Aprovecho el vuelo AV19 BARCELONA-BOGOTÁ para leer El Impostor, de Javier Cercas. Me quedan bailando algunas preguntas después de la lectura, algunas parecidas a éstas que nunca quiso responderle al periodista Peio H. Riaño, El Confidencial.
De lo que no tengo ninguna duda es sobre mi fragmento preferido del libro. No tenía ni idea de la existencia de la UJA (Unión Juventudes Antifascistas). Podrían formar parte de una hipotética futura temporada de Master. Quien sabe. Mientras tanto, transcribo el fragmento mencionado y sí, claro, honor a los valientes, a los que dicen NO.
LA UJA
La historia de la UJA es extraordinaria. Se trata de un minúsculo episodio que permaneció enterrado en la fosa común del antifranquismo durante casi sesenta años, hasta que, en 1997, dos jóvenes historiadores locales, Juanjo Gallardo y José María Martínez, lo exhumaron; hoy todavía la historia es muy poco conocida. A finales de enero de 1939, cuando faltaban un par de meses para que terminara la guerra pero ya habían transcurrido varios días desde la caída de Barcelona en manos franquistas, un grupo de chavales catalanes decidió no aceptar la derrota. Algunos habían combatido con el ejército republicano, muchos militaban en las Juventudes Libertarias, todos eran muy jóvenes: el mayor tenía veintitrés años y el más pequeño quince, pero la mayoría estaba entre los diecisiete y los dieciocho; entre ellos había de todo: jornaleros, vidrieros, peones, contables, sastres, electricistas, ferroviarios, mozos de almacén, pasteleros, dependientes y hasta tres colegiales. El núcleo de la UJA se hallaba en Santa Coloma de Gramanet, pero la organización se extendió en seguida a Sant Adrià del Besós y tenía la ambición de llegar a otras poblaciones del extrarradio de Barcelona, incluida la propia Barcelona. La palabra “organización” quizás es excesiva: aunque estaba dotada de una cierta estructura, con responsables de las distintas secciones y una división geográfica en sectores, en realidad la UJA no era más que un grupo de muchachos que se reunía en casa de sus padres y que, con unos medios ridículos y un coraje temerario, durante el tiempo que duró su andadura elaboró, imprimió y distribuyó panfletos llamando a la revuelta, dio un golpe de mano contra una guarnición de fascistas italianos, planeó sabotajes en infraestructuras y asaltó a notorios franquistas para ayudar con el dinero obtenido del robo a familias antifranquistas en situación económica desesperada. La vida de la UJA, sin embargo, fue breve: terminó el 30 de mayo de 1939, tres meses escasos después de su inicio. Ese día empezaron las detenciones (durante las cuales, según reza el sumario que a continuación se abrió a sus miembros, “se les ocupó una máquina de escribir, cinco fusiles, tres rifles, una bomba de mano y varias municiones”), y el 2 de enero del año siguiente un consejo de guerra dictó sentencia contra los veintiún militantes de la organización y otras siete personas; salvo tres de ellos, que no llegaban a los dieciséis años y fueron puestos a disposición del Tribunal Tutelar de Menores, todos los demás fueron condenados: hubo cinco penas de muerte (de las que sólo se ejecutó una), ocho penas de reclusión perpetua, dos penas de veinte años, cuatro de quince y dos de seis. De modo que, cuando todo el mundo dijo de grado o por fuerza SÍ, hubo gente que dijo NO, gente que no se conformó, gente que no dio su brazo a torcer y no se resignó al oprobio, la indecencia y la humillación comunes de la derrota. Fue una ínfima minoría, pero fue. A lo largo de casi seis décadas sus nombres se olvidaron, así que no estará de más recordarlos hoy. Honor a los valientes: Pedro Gómez Segado, Miquel Colás Tamborero, Julia Romera Yáñez, Joaquín Miguel Montes, Juan Ballesteros Román, Julio Meroño Martínez, Joaquim Campeny Pueyo, Manel Campeny Pueyo, Fernando Villanueva, Manuel Abad Lara, Vicente Abad Lara, José González Catalán, Bernabé García Valero, Jesús Cárceles Tomás, Antonio Beltrán Gómez, Enric Vilella Trepat, Ernesto Sánchez Montes, Andreu Prats Mallarín, Antonio Asensio Forza, Miquel Planas Mateo y Antonio Fernández Vallet.