Buena memoria + Google = coincidencias inquietantes
“El teatro de Rodrigo García nunca había logrado interesarme, nada, o muy poco, sus llamémosles performances (qué palabra más antigua), casi preferiría llamarlas batidoras, desde, pongamos, Haberos quedado en casa, capullos a Jardinería humana, mucho ruido, mucho cliché, mucho aburrimiento y algún destello de genio, no lo negaré, todo revuelto, troceado, escupido, pero tan lejano de aquella famosa receta de Ambrose Bierce para hacer pastel de cerdo, a saber: se ata el cerdo a un árbol, junto a un pastel, y se le da de estacazos al cerdo hasta que pastel y cerdo forman una masa homogénea. Imagino que en el fondo del fondo ésa era y es su intención, pero a mi entender muchos de aquellos estacazos golpeaban el aire o, todo lo más, el remolino del pelo de los espectadores modernos, lo que suele llamarse predicar a un convencido. Es lo que casi siempre pasa con los espectáculos enragés: quien ha de enrabietarse (o sea, el cerdo) no pisa el teatro, lógicamente, y los otros se ríen un poco y vuelven a casa (Ikea, I-Pod, etcétera) convencidos de ser los más listos de la tribu. No digo nada nuevo, por supuesto. Pero entre tanto, entre batidora y batidora, siempre había alguien que me decía “los textos, los textos, lo mejor de Rodrigo García son los textos”. Bueno, pues al fin he llegado a los textos (…) Alguien debería atar a Rodrigo García a la pata de una mesa para que escribiera más cosas como éstas.”
Escribe Marcos Ordóñez en Babelia (año 2005)
” (…) ¿Se puede hablar hoy de proletariado? ¿O mejor hablar de minoría de privilegiados y mayoría de pringados? El posicionamiento ideológico de El conde no es nihilista, su análisis de la realidad quizás puede sonar dogmático para algunos, pero está cargado de ejemplos desgarradores de la vida en la calle. Hay denuncia, pero no un vómito gratuito como en otras propuestas de vanguardia. Eso sí, después de tres espectáculos en esta línea, si El conde no evoluciona hacia un enriquecimiento de su propuesta escénica pronto se encontrará con un techo expresivo; quizás generará lectores, pero los espectadores se acabarán agotando.”
Escribe Eduard Moliner en Culturas (año 2014)
Porque tú lo digas, Marcos. Porque tú lo digas, Eduard. De la misma manera, podríamos decir que si después de tres artículos en esta línea, Marcos y Eduard no evolucionan hacia un enriquecimiento de sus propuestas críticas pronto se encontrarán con un techo expresivo.
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