido del robo a familias antifranquistas en situación económica desesperada. La vida de la UJA, sin embargo, fue breve: terminó el 30 de mayo de 1939, tres meses escasos después de su inicio. Ese día empezaron las detenciones (durante las cuales, según reza el sumario que a continuación se abrió a sus miembros, “se les ocupó una máquina de escribir, cinco fusiles, tres rifles, una bomba de mano y varias municiones”), y el 2 de enero del año siguiente un consejo de guerra dictó sentencia contra los veintiún militantes de la organización y otras siete personas; salvo tres de ellos, que no llegaban a los dieciséis años y fueron puestos a disposición del Tribunal Tutelar de Menores, todos los demás fueron condenados: hubo cinco penas de muerte (de las que sólo se ejecutó una), ocho penas de reclusión perpetua, dos penas de veinte años, cuatro de quince y dos de seis. De modo que, cuando todo el mundo dijo de grado o por fuerza SÍ, hubo gente que dijo NO, gente que no se conformó, gente que no dio su brazo a torcer y no se resignó al oprobio, la indecencia y la humillación comunes de la derrota. Fue una ínfima minoría, pero fue. A lo largo de casi seis décadas sus nombres se olvidaron, así que no estará de más recordarlos hoy. Honor a los valientes: Pedro Gómez Segado, Miquel Colás Tamborero, Julia Romera Yáñez, Joaquín Miguel Montes, Juan Ballesteros Román, Julio Meroño Martínez, Joaquim Campeny Pueyo, Manel Campeny Pueyo, Fernando Villanueva, Manuel Abad Lara, Vicente Abad Lara, José González Catalán, Bernabé García Valero, Jesús Cárceles Tomás, Antonio Beltrán Gómez, Enric Vilella Trepat, Ernesto Sánchez Montes, Andreu Prats Mallarín, Antonio Asensio Forza, Miquel Planas Mateo y Antonio Fernández Vallet.

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Mucho ruido y pocas nueces

Crónica publicada en el blog El lugar sin límites

Me ha parecido un espectáculo de personas muy perezosas. Pudiendo hacer más, os limitasteis al texto, dice un señor de cierta edad, ante el pasmo general, a la hora de las preguntas. Es el Reina Sofía. Es la hora del vermut. Es reflexionar con resaca. Hay murmullos, resoplidos. Es un viejo, dicen. Otros no tan viejos sonríen. Rafael Sánchez-Mateos aplaude entusiasta. No soporta lo satisfechos que se sienten de ellos mismos. La soberbia del artista consagrado versus la fragilidad optimista del espectador invitado ¿Cómo se mide el tiempo dedicado a trabajar una pieza? ¿En horas de oficina? Juan Loriente se defiende de la acusación de perezoso contando las horas que pasó encerrado en un teatro de Ginebra ¿A cuánto pagan la hora extra de creador escénico?

Podría haber optado, en cambio, por citar a Paul Lafargue cuando, a mediados del siglo XIX, en El derecho a la pereza escribe :

Cuando en nuestra civilizada Europa se quiere volver a encontrar un rastro de belleza natural del hombre, debe írsela a buscar a las naciones donde los prejuicios económicos todavía no extirparon el odio al trabajo. España, que lamentablemente se está degenerando, puede todavía vanagloriarse de poseer menos fábricas que nosotros prisiones y cuarteles; el artista se regocija admirando al atrevido andaluz, moreno como las castañas, derecho y flexible como una vara de acero; y el corazón del hombre se conmueve al oír al mendigo, soberbiamente envuelto en su capa agujereada, tratar de amigo a los duques de Osuna. Para el español, en el que el animal primitivo no está aún atrofiado, el trabajo es la peor de las esclavitudes. También los griegos de la época dorada despreciaban el trabajo: sólo a los esclavos les estaba permitido trabajar: el hombre libre sólo conocía los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia.Era también el tiempo en que se caminaba y se respiraba en un pueblo de hombres como Aristóteles, Fidias, Aristófanes; era el tiempo en el que un puñado de valientes aplastaban en Maratón a las hordas del Asia que Alejandro iba luego a conquistar. Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, esa degradación del hombre libre; los poetas cantaban a la pereza, ese regalo de los dioses.

El derecho a la pereza. El derecho a enseñarnos sus disfraces. El derecho a hacer una pieza sin cuerpos. Están en su derecho. La Ribot no recuerda qué pieza de Prokofiev suena en su obra. El derecho a no recordar. Juan Domínguez asegura que usaron la música de manera cinematográfica, ilustrativa, ¿manipuladora? El derecho a poner la música que te venga en gana. El triunfo de la libertad. Para Juan Loriente es un triunfo que esta pieza se pueda hacer sin su cuerpo en el año 2050. El hombre libre sólo conocía los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia. ¿Por qué cambiaste las nueces por los cocos? Porque ya no veía las nueces.

Habéis hecho una performance en la sala, en los espectadores, comenta otro señor mayor. Una performance a base de ruidos, toses, susurros. Una perfomance que terminó, al menos el sábado, con una sonora pataleada, algo poco habitual en una sala de teatro, en un centro dramático nacional, en un año 2015. No fueron los espectadores “viejos” los únicos que patearon el suelo. No fueron los espectadores que van a ver el enésimo montaje de Chejov los que se indignaron. Tantos dramas y tan poco placer. Hubo espectadores jóvenes que también pensaron lo mismo. Que también mencionaron el poco trabajo. A la palabra en escena le respondieron con el ruido en la platea. El triunfo de la voluntad. Mucho ruido y pocas nueces.

hay los pedazos de cosas
cuando retornen a las cosas sólo verán pedazos y no cosas
estos pedazos que también se llaman cachos hay que hallarlos, colectarlos, contarlos uno a uno
 

me gusta que lo cuente pero no me gusta que haga bandera
contó cosas que nos pasaron de verdad a nosotros. Contó cosas que dan vergüenza
es una vergüenza hacer bandera de la vergüenza
es una vergüenza a estas alturas las banderas
es una derrota de la política las violencias
es el momento de dar un paso más
de mover ficha
 
me refiero a las banderas cualquier bandera

es una vergüenza cualquier bandera ni la mía misma
es una vergüenza existir a la vista de todos y a la vista de las banderas
es una vergüenza existir y que a uno lo vean destacar
significarse tener significado
constituir o ir a constituir
significar

Escribe María Salgado sin vergüenza. Llega un momento en que el ruido desaparece. Llega un momento en que lo que se valora es la autenticidad. Basura verbal con brillitos. Cómo mirar las frases, como escudriñarlas, como detenerse a verlas, como deleitarse en ellas. La palabra en escena. Poesía y música. Teatro del bueno. Cómo mueve María el brazo izquierdo. Como se miran María y Fran en escena. Como se miran.

Un programa doble que dice mucho sobre dos generaciones de creadores. Un programa doble que me hace pensar en la confluencia de los partidos políticos. En los que han estado treinta años en la escena. Han llegado a este punto. Los que empiezan ahora, ¿empiezan ahora?, tienen otra actitud, otra manera de estar en la escena. La palabra en escena. Ahora Madrid, ahora Madrid, sí, pero y después ¿qué? cantaban los Miguel Ángel Mainstream (MAM) el viernes por la noche en la sala Juglar. Podemos, podemos… podemos irnos a la mierda, advertían, entre risas. El sentido del humor de Salgado no es irónico, no es elitista, no es cínico. Llega por otra parte, de otra parte. Bancamos a Manuela y sus setenta años, pero nos molestan los comentarios de los señores mayores una mañana de domingo. Esos señores, sin embargo, se emocionaron con el ruido. Les llegó el ruido que hacen los jóvenes en las plazas.

A los viejos todo les sienta el bien
A los viejos no les vayáis con antigüedades
A los viejos asombradles
Cantan los Hidrogenese

La juventud dura cinco minutos

 

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Literatura de replà (literatura de rellano) en el Macba

LITERATURA DE REPLÀ (LITERATURA DE RELLANO) 

O como Mireia Sallarés me convirtió en un trozo de una obra de arte

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DECLARACIÓN

En Octubre del 2013 realicé una intervención artística en el edificio donde vivo de alquiler desde hace quince años en el piso donde mis abuelos vivieron desde antes de la guerra civil y que nunca pudo ser de su propiedad. Encolé cuatro textos literarios en gran formato en las puertas de cuatro pisos que el administrador de la finca había dado orden de tapiar con muros de ladrillos y cemento justo donde poco antes vivió gente. Titulé el proyecto Literatura de replà (Literatura de rellano) y se presentó públicamente en la exposición Jo em rebel·lo, nosaltres existim (Yo me rebelo, nosotros existimos) de la Fundació Palau de Caldes d’Estrac. En la sala de exposiciones, dejé una fotografía de una de las puertas de los pisos tapiados y una hoja desplegable con instrucciones para que el público supiera cómo visitar la intervención en el inmueble de Barcelona. Durante el proceso pasaron una serie de hechos que yo no tenía previstos y que me parecen importantes porque interrogan los límites, las consecuencias y la utilidad del arte. Que no fueran previstos no sé si les quita o les da más valor.

Uno de los pisos vacíos de la finca que todavía no estaba tapiado y tenía la puerta reventada por un ladrón, fue habitado después por unos okupas que son libreros y que oyeron hablar del piso vacío y del proyecto que yo preparaba. Una noche, la policía vino alarmada por una vecina con la intención de desalojar a los libreros pero mi declaración confirmó que llevaban más de cuarenta y ocho horas y que por lo tanto, solamente una orden judicial los podía echar y se pudieron quedar. Tengo que decir que cuando el sargento que llamó a mi puerta los describió como «buena gente del movimiento social», dudé de si en verdad era policía. La primera reunión de vecinos que se hizo en el edificio tuvo lugar en el piso okupado el día que los libreros nos convocaron para presentarse a la comunidad. Yo aproveché para explicar mi proyecto y todos pudimos compartir los problemas de vivir en un inmueble desatendido por la propiedad. Cuando la exposición fue inaugurada, yo me fui de viaje y alguien me contó que, sin yo haberlo pedido, los libreros hacían de guías improvisados de la exposición al público desorientado que llegaba al edificio.

El tiempo pasó y uno de los muros de las puertas tapiadas fue tumbado. Me pregunto si fue algún visitante de la exposición que interpretó que la obra estaba inacabada, era participativa y mientras tiraba el muro al suelo pensó: «Esto sí que es arte». Encontré un trozo de muro en un rincón del edificio el mismo día que la galería ADN me propuso participar en una exposición titulada Cómplices y testigos. Guardé la ruina como pieza para ser expuesta sin saber si tenía que presentarla como objet trouvé, ready made o obra de autoría colectiva involuntaria. Tiempo más tarde me di cuenta de que un pequeño grupo de jóvenes okupaba el piso del muro reventado porque habían colocado una advertencia en su puerta. Hablé con ellos para organizar una cena en su casa con algunos vecinos, los escritores colaboradores del proyecto, y los libreros, donde terminamos hablando de los límites éticos y estéticos de un proyecto artístico como éste. Gravé el audio de esa charla y después de editarlo lo incorporé a esta obra.

Al cabo de poco tiempo, la propiedad denunció a los primeros, a los libreros. En la instrucción penal la abogada que los defendía utilizó mi intervención artística como una de las pruebas de su defensa. Después yo, con su autorización, incorporé a mi obra parte de la documentación legal de su caso. El administrador de la propiedad hizo instalar un servicio de vigilancia 24h con una cámara en la portería y unas alarmas flanqueando los muros que tapiaban los pisos. Los textos seguían ahí y yo pensé que pocas obras de arte debían estar tan vigiladas. Finalmente, un juez firmó una orden de desalojo cautelar, los libreros se fueron sin hacer ruido y yo escribí una primera versión de esta declaración que fue corregida y revisada por la abogada y el escritor del texto de la ruina expuesta. A medio camino entre el arte, la literatura y el documento legal, el texto sirvió de presentación de esta obra titulada Literatura de replà, una relectura (Literatura de rellano, una relectura). Una obra que acabó, si es que este tipo de obras pueden realmente acabar, el mes de abril del 2015 cuando los últimos okupas —que vivieron un año en el edificio— fueron desalojados y la propiedad dio orden de derruir todos los muros que todavía mostraban los textos intactos. ¿Habrá sido el paleta que los tumbó, su último lector?

Mireia Sallarès, Barcelona, Mayo de 2015

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ÁTICO CON TERRAZA (por Marc Caellas)

Una de mis primeras lecturas de infancia fueron esos tomos pesados bautizados genéricamente con el nombre de Superhumor: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, son algunos de los personajes que lo poblaban. Mi preferido, sin embargo, siempre fue 13 rue del Percebe, una tira de una página donde el protagonista, el personaje principal, es un edificio. Sí, también están los hombres, mujeres y niños que habitan los distintos pisos del edificio. Pero lo importante es como esos personajes transitan por el ascensor, como llegan al terrado, como usan las ventanas. Pareciera que todo el edificio convive en una isla de anarquía, en donde no aplican las leyes que impone el estado, familia, religión. Ni en sueños sospechaba yo a esa tierna edad que unos treinta años después iba a vivir en Muntaner 14, una versión trash para adultos contemporáneos del edificio inventado por Ibáñez.

Aunque a ratos pueda ser divertida, la vida “real” no es un cómic. Así, a mi ático en Muntaner 14 nunca llegaron furiosos acreedores (eran años de solvencia económica, de vivir como un pseudo-funcionario cultural con pretensiones), pero sí facturas a nombre de la artista que vive allí desde tiempos inmemoriales. En otro mundo más justo, la artista ya sería la propietaria de ese ático en el que a veces circula el fantasma de algún antepasado suyo, que decide escaparse de la cárcel del retrato y recorrer su antiguo hogar. A mi ático también llegaron a visitarme amantes, amigos, músicos. Recuerdo bien que, en una de sus pocas apariciones públicas, las legendarias Burning Ladillas tocaron en la terraza una inolvidable tarde de junio, una terraza en la que pasé largas horas viendo el mar o los aviones, haciendo el amor o el cafre, siempre bien acompañado. Una vez mi amigo Abel cocinó un arroz negro y le salió gris marengo. Otra vez una amiga dejó unas bragas rojas colgadas en el baño y casi me cuesta una novia. Una noche de viernes empecé un romance que me llevó posteriormente a vivir en la Argentina. Una tarde de sábado le lancé huevos a un pitufo de la Guardia Urbana estacionado en la esquina de Gran Vía. Una noche de domingo escuché el concierto de los ACDC en el Estadi Olímpic como si estuviera allí. Hubo un día en que alguien decidió que ya no se construirían áticos en los edificios nuevos de Carcelona. Ese día, otro más, la ciudad perdió otro de sus encantos: las terrazas.

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De paredes adentro, me abstraía de todo lo que sucedía en el edificio. De paredes a fuera, era imposible esquivar el caos. Así un día me tocó el timbre una doctora uruguaya pidiéndome ayuda con el butano, y ya nunca más la volví a ver. Una noche casi bajo al tercero a comprar farlopa, pero me acordé de alguna película donde un vecino le pide a otro que le guarde un paquete, y me acobardé. Una madrugada un amigo terminó la fiesta en La Flor del Caribe, ese prostíbulo 24-hour-party-people con trabajadoras extra-comunitarias que sirve de portero automático sin filtro concebido: lo mandaron a su casa a dormir. Una tarde ayudé a dos viejitos a subir las bolsas de la compra del ático al sobreático, a donde no llega un ascensor que, incluso funcionando, parece averiado. La noche de los sábados era, ¿son?, intensas en Muntaner 14. Muchos domingos esquivé vómitos, jeringas o zurullos. Todos los lunes escuché a la señora de la limpieza borrar las huellas de ese tráfico constante sin controles de alcoholemia.

Creo que nunca fui tan feliz en un apartamento. Creo que nunca me mimeticé tan bien con las paredes, con la luz, con el aire que se respira en el ático de Muntaner 14. Defendí la fotografía que preside el dormitorio de las críticas de alguna novia, con la convicción del creyente en el poder del arte. Sin mover apenas una planta de sitio, sentí que el lugar lo había dispuesto yo en sueños. Creo que una ciudad necesita estos espacios de libertad, aún con sus a menudo desagradables efectos secundarios. Creo que un lugar donde uno pasa muchas horas debe ser íntimo y épico a la vez. Creo que, en un mundo ideal, todo el mundo viviría en un ático con terraza. Creo que hay pocos edificios como Muntaner 14.

Marc Caellas, Barcelona, noviembre 2013

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Hay que follar más

 

 

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(Un texto para El Estado Mental)

Llego a Madrid nuevamente un fin de semana a ver una obra de Rodrigo. Se ha vuelto una tradición. Año 2010:Muerte y resurrección de un cowboy; año 2011: Gólgota Picnic, Teatro María Guerrero; año 2015: Daisy, Teatros del Canal. Tres obras que nunca llegaron a Barcelona. Festivales como el Grec prefieren programar a autores menos molestos. Decisiones. Política Cultural. Tapón generacional. Confiamos en que, con los nuevos gestores liderados por Ada Colau, esto cambie.

En la Sala Verde de los Teatros del Canal se siente la expectación. Hay ganas de comprobar el giro poético de Rodrigo. En varias entrevistas recientes ha hablado de su intento por buscar un enfoque distinto, habla de “procedimientos poéticos más complejos”, menos agresivos con el espectador. En este sentido, y a pesar de las protestas de los integristas católicos, indignados a priori sin conocer la obra, lo verdaderamente radical de Gólgota Picnic era la música de Joseph Haydn. Recuerdo perfectamente la procesión de espectadores saliendo cabreados durante la memorable versión para pianoforte de Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz, a cargo de Marino Formenti. Esta manera de “obligarnos” a escuchar a un virtuoso genera un insólito rechazo entre los pobres de espíritu que van al teatro a entretenerse. En Daisy, un cuarteto de cuerda, formado por jovencísimos intérpretes, nos deleita con la música de Beethoven. Es inexplicable la emoción de esos momentos, lo bien ensamblados que quedan en la pieza. Incluso este cronista, tan poco ducho en música clásica, se conmueve ante este momento de belleza extrema.

(Continúa aquí)

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Cerveza Conde Master Beer

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Tengo que mirar varias veces el papelito con la dirección que llevo en el bolsillo. Luego el Google Maps. Ya está. Llegamos. Y eso que pasé gran parte de mi vida a pocas cuadras del lugar, pero ni así. Los habitantes del passatge… (no voy a desvelar el nombre para no dar ideas a la mafia, que ya basta de hoteles, generators y demás vertederos humanos) disfrutan de una suerte de oasis tropical de felicidad escondidos entre edificios. Una extraña atmósfera de paraíso fiscal emocional sobrevuela la zona. Es de estos espacios en los que te sientes bien independientemente de la compañía o de los grados de alcohol de la bebida que tomes. Pero es que hoy, además, la compañía es inmejorable, y la bebida, pues, está a la altura. Gracias señor Yzaguirre.

Durante la primera hora somos pocos aún, pero hay tiempo para hablar sobre cualquier cosa, como ese pueblo en Castellón que se puso de moda entre los grafiteros y ahora es un museo de arte vivo, éste sí. Lo insólito es que mientras hablamos esto con Rubén y Pablo se suma a la conversación otro invitado a la fiesta, ¡de Castellón!, que asegura que jamás escuchó esto. Se aparta un momento, revisa en su móvil y vuelve con cara de satisfacción. El pueblo se llama Fanzara. Un pueblo envejecido, como tantos en España, reconvertido ahora en el MIAU (Museo Inacabado de Arte Urbano). La próxima fiesta hagámosla en Fanzara. Y ya está.

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También hablamos de Nacho Vegas y de su no-actuación en el acto final de la campaña de Barcelona en comú. Estamos en una fiesta que se auto-proclama de no-reflexión, y es que no hay nada que reflexionar. Es hora de pasar a la acción. Para los escépticos de siempre les tengo esta reflexión de Rubén Ramos, un tipo con criterio, quién ayer recordó a esa juventud tuitera desmemoriada que la segunda república empezó después de la victoria del Frente Popular ¡en unas elecciones municipales! El rey de entonces huyó por patas y tuvimos cinco años donde pareció posible lo imposible. No es que seamos tan ingenuos de pensar que los dos reyes que tenemos se van a asustar por una victoria de Manuela o de Ada, pero por algún lado hay que empezar. Así que por una vez votemos y botemos también hasta que se hunda todo.

En esos delirios estamos distraídos que empieza el concierto, casi sin enterarnos. Esos novios, Rubén y Pablo, el conde y el master, nos envuelven con su música y con estas letras elocuentes, muy acordes al espíritu de nuestro tiempo:

Tanto esperar y tan poca fiesta
Tanto llorar y tan poca suerte
Tantos dramas y tan poco placer
Tanta charla y tan poco sexo
Tantas palabras y tan pocos besos
Tanto cuidar y tan poco amor
Tanta histeria y tan poco éxtasis
Tantos sonidos y tan poca música
Cerveza Conde Master Beer
Cerveza Conde Master Beer

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La música suena y no paran de entrar niños y más niños, con sus padres detrás, o debajo. Hay que ver la obstinación en procrear de la gente de Barcelona. Me tienen sorprendido con tanta vocación de futuro. Los Novios, mientras tanto, a lo suyo: Podridos de alcohol, podridos de alcohol, guiris, estáis podridos de alcohol, podridos de alcohol, cantan, y nosotros con ellos. Deberíamos hacer esto cada sábado.

Entonces empiezo a sentir ese leve cosquilleo. Primero pienso que me ha rozado la pierna esa chica en la que me he fijado antes. Pero no. Es el ambiente, la música, las mujeres embarazadas, el vermut, la terraza, los árboles, la tortilla, la utópica victoria de mañana, la brisa, y el cosquilleo aumenta, ¿por qué no? Disfrutemos del momento. Aquí nadie habla del procés. Finalmente, como dice Guillem Martínez, los catalanes podemos vivir en cualquier país, incluso en un país catalán, pero lo que no podemos/debemos hacer es esconder los problemas detrás de la “identidad”. Pero hoy, en esta terraza, aparentemente, no tenemos ningún problema ¿Es una trampa? Tal vez.

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LA TRAMPA (María Elena Cruz Varela)

No obstante, sólo puedo alegar a mi favor
que a veces cedo.
Caigo en minúsculas trampas que nos arma la vida.
En trampas como jaulas para cazar gorriones.
Que algunos días. ¡Oh, días específicos!
Al abrir el balcón. Al asomarme y ver
con todos los sentidos. Y oír con todos los sentidos.
Y oler con todos los sentidos. Soy un terco violín
en evidencia. A veces –excusa delirante-
la vida se me vira como un juego de cartas
mostrándome los triunfos.
Me enamora con labios nuevecitos.
Me apremia. Imprescindible. Un cuarto movimiento:
novena sinfonía de Ludwig van Beethoven.
Como una credencial. Un aquí está mi mano.
Mis millones de manos.
La piel se me estremece de piedad infinita:
El hombre mata. Muere. Miente. Roba. Claudica
de espaldas a esa música en un afán de voraz permanencia.
Confunde libertad con desplazarse.
El hombre duerme armado contra los otros hombres
y contra el hombrecito
que habita los rincones más claros de su pecho.
A pesar de esa música. A pesar del balcón.
Del sol que estreno. A pesar de esa Oda feroz a la Alegría.
De la limpia mañana
que niega los despojos de la cena de ayer.
No obstante, digo. La vida hoy se presenta como un traje.
Y sé que es una trampa. Pero cedo. Y me dejo embriagar
y acepto cualquier tregua. Y soy una espiral.
Un balancín. Un coro. Porque sucede a veces
que al abrir el balcón. Al asomarme y ver.
Y oír. Y oler. Con todos los sentidos.
La vida me ha sacado barajas de la manga.
No obstante, sólo puedo alegar a mi favor:
Es una trampa. Y me dejo caer.

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Guiris Go Home – Antic Teatre

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ANTIC TEATRE

Jueves 5 de marzo/Viernes 6 de marzo/Sábado 7 de marzo 21 horas/Domingo 8 de marzo 20 horas.

Mira lo que dice Aldous Huxley en Las puertas de la percepción.

La mayoría de los hombres y las mujeres llevan una vida, en el peor de los casos, tan penosa, y en el mejor tan monótona, pobre y limitada, que el deseo de evadirse, el afán de trascenderse a sí mismos, aunque sea por un momento, ha sido siempre una de las necesidades principales del alma.

Mira lo que dice Michel Houllebecq en Plataforma

En cuanto tienen unos días de libertad, los habitantes de Europa Occidental corren hacia el otro extremo del planeta, atraviesan volando la mitad del globo terráqueo, se comportan realmente como fugados de una cárcel.

Pero mira lo que dice el poeta Baudelaire

Esta vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama. Éste quisiera sufrir frente a la estufa, y aquél cree que curaría junto a la ventana. Creo que yo estaría siempre bien donde no estoy, y esta idea de mudanza es una de las que constantemente discuto con mi alma.

nos roban la ciudad y nos dejan a los guiris

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Rematadamente tontos

Texto de Rodrigo García en respuesta a los 20 mil que firmaron para que se censure su obra Accidens: matar para comer
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Que quede claro ya desde la primera linea:
sois rematadamente tontos.

Hay más de veinte mil firmas para una petición que no dice más que falsedades. Os dejáis manipular por desconocidos: sois rematadamente tontos.

¿Qué tiene la comunicación por las redes sociales que la hace creíble, veraz, per se?Sociólogos de hoy: ¡aquí tenéis un buen tema!

Hay algo de inmediatez, algo irreflexivo, algo que provoca una reacción urgente y torpe, por no estudiada, por no confrontada con otras fuentes.

Ya no queremos descubrir nada, porque descubrir por nosotros mismos cansa, ensucia, agota.

Ahora queremos que nos digan a qué debemos adherirnos y a qué debemos decir no. Y siempre igual: una firmita o un me gusta o no me gusta. Lo dicho: que no nos lleve esfuerzo.

No reflexionáis en soledad (“nadie tiene tiempo”, jaja, me parto) acerca de las consecuencias de vuestra adhesión a ciertos movimientos que en el fondo pueden hasta ser un atentado a la libertad de expresión. Como, por ejemplo, intentar prohibir una performance.

Y os desvelo (porque noto que no os habéis dado cuenta) que decir me gusta o decir no me gusta o firmar por Internet no es una acción real. Es una holgazanería de cobardes.

Condenar por internet no es una acción, la batalla acontece en el campo de batalla. Y vosotros queréis participar en la batalla sin despegar el culo del sofá de casa. Sois rematadamente tontos.

Decir me gusta o no me gusta o firmar una carta que deambula como loca por la red es enfatizar que os conformáis con una existencia de FANTASMAS. Vuestra foto en vuestro dni: una sábana encima de un bulto amorfo.

Decís me gusta de un concierto que no vistes, que se celebró a miles de km de vosotros. Pero visteis algunos segundos en video…

Decís no me gusta de una información que no analizasteis, a cosas que no habéis presenciado, os dejáis dirigir por dios red social y ya no sé qué religión es la peor de todas. ¿No os dais cuenta de que reproducís los fanatismos irreflexivos que criticáis?

Y ahora vamos al grano, a la carta de petición de prohibición de mi obra.

¿Qué es eso de un pez en una licuadora en una obra mía? Contado así, se da por supuesto que yo he destrozado un pececito en una licuadora delante del público. Me daría asco y vergüenza de mí mismo algo así (aunque lo toleraría en otros artistas, que considero libres y responsables. Si yo veo eso en una performance, me marcho en silencio porque no quiero verlo y se acabó).

Pues bien: no maté ningún pez en una licuadora. Y resulta que recibo amenazas de gente que me dice: a ti deberíamos hacerte lo mismo. Estas personas extremadamente violentas son, ante todo, insisto, rematadamente tontas. Se creen lo que hay escrito en una carta que circula como loca por la red.

Y con relación a los hamsters en mi pieza Mickey (que también aparecen señalados en la famosa carta de petición): sí, es verdad, hay 4 hamsters que nadan en un acuario.

El actor los coloca en el agua y deja que cada uno nade no más de 10 segundos y los retira del agua dejándolos a la vista del público, que comprueba como los hamsters están exactamente igual que antes solo que mojados, como cuando llueve y se mojan, como cuando van por las alcantarillas de la ciudad y deben nadar si los arrastra el agua.

Y ahora pasemos al tema del bogavante.

En mi performance ACCIDENS el actor mata y cocina al bogavante tal y como se lo enseñó el chef del restaurante La Rula de la localidad de Lastres en Asturias, España.

Y luego lo cocina a la plancha y se lo come.

Quiero decir que si en el mundo mueren en las mesas de restaurantes (y en casas también, yo por ejemplo los cocino y como en casa, que es la mitad de caro) vamos a suponer unos cien mil bogavantes por día, resulta que el único que lo hace para una causa poética es el nuestro (porque se pescan para comer, no los tiene la gente como animales de compañía en casa).

Y eso, os molesta enormemente.

Os fastidia que nos expresemos libremente.

Lleváis dentro un dictador y no me dais pena.

Recordad que mi performance ACCIDENS lleva un subtítulo: matar para comer. A vosotros, los animales os llegan ya muertos y hasta cocinados a la mesa. Escucháis del disco de la vida solo la cara A.

Sois rematadamente tontos.

Rodrigo García
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