“En la vida comunal la gente tiende a estar demasiado próxima, y a ser demasiado consciente de las vibraciones y los contratiempos de los demás: “… no pueden darse situaciones de enemistad sin que se conmueva de algún modo toda la comunidad, y por lo tanto, incomodándola… Si uno de nosotros daba a su vecino un golpe en la oreja, el sonido se oía de inmediato en la cabeza de todos los demás. De este modo, aún suponiendo que fuéramos menos agresivos que el resto del mundo, se necesitaba muchísimo tiempo para rascarse las orejas.” (Hawthorne en La granja de Blithedale)
Ya tenía ganas de ver Montaldo. De cuando supe de su existencia -que luego olvidé como se olvidan tantas cosas de la sobre-oferta cultural carcelonesa-, pero sobre todo desde que me encontré con Ernesto en una terraza en Legazpi, frente al Matadero, el día en que ambos llegábamos a Madrid para participar en el Fringe. Nos saludamos sin levantarnos de la mesa, muy a la catalana. Creo recordar que nos había presentado Carol López alguna vez, pero ninguno de los dos estaba muy seguro. Robert, la rubia, su acompañante, las patatas bravas, los calamares a la romana y la camarera china fueron testigos de este frío ping pong dialéctico a medianoche. Luego nos encontramos varios días sin querer a la hora del desayuno en El Gran Legazpi, ese hotelucho que ejercía de sede del festival e intercambiamos impresiones sobre nuestras presentaciones.
El caso es que no vi la obra entonces, por incompatibilidad de horarios, pero fue mejor así. En cambio siento que hoy era el momento preciso para disfrutarla. Justo ahora, cuando llevo una semana sumergido en La mujer de tu prójimo, de Gay Talese, un tremendo libro que toca muchos temas, pero sobre todo el de las sociedades utópicas que florecieron en Estados Unidos a partir de mediados del siglo XIX, especialmente aquellas que proponen superar la fastidiosa dicotomía de la pareja posesiva, celosa y represora. Talese cuenta la historia de Oneida como antecedente, en parte, de otras comunidades libres que se fueron creando a lo largo y ancho de los Estados Unidos. El libro es una joya. Búsquenlo. Ahora que tanto se habla de la No ficción ¡Talese es un maestro del asunto! Resumiendo mucho, diré que nos cuenta la evolución de lo macro, o sea sexualidad, pornografía, erotismo o intimidad en el siglo XX, mediante el recurso de partir de lo micro, o sea narrar los cambios que se van produciendo en la vida interior de ciertos personajes clave. Desde Hugh Hefner, el fundador de Playboy, hasta el abogado Al Goldstein, especialista en defender a editores de literatura “pornográfica”, pasando por el gran John Williamson, fundador de Sandstone y una serie de mujeres, abogadas, azafatas, empleadas de oficina, etc. que dejaron de lado prejuicios y moralismos baratos para ser ellas mismas y probar otro tipo de vida. Pensaba en todo esto mientras escuchaba las disparatadas anécdotas del propio Collado en su supuesta búsqueda del descendiente de Montaldo, ese catalán que se subió a un barco, en 1848, y se largó a Texas para sumarse a ese proyecto de nueva sociedad que parecía ser Arcadia y que fracasó, como fracasa a la larga cualquier proyecto vital que se precie. Da igual, fracasa otra vez, fracasa mejor, que decía Beckett. Montaldo fracasa de maravilla en algunos momentos en los que te preguntas por qué debería interesarte esta historia, ¿a cuento de qué? Quizás a cuento de cómo se cuenta. Ahí está siempre la clave, en el cómo.
Podría añadir que yo también me encontré un jabalí en plena Barcelona el otro día, como Collado en Texas, o ahí por Girona donde vive, y que me parece bien que aproveche la excusa del porrón para beber en escena, como yo bebí de mi petaca el whisky que traje de casa esta noche en La Seca. Finalmente, me comprometí con la obra, en el sentido que habla Marina Garcés, de sentirme incómodo a ratos en esa butaca de La Seca. Éramos pocos, apenas diez espectadores, en una sala con capacidad para cien. ¿Hasta cuándo seguiremos en Barcelona con este modelo de “hacer temporada” de miércoles a sábado en lugar de probar otros sistemas, un día por semana por ejemplo, como hacen en Buenos Aires sin ir más lejos? Vayan a escuchar lo que tiene que contar Ernesto Collado. Ni que sea por marcarse este ejercicio de libertad. Hay poco sexo en Montaldo, como imagino hubo poco en Arcadia. Quizás les hubiera ido mejor, ¿nos iría mejor?, ni idea, siguiendo los preceptos de Oneida.
“En el sistema de amor libre de Oneida, cualquier hombre que deseara acostarse con una mujer determinada tenía que someter su solicitud a un intermediario nombrado por Noyes, una mujer mayor que luego pasaba la “invitación” a la mujer en cuestión y comprobaba si esta estaba dispuesta a hacerlo o no. Si bien una mujer podía negarse a la propuesta de un hombre, por lo general esas negaciones no eran comunes en Oneida, una comunidad que afirmaba el sexo. Los registros sexuales que mantenían las intermediarias indican que la mayoría de las mujeres tenían una media de dos a cuatro amantes por semana. Las más jóvenes llegaban a tener hasta siete diferentes a la semana. El propósito de la misión de la intermediaria era no desalentar la frecuencia sexual, ya que en Oneida una vida sexual activa se consideraba saludable y adecuada, pero también servía para vigilar a aquellas parejas que pudieran incurrir en afectos “especiales” entre sí y no compartieran sus cuerpos con los demás perfeccionistas. Cualquier tendencia a un vínculo “exclusivo” era reprimido por esa intermediaria.” (Gay Talese en La mujer de tu prójimo)
I jo que t’anava a enviar un missatge per dir-te si volies anar a veure Montaldo aquest dissabte…