Hoy cumples años. Toca celebrar. Somos afortunados, la fecha señalada nos encuentra a los dos en una isla. En la misma isla. Vamos a celebrar tu cumpleaños en el Teide, te digo, y sonríes. No cada año se celebra un aniversario en la falda de un volcán nacido en pleno océano Atlántico. Pero este año sí. Este año nos lo podemos permitir todo ¿Por qué tardamos tanto en llegar?
Sabes que el Teide está ahí, detrás de esa niebla, escondido tras la panza de burro. Manejo el Citroen alquilado por entre las nubes. Cada kilómetro ascendido baja un grado la temperatura hasta que, en un recodo, empieza a filtrarse la luz. Serpenteamos quinientos o seiscientos metros más hasta que salimos a un cielo que no puede ser más azul, o sea, es la idea del azul que tenemos desde niños, ese azul, azul cielo, un cielo limpio, brillante, del que desvío la mirada para no estrellarme contra su reflejo. Te pregunto, en silencio, ¿Cómo haremos para sostener el milagro de la presencia absoluta?
Nos detenemos en un descanso de la carretera y caminamos entre cactus y piedras. Decidimos que hoy no subiremos a la cima. Demasiado calor, demasiados guiris, demasiada burocracia. Nos acordamos entonces de nuestra amiga Raquel, que sabe ver la vida espiritualmente. Ella dice que los lugares de poder no son accesibles a todo el mundo. Se esconden de la marabunta, aunque a poca distancia de su aparente centro. Así las cosas, es bastante probable que el punto energético transformador del Teide no esté en la propia cima, sino en alguna falda, como ésta por la que caminamos ahora, con el mar de nubes a nuestros pies, y el volcán al fondo ¿Sabremos encontrar nuestro centro de poder?
Ahora camino detrás tuyo por un sendero rodeado de lava volcánica y resuena en mi cabeza Paricutin, el tema que Mercedes Nasta le dedicó al volcán más joven de México, el tema que el algoritmo del Spotify nos regaló y que se convirtió en un himno más de este viaje: Y si se enfría esto en mi piel / yo sé que tendré / basalto, mucho basalto / Y levantaré / pirámides en nombre del amor / pirámides de basalto. Pero en tu cabeza suena otra música, escuchas otra emisora ¿Qué sonidos sintoniza tu antena?
Pienso en André Breton, que llegó a esta isla en un barco noruego en 1935, y escribió lo que yo escribiría si escribiese: “soy en las nubes este hombre que por alcanzar a la que ama está condenado a desplazar una pirámide hecha con su ropa blanca” No es una metáfora, yo también levantaré pirámides en nombre del amor, claro que lo haré ¡Dulce condena la mía!, embobado entre el paisaje y mi amada ¿Dónde estás, que te noto distraída?
Mientras te busco juego al escondite con las almas de las mujeres guanches que levitan sirviéndose de las corrientes alisias, esos vientos del noreste que condicionan el temperamento de la isla. Mujeres guanche como Chaxiraxi, la diosa que mira el reflejo de la luna en las aguas de las playas de Chimisay y la recoge entre sus manos. Chaxiraxi, la que carga o sostiene el firmamento. Chaxiraxi, una diosa con dos x en su nombre. Una x que suena a ese sonajero de lapas que te regalaré días después. Este paisaje, estas gentes, estos aires tinerfeños los siento hospitalarios. Miro a mi alrededor y no te veo ¿Dónde estás, que te noto dubitativa?
“Pero acabaré por encontrarte y el mundo entero se iluminará de nuevo porque nosotros nos amamos, porque una cadena de iluminaciones nos traspasa”, escribió Breton entonces y yo lo replico ahora en la arena naranja marrón que rodea al cráter. Si es que existe una piedra de tristeza estoy sentado en ella, me digo mientras entierro un merkabá entre las rocas en silencio, pidiendo por nosotros, por nuestra rebelión, o lo que es lo mismo, por la libertad, la poesía y el amor ¿Será surrealista nuestro amor?
Eres un volcán, te diré más tarde, cerca del faro de Teno. Lo difícil es dilucidar de qué tipo ¿Hawaiano? ¿Estramboliano? ¿Vesubiano? ¿Pilniano? ¿Islándico? ¿Geiseriano? ¿Submarino? Me late que eres del tipo submarino, de los que surgen de los fondos oceánicos y al llegar a superficie se transforman en islas volcánicas. Eso explicaría tu fascinación por las islas atlántico caribeñas. Los volcanes submarinos suelen tener una vida corta debido al equilibrio isostático de las lavas al enfriarse y por la erosión marina ¿Será isostático nuestro amor?
Pienso en Dante, que imaginó el Purgatorio con las formas del Teide, y pienso que por alguna razón decidí empacar en la maleta un ejemplar de la Comedia. Pienso que si me sumergí por fin en su lectura en esta terraza de Garachico, frente al mar y bajo las nubes, es porque intuyo, como Breton, que contemplar una nube desde la tierra es la mejor manera de interrogar a nuestro propio deseo. Un interrogatorio que, días después, me hace llorar cuando llego a estos versos que Dante recoge de Beatriz, su amada, su guía espiritual:
“Después, igual que el fuego que va en alto
porque su forma implica ir ascendiendo
para seguir durando, de ese modo
el alma que ama es presa del deseo,
impulso espiritual que nunca cesa
hasta que goza con la cosa amada”.
¿Somos presos del deseo? ¿Podemos vivir en una cárcel de amor?