Si pregunto a los hombres qué es aquel cuerpo inmenso
que vibra al otro lado de los bosques, me contestan: «el mar»
Si te pregunto qué es el mar me dices:
«un animal de lluvia que sin tregua recorre la distancia infinita que de sí mismo le separa»
Quieres ponerme a prueba, pretendes confundir
me.
Sé que aquel cuerpo inmenso
eres tú
cuando sales del bosque y arrojas tu saliva sobre el mundo
Chantal Maillard
Cuando llueve
Cuando llueve, ¿quién se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Adivina adivinador. ¿Nunca se sabrá?
Cuando llueve, el mosquito se moja menos que el elefante, y la mosca menos que el tigre y que las pulgas del tigre. Pero, ¿qué no daría el mosquito por tener la sombra de un elefante y la mosca la sombra de un tigre?
Cuando llueve, nadie quiere mojarse pero todos se mojan, menos los que consiguieron ponerse debajo de algo, techo o paraguas, que son casi todos. Así no vale.
Cuando llueve, el árbol que hace sombra de sol, hace sombra de lluvia.
Cuando llueve, no se puede volar o se vuela menos.
Y los pájaros buscan un árbol frondoso o un alero, porque nadie les enseñó a cubrirse con las alas.
Cuando llueve, a los mares o a los ríos ni les va ni les viene, porque nunca se mueren de viejos. Las lagunas y los lagos no están tan seguros y, cuando llueve, sonríen encantados.
Cuando llueve, es la fiesta de los sapos. No hay mal que por bien no venga.
Cuando llueve, fracasa la casa que no podemos terminar, como el fuego al aire libre que no podemos encender.
Pero… cuando llueve, las gotas se dan al fin un baño de tierra.
Cuando llueve, tu pelo se moja mucho y tus ojos nada… porque están bajo techo.
Cuando llueve, no hay canto de pájaros. Cantemos nosotros al ritmo del aguacero.
Cuando llueve, es mejor que sea verano que invierno, es cierto.
Pero… nunca se sabrá si se moja más el que corre o el que camina despacio.
Ricardo Zelarayán
La crónica de una espectadora
El amor de las bestias
A veces cuando estoy en el mar creo que la mayoría de las veces me parece una gran bestia o quizá apenas algunos de los cabellos encrespados de una gran bestia azul. Se que nunca mirare con estos ojos todo su cuerpo y forma, pero en las bahias y costas, veo un poco de su pelaje. Preciosos tonos tiene su cuerpo profundo. Se deja acariciar por mi con todo mi cuerpo, con mi respiración apagada en momentos. Con mi voz y sin mi voz, con mi vista y sin ella. Se deja acariciar y me acaricia, en veces es absolutamente sorprendente y bella la precisión con la que me acaricia y me hace sentir bien, me hace descansar, sentirme arruyada, apapachada, ayudada, abrigada, cuidada. Esa espumita blanca surgida del máximo rebote y movimiento intenso en su cuerpo más profundo es conmovedora. ¡Y su sonido!su sonido lo llena todo todo el tiempo, no se cansa de cantar alto, de susurrar, tiene miles de voces su cuerpo. La mar es para mí el abrazo más apasionado que tenga en esta vida. El abrazo más fuerte, más continuo. El mar tiene tanta energia que hasta nos hizo a nosotros. Espero morir un poco adentrada en sus cabellos largos, espero morir en ellos y sentirlos como una hamaca de descanso tendida en el profundo mar.
Cuando estoy en el mar, cuando estoy cerca de el o voy hacia ella, se que también soy una bestia. Una bestia salvaje que le gusta quemarse la piel con el sol de la playa, con el fuego de la fogata hecha con madera y palma. Me gusta el sonido del machete al cortar los leños que el mismo viento de norte derribó y esperaban muy pero muy pacientemente convertirse en madera petrificada, por la salada mar. Ahora alumbran mi noche…En esta ocasión y en otra pasada nuestra noche.
Caminar el infinito