Dice Philip Hoare que cada isla, no importa lo grande o pequeña que sea, promete una historia, una narración propia. Cada ser vivo de una isla es un viajero. Al cruzar la playa, todos los viajeros traen consigo algo antiguo y crean algo nuevo.
En Azores, con Esteban Feune de Colombi, un nuevo puerto para la Compañía La Soledad como parte del proyecto ¿Qué es el agua?, una obra marítima.
¿Une el mar o separa? Une para separar; une por la vista, separa por el espacio.
El, la mar, es en principio un concepto, un término absoluto, una idea abstracta que necesita un nombre propio para que esa abstracción adquiera una cierta proximidad protectora, se concrete en un topónimo cuya familiaridad lo haga más tranquilizador, menos inquietante. Según cuenta José Manuel Caballero Bonald en Mar adentro, en ciertas tribus africanas existía una costumbre muy ilustrativa a este respecto. Cuando llegaba algún explorador lo primero que querían conocer era su nombre, pues sólo así, sabiendo como se llamaba, podía neutralizarse considerablemente la supuesta animosidad, el peligro que solía traer consigo todo hombre blanco. Algo por el estilo ocurre con el mar: si carece de nombre propio -Mediterráneo, Atlántico, Caribe, Cantábrico…- es como si también fuese más inseguro, estuviese provisto de un mayor acopio de riesgos innominados. El mar por antonomasia sólo es una noción necesitada de más precisos arraigos.
—Dos Orillas Cultura FIT de Cadiz Compañía Titular de Teatro UV Tenerife LAV
VENIDAS DEL MAR (Eugenio de Andrade)
Son cosas venidas del mar.
O de otra estrella.
Guijarros, erizos, astros
pequeños y vagabundos, sin brújula,
sin norte, con paso incierto. Poco
tardan. Como la felicidad.
Acompañan otra canción, otra bandera.
Todo lo que los ojos traían.
Del mar. O de otra edad.
“Contemplar el mar puede mantenerte más despierto de lo normal. O más lúcido. O más ajeno. Cuando un hombre observa el mar amplía la nostalgia de sí mismo”.
Antonio Lucas