INMEDIACIONES 2
Empiezo mi segundo día en Pamplona en Katacrack. Descubro nuevos carteles, como éste que, sospecho, anima a tener más orgasmos, incluso en vasco. Pienso entonces en aquel grafiti que se encontró Mireia Sallarés en México como parte de su investigación para Las Muertes Chiquitas: los orgasmos, como la tierra, son de quien los trabaja. Recuerdo que una vez se lo conté a Agnès Mateus y, exultante, aseguró que se lo iba a tatuar. No sé si lo hizo. Lo que sí sé es que esta semana Agnés presenta Hostiando a M en el Antic Teatre y que nadie en Barcelona debería perdérselo. Yo ya reservé mis entradas para la sesión del domingo.
El programa de hoy del Festival Inmediaciones empieza en el polvorín. Se trata de un espacio recuperado adentro de los muros de este parque de la Ciudadela que a esta hora de la tarde, 5.30 pm, es un espacio ideal para perderse en cavilaciones más o menos profundas (I never said I was deep, gracias Jarvis Cocker). Me quedo un rato embobado con los árboles y con la luz del atardecer. Dura poco el hechizo. Alguien reclama mi presencia. Empieza el teatro.
En realidad no sé si lo que vemos es teatro, danza, performance, y tampoco importa demasiado. Como artista residente del festival, Quim Bigas, con la colaboración de Raquel Tomás, se propuso no hacer una pieza, sino presentar los conceptos para la pieza. Así, de entrada, lo primero con lo que nos topamos es una mesa con apuntes, notas, libros, esquemas. Entre ellos el Especies de espacios, de Georges Perec, un libro que juraría compré y luego regalé a una buena amiga hace unos años, un libro que empieza así:
“El objeto de este libro no es exactamente el vacío, sino más bien lo que hay alrededor, o dentro. Pero, en fin, al principio, no hay gran cosa: la nada, lo impalpable, lo prácticamente inmaterial: la extensión, lo exterior, lo que es exterior a nosotros, aquello en medio de lo cual nos desplazamos, el medio ambiente, el espacio del entorno.”
Puedo copiar este inicio porque compro el libro más tarde, en otra fantástica librería de Pamplona, la Auzolan, donde están gran parte de los libros de Perec ahí puestos, esperando a sus lectores pamplonicas. Pero volviendo a la pieza de Bigas, lo que me interesa mucho es como, partiendo de un planteamiento perequiano, conceptual, Bigas logra ir más allá usando su cuerpo y el de Raquel como canal para transmitir información, alcanzando una suerte de poética de los objetos que encontró en este espacio. El dispositivo de la obra funciona y ya tengo ganas de ver como terminará este proceso, porque finalmente lo que vemos hoy es un esbozo de estas Appraisers. La obra me hace pensar también en El Montaje, una pieza de Cris Blanco que vi en Bogotá en el 2008. Ni homenaje ni copia ni remake, simplemente una conexión que me viene a la cabeza mientras escribo estas líneas.
Pero si de conexiones se trata, lo del wi-fi en Pamplona asusta un poco. En pleno montaje, tanto el mac de Rubén Ramos y como el de Pablo Gisbert sufren sendos colapsos al intentar conectarles el wi-fi del Subsuelo, el bar donde continúa la fiesta. Por si fuera poco, a continuación Pablo habla por teléfono con Tanya, la otra integrante del Conde de Torrefiel, e instantáneamente también ella recibe las ondas malignas y se queda, temporalmente, sin ordenador ¿Qué está pasando? Pánico en la plaza del Castillo. Suerte que nos queda el 3G. Dos horas después, las tres máquinas recuperan el sentido, tanto en Pamplona como en Barcelona. Misterios sin revolver.
Todo este tema del wi-fi retrasa el montaje y por tanto el inicio de la Fiesta Inmediaciones. Me gusta mucho que la sesión de hoy esté planteada así, como una fiesta, en un bar, con música y alcohol. Las organizadoras de este festival saben lo que hacen. Si el público no va a los teatros porque prefiere quedarse bebiendo en el bar, tendremos que ir al bar a buscarlos. Este bar concretamente, resulta un espacio ideal para lo que vamos a ver.
De Ciencia Ficción escribí esto después de su estreno en el CCCB. Lo recuerdo muy bien porque mi novia de aquel entonces no entendía cómo prefería ir a ver a Cris Blanco cuando a la misma hora tocaba Albert Pla con Pascal Comelade. Soy un gran fan de Albert Pla, diría que es el músico o cantautor que más veces he visto en vivo, unas diez, en cuatro países distintos, pero Cris es mucha Cris. Sólo por volver a ver Ciencia Ficción ya valía la pena venir a Pamplona. Llamadme groupie si queréis, pero creo sinceramente que esta pieza debería ser programada una y otra vez en festivales teatrales, literarios, musicales o científicos. Es una pequeña joya, intelectual y frívola, divertida, inspiradora y no quiero seguir poniendo adjetivos… Hay muchos momentos geniales, pero esta vez me quedo con el intercambio epistolar entre Cris y la robot Spirit, un ping-pong romántico que ya querrían haber vivido muchos de los que estamos embobados en este sótano.
A continuación se instalan en el escenario un batería y un guitarrista. Son los Pana, una banda que toca durante media hora mientras, simultáneamente, El Conde de Torrefiel va proyectando textos que, poco a poco, se van fusionando, de manera sorprendente con la música, llevándonos de viaje por el espacio sideral. La clave está en como Pablo escoge si proyectar una línea, dos, un párrafo o una palabra. El ritmo. Entiendo ahora por qué no suelen funcionar las Jams de escritura. No sirve proyectar el texto sin más, toda la hoja de Word ahí en la pantalla, con todas las palabras molestándose unas a otras. Hace falta alguien que organice esa lectura colectiva, alguien, un artista, que construya una poética con ese material literario. Como el Conde. En un momento de la pieza leemos que el capitalismo ha podido con todo y pienso en una entrevista reciente a Javier Krahe en la que dice que él se conforma con vivir como si fuera anarquista unas ocho o diez horas al día, las que pasa en su casa, porque cuando sale a la calle ya no puede. El aburrimiento parece ser la única respuesta al virus del capitalismo. Renunciar a los estímulos. Leo: “El aburrimiento no tiene tetas” o “en el aburrimiento hay algo de verdadero” y recuerdo este fragmento de Haberos quedado en casa capullos!, de Rodrigo García, sobre el aburrimiento y la casa y la propiedad privada.
Porque el parque tenía un lago, como todos los parques donde se lleva a la familia los domingos a matar el aburrimiento.
Se dice matar el aburrimiento, pero no es verdad.
Es como pegarle el tiro al vampiro
Al rato lo tienes otra vez subido a la chepa, preparado para arrancarte un pedazo de cuello.
El aburrimiento se mata con una estaca de madera en el corazón.
Por eso nadie mata el aburrimiento.
Se distrae el aburrimiento.
Se torea el aburrimiento.
Pero la desgana vuelve.
Ese hastío que se instala en tu cabeza, justo detrás de tus ojos, y te hace ver el mundo con otros ojos, con ojos de hastiado.
Salimos de casa a matar el aburrimiento, dicen. Y me da que pensar.
Y no tanto en la inmortalidad del aburrimiento, sino en por qué siempre se relaciona el aburrimiento con la casa y el entorno familiar.
Todo el mundo es voluptuoso, pero siempre fuera de casa o en casas ajenas; y todos son divertidos, pero siempre fuera de casa o en casas ajenas; y todos son sorprendentemente inteligentes —cosa que tratándose de mi familia ya es mucho decir—, pero siempre fuera de casa o en casas ajenas.
Con lo que concluyo que la casa de uno, es un lugar mal hecho.
Físicamente, la casa de uno es un lugar mal hecho.
La propiedad privada es una idea que ha degradado al ser humano, porque ha dejado siempre la parte más lúdica de su existencia para expresarse fuera.
Propiedad privada: estúpida madriguera donde acumular comida y horas de sueño