INMEDIACIONES (3)
Tercer día en Pamplona y tercera librería estupenda que visito. La gestiona Daniel con exquisita elegancia. Se llama Walden y en ella se respira, entre la madera y los libros, algo del espíritu que debía emanar de la cabaña donde se instaló Thoreau hace casi dos siglos. Llego a ella por la insistente recomendación de alguien que conozco en el subsuelo y que parece tener buen criterio, además de sobre buenas librerías, sobre falsos performers o impostores más o menos exitosos del mundo artístico.
Antes de seguir, una confesión muy personal que quiero compartir (los más ansiosos pueden saltar al siguiente párrafo). Me quité una vieja espina con este viaje a Pamplona. Uno de mis peores recuerdos de infancia es del año en el que con mi equipo de baloncesto en el que jugaba desde los ocho años ganamos un torneo por primera vez. Fuimos el mejor equipo marista de todos los equipos maristas de 12 años en Catalunya. Era el año del centenario de la fundación del primer colegio marista en España. La final fue en los Maristas de Girona, donde derrotamos por poco a otro colegio marista. Hice un buen partido. Mejor que otros días. Ese año teníamos dos entrenadores. El primero no confiaba demasiado en mí, pero su asistente -que en realidad era mayor y sabía más que el otro aunque no siempre pudiera venir a los entrenamientos- sí que conseguía domar mis inseguridades y aprovechas mis virtudes cerca del aro. El caso es que las finales, con los mejores colegios maristas de toda España, iban a suceder en Pamplona. Nos dijeron entonces que otras familias de padres de alumnos nos iban a alojar en sus casas. Mi madre fue la única que se negó. Dijo que si no dormíamos en un hotel no me dejaba viajar. Mi madre siempre fue muy anti-social y su argumento era que si me dejaba quedarme en la casa de alguien, luego esa persona, cuando quisiera, se creería con el derecho de visitarnos en nuestra casa… ¿Y entonces? Quizás os estéis preguntando. Bueno, para ella, recibir a un desconocido en casa es casi lo mismo que te torturen en una celda de los Mossos d’Esquadra. El caso es que a pesar de mis súplicas y lloros me quedé sin viajar y me perdí formar parte del equipo ganador (Mamá, no te enfades, ya hace años que te perdoné). Los Maristas de Sant Joan, sin mí, ganaron el torneo. Me lo contaron al regreso. Ahora ya no juego a baloncesto. Ni siquiera en las obras del Conde de Torrefiel…
Digo que me quité una espina porque esta vez, casi treinta años después, también la invitación a Pamplona implica alojarme en la casa de alguien que no conozco. El Festival Inmediaciones, con buen criterio, y no sólo para ahorrarse unos euros, hospeda a la mayoría de invitados en habitaciones de voluntarios que se ofrecen a colaborar con la organización de esta manera. Podríamos llamarlo alojamiento site-specific: una habitación propia, como pedía Virginia Wolf, y algo de desayuno. A mi me toca donde Íñigo, a quien casi no veo durante los tres días que paso en la ciudad, pero que cada mañana me deja media barra de pan, con algo de jamón serrano, para que desayune como en casa. Pablo Gisbert, afortunado él, se queda en casa de Marta, quien resulta ser una excelente anfitriona. Cris y Rubén donde Aniana, con calefacción central a tope. Hospitalidad máxima. Buen rollo. Para los almuerzos y cenas recibimos un ticket comida que da derecho a menús tan sorprendentes como éste: de primero mus de foie al vino, de segundo paloma a la salsa cazadora y de postre gin-tonic de cuchara. No, amigos, no me pondré ahora en plan crítico gastronómico. Solo diré que Roger Bernat se atragantó con la paloma y la sustituyó por un nada vanguardista bistec a la plancha…
¿Y el teatro? Pues bien, gracias. El festival, para la mayoría, ya terminó con la fiesta del Subsuelo, pero leyendo la programación me doy cuenta que queda un añadido, en el Teatro Gayarre, a modo de bis, para los más golosos o para las señoras a las que les gusta vestirse para ir al TEATRO. Una propuesta de Teatre Flotant: Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez. Y Yo quiero ser como Beckham. También Quiero la cabeza de Alfredo García. O saber Cómo ser John Malkovich. En fin, basta, centrémonos en Fermín Jiménez. Últimamente tengo un extraño imán para los performers navarros. Si hace un mes, en Barraquilla, me encasquetaron un taller con Abel Azcona, ahora me veo sentado entre familiares, amigos y conocidos de este Fermín Jiménez, un tipo que hace cosas como cruzar media España nadando en las piscinas que encuentra por el camino o convertir biografías ajenas en autobiografías propias con el simple recurso de tachar los nombres propios. Ya sabéis, arte contemporáneo, siempre en esa cuerda floja que oscila entre la genialidad y la tomadura de pelo…. Es delicado escribir sobre las creaciones de otros siendo uno mismo también creador de propuestas que podrían también formar parte del mismo festival. No soy crítico teatral ni pretendo serlo. Apenas quiero dejar constancia con estas crónicas de momentos que, quizás, de otro modo, se perderían para siempre (y a nadie le importaría). Eso no quita que me sienta un pelín incómodo ironizando sobre las propuestas de otros. Podéis abofetearme la próxima vez. Imagino que esa es la razón por la que los de Perro Paco escriben con seudónimo. Finalmente, lo mejor que puedo hacer es hablar de las obras que me interpelan, excitan o emocionan. Como diría Van Gaal, siempre positivo, nunca negativo.
A la mañana siguiente me reúno con Laida y Elisa en Katakrack. Las noto cansadas. Con la depresión post-parto-no-me-mires-a-la-cara. Hacemos balance del festival. Tercera edición completada. Buena asistencia de público. Buena recepción a las propuestas. Momento de reflexión. Les pregunto por el futuro del festival y no está claro. Ya habrá tiempo de pensarlo. Ahora toca descansar. Lo que sí tienen claro es la disyuntiva a la que se enfrentan. O reducen el tamaño o se profesionalizan. Ya no es de recibo, dicen, que un festival de este tamaño y calidad se sostenga con el esfuerzo desinteresado de tres creadoras que, para llevarlo a cabo, se ven forzadas a abandonar sus proyectos personales y convertirse en productoras todo terreno. Con el objetivo de que lleguen a Pamplona obras que de otra manera no se verían. Superando los recelos y las envidias de quienes ven amenazada su posición, o su ideología estética. Satisfaciendo a ese hipotético público de Pamplona supuestamente ávido de nuevas propuestas escénicas. Por otro lado, es innegable que del lado de los artistas el festival es necesario. No sólo de los navarros. 90 propuestas, 90 proyectos, 90 peticiones de residencia recibieron como respuesta a la convocatoria abierta. Apenas pudieron escoger 2. Y a mí no se me ocurre nada mejor que sugerirles que lo conviertan en una cita anual. Calla, calla, me responden. En fin, un reconocimiento para ellas dos, y Ghislaine, que no llegó esta mañana. Gracias. Fue un lujo formar parte de Inmediaciones 2014. Ojalá se pueda repetir. En un año o en dos.
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